Historia general de el Reyno de Chile/Libro I/VII

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPÍTULO VII.


De otra armada que iba a fortificar el Puerto de Valdivia, y se perdió
Manda el Rey fortificar el Puerto de Valdivia.—Armada que salió de S. Lucar.—Llegan al rio Geneiro.—Resolucion ciega.—Perdióse la Capitana con la gente.—Escapasse la Almiranta.—Desterraron a Salgado porque traia su amiga.—Librose en la Almiranta.—El Capitan Sesé passa a Chile con 95 soldados.


Repetidas vezes ha ordenado su Magestad a los Virreyes de el Perú que pueblen y fortifiquen la destruida ciudad y puerto de Valdivia, por ser de grandes consequencias para la conservacion y aumento de la pacificacion de este Reyno de Chile y comercio de el Perú. Al principio del Reynado de Phelipe quarto se avivó mas efficazmente esta empresa y el Consulado de Sevilla aprestó tres navios para conducir cuatrocientos hombres de guerra, y passando el estrecho, procurar poblar a Valdivia. Avia ido a la Corte por procurador general de este Reyno el Maestro de Campo D. Iñigo de Ayala, que reforzó la solicitud de esta faccion, y assi fué nombrado por cabo de toda la gente de mar y guerra y por gobernador de Valdivia; que es dictamen prudentissimo cometer la execucion de las arduas empresas al que se aventaxó en aconsexarlas.

Embarcóse con titulo y jurisdiccion de Almirante Gonzalo de Nodal, que como experimentado facilitaba el passage; fuera del matalotage, pertrechos navales y materiales de hierro para la poblazion, cargaron los mercaderes de muchas y preciosas mercancias, sobre lo que fueron muy privilegiados del Rey. Iba por principal agente y cargador Francisco Manduxana.

Partieron de San Lucar de Barrameda a treinta de Octubre del año de 1622, y por Navidad tomaron puerto en el Rio Janeiro, en donde se repararon los navios y dieron muy buen refresco a la gente. Confirióse en junta de pilotos muy pláticos la prosecucion del viage, y resolvieron que convenia imbernar en aquella vahia, porque el tiempo estaba muy adelante y necessariamente les avia de sobrevenir el rigor del imbierno y resultarian manifiestos peligros de perderse. No assintió Don Iñigo a tan prudente acuerdo, porque le estimulaba el deseo de gozar de las honrosas mercedes que su Magestad le hazia, y las aria de posser, vnas en passando el estrecho y otras en acabando las fortificaciones de Valdivia. Requirióle el gobernador de el Brasil se detubiesse y le aseguraba la buena disciplina militar de los soldados y sus alimentos. A todo cerró los oydos, y aferrando en su parezer, zarparon anclas y en breve tiempo se asercaron al estrecho.

Mas, presto lamentaron tristes infortunios, porque les cargó una tan furiossa y pertinaz borrasca que duró siete dias sin pausa alguna de bonanza. Esparciéronse las naves, y aunque forcexó la Almiranta por recogerlas los primeros dias, no pudo venzer la fuerza de los vientos. Siguió el rumbo de la Capitana, asta que un dia vieron nadar sobre las embravecidas olas muchas caxas, tablazon y pedazos de otras tablas pertenecientes a la fabrica de los navios. Perdiéronse la Capitana y el Patache, perecieron con toda la gente el gobernador don Iñigo de Ayala y el Almirante Nodal, que pocos dias antes avia passado a la Capitana como el principal consejero y mas cientifico en aquella navegacion, que le avia hecho el año antecedente con singular prosperidad, quando acompañó a su hermano Bartholomé Garcia Nodal en el reconocimiento del estrecho de San Vicente.

La Almiranta corrió con poco trapo cuatrocientas leguas la mar afuera. Llebaba mas de doscientos hombres, soldados y marineros, faltaban las vituallas y las estrecharon a media libra de viscocho y medio cuartillo de agua cada dia para cada hombre, sin otra cosa alguna, recelándose que aun de esta pequeña racion avian de carezer, pues la tormenta se continuaba por tan dilatados mares, que tarde o muy difficilmente podrian coger puerto. Determinaron los que gobernaban arroxar a la mar cincuenta hombres de los mas quebrantados de salud y fuerzas; estando, ya para executarlo se aplacó la tormenta y desistieron de tan desesperada determinacion. Desde entonces soplaron favorables los vientos, hasta conducirlos en el Rio de la Plata y puerto de la Ciudad de Buenos Ayres, donde se desembarcaron ciento y cincuenta y cinco infantes españoles que obedecian al Capitan D. Miguel Sesé, caballero de muchas prendas.

Vino tambien el Capitan Salgado, que hizo leba de doscientos y treinta y dos hombres en Sevilla, y aviéndose embarcado con vn buen trozo de su compañia en el Patache, le desterró D. Iñigo a la Almiranta y le suspendió del exercicio de su officio porque, contra el vando militar publicado en el puerto de S. Lucar, avia embarcado a su amiga, a la qual mandó dexar en el Brasil. El mercader Francisco Manduxana tubo gruesas ganancias de sus mercancias, de que cargó mas a esta nave que a las otras. Alli en Buenos Ayres se encendieron pesadas discordias entre el Gobernador y el Capitan Sesé, porque el Gobernador les daba muy escasos los bastimentos, como si fueran extraños, y qualquier delito de los soldados le grababa con demasiada severidad. Y Sesé llebaba mal que despues de tantos trabaxos no fuessen sus soldados tratados con el agasaxo que se debia. Por esta causa trató luego de passar a Chile, a donde llegó con noventa y cinco hombres, que los demas faltaron por enfermos y fugitivos. De esta pequeña tropa he conocido algunos que en esta guerra han ocupado honrrosos puestos, de quienes me informé de lo referido.