Historia general de el Reyno de Chile/Prefacio
PREFACIO.
(Vicente Salvá.—Noticia sobre el manuscrito de la Historia de Chile por Diego de Rosales, publicada en los "Ocios de los españoles emigrados," vol. III, páj. 544. Londres, 1825).
"Nuestros deseos i nuestras esperanzas son los mismos que con tanta animacion manifiesta el erudito escritor peninsular, con la sola diferencia, empero, que la mano poderosa que él ambicionaba para lanzar esta crónica a los vientos de la publicidad, no sea la siempre frájil de un solo hombre, sino la del pais entero."
B. Vicuña Mackenna.—(Juicio crítico sobre la Historia jeneral de Chile por Diego de Rosales, leido en la conferencia pública celebrada por la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile el 19 de diciembre de 1871).La Historia jeneral del Reino de Chile por el padre Diego de Rosales es sin disputa un verdadero monumento nacional. Antigua, auténtica, comprobada, revestida del prestijio de los siglos, escrita, no solo por un testigo de vista sino por un actor culminante i adornado de raras dotes literarias, no podrá ménos, hoi que por la primera vez despues de dos siglos se da a luz con infinitos esfuerzos i no pequeños sacrificios, de ofrecer una estraordinaria novedad i mayor autoridad. Es la única obra completa sobre su época, i si bien ésta no pasa mas allá de los primeros 117 años del descubrimiento (1535-1652), deja mui atrás a los cronistas puramente militares que se han ocupado de esa Era, como Góngora Marmolejo, que termina su relacion en 1575, o Marino de Leyera, que llega apénas algo mas léjos. Otro tanto podria decirse de nuestra mas célebre crónica relijiosa del siglo XVII, la Historia del padre Ovalle, porque ésta, en cierta manera, no fué sino un compendio de la inédita de Rosales, segun el último lo asevera terminantemente, declarando que aquel candoroso narrador—"se refirió varias veces (son sus palabras, cap. XVIII, lib. I) a esta historia jeneral, por haber escrito el padre Alonso de Oyalle en España i no tener las noticias suficientes." I vuelve a repetir este concepto en varios otros pasajes, llamando, empero, con una cortesía poco frecuente en los autores de esa época, "curiosa, elegante, aunque breve historia," la larguísima i milagrosa del buen padre predecesor suyo en el molde de las imprentas.
En cuanto a las demas historias jenerales de Indias que se ocupan particularmente de nuestro suelo, como la de Oviedo, la de Herrera i la de Toledo, son mui anteriores a la presente, fuera de que consagran sus noticias más al descubrimiento que a la conquista, miéntras que aquellas que se imprimieron por hijos del pais i versaban especialmente sobre éste, como la de Melchor del Aguila i la de Isaac Yáñez, que cita Molina, han desaparecido como por via de maleficio del comercio del mundo, al punto de no existir en biblioteca alguna conocida un solo ejemplar de ellas [1].
La historia de Rosales ocupa, por consiguiente, el promedio de aquellas viejas crónicas i las mas modernas de Córdova-Figueroa, Olivares, Molina, Perez Garcia; i de esa suerte ata la hilacion de las unas a la de las otras, dando cuerpo de unidad a toda nuestra historia colonial.
A su arribo a Chile, el padre Rosales no pudo ménos de encontrar en vida a muchos de los hijos de los primitivos conquistadores, como que consta de la historia que uno de los propios compañeros de Valdivia alcanzó a divisar las luces del siglo en que el jesuita escribiera su crónica. El mismo cuenta en diversos pasajes que disfrutó los informes personales del célebre soldado don Diego González Montero, el único chileno que durante la colonia subiera hasta los honores del primer puesto del reino, i cuyas hazañas, hasta hoi no conocidas, en nada desdicen de las aplaudidas de su contemporáneo el ilustre Pedro Cortés.
En otra ocasion, narrando las sangrientas campañas del presidente Sotomayor, a últimos del siglo XVI, dice de don Femando Alvárez de Toledo, el autor del Puren Indómito i que tuvo casa infanzona en una de las esquinas de la plaza de armas de Santiago, que era "un caballero andaluz mui valeroso i mui cristiano, que se halló presente, i es quien me a dado mucha de la materia de este gobierno" (el de Sotomayor). Otro tanto puede decirse de próceres del coloniaje cuyos nombres ha hecho desaparecer, mas que el olvido, la incuria de las jeneraciones, como el sarjento mayor Romay de los tercios de Arauco (empleo de gran consideracion en aquel tiempo), que escribió una crónica militar contemporánea, i como tal refirió la verdadera vida de la Monja-alférez, su compañera en las filas, vida que por cierto dista mucho del disparatado romance que se ha conocido por mas de doscientos años como su autobiografía. Con relacion a sus contemporáneos, puede por tanto decirse que Rosales es el Garcilaso de Chile.
Aconteció tambien que por los mismos años en que el padre Rosales vino a Chile, un alto funcionario público, el culto presidente Fernández de Córdova nada ménos, estaba ocupado en coleccionar a toda costa los materiales de una gran historia de esta nacion maravillosa en que la crónica era siempre una epopeya, i esos mismos tesoros de nuestro pasado vinieron por algun acaso a parar en manos del dilijente jesuita despues de 40 años i le sirvieron para su libro. El mismo es quien nos lo cuenta. "Por ser tan leido i amigo de las historias (dice del presidente Fernández de Córdova) deseó mucho ver escrita la historia jeneral del reino. I a ese fin, con gasto suyo i dilijencia, juntó muchos i mui curiosos papeles, que estuvieron arrinconados mas de cuarenta años" hasta que los desenvolví, i de las relaciones mas verídicas compuse esta historia, ayudado de otros papeles i de las noticias que he adquirido en los años que estoi en este reino, que pasan de cuarenta i tres."
Reminiscencia es ésta en estremo halagadora para los que todavía luchan en la arena de las letras, pues pone en claro la alta estima en que las tuvieron nuestros mayores. Porque éstos, no obstante la rudeza que les hemos atribuido, regalaron a la literatura española su primer poema i legaron a nuestro suelo, desde Bascuñan a Carvallo, desde Góngora a Pérez Garcia, desde Olivares a Molina, mas historias que cuantas se han escrito de todas las demas tierras americanas juntas, al sur del Ecuador. Injusto seria tambien no recordar aquí que las primeras pájinas de nuestra leyenda nacional, hoi por desgracia irrevocablemente perdidas, fueron dictadas, segun Molina, por el secretario mismo del primer gobernador de Chile (Jerónimo de Vivar?), i que las cartas de su señor no desmerecian en mucho de las del célebre conquistador de Méjico, que se han comparado a las de César.
Esto en cuanto a las informaciones i a los documentos que sirvieron al historiador en el acopio de su crónica.
Con relacion a su mies propia, ya hemos dicho, citando sus palabras, que habitó en Chile 43 años i que a la postre de ellos escribió su libro. En su triple carácter de misionero, de profesor i de provincial, todo lo vió i juzgó con suficiente discernimiento.—"I puede su reverendísima, dice por esto con razon uno de los entusiastas informantes de su libro (el provincial Ramirez de Leon), sacar la cara entre todos los historiadores del mundo i decir que ha escrito de este reino de Chile lo que en él ha oido de los mas verídicos i antiguos orijinales, lo que ha visto por sus ojos i tocado con sus manos, pues desde los primeros años de su mas florida edad, en que se ofreció de Europa a la espiritual conquista de este nuevo mundo, comenzó a correrle todo, i despreciando cátedras que sus lucidas prendas le merecian, no dexó parte de Chile que no viese."
El mismo injenuo autor de la presente historia confiesa la diversidad que debe atribuirse a lo que él ha narrado por ajena inspiracion i a su observacion propia, porque en llegando a contar el gobierno de Lazo de la Vega, que comenzó en 1629, hace testualmente esta declaracion de verdad:—"I si bien hasta aquí he escrito muchas cosas por noticias de papeles i relaciones, escojiendo siempre las verídicas y mas ajustadas, en adelante escribiré lo que he visto i tocado con las manos"
En cuanto a la composicion puramente bibliográfica de la crónica que analizamos, diremos únicamente que se halla distribuida en diez libros, i éstos agrupados en dos volúmenes, que parece haber sido intencion de su autor separar a última hora en cuatro, talvez en atencion a lo abultado de sus materiales, que son cerca de dos mil pájinas la folio a dos columnas, de letra menuda.
Cada libro contiene, en término medio, treinta capítulos, i éstos no son mas estensos ni mas breves que los que hoi usan los historiadores. A cada uno de ellos el prolijo narrador ha asignado un tema especial, lójico i bien definido. El libro I, que es acaso el mas interesante i aquel cuya materia el autor conocia mas a fondo (pues sabia la lengua araucana "como si fuese hijo de la Tierra" dice uno de sus críticos), está consagrado a los aboríjenes de Chile i a la época incarial o dominacion peruana. El libro II trata de nuestra jeografía e historia natural. En el III, en que comienza propiamente la relacion cronolójica, se cuenta minuciosamente el período de la conquista, desde la entrada de Almagro hasta la muerte de Valdivia. El IV contiene la relacion de los terribles acontecimientos que sucedieron a aquel fracaso, hasta terminar, junto con el siglo XVI, el gobierno de don Alonso de Sotomayor. El V es la historia de la gran rebelion del siglo XVI, que comenzó con el asesinato del presidente Loyola i solo terminó despues de catorce años con la famosa i quimérica guerra defensiva que impuso en Madrid i en las fronteras la ilusa filantropía de frai Luis de Valdivia. El libro VI es talvez el que presenta un interes mas escaso, por referirse únicamente a defender la doctrina i las quimeras de su ilustre colega, que tan malos frutos dieran a sus autores, i aquí concluye el primer volúmen.
En el segundo, en que ya el autor entra a recitar como actor contemporáneo, la relacion vuelve a cobrar un interes palpitante, i sus cuatro libros estan distribuidos de la manera siguiente:
Libro VII, gobierno de Femando de Córdova i Lazo de la Vega, época de guerras i derrotas; libro VIII, gobierno del marques de Baides i sus famosas paces jenerales; libro IX, gobierno de don Martin de Mujica; libro X, gobierno de Acuña i segunda gran rebelion de los araucanos en el siglo XVII.
Aquí queda bruscamente interrumpida la crónica en el cap. XI, i cuando pareceria que la intencion del autor ha sido contar en sus pormenores la conjuracion indíjena que dió en tierra con el gobierno del malaventurado i necio presidente que acabamos de citar, se detiene solo en el bosquejo de sus preliminares. ¿Por qué causa? ¿Dejó el libro inconcluso voluntariamente el padre Rosales? ¿Se le acabó la vida ántes de terminarlo? ¿O en las mudanzas de tantos años se perdieron las hojas sueltas i cuadernillos mal foliados que completaban este último i precioso libro, segun parece indicarlo el título de éste? I asi como la obra ha sufrido este lamentable estravío en esa parte, ¿hanse tambien perdido uno o dos libros más que llevaron la relacion hasta el gobierno de don Juan Henriquez, 26 años mas tarde, época en que consta que el autor estaba en Chile (1673) i ocupado de preparar su obra para la prensa?
Lo mas que sobre este lamentable vacío nos ha sido dable hacer, es prolongar la relacion con unas cuantas pajinas mas tomadas de un estracto de esta historia que sin duda fué hecha por algun aficionado ántes de la mutilacion de los últimos cuadernos del manuscrito orijinal. El erudito padre Enrích se siente inclinado a pensar que esa mutilacion fué intencional i obra probablemente de algunos de los parciales del gobierno del presidente Acuña, quien no podia ménos de aparecer, asi como sus deudos i amigos, fuertemente comprometidos en la relacion honrada de los sucesos de su hijo.
En cuanto al estilo jeneral de la crónica de que damos sumaria cuenta, un literato español, buen juez en materia de retórica (don Vicente Salvá), comparó el de su autor al de Solis, i aun le encuentra superior. "No se citará en los diez libros de la Historia de Chile, dice aquel crítico en un estudio de que tenemos ya dada noticia, un solo concepto, una sola metáfora incongruente, ni una frase afectada de las que tantas veces se escaparon a la pluma del panejirista de Cortés. Añádese a lo dicho las dotes de ser perspicuo, majestuoso, animado, i sobre todo tan puro en la diccion, que lleva en esta parte grandes ventajas a Solis." Esto, por sí solo, es un elojio insigne i es bastante.
No entraremos nosotros, empero, a profundizar el parangon, si bien es un hecho evidente que Rosales apénas pagó un debilísimo tributo al pésimo gusto de su época, porque es tan parco en aforismos i en citas como se muestra avaro de latines, haciendo de esta suerte el mas singular contraste con la crónica abrumadora de Córdova-Figueroa, que ha merecido ya entre nosotros los honores de la imprenta, cuando acaso es solo acreedora a los del rollo por pedantesca, por bárbara, y especialmente por latina.
Respecto de lo que aquí nos permitiremos llamar el candor histórico de los escritores eclesiásticos de Chile en esos siglos i los presentes, Rosales lo tuvo en alto grado, pues, como su predecesor Ovalle i la mayor parte de los escritores monásticos del siglo XVII, cree en todas las apariciones de la Vírjen en los asedios i en la participacion del apóstol Santiago en todas las batallas entre castellanos i jentiles. I aun refiere que, segun tradicion de los indíjenas, otro apóstol cuyo nombre se ignora, predicó el Evanjelio en Chile, recorriendo todo su territorio calzado de ojotas i con su poncho doblado sobre el hombro, "a usanza de los naturales."
Sin embargo, en la protesta con que encabeza su libro declara honradamente el padre jesuita que no atribuye mas autoridad a los milagros de su leyenda que "aquel sentido (son sus palabras) en que suelen tomarse las cosas que estriban en autoridad solo humana i nó divina." Distincion es ésta admirable en un sacerdote de la edad feudal, i que no estaria hoi de más fuese tomada en cuenta por los narradores de milagros modernos en éste i en el viejo mundo.
Analizaremos ahora separadamente, pero con la escasa estension que es lícita en un ensayo de este jénero, cada uno de los grandes temas que hoi entregamos a la prensa, despues de larga espera, pero no sin cuidadosa dilijencia, con escepcion del libro destinado a los aboríjenes, que se presta a graves discusiones i diverjencias, i cuyo interes es tal, segun ya dijimos, que para formar de él un concepto justo seria menester reproducirlo entero.
En su estudio de la historia natural de nuestro suelo. Rosales no ha podido ménos de mostrarse inferior al ilustre sábio de su misma órden a quien hemos levantado estatuas i que floreció un siglo cabal mas tarde. Pero sin disputa es superior al aficionado Olivares, quien, a mayor abandamiento, confiesa haber tenido alguna vez a la vista fragmentos del libro del antiguo provincial.
Es sumamente curioso el párrafo que Rosales consagra a la existencia i propiedades del carbon de piedra (este propio nombre le da) de la bahía de Concepcion, cuyo descubrimiento el vulgo hace datar apénas del cuarto del siglo que espira, i no lo es ménos aquel en que menciona nuestras aguas termales. No hace, es cierto, alusion ni a las de Colina ni a las de Apoquindo (que talvez en esta época no se conocian o no se usaban), pero cita como excelentes las del "Principal de Zamora" i una fuente de agua hirviendo que existia en Bucalemu, en la cual él mismo se curó de una enfermedad mortal, pero de cuyo paraje no queda hoi indicios en aquella hacienda, talvez a influjo de los sacudimientos posteriores de la tierra. Habla tambien con estension de los baños de Rancagua (Cauquénes) i de una fuente sin nombre que señala en las cordilleras de Chillan.
Del reino mineral, es decir, el oro, que era el único metal químicamente conocido de los conquistadores castellanos, cuenta Rosales verdaderos prodijios, pues si Ovalle refiere que lo servian sus mayores en los saleros en los dias de festin i lo barrian las sirvientes en los patios despues de los saraos, su contemporáneo asegura que por ser mas barato que el fierro se hacian en un tiempo frenos de aquel metal i se herraba con sus tejos los caballos. Asegura que el tributo anual que los chilenos pagaban al Inca i que encontró Almagro llevado en unas andas de caña brava, pesaba catorce quintales, i que éste iba en rieles sellados con una estampa en la forma de un seno de mujer, sin contar dos pepas de oro nativo, de la cual una valia 700 pesos i la otra 500. Añade en otra parte que de los libros reales de la Imperial que él mismo viera, constaba que la tasa que se pagaba al rei por el oro recojido era de 700 pesos diaríos, i sostiene con sobrada razon, como podria probarse matemáticamente hoi dia, que el oro no ha dejado jamas de ser abundante en Chile, pues lo que se ha acabado no son los lavaderos, sino los lavadores, i el azote, que era su salario.
Pero lo que nos parece mas digno de mencion especial en el análisis que hace de nuestra topografía, es la etimolojia sencilla natural i a todas luces verdadera que, prescindiendo de agüeros, gritos de pájaros i otras patrañas (acojidas, sin embargo, por hombres tan sérios como Molina), da el historiador jesuita al nombre de Chile. No proviene éste, segun él, sino del apellido de un cacique de Aconcagua que así se llamaba, i que, como sucede hoi en Arauco, daba su nombre al valle que habitaba, el valle de Chile, i de aquí por amplificacion al de todo el reino. Tan cierto es esto, que toda, prevalece en nuestros campos i aun en las mas cultas ciudades la propension a denominar los lugares por el nombre de sus habitadores, como lo de "Amaza" (Purutun), "lo de Aguila," "lo de Nos," etc. Los conquistadores no hicieron sino jeneralizar el nombre local, exactamente como habian llamado al Perú Pirú por el nombre del primer indio pescador que salió a su encuentro cerca de Túmbez i que les dijo llamábase así él mismo o su lugar.
Esplica tambien Rosales por qué Chile se llamó siempre reino de Chile, a diferencia del Perú i el Rio de la Plata, que siendo comarcas mucho mas vastas, nunca tuvieron sino el nombre oficial de vireinatos. I cúponos esta alta honra porque cuando Cárlos V intentó desde Flándes casar a su hijo Felipe, que a la sazon era solo príncipe, con la reina María de Inglaterra, observóle ésta que no era bien dar su mano a nadie que, como ella, no fuera un rei. "I como ya estas provincias, dice Rosales, estuviesen por el emperador, dijo:—Pues hagamos reino a Chile! i desde entónces quedó con ese nombre."
Por lo demas, la competencia del padre Rosales para conocer la historia natural de Chile en un sentido práctico no podia ser mas reconocida, pues lo habia recorrido en todas direcciones hasta Chiloé, siendo el primer provincial de la Compañía de Jesus que hubiese llegado a esas aguas. Pasó dos veces la Cordillera de los Andes, habitó entre los pegüenches, estuvo trece meses sitiado en las selvas de Boroa, i anduvo por último en todos los parajes del reino, sin que haya quedado, dice el conocido jesuita Nicolas de Lillo, su contemporáneo, "isla en su piélago, pedernal en sus sierras, ni árbol en sus bosques, yerba o flor en sus prados, o arroyo o rio en sus valles, que no haya rejistrado su curiosidad."
"Sale, pues, el reino de Chile en esta historia jeneral (esclama en este mismo sentido el provincial Córdova, de Santo Domingo), de las manos de su autor como Dios le crió, admirable en la fecundidad, colmado en la hermosura, repartido en la perfeccion; tan sin perder circunstancias en la verdad i tan sin desfigurar con ajenos afeites el natural, i quien le leyese en la rejion mas distante le conocerá en este escrito como si le tuviera presente." I concluye pidiendo que el libro se imprima, "nó en papel que rasga el tiempo, sino en láminas de bronce, que prevalecen contra el olvido."
Pero donde comienza para nosotros el verdadero i palpitante interés de esta obra desconocida, es en la cronolojía histórica. Es un libro vivo, o mas bien, un libro resucitado, porque nos habla a través de dos siglos con la animacion propia de los acontecimientos que se desarrollan cada hora a nuestra vista.
Verdad es que en los primeros capítulos relativos a la entrada de Almagro, es decir, al Descubrimiento, el historiador jesuita ha quedado a la espalda de Fernández de Oviedo, el amigo íntimo, el colega i apasionado panejirista del descubridor, cuyas cartas orijinales tuvo sobre su mesa, como que su propio hijo, el veedor Valdés, vino a Chile con aquel i murió ahogado a su regreso en un rio del Perú. Pero la Historia jeneral de las Indias, este libro fundamental de la crónica americana, junto con las Décadas de Herrera i la historia aún inédita del padre Las Casas, no habia venido sin duda a Chile en esa época, porque Rosales, que cita a muchos grandes autores, como Laet, De Bry, Pedro Mártir de Angleria e innumerables otros, no le menciona en parte alguna, y de esta suerte careció del principal testimonio auténtico que hayamos conservado de aquella estraordinaria campaña.
Mas, desde que sigue los pasos de Valdivia, el cronista de Chile pisa sobre terreno seguro i anda sobre un sendero conocido a palmos. Creeríase que hubiese tenido entre manos, al redactar su tercer libro, aquel que ya hemos mencionado como perdido i que compuso el propio secretario de Valdivia: tanta es su minuciosidad en los detalles, en la fijacion de los lugares, el acierto en los nombres, la precision en las jornadas. Traza paso a paso el itinerario del Conquistador, desde Atacama al Biobio, dando a esta parte de la relacion una novedad tal, que habria sido difícil hallarla aun en las animadas epístolas de nuestro primer gobernador, ni en las injenuas pájinas de su contemporáneo Góngora Marmolejo, nuestro Bernal Diaz del Castillo.
Así, por ejemplo, refiere Rosales una batalla de la que hasta aquí no habíamos encontrado huella alguna, que ocurrió en Limarí i en la cual las piedras i riscos del cerro de Tamaya hicieron sobre las espaldas de nuestros abuelos un ejercicio mui distinto del que hoi reciben bajo el combo i la yaucana. De la primera gran batalla que ocurrió en Santiago entre Francisco de Villagra i Michimalonco, cuando Valdivia andaba esplorando el valle de Cachapoal, no cuenta por ejemplo nuestro cronista las patrañas i exajeraciones del padre Ovalle, tal como la aserradura de la lanza de Francisco de Aguirre porque su mano crispada no podia soltarla, pero refiere incidentes curiosos, naturales i enteramente ignorados, como el de que fué tal el tropel i el ímpetu con que los indios penetraron en la ciudad, que un soldado llamado Pedro Velasco, que se hallaba de centinela, fué levantado en peso por la turba furiosa i arrastrado en esa forma mas de doscientos piés. Confirma la hazaña hasta aquí para nosotros dudosa que ejecutó en esa prueba la Judith chilena doña Ines de Suárez, si bien añade que en el primer momento fué ésta hecha prisionera por los bárbaros, de cuyas manos la rescataron los castellanos en lo mas crudo del combate. Pelearon los últimos por su parte con tal brio, que un solo capitan, llamado Alonso de Morales, quebró tres espadas, i quedaron en el recinto del pueblo, recien fundado, no ménos de 700 indios, cuyos cadáveres, atravesados en las acequias apénas abiertas, causaron una inundacion que aumentó los horrores del incendio en la pajiza aldea. Los españoles solo perdieron 4 hombres i 17 caballos.
Es digno de especial anotamiento que Rosales solo fija en seis mil el número de guerreros que en aquella ocasion acaudilló Michimalonco, cacique principal del Mapocho, cuando es de seguro que Marino de Lovera habria puesto en tal caso cien mil, i el padre Ovalle el doble. Uno de los mayores méritos del cronista jesuita, es por esto, a nuestro juicio, su visible i constante aficion a la verdad, no obstante que la hipérbole en sus exajeraciones mas monstruosas era el gusto i el sistema reinante de sus dias. No es tampoco mayor el número que atribuye a las huestes de Lautaro cuando despues de la muerte de Valdivia marchó aquel caudillo sobre Santiago.
En ningun caso habla Rosales, nos parece, de una junta o ejército mayor de veinte mil indios, escepto en Tucapel cuando mataron a Valdivia i en Marihueno cuando derrotaron a Villagra, i aun asegura que en todo Arauco, que él conocía minuciosamente por haberlo recorrido en el monte i en el llano, no habria podido convocarse en esos años (a mediados del siglo XVII) mas de veinte mil lanzas.
A los filos de éstas, confiesa, sin embargo, que en los primeros 150 años de la conquista habian perecido 44 mil españoles, costando la sustentacion de la guerra durante ese período 49 millones de pesos, que es como si se dijera hoi doscientos millones o el doble.
El largo i ajitado gobierno de Valdivia ocupa un libro entero de la historia, segun ya dijimos (el III), cerrando su última pájina con la relacion de la muerte del ilustre capitan. El sensato cronista rechaza toda las fábulas que sobre este lance ha tejido la tradicion, como la del oro derretido que le dieron a tragos, i sostiene que Valdivia fué inmolado, segun la usanza de los bárbaros i conforme a la relacion que del suceso "le hicieron los indios mas ancianos," de un mazaso en la cabeza que le postró aturdido, en cuyo acto le sacaron vivo el corazon i se lo comieron a mordiscos.
Añade que el cráneo de la victima era conservado relijiosamente hasta su tiempo por los descendientes de Caupolican, quienes libaban en él el licor de sus venganzas i rehusaban a los españoles todo precio por su rescate.
Desbarata de igual manera, a propósito de Caupolican, el cruel artificio que Ercilla atribuye al capitan Reinoso en la ejecucion del héroe araucano, pues afirma que como cristiano i convertido fué ajusticiado cual si hubiera sido un soldado castellano, es decir, por el garrote i nó la estaca.
Las campañas del animoso Lautaro están admirablemente contadas en las pajinas que recorremos, i ofrecen todo el vivido interés de una leyenda. Se juzgará de su animacion i colorido por el retrato físico que en cierto pasaje del libro IV hace del héroe bárbaro. " Estaba, dice, el arrogante jenejral Lautaro armado de un peto acerado, cubierto con una camiseta colorada, con un bonete de grana en la cabeza, muchas plumas, el cabello quitado, solo con un copete que se dejaba por insignia de jeneral. Era araucano de nacion, hombre de buen cuerpo, robusto de miembros, lleno de rostro, de pecho levantado, crecida espalda, voz grave, agradable aspecto i de gran resolucion."
Como todos los cronistas antiguos. Rosales es gran admirador del sombrío e imberbe don Garcia Hurtado de Mendoza (la tercera gran figura castellana entre nosotros, despues de Almagro i de Valdivia), cuya sobriedad, desinteres, valor heróico i severidad imponderable no se cansa de exaltar.
I por cierto que no debió poner Ercilla mucho de su fantasía en la relacion del lance de la Imperial, cuando aquel le mandó cortar la cabeza en un torneo, por haber desenvainado con enojo la espada en su presencia, pues refiere que a un rico mercader del Perú, llamado Gonzalo Girol, le hizo don Garcia clavar la mano en un lugar público por haber dado una bofetada a uno de sus pajes que le cerró el paso en una audiencia.
El venerable cronista del siglo XVII, a ejemplo de los escritores de la escuela moderna, se complace en retratar a la mayor parte de los personajes de alta talla que figuran en sus anales, i se vale para esto, como colorido, sea de una espresion feliz, sea de un análisis moral, sea de la reproduccion de su físico en entero. Así, del gran soldado Lorenzo Bernal de Mercado (héroe constante de la crónica de Marmolejo), dice que fué el Cid Campeador de Chile, i de Alonso Garcia Ramon, que era "jentil hombre de buena cara i mucho vigote;" de Jara Quemada, antiguo paje del duque de Alba, refiere, como si le hubiera conocido personalmente, que era "de rostro moreno i de cuerpo doblado," i del gran batallador Lazo de la Vega, que tenia "un aspecto feroz." I como a este último ciertamente le vió i trató casi de igual a igual, esto es, de provincial a presidente, queremos copiar en seguida el juicio que le merecieron su carácter i sus hechos. "Murió este gran jeneral (dice en el libro VII) en lo florido de su edad, pues no pasaba de cincuenta años. Pasó su carrera de caballero igualándose a cuantos celebra la fama; fué de ánimo grande, de aspecto feroz, de condicion severa, de gallardo espíritu, de grande constancia en los trabajos i de valiente resolucion en los peligros. Pronto i vijilante en sus acciones militares, cuidadoso en la disciplina de los soldados, descontento siempre de las armas, por mas bien apercibidas que las tubiesen, solícito en probeer el ejército, presuntuoso en el buen tratamiento de los soldados. I dotado finalmente de escelentísimas calidades i merecedor de que su nombre quede eterno en la posteridad."
I de esta manera, colocando como en un lienzo delante de la opaca luz de los siglos las sombras de todos aquellos nombres históricos, podria en cierto modo rehacerse físicamente la série de nuestros antiguos presidentes, que tan lastimosamente desapareció en el antiguo palacio de gobierno la noche del saqueo de Chacabuco.
Por supuesto que la limpieza del linaje es en cada uno de los personajes de la vieja crónica castellana la prenda mas valiosa de su mérito, i a este propósito afirma que Alonso de Rivera era onceno nieto por línea recta de varon del rei don Jaime I de Aragon, i en otra parte declara que el famoso don Diego Flores de Leon, quinto abuelo del ilustre almirante Blanco, procedia por línea masculina de los reyes de Francia i por las hembras de los de Leon, i de aquí su segundo nombre. Por lo demas, uno de sus capítulos contiene una larga lista alfabética de toda la nobleza de Chile, i especialmente de Santiago; por manera que el que no encuentre en ella memoria de sus abolengos habrá de taparse la cara con las dos manos i huir a esconderse en el limbo oscuro de la heráldica en que habitan los "mulatos"...
Un grave defecto tuvo, empero, Rosales en todas sus apreciaciones de personas, segun era la índole de aquellos tiempos, i es el de que, al morir, todas las figuras notables de su crónica, por ese solo hecho, convertíanse en seres depurados, impecables, perfectos. Tal era, sin embargo, la escuela histórica de la colonia, i continuó siendo hasta que secóse sobre el papel la tinta de la así llamada Historia del padre Guzman, escrita con zahumerio i yerba mate. Cierto es tambien que a los que han venido en pos i se han imajinado que la historia es solo verdad i la posteridad solo justicia, les ha caído en la cabeza el fuego de todos los hogares i de todas las cocinas de su tiempo, si bien no han escarmentado por ello... I sin embargo de esto, hace mas de dos siglos que un humilde fraile franciscano, definiendo al verdadero historiador, habia pronunciado estas magníficas palabras, dignas de Camilo Henriquez: "Quien escriba historia debe ser con una pluma que dé voces como la trompeta del juicio" [2].
Uno de los temas mas interesantes tratado con frecuencia por el padre Rosales, es el de las espediciones marítimas emprendidas contra Chile en los siglos XVI i XVII, especialmente por la Inglaterra i por la Holanda. No deja de mencionar una sola de ellas, i con la particularidad de que sus revelaciones se refieren casi únicamente a los aprestos de resistencia interna que hacian los chilenos, completando así el cuadro descabalado de aquellas aventuras, conocidas hasta aquí únicamente, a virtud de los libros estranjeros, por el lado de la invasion i del mar. No omitiremos mencionar a este propósito, que, segun nuestro autor, cuando Cavendish asaltó a Valparaiso a postreros del siglo XVI, salió de Santiago armado de punta en blanco i aparejado para la batalla, a la cabeza de "veinte clérigos i ordenados," el provisor don Francisco Pastene, probablemente a título de nieto del célebre almirante. Iba tambien erguido sobre su lanza el canónigo don Pedro Gutierrez, i a mas, al frente de una de las tres compañías de milicias que despachó el cabildo de Santiago a la costa, marchaba el padre Juan Cano de Araya, que habia sido soldado.
Cuenta tambien el no siempre discreto jesuita un lance de este jaez que es peculiar de esos años i ocurrió en la Concepcion. Es el siguiente:—Hallábase un dia cierto estudiante de teolojía, consagrado de órdenes menores, parodiando en una alcoba la leyenda de amor que se atribuye al santo rei David, cuando el agraviado Urias presentóse a la puerta, i en retribucion de su sorpresa recibió en el rostro tan feroz candelerazo que le bañó en sangre. Pero él acertó a echar el cerrojo por de fuera a los culpables i apellidó en su auxilio a la justicia. Hallábase a la sazon en la ciudad el iracundo Alonso de Rivera, i como era hombre de muchos brios, tomó la cosa a pechos, hizo montar al clérigo adúltero en un caballo, i por las calles públicas le aplicaron doscientos azotes, desman que no pudo estorbar el obispo, porque cuando lo supo, dice candorosamente el cronista, "ya se los habian dado".. Pero siguióse de esto una descomunal riña eclesiástico-civil, mezclada de azotes i de cánones, de adulterio i escomunion mayor, que no terminó sino con la humillacion del presidente, pues para levantarle la última el diocesano "le puso el pié en el pescuezo," i así solo lo perdonó.
I a este tenor ofrécenos todavía el cronista de la Compañía de Jesús un ejemplo no ménos curioso de las escentricidades eclesiástico-militares de esos años: tal es su historia ya citada de la Monja-alférez, relacion admirable porque es sincera, i preciosa porque es completa. El estudio i vaticinio que el que esto escribe hizo hace ya ocho años desde Málaga sobre que la Vida de doña Catalina de Erauzo era una fábula tejida sobre un argumento verdadero, quedan en esta narracion completamente comprobados. Citando a un capitan que escribió en Chile la vida de la Monja-soldado i a quien el mismo Rosales conoció a su vez, retrata a la última con estas palabras, que son el mas evidente desmentido de la mencionada Auto-biografía en que la monja (que nunca fué conocida en Chile sino con el nombre de Francisco de Noyola) se pintó a sí misma como un desalmado infame.—"Certifica Romay, dice el jesuita, que escribió este caso, que la conoció i trató mucho, que su honestidad era grande, teniendo los ojos bajos i clavados en el suelo, sus palabras mui compuestas, su proceder virtuoso, i aunque no sabian que era mujer, siempre andaba cubierto con el velo de la virjinal vergüenza, aunque encubriendo quién era." (Lib. V).
Desde el gobierno de don Francisco Lazo de la Vega la crónica del padre Rosales participa del carácter de un libro de Memorias, porque, segun ya lo hemos anticipado, él afirma que cuenta solo lo que vió con sus ojos i tocó con sus manos. Uno de sus censores agrega, por su parte, que en ninguno de los gobiernos que se sucedieron, "se tomó jamas resolucion grave sin escuchar ántes su consejo," lo que autoriza mas aun, si es dable, su bien coordinada relacion.
Señalamos ya el punto en que ésta terminaba, es decir, el año de 1653, por el mes de Febrero, i de aquí no pasa un dia el manuscrito que se conserva. Hallábase el libro enteramente listo, correjido i puesto en limpio, con sus índices i sumarios, dibujada aun con lápiz en la portada la simbólica carátula de estilo (la cual aún se conserva) por el año de 1666, segun se ve por las fechas de las aprobaciones i alabanzas que la preceden, i aun volvió el autor a retocarla siete años mas tarde, agregando, en su dedicatoria al rei Carlos II, que la enviaba "en romería" a Europa a fin de que viera bajo sus auspicios la luz pública.
Ahora ocúrrese aquí preguntar: ¿por qué un libro tan autorizado, escrito por un provincial de jesuitas en ejercicio, que se hallaba desde tantos años en estado de ir a las prensas, i cuando, segun la espresion de uno de sus panejiristas (el provincial citado de Santo Domingo), "todo este reino de Chile ha tenido impacientes deseos de ver salir en cuerpo entero su lucida historia jeneral que en circuncisos i menudos fragmentos han estampado algunos autores," ¿por qué, repetimos, no habia alcanzado hasta hoi su merecida publicidad?
En toda otra ocasion habria sido el esclarecimiento de esta duda tema suficiente para un estudio por separado de investigacion de sábio, de paciencia de santo i de entusiasmo de patriota.
Pero hoi felizmente esa empresa se hace ociosa, porque al cabo de infinitas peregrínaciones, de mil tentativas frustradas, ventas i reventas en casi todas las capitales de Europa, encontrará esta obra campo suficiente para ver la luz pública con el decoro a que es acreedora i de cuyas condiciones de vida i de honra ha estado prívada por mas de doscientos años con tanta injusticia para su ilustre autor como lamentable menoscabo para las letras nacionales.
Por nuestra parte, al acometer el empeño de darla a luz, secundando las miras de un editor tan valeroso como ilustrado, confiamos en que alcanzaremos a dar satisfaccion a los que miran con interés este jénero de publicaciones, porque al fin de los tiempos i de los afanes, de las ansiedades i los sacrificios, cuando se ha poseido largos años i guardado en el viaje como en el hogar este jénero de bienes, se adquiere por ellos cierta especie de amor de padre a hijo que sirve de aliento i de sosten.
Santiago, Octubre de 1877.
- ↑ Posteriormente, segun el testimonio del apreciable jóven escritor don José Toribio Medina, que ha regresado recientemente de Europa, se sabe que existe un ejemplar de la historia de Melchor del Aguila en la biblioteca pública de Boston (Estados Unidos) i que la obra de Yáñez se encuentra en algunas bibliotecas de Europa traducida al holandes.
- ↑ Frai Juan de San Buenaventura, provincial de San Francisco en 1666.—(Juicio sobre la historia de Rosales.)