Historia de la Ciudad de Guatemala/Tratado VII
Siguiendo el plan que nos hemos propuesto en el 2º tomo, corresponde que este tratado lo destinemos á hablar de la historia de esta capital. Pero no solo nos hallamos comprometidos á esto, sino que es tanta la conexion de las materias, que sin advertirlo nos hemos introducido en la narracion de cosas propias de la historia de la Metrópoli, como de la entrada de los Españoles en ella, de sus traslaciones y del modo con que se formaron sus innumerables arrabales, en el tratado 6º y otros puntos que se hallan historiados en los tratados antecedetentes.
Nuestros piadosos conquistadores, como refiere el P. Remesal (lib. 1º cap. 1º), dieron principio á sus trabajos por la construccion de la iglesia; pues luego que sentaron su residencia en el sitio de Almulunca, hoy Almolonga, aun antes de fundar la ciudad, trataron de edificar un rancho que sirviese de iglesia provisional, y hasta que este se concluyó, dedicó y celebró en él el tremendo sacrificio de la misa, se procedió á la erección de villa, al nombramiento de oficiales que la gorbernasen, y á la instalación de éstos en sus empleos. Imitando nosotros á nuestros religiosos progenitores, comenzaremos la Historia de Guatemala, por la de su Santa Iglesia Catedral.
Tenemos por cierto que los Españoles no sentaron su real en Almolonga. con ánimo de perpetuarse en este sitio, sino provisionalmente. (Véase el tr. 6º cap. 3º y 4º). Por consiguiente, no juzgamos probable que gastasen ni trabajasen en edificar templo formal; á lo menos no se encuentra vestigio alguno de semejantes expensas en los libros de uno ni otro Cabildo, como se advierte en la construcción de la iglesia de Tzacualpa. Pues en Cabildo de 22 de Noviembre de 1527, después de haber asentado la Ciudad de Santiago en el parage de Tzacualpa, mandó el Teniente de Gobernador, Jorge de Alvarado, se señale sitio en la traza de la Ciudad para la Iglesia del Apóstol Santiago. En Cabildo de 24 de Agosto de 1529 se manda dar 25 pesos á Francisco de Porras por el trabajo que hizo en la Iglesia; y que por estar pobre esta Ciudad y carecer de propios, los oficiales de ella sirvan de balde. En Cabildo de 25 de Mayo de 1530, habiéndose impuesto cierta multa, se aplica la mitad para las obras de la Iglesia y la otra mitad para las de la Ciudad. En el de 28 de Junio de 1533 se trató de la fabrica de este templo; y en el de 27 de Agosto se cometió dicha fabrica al L. Francisco Marroquin. De todo lo cual se infiere la eficacia con que los nobles ciudadanos de Guatemala procuraron se edificase la Iglesia parroquial; mas viendo que sus esfuerzos no bastaban, encomendaron la obra á su Cura Don Francisco Marroquin, á quien Dios reservaba la gloria de que le construyese su templo, cual otro Salomon; pues aunque los conquistadores, como David, habían procurado juntar y acopiar los materiales; mas como habían derramado mucha sangre, no quiso el Eterno que lo efectuasen.
En efecto, el Ilmo. Señor Marroquin tuvo el consuelo de ver concluida la Iglesia, (segun dice Remesal, lib. 1º cap. 11, el mismo año de 1533) estrenarla, (aunque no sabemos palabra de la función de este estreno), y ejercer en ella sus funciones pontificales, habiendo sido elevado á la dignidad episcopal por N. S. P. Paulo III. De la historia de este templo no sabemos mas, sino que habiendo muerto el Señor Dean Don Juan Godinez, el día 25 de Agosto de 1538, en Cabildo de este dia comparecieron sus albaceas, y presentaran su testamento, en el cual encarga á dichos sus albaceas pidan al Señor Obispo la capilla de Nuestra Señora de la Piedad, (hoy del Socorro) para su entierro, y funda cuatro capellanías en ella: y á mas de esto, deja por heredera del remanente de sus bienes á la misma capilla: y habiendo hecho el Ilmo. Señor Obispo y Prebendados, en nombre de la Iglesia, la aceptación correspondiente, los albaceas tomaron posesión de la capilla. Muy poco tiempo sirvió este templo, pues á pocos años de estrenado, habiéndose arruinado la Ciudad y maltratado notablemente la Iglesia, se trasladó una y otra al valle del Tuerto, el año de 1543, como se dijo en el tr. 6º cap. 4º.
Aunque la Catedral de Tzacualpa quedó muy maltratada con los temblores de 11 de Setiembre de 1541, mas quedó en pié; pues se celebraron en ella varias juntas del vecindario, ó Cabildos abiertos para tratar algunos asuntos de suma importancia: y asi hacemos juicio, que seguiria sirviendo de Catedral hasta el año de 1543 que se pasó á la nueva traza (véase el tr. 6º cap. 4º). Determinada la traslación al valle del Tuerto ó do Panchoy, en Cabildo de 22 de Octubre de 1541, el de 42 levantó una ermita el Ilmo. Señor Marroquin en el citado valle, con el título de Santa Lucia, para que oyesen misa en ella los operarios que trabajaban en la fábrica de la nueva ciudad: y el dia 22 de Noviembre de dicho año de 42, en que se delineó la Ciudad, se comenzó a decir misa en la espresada ermita; y á ella se trasladó la Catedral el dia de Corpus de 43. (Véase el tr. 2º cap. 3º). No sabemos qué dia se comenzó á construir la Catedral formal en el valle de Panchoy, ni qué tiempo se gastó en su fabrica, ni cuando se estrenó, (constado Cabildo de 8 de Mayo de 1576, que se encargó a los Alcaldes ajiten la construcción de esta obra). Pero tenemos por cierto, que como la parroquia de Santiago en la Ciudad Vieja, asi la Catedral en la Antigua Guatemala se hizo á esfuerzos y por la mayor parte á espensas del Ilmo. Sr. Marroquin. Nos fundamos para decirlo en una acta del Cabildo de 18 de Abril de 1563, en que dispone, «que ad perpeluam rei memoriam en agradecimiento de los beneficios que hizo á esta Iglesia el Señor Obispo Marroquin, se le cante por la tarde del dia de la Santa Cruz de Mayo, una vigilia con toda solemnidad, y al otro dia misa, en que asista el Cabildo. Y por cuanto el dicho Señor Obispo, por acrecentar la dicha Santa Iglesia, se quedó pobre, se pague el entierro y honras á costa de su fabrica. Que la vigilia y misa en los dias 3 y 4 de Mayo se cante todos los años.... y se conviden los monasterios é cofradías.»
Mas no por esto se debe entender, que el M. N. Ayuntamiento de esta Ciudad no tuvo parte en la fabrica de la Iglesia Catedral; pues consta por varios Cabildos las providencias que tomó para el efecto. En el de 1º de Agosto de 1542, dio para la espresada fabrica los pueblos de Solóla, Chialchitan, Istaguacan, Masma, Cotzumaluapa y Quezaltenango, que eran de la ciudad. En el de 14 de Agosto del mismo año, se trató con Rodrigo Martínez Garnica, cantero, que habia de sacar de cimientos la obra de la Catedral hasta concluirla, por 400 pesos de oro de salario. En el de 3 de Agosto de 543 habiendo venido á Cabildo el Ilmo. Señor Marroquin, á tratar de la conclusión del edificio de la Iglesia, se libró lo necesario en tributos de los pueblos de la ciudad. Y el de 26 de Enero de 1545, se determinó se den al Señor Obispo 1600 pesos de oro, por los descombros de su palacio de la Ciudad Vieja, para emplearlos en la obra de la Iglesia.
La fabrica de esta basílica se hizo de mampostería, y su techumbre artesonada: hecha con la mayor solidez, esmero y primor, que las circunstancias de aquellos tiempos permitieron. Sus tamaños y disposición, los mismos que la Catedral que se estrenó el año de 1680, como veremos en el capitulo siguiente. Tenia dos órdenes de capillas: y en Cabildo de 20 de Abril de 1545, el Señor Obispo y Capitulares dijeron: «que por cuanto el primer Dean Don Juan Godinez compró la capilla de Nuestra Señora, que está á mano derecha de esta Santa Iglesia, y por ella dio 400 pesos, los cuales se han gastado en esta dicha Santa Iglesia, y porque conste a nuestros sucesores, se asentó en este libro de Cabildo; y la misma Capilla tenia en la Ciudad Vieja, que está edificada en esta Ciudad nueva, para que se traiga é se traslade aqui el cuerpo del dicho Señor Dean; asi por haberla comprado, como por haber instituido é constituido cuatro capellanías, con que esta Santa Iglesia se sirve é honra: é hanse de enterrar en ella sus patroneros.» Consta igualmente por los libros de Cabildos de esta Santa Iglesia, Cabildo de 15 de Abril de 1562, que se dio otra capilla y entierro á Francisco del Valle Marroquin, Regidor de esta Ciudad, en remuneración de los servicios que había hecho á esta Santa Iglesia, con varias circunstancias y obligaciones, por parte suya y del Cabildo. Asi mismo se vé por un Cabildo del año de 1563, (folio 64 del libro 1º de Cab. de la Iglesia) que se vendió en 1000 tostones á Pedro de Salazar una capilla para su entierro.
Por una de las cláusulas del testamento del Adelantado Don Pedro de Alvarado, se manda hacer una Capilla en la Iglesia mayor, con la advocación de San Pedro: que en dicha capilla se digan las misas de dos capellanías, que manda fundar en otra cláusula, y que uno de los dos capellanes cuide de la capilla. Esta disposición parece que no tuvo efecto, pues en los libros de Cabildos de la Iglesia, no se hace mención de ella; y porque si se hubiera edificado á su costa la capilla de San Pedro, como patrón de ella, cuando se trajo su cadáver á esta Ciudad, se hubiera enterrado en la capilla de su patronato, y no en la bóveda de los Obispos y Prebendados, como se hizo. Había en esta Iglesia otras capillas con patronatos, como se ve por un Cabildo celebrado con asistencia del I. S. Dr. D. Bartolomé González Soltero, por el mes de Agosto de 1647, en que mandó que los patrónos de algunas capillas de la Iglesia muestren sus títulos, y cuiden de su aseo v adorno, y no haciéndolo se declararían por desiertas y la Iglesia cuidaria de ellas. Que en una de las dichas capillas se colocase la Imagen de San Miguel, que estaba votada su fiesta, conforme á una real cédula.
Es constante que después de concluido y estrenado este templo, se edificaron algunas capillas y otras se hicieron de nuevo, ya fuese porque necesitasen de reparo, porque necesitasen de reparo, ya por mejorarlas. En Cabildo celebrado el año de 1612, que fué el primero á que asistió el I. S. D. Fr. Juan Cabezas, se determinó que se haga capilla para pila bautismal; y se saque para su fabrica de la mitad de la cuarta episcopal del tiempo de la vacante, y de los novenos, de que ha hecho merced S. M. á esta Iglesia: para lo cual se necesita del beneplácito del Señor Presidente, como lo mandan las cédulas de la merced, que S. M. ha hecho. Y de la misma manera se construya el campanario.
Estamos persuadidos, que poco tiempo después se renovó la capilla de Nuestra Señora del Socorro; pues como refiere el P. Francisco Vazquez (lib. 5º trat. 2º cap. 35), el 22 de Octubre del año de 1620 se colocó en su capilla la imagen del Socorro, que antes estaba en el altar mayor de la Catedral. Constando, pues, por los libros del Cabildo eclesiástico, como poco ha dijimos, que en este templo de que tratamos tenia capilla Ñuestra Señora del Socorro, se infiere probablemente, que dicha capilla se renovó y mientras se construía estuvo la Imagen de Nuestra Señora en el altar mayor, y concluida se volvió á colocar en ella la sagrada efigie. En esta capilla fué donde el V. Señor Dean y Cabildo concedió sepulcro al M. I. Sr. Presidente Don Alvaro de Quiñonez Osorio, Marques de Lorenzana, como consta de Cabildo de 22 de Abril de 1634, en la cual, con asistencia del I. S. Dr. D. Agustín de Ugarte y Saravia, dijeron que por parte del referido Señor Presidente se les ha propuesto el deseo que tenia de fabricar sepulcro para si, sus herederos y sucesores, y que sel señale lugar paro ello en esta Santa Iglesia Catedral y que también deseaba imponer renta, para que se celebrase un aniversario; y que aunque quisieran darle lugar en la capilla mayor, como S. S. lo merece; mas como estas capillas están reservadas por el Rey nuestro señor, se ofreció pedir licencia a S. M. Pero S. Sria. dijo que en la del Socorro: en lo cual vinieron los referidos Señores y concedieron lugar para sepulcro al espresado Sr. Presidente en la Capilla del Socorro, la cual es de la dicha Iglesia, y se edificó á su costa, para la Santa Imagen de Nuestra Señora llamada del Socorro, que es muy antigua y la han tenido en esta Santa Iglesia desde el tiempo de su ereccion y se edificó y adornó para colocarla en ella, como se hizo por Octubre del año de 1620.
Siendo Obispo de esta Santa Iglesia el Ilmo. Señor Don Agustín de Ugarte y Saravia, se fabricó a toda costa la capilla del Sagrario, donde se hacen las funciones parroquiales de dicha Santa Iglesia; y concluida, se celebró su estreno con la pompa y magnificencia que ninguna otra capilla. Consta por los libros de Cabildos del M. N. Ayuntamiento de esta Ciudad, Cabildo de 9 de Setiembre de 1639, que este dia se recibió carta del Dr. D. Luis de las Infantas y Mendoza, Oidor Decano de esta Real Audiencia, en que propone al Cabildo se publique la fiesta de la colocación del Santísimo Sacramento en la nueva capilla del Sagrario, y que se nombre al Regidor Pedro Crespo Suarez, para que lleve el guion. Y en vista de ella acordaron que se publique dicha fiesta con la mayor solemnidad y regocijo el jueves 15 del corriente: y se nombraron tres Capitulares, para que conviden al vecindario para la función: y se dé cuenta de lo acordado al Señor Presidente y al Doctor Don Luis de las Infantas. En Cabildo de 15 de Setiembre se volvió á tratar sobre la materia, que por cuanto están mandadas publicar las fiestas del estreno de la capilla del Sagrario, por ser dicha fiesta tan propia de esta Ciudad, ya que no se hagan regocijos tan grandes como correspondia, por la cortedad de sus propios, á lo menos se hagan los mayores que sea posible. Por tanto, la vispera del dia que celebrare la ciudad, haya fuegos y se pongan luminarias: el dia de dicha fiesta haya misa y sermon, y por la tarde comedia: otro dia haya toros y cañas, para cuyo regocijo, se comete al Alcalde 1º juntar á los caballeros: otro dia se corran toros y tambien se haga la fiesta del volcan, (v. el tr. 6º cap. 11.)
A esta capilla del Sagrario se trasladaron los huesos de los Señores Obispos, que estaban sepultados en la capilla mayor, el año de 1669, inlerin se reedificaba dicha capilla y se hacia el entierro para las Señores Obispos. Sucedió que este misma año, á solicitud del Ilmo. Sr. Dr. D. Juan de Santo Matia Saenz Mañozca, se trajeron las cenizas de su ilustre antecesor Dr. D. Juan Garcilazo de la Vega, que viniendo para su Iglesia lo asaltó la muerte en la villa de Teguantepeque. Llegaron á esta capital por Enero de dicho año, y reconocida la identidad de los huesos delante el V. Dean y Cabildo, en presencia de los notarios y testigos que los vieron poner en Teguantepeque, se pasaron á otro cajon forrado de seda, con franjas de oro, que se dejó en el oratorio hasta el día 23 que se llevó á la Iglesia de Santa Catarina. Domingo 24 de Enero á las tres de la tarde hizo seña la Iglesia Catedral, á que correspondieron las demas iglesias, con soleme doble y saliendo la cruz con la clerecia, Cabildo eclesiastico revestido de capas, haciendo de Preste el Señor Obispo, se encaminaron á la citada Iglesia de Santa Catarina. Alli los esperaba la Real Audiencia, Ciudad y las Religiones, y el cuerpo del Señor Garcilazo descansaba sobre una cama de ébano bronceada con cielo y cenefa de rica tela. Y habiendeo tomado el cajon donde yacian los huesos, cuatro Prebendados, lo llevaron hasta la puerta de la Iglesia, donde lo recibieron los Señores del Cabildo secular, á quienes remudaron las Religiones por sus antigüedades. En el entierro precedian las cofradias, con sus cruces, seguían las Religiones, con cruces y Prestes revestidos, después las cruces de la Catedral y parroquias, el clero con su Cabildo y enmedio el ataúd y por detras la Ciudad y la Audiencia, y cerraba la procesión una multitud de republicanos. Solo se hizo una posa en la plaza, y en la puerta de la Catedral, esperaba el Señor Presidente Don Sebastian Alvarez, que por sus accidentes no pudo acompañar el entierro. Llegado á dicha Iglesia, se colocó el cajón en un suntuoso túmulo y se le cantó la vigilia de difuntos con gran solemnidad. El día siguiente le cantaron misa las Religiones; y a las nueve, con igual concurso al de la tarde antes, cantó misa S. Sria. Ilma., predicó el Señor Dean Dr. Don Pedro del Castillo Cárcamo y Valdez, se le cantaron los responsos acostumbrados y se enterró en la bóveda del Sagrario. Consta de, testimonio dado por el Secretario del Ilmo. Sr. Dr. D. Juan de Santo Matia, que para en el archivo de la Iglesia, con otro dado por el mismo, en que se refiere lo siguiente:
Como ya se trataba de derribar la capilla mayor, se dispuso trasladar á la espresada capilla del Sagrario los cuerpos de los Señores Obispos Don Fr. Juan de las Cabezas Altamirano, Don Fr. Juan Zapata y Sandoval, Don Bernardino de Villalpando y Dr. Don Bartolomé González Soltero, lo que da fé el espresado Secretario, se ejecutó de esta manera. El día 11 de Julio del citado año de 1669, como á las cuatro de la tarde, de orden de S. Sria. fué dicho Secretario a la sala capitular, donde vio un cajón con unos huesos que le dijeron ser del Ilmo. Sr. D. Fr. Juan Zapata, y mucha tierra en que dijeron haberse resuelto los de Don Fr. Juan Cabezas: inmediatamente vino el Señor Dean Don Pedro del Castillo, revestido con capa pluvial, los Prebendados y Capellanes con sobrepellices y velas en las manos y llevaron el cajón a la bóveda de la capilla del Sagrario, de donde sacaron unos huesos que dijeron ser los del Ilmo. Sr. D. Bernardino de Villalpando, cuyos huesos se colocaron en un mismo cajón con los del Señor Don Juan Garcilazo de la Vega. En la misma forma da fé que el dia 13 del mismo mes, vio en la sala de Cabildo en un cajón el esqueleto del Ilmo Sr. Dr. Don Bartolomé González Soltero, unidos los huesos, menos la cabeza que estaba dividida en dos partes; y que cerrando el cajón, habiendole cantado una misa de réquiem, con asistencia del Ilmo. Sr. Obispo y el Cabildo, se llevó á la bóveda del Sagrario.
Desde el año de 1660, se advirtió que ya claudicaba la fabrica de la Santa Iglesia Catedral, y no era estraño, porque siendo de artesón y contando segun parece mas de cien años de edad, habiendo sufrido muchos y grandes terremotos, era preciso que sus maderas estuviesen en gran parte podridas y la obra de mampostería con tantos vaivenes resentida. Gobernaba por este tiempo la Diócesis el Ilmo. Sr. D. Fr. Payo Enriquez de Rivera, y de acuerdo con el Cabildo determinó aderezar la parte resentida, trasladando el altar mayor al arco toral. Mas no bastó esta diligencia para quitar los temores, pues la fabrica continuó dando muestras de deficiencia. Habiendo tomado posesión de ésta Silla el Ilmo. Sr. Dr. Don Juan de Santo Matia Saenz Mañozca, el año de 1668, tuvo varias conferencias con su Cabildo sobre los refuerzos que se habian de hacer á la Iglesia para evitar su ruina.
En estas circunstancias el M. I. Sr. Presidente D. Sebastian Alvarez Alfonso Rosica de Caldas, propuso al Ilmo. Señor Obispo y V. Cabildo, que se demoliese el templo y se sacase de cimientos; mas esta propuesta parecía imposible de ponerse en práctica, pues no había de donde sacar la gran cantidad de pesos que se necesitaba para la ejecución de tan grande empresa, no teniendo la Iglesia tesoro ni mas subsidio que las espensas con que la real munificencia acostumbra subvenir en estos casos. Por otro lado causaba lastima haber de derrocar fuertes capillas, añadidas en distintos tiempos, y muchas nuevas. Pero sin embargo de estos obstáculos, y de Ser casi singular la opinión del Señor Presidente, la apoyó con tales razones que hubo de prevalecer: cesaron las dudas con la resolución de demoler el templo, y ya soló se trató de ponerlo por obra.
El ano de 1669 se comenzó á derribar la capilla mayor, y para esto se colocó el sagrario en la capilla de Nuestra Señora del Socorro. No fueron necesarios muchos impulsos para poner por suelos el techo de dicha capilla, y lo mismo sucedió en algunas otras partes de la iglesia; mas otras hicieron tanta resistencia para rendirse, que fué necesario valerse de la pólvora para derrocarlas. El Señor Presidente era perpetuo sobrestante de la obra, empleando en este ejercicio todo el tiempo que le dejaba libre el despacho. Para continuar la demolición, se acordó trasladar el sagrario á la puerta del Perdón: dándole vuelta al coro, se cerró su fachada anterior, para que sirviese de respaldo, y se hizo puerta donde estaba el altar de San Dionisio, y en los tiempos posteriores se puso el de Nuestra Señora de Guadalupe. Algunos meses después, no pudiendo ya subsistir allí, se trasladó la Iglesia Catedral á la del hospital de San Pedro, el dia 2 de Diciembre de 1675, el mismo en que se estrenó. Hizose esta traslación con gran pompa y magnificencia: llevóse en procesión el Santísimo Sacramento y las imágenes del Santo Cristo do los Reyes y Nuestra Señora del Socorro: asistieron á este acto ambos Cabildos, la Real Audiencia, el Clero y Religiones: adornáronse las calles con esmero, pusiéronse costosos altares para que hiciese estación el Santísimo Sacramento, y no se omitió cosa que pudiese conducir á la veneración debida á tan gran Señor. Hizose coro provisional en el atrio de la iglesia: destinóse para parroquia una sala de las del hospital, abriéndole puerta á la calle: otras piezas se aplicaron para sacristías, sala de cabildo, y lo demás que fué menester.
No se esperó á que se acabase de demoler la iglesia, para comenzar su fabrica: el mismo año de 69, en que se empezó á derribar, se bendijo y puso la primera piedra, el dia 30 de Octubre, función que se ejecutó con estraordinaria solemnidad y magnificencia: el Ilmo. Sr. Dr. D. Juan de Santo Matia, habiendo
Juarros.— Tomo II 23 decido la piedra con las ceremonias acostumbradas, la colocó en el lugar correspondiente: el Señor Presidente Don Sebastian Alvarez hizo de alarife y asentó y aseguró la piedra; asistiendo á este acto ambos Cabildos, Clero, Religiones y la nobleza, haciéndose la función con grandes demostraciones de alegría, repiques, músicas, cajas, clarines y otros instrumentos de regocijo. Dirijia la obra y delineó la ignografía del templo el Capitán Martin de Andújar, natural de los Reinos de España, erudito en las matemáticas, arquitectura y artes liberales. Continuóse la obra con grande eficácia; y aunque pudiera haberla parado ó entorpecido el haber dejado el mando el Señor Don Sebastian Alvarez, mas como este recayese en el Señor Don Juan de Santo Matia, á quien S. M. nombró Gobernador y Capitán General de este Reino, no esperimentó atraso la fabrica de la iglesia. Ni por la muerte de este Ilustre Principe se entibió el fervor con que se trabajaba en ella, porque este no descaeció hasta que se vió concluida. El año de 1676 entró en esta ciudad el Ilmo. S. D. Juan de Ortega y Montañez, que con su presencia dio nuevos creces á la obra. Viendo que se acercaba el tiempo de su estreno, se comenzó á trabajar en el altar mayor: este se hizo de cuatro rostros, y como que se había de colocar en medio de la capilla mayor, sobre mesa cuadrada se levantó una banca de figura polígona, y sobre ella diez y seis columnas que sostenían una media naranja. Estaba toda esta máquina vestida de carey, con sobrepuestos de bronce dorado: en la banca se colocaron doce láminas de bronce: cuatro representaban á los cuatro Evangelistas, y las ocho restantes otros tantos pasages de la Sagrada Escritura, alusivos al Santísimo Sacramento: las ocho columnas gruesas tenian enredadas unas parras de la misma materia, y las otras ocho, espigas de trigo. En el vuelo de la cornisa, sobre ocho repisas, estaban colocados ocho apóstoles de marfil, como de media vara de alto.
La ignografía de esta basílica es como sigue: está plantada E. O: su longitud es de 106 varas; su latitud de 46. Divídese por su ancho en cinco naves: la de enmedio tiene de ancho 17 varas, y de alto 19 1/3. Entre sus bóvedas las de la capilla mayor y capilla real se levantan 23 varas, y la del cimborrio del crucero 32.
Detrás de la capilla mayor, dejando tránsito para las procesiones, se halla la capilla real, que hace respaldo á toda la iglesia; su retablo es de orden compuesto, fondo negro y altos de oro: en él está colocada la venerable imagen de Cristo Crucificado, que se asegura envió á esta iglesia el Señor Emperador Carlos V. Delante de la capilla mayor, por el espacio de dos vernegales y el cimborrio, corre la crujía hasta la puerta del coro: á los lados del cimborrio se estienden los brazos del crucero, rematando por el uno con la puerta del costado, y por el otro con la del palacio episcopal. El coro ocupa el hueco de dos vernegales: esto tiene cien sillas fuera de la Episcopal, y por detrás, mirando á la plaza, está el altar de Nuestra Señora de Guadalupe: en el hacían estación las procesiones, y de aquí á la puerta del Perdón hay dos vernegales. A cada lado de las tres naves habia siete capillas dedicadas por este orden: la primera, al Apóstol San Pedro, segunda á Señor San José, tercera á Santa Rosa de Lima, cuarta al Santo Sepulcro, quinta no tiene altar, sesta de las Animas, sétima de Nuestra Señora de la Encarnación: estas se hallan al lado derecho: al lado izquierdo estaba, primera la de Nuestra Señora del Socorro, segunda la de Santiago, tercera de San Juan, cuarta de la Concepción, quinta sin altar, sesta el bautisterio, sétima la parroquia.
Las cuatro naves laterales tienen de alto 13 1/3, y de ancho 5 1/3: las naves intermedias están enteramente desocupadas, para que por ellas ande la procesión: las esteriores están divididas en capillas, como acabamos de decir. Cubren todo este hermoso templo sesenta bóvedas: ilumínanlo cerca de setenta ventanas; y le dan entrada siete grandes puertas. Corrió con esta obra el primer año, el Señor Presidente Don Sebastian Alvarez: después se nombró obrero mayor al Señor Dr. Don José de Baños y Sotomayor, entonces Arcediano de esta Santa Iglesia, quien asistió á la fábrica con el mayor empeño hasta su conclusión. Aseguran que costó la fábrica de esta basílica ciento cincuenta mil pesos: contribuyeron para ella los vecinos con mas de tres mil pesos: el Ilmo. Sr. Dr. Don Juan de Santo Matia dejó para el efecto algunos bienes, y otros socorros que en el tiempo que duró la obra se hicieron: mas el continuo mantenedor y proveedor de la fabrica fué S. M. que cedió varios ramos de sus cajas reales.
La función del estreno y dedicación de esta basílica es quizá la mas solemne, suntuosa y completa que se ha visto en Guatemala: los dos Cabildos, las Religiones, el Clero y la nobleza concurrieron cada uno por su parte á hacerla mas plausible, no perdonando gasto ni trabajo alguno porque se hiciese con el mayor esplendor. Asignóse para esta fiesta el día 5 de Noviembre de 1680, once años y seis dias después que se bendijo y colocó la primera piedra. Este dia por la mañana se bendijo el templo, y no pudiendo hacer la función el Señor Obispo, por sus achaques, la efectuó el Sr. Dr. Don José de Baños, que parece fué especial providencia de Dios que bendijese la iglesia el que con tanto celo y eficacia habia promovido su edificio.
Para la tarde de dicho dia se dispuso la traslación del Santísimo Sacramento y sagradas imágenes á su nuevo templo. Determinóse que esta procesión, saliendo de la iglesia de San Pedro, se encaminase á la plaza, y aquí tomase la ruta que sigue la del dia de Córpus. Colgáronse las calles por donde pasaba con vistosas tapicerías, las ventanas se adornaron con gallardetes, y las paredes con tafetanes. Las Religiones de Santo Domingo, San Francisco, la Merced, la Compañía de Jesús y San Juan de Dios, pusieron cinco altares, para que hiciera estación el Santísimo Sacramento, que fueron la admiración del vecindario por la riqueza de sus muebles, curiosidad de sus adornos y por la variedad de símbolos y enigmas, alusivos al instituto de cada Religión y á la presente festividad: quedáranse los curiosos embelesados con la belleza del primero, si no fuera por el deseo de pasar á recrearse con los otros. A las tres de la tarde, juntos en la Iglesia de San Pedro la Real Audiencia, ambos Cabildos, el Clero secular y regular, salió la procesión, con repique general do todas las campanas de las iglesias y ermitas de la Ciudad, con estruendo de la artillería, y con el ruido de chirimías, clarines, pífanos, cajas y tambores.
La procesión llevaba este orden: iban por delante los gigantones; y 300 pendones, después las cofradías de la Concepción; fundada en la Iglesia de Almolonga, y de la Encarnación, erigida en la Catedral, con sus imágenes. Seguían los Santos Patronos, capitaneándolos el Arcángél San Miguel, tutelar de la monarquía: San Joaquin, a quien llevaban los hermanos de la Compañía de Belem: después San Juan Bautista, San Dionisio, Santa Cecilia, Santa Rosa de Lima y San Estevan Protomártir. Continuaban la procesión los Religiosos de San Juan de Dios, de las tres casas de Santiago, San Alejo y San Lázaro: estos llevaban en sus hombros al Apóstol Santiago, Patrón de esta Ciudad, y titular de su Iglesia. Los Religiosos de la Compañía de Jesús, que llevaban al glorioso Patriarca Señor San José, Patrón de esta América. Los padres Agustinos, que seguían, traían sobre sus hombros á San Francisco de Paula, Patrón de esta Ciudad y de las armas: y lo mismo hacia con el principal de los Apóstoles, San Pedro, la real y militar orden de Nuestra Señora de la Merced. La orden seráfica llevaba a la Soberana Reina de los Angeles y Serafines, María Santísima del Socorro: asi como la Religión de Predicadores, la imagen de Nuestro Señor Jesu-cristo Crucificado, que llaman de los Reyes. Por último, iba el Clero secular, precedido del Colegio Tridentino, y seguido del muy Ilustre Cabildo Eclesiástico: el Clero iba revestido de sobrepellices; pero 50 sacerdotes llevaban casullas y todos los ornamentos sacerdotales, para cargar las andas en que iba el Señor Sacramentado. Entre el Clero iban los oficiales de la Archicofradia del Santísimo Sacramento, y el Señor Lic. Don Lope de Sierra Osorio, Presidente interino de esta Real Audiencia, con el guion: iba el Santísimo Sacramento en andas de plata, riquisimamente adornadas, bajo pálio de tela blanca, con puntas de oro de Milán; y detrás el Preste, que lo fué Don José de Baños, con los ministros. A continuación iba el Muy Noble Ayuntamiento de esta Ciudad, bajo de mazas, y el muy grave Tribunal de la Real Audiencia; y cerraba la procesión un lucido tercio de infantería de seis ú ocho compañías.
Habiendo andado la procesión toda la estación que dijimos, y entrado en la nueva basílica, colocado en su altar el Santísimo Sacramento, se cantaron con grandísima solemnidad las vísperas: acabadas estas, salió todo el Clero del coro para la capilla mayor, donde puestos de rodillas cantaron el Tantum ergo, y se cubrió á la Divina Magestad Sacramentada. Había ya mas de una hora que la noche era entrada, y asi no se hizo mas que retirarse cada uno á su casa.
El dia 6 de Noviembre, domingo, primer dia del octavario de la dedicación, se vió la iglesia ocupada de lo mas ilustre que contiene esta Ciudad, Religiones, nobleza, Tribunal de la Real Audiencia y Ciudad (y esta misma asistencia hubo los dias siguientes): el Clero ocupó el coro, sin embargo de su grande amplitud, y el Señor Dr. Don Juan de Ortega y Montañez, Obispo de Guatemala, llenó su Silla Episcopal, no siendo bastantes para detenerlo sus grandes enfermedades. Este dia cantó la Misa el Señor Arcediano Dr. Don José de Baños, y los siguientes lo hicieron por su orden los otros prebendados: ocupó el pulpito el Señor Maestrescuela Dr. Don Antonio de Salazar, Provisor y Vicario general de este Obispado, y los otros dias lo hicieron las Religiones por sus antigüedades: por la de Santo Domingo predicó el segundo dia el R. P. Prior del convento grande, Fr. Manuel González: por la de San Francisco, el muy R. P. Fr. Gabriel de Amaya: por la de la Merced, su Comendador el muy R. P. Francisco de Concha: por la de San Agustín, el R. P. Prior Fr. Alonso de Moraes: por la de la Compañía de Jesús, el muy R. P. Manuel Lobo: por la de San Juan de Dios predicó el venerable Sacerdote Don Bernardino de Obando: últimamente, coronó el octavario de sermones el Señor Dr. Don José de Baños.
Mas este octavario no solo se solemnizó con misas y sermones, sino también con otras funciones de iglesia y muchos regocijos, no faltando estos en toda la octava á mañana, tarde y noche; pues habiéndose gastado la mañana en la misa y sermón, por la tarde se cantaban las vísperas con grande armonía, como que en todas las funciones de iglesia de este octavario hubo tres coros de música, dirigidos dos por el P. Nicolás Marquez Tamariz, Maestro de Capilla, y el otro por el P. Luis del Cubillo, Sochantre. Después de vísperas, antes de cubrir al Santísimo Sacramento, hubo las ocho tardes sarao, con asistencia de los Tribunales y de toda la Ciudad, que concurría á estas funciones con el mayor anhelo. Para estas danzas se dispusieron dos cuadrillas, una de niños y otra de niñas, que se alternaron en las ocho tardes, una unos, y otra otras: las danzas que se enseñaron á los niños fueron el tocatin, chichimequillo y talame, al uso de los caciques de México, y conforme á él iban vestidos; escojiéronse once caballeritos de la primera nobleza: uno representaba al Emperador Moctezuma, dos hacían de capitanes, y dos cuadrillas de á cuatro niños cada una: para que se hagan algún juicio de la riqueza con que iban vestidos, referiremos por menor como estaba ataviado el Moctezuma: llevaba almilla, tilma y calzón de lama encarnada, con encajes de plata de Milán, y boton de filigrana; y el ayate, que estaba formado de solo puntas, bordados sus florones de seda y oro, apresillados con joyel de perlas y oro: dos joyeles en los hombros con dos ricas esmeraldas: las medias eran de torzal, bordada la canal de perlas: los braceletes eran dos lazos de perlas y esmeraldas, y otro lazo de lo mismo al pecho, y corona imperial de igual riqueza. A proporción del Moctezuma iban vestidos los otros niños; y es de advertir, que algunos de ellos mudaron ropas los cuatro días que bailaron. Esta danza corrió á cuidado de los BB. D. Rodrigo de Cilieza y D. Pedro Delgado de Nájera.
La otra cuadrilla era de doce niñas que representaban á las Sibilas: estas, aunque no eran de la nobleza, ni de facultades, iban tan ricamente vestidas, que parecían las primeras de la República: cubríanlas preciosas telas, puntas de Milán de oro y plata, que esmaltaban joyas y preséas de sumo valor, y algunas de ellas se pusieron distintas ropas las cuatro tardes: todas estaban vestidas á la española; pero se procuró imitar, cuanto se pudo, la diversidad en número, tiempo y nación de las Sibilas. Dispusieron este sarao los PP. Nicolás de Vejarano, Coadjutor de la parroquia de San Sebastian, y Antonio Rogel.
Entrada la noche se veia la plaza mayor ocupada de inmenso pueblo, iluminada con teas, y prevenidas las piezas que habian de arder, y esto se observó en las siete noches. En unas hubo cinco árboles de fuego, en otras menos, y muchas piezas ya manuales, ya fijas, cuya descripción por menor se omite por evitar prolijidad: los referidos árboles, que algunos solevantaban hasta quince varas, ya representaban torres, ya el juego del volador muy usado entre los indios, ya una fuente, ya una palma, ya un campanario. Estos regocijos se costearon la primera noche por la iglesia, la segunda por los curas de la Ciudad, la tercera por los curas de la provincia de Suchiltepequez, la cuarta y quinta por los de otras provincias del Obispado, la sesta por seis clérigos de la Ciudad, y la sétima por el M. N. Ayuntamiento de esta Ciudad.
Acabados los fuegos artificiales, se oscureció un tanto la noche, (hablo de la del primer dia del octavario) para volver á lucir con nuevos esplendores: porque el M. N. Ayuntamiento de esta Ciudad, queriendo por su parte celebrar la dedicación de la Matriz, dispuso para esta noche una lucida encamisada, en que salieron veinte caballeros de la primera nobleza, con el correspondiente número de lacayos, copia de hachas de cera y multitud de clarines. Iban todos suntuosamente vestidos, adornados de preciosa pedrería, telas, lamas y plumas, sentados en briosos y bien enjaezados caballos. Mas para que se haga juicio de la pompa y brillantez, con que ihan ataviados estos nobles republicanos, haremos una suscinta relación de como estaban vestidos algunos de ellos. El maestre de campo D. José Agustin de Estrada, Regidor decano, y el Capitan D. José Calvo de lara, Alférez Real, vestidos á la húngara, con petos dorados, mangas y calzon de encajes finos de celeste, plata y oro, sobre lama de oro, mantos imperiales de rengue verde, con ramazon de oro sobre raso blanco, y las vueltas de armiños negros con puntas al vuelo de plata: caballos oberos, sillas bordadas de oro y plata sobre carmesi. El Maestre de campo, D. Sancho Alvarez de las Asturias, el Capitan D. José de Santiago, Alcaldes ordinarios, llevaba vestidos de lama, con franjas de plata, y cabos de lo mismo: sombreros con penachos de blanco, negro y amarillo, con presillas á la vuelta de diamantes: caballos azulejos, sillas y bridas de azul y plata.
De esta suerte se encaminaron para la plaza mayor, llevando en las manos hachas de cera con arandelas de plata: resonaron los clarines, iluminóse la plaza con las hachas que llevaban los lacayos, salió á sus asientos la Real Audiencia, entró el Comisario con número de lacayos y alguaciles y clarines: pedida venia á la Real Audiencia, que la concedió en el selo, entró la caballería, con grande aparato y gravedad; y llegando á la vista de la Real Audiencia, tremolando penachos, y haciendo acatamientos, que hasta los caballos parece que hacían genuflexiones, dieron vuelta por la plaza, y continuaron su paseo por las calles.
La noche del quinto dia del octavario, después de los fuegos artificiales, hubo segunda encamisada, con que los gremios de menestrales celebraron la dedicación de la Matriz: salieron hasta número de treinta: entraron en la plaza mayor con gran bizarría, en briosos caballos con ricos jaeces, costosas libreas, soberbias galas; pues iban vestidos de telas, lamas, lienzos, puntas y mucha pedrería: pasearon la plaza cumpliendo con todas las obligaciones cortesanas, donde habiendo gallardamente ruado los caballos, continuaron su paseo por las calles de la ciudad.
La tercera encamisada se guardó para coronar las fiestas del octavario, y así se hizo la noche del dia octavo, en que no habiéndose quemado fuegos artificiales, se dedicó toda al lucimiento de esta función. Dispusiéronla y ejecutáronla varias personas del clero, escepto la Malinche y la Sultana que se representaron por seculares: no pareció contravenir en esto los eclesiásticos á lo dispuesto en la Clementina, quoniam de vita el honestate clericorum, por lo honesto y sagrado de la causa. Pocos mas de treinta clérigos formaban la encamisada, y esta se dividía en cuatro cuadrillas de diversas nociones, indios, turcos, españoles y moros. Querer referir por menor cómo estaba ataviado cada uno, seria hacer una relación interminable: baste decir que todos iban vestidos de lamas y rasos de varios colores, con bordadoras de hilo de oro, de plata y de perlas, puntas de oro de Milán, con joyas de esmeraldas y otras piedras preciosas: los sombreros eran de castor, con penachos de plumas de varios colores y joyel de esmeraldas; siguiendo cada cuadrilla en el modo de vestir el estilo de la nación que representaba. Entre todos sobresalían en riqueza los que representaban al Gran Turco y la Sultana, Moctezuma y la Malinche.
Esta noche parece fué mayor el concurso en la plaza, que las antecedentes, sin embargo de haber sido muy numeroso. Los Señores de la Real Audiencia ocuparon sus asientos en el corredor de palacio, y los dos Cabildos los suyos en el de las Casas consistoriales: é inmediatamente se vió entrar la encamisada, acompañada de muchos lacayos con hachas de cuatro pavilos, que iluminaban la plaza y calles por donde pasaban: iba por delante una tropa de cajas, atabales, clarines, trompetas, marimbas y todos los instrumentos de que usan los indios: éstos iban en gran número, con ricos vestidos y galas como acostumbran en sus bailes, y pudieran haber salido muchos mas, porque varios de los gobernadores vinieron con sus pueblos, ataviados con mucho lustre y muy buenas galas; pero fué la desgracia, que se durmieron antes de tiempo. Después de esta cuadrilla, venían pidiendo plaza dos ayudantes mayores. Seguíase el guión, que le llevaba el Br. D. Miguel de Cuellar Varona, y á sus lados los dos comisarios, con sus cuatro alabarderos. Continuaban la marcha las cuatro naciones. Cerraban los cuatro tercios los dos Coroneles, que eran D. Francisco Alvarez de Toledo, y D. Francisco Niño Ladron de Guevara, vestidos á la española, y llevaban seis lacayos con hachas. Tras la encamisada venía el carro triunfal, tirado por seis mulas encubertadas: éste tenia seis varas de largo, y tres de ancho: dividíase en dos partes; la anterior tenia su pasamano de balaustres, y sobre ellos mecheros con hachas: la parte posterior representaba una torre, que se levantaba nueve varas¡ dividida en tres cuerpos, iluminada con muchas hachas: remataba en punta, donde iba la fama, figura de escultura con alas y clarín. Iban en el primer cuerpo seis niños para danzar entre las jornadas, y seis músicos para representar la comedia que se intituló: La Matriz Coronada. Púsose la encamisada a vista de la Real Audiencia, donde le hicieron los correspondientes acatamientos; y asi aquí, como delante, los dos Cabildos, se representó una y otra vez la referida comedia.
Concluidas las fiestas de iglesia en el octavario, conforme al rito romano, mas no satisfecho el afecto del vecindario con lo hecho, sin embargo de haber sido tanto, como llevamos dicho, se dispusieron cuatro comedias, y tres dias de fiestas de plaza para la semana siguiente. Se puso el teatro para las comedias en la lonja del costado de la iglesia: la Real Audiencia, y ambos Cabildos, asistieron en un corredor, que tiene enfrente de este parage la casa del Capitán D. Martin de Alvarado Guzman y Villacreces, y toda la calle se hizo anfiteatro: estas funciones se hicieron con el esplendor y lucimiento que las antecedentes.
En los tres dias siguientes hubo corridas de toros y juegos de cañas y alcancías: para este juego, que solo se hace entre personas nobles, se dispusieron cosa de veinte caballeros de la primera nobleza. Había entre ellos dos Caballeros cruzados, dos Maestres de campo, y otros de semejantes graduaciones: vistieron de negro, unos bordado de oro, y otros de plata, con penachos de plumas de varios colores en los sombreros y en la vuelta de estos, joyeles de perlas: con igual riqueza iban enjaezados los caballos, y no eran de menor pompa las libreas de los lacayos, que llevaba seis cada uno. Hicieron alto al llegar á la esquina de la plaza, Ínterin entró á pedir la venia á la Real Audiencia el Maestre de campo D. Juan Antonio Dighero, padrino de la Caballería, llevando por delante veinticuatro soldados chuceros, un sarjento, dos ayudantes y seis lacayos; y conseguida la licencia, volvió al cuerpo de la caballería, y entrando con ella, hechas las cortesías correspondientes, dieron vuelta á la plaza, y puestos en el lugar por donde entraron, comenzaron á correr hacia la Real Audiencia, y después hacia los Cabildos; y concluidas las carreras, pasaron á tomar asiento al Cabildo, para ver el juego de toros.
El segundo dia, por la mañana, vinieron los mismos caballeros vestidos de color para torear, y á la tarde de negro para correr, y siempre con diferentes trajes y caballos, ya á la brida, ya á la gineta: soltáronse los toros, corrieron los caballeros, hubo varios lances, ya de rejon, ya de lanceta, que salieron con aire los ginetes. Volvieron á la tarde unos por una esquina, otros por otra; y unos por acá, otros por allá, se cruzaron á carreras alternativa y puntualmente: después se dividieron, y pusieron frente á frente, y echando mano de las alcancías, arrojó uno la primera bala de desafío: á este siguieron los otros, doblando la munición, y tirando alguna de á tres y de á cuatro: hasta que saliendo un toro, puso fin a la altercación, y los caballeros tuvieron que salir corriendo á rienda suelta.
La tercera tarde, con galas diferentes, pasearon la plaza, y divididos en dos trozos trabaron una diestra escaramuza, vistoso laberinto de giros imperceptibles y airosas vueltas: deshizose la escaramuza, corriendo parejas unos para la Audiencia, otros para los Cabildos; y siguieron los toros, con lo que se concluyeron las fiestas.
Don Diego Félix de Carranza y Córdova, Cura de Jutiapa, que escribió la relación de las plausibles fiestas de la dedicación de esta Santa Iglesia Catedral, (de donde hemos sacado todo lo que llevamos referido en estos dos capítulos) hace juicio que los costos de estas fiestas, en altares, juegos, comedias, galas, jaeces, libreas, encamisadas y danzas, ascenderían á mas de cincuenta mil pesos. Así mismo hace juicio, que el valor de las joyas, preseas, perlas, pedrería, alhajas de oro y plata que se pusieron los que salieron en los saraos, encamisadas y carreras, pasaría de medio millón de pesos.
Ha sido observación constante de los Españoles, que desde que se establecieron en Guatemala, á mas de los frecuentísimos temblores de tierra de poca entidad, que se esperimentan, hay cada 30 ó 40 años otros de orden superior, que causan ruinas, ya mayores, ya menores, en los edificios de la Ciudad. Sabemos que el año de 1526, dos después de la conquista, cuando volvía Alvarado de la Choluteca, se sintieron temblores tan fuertes, que asegura Bernal Diaz del Castillo no podían tenerse en pié: que el año de 1541 fueron tan recios, que arruinaron la Ciudad Vieja: que el de 1565 los hubo muy considerables, por cuyo motivo se juró por Patrón á San Sebastian: el de 1607 fueron terribles, y no cesaron, hasta que se tomó por protector á San Dionisio; y también se repitieron el año de 1651. Esta frecuencia de temblores es el azote de los templos de esta ciudad, sin que se halle medio que tomar, pues en los edificios mas fuertes y bien fabricados, parece que es donde hacen mayores estragos.
Apenas contaba ocho anos de estrenada nuestra Basílica, cuando se esperimentaron los famosos terremotos de 12 de Febrero de 1689, en que no dejó de padecer algún quebranto, que se reparó con facilidad. Siguiéronse á estos los temblores que hubo el dia de San Miguel del año de 1717, que habiendo hecho los mayores estragos en casi todos los templos, en el de la Catedral solo maltrató la bóveda mayor y la portada, prueba de su solidez y buena disposición. Llegó el año de 1751, y en el dia 4 de Marzo se sintieron dos espantosos temblores, uno á las ocho de la mañana, y otro á las dos de la tarde, que pusieron por los suelos las bóvedas de las Iglesias de S. Francisco, la Compañía de Jesús, y otras; mas á la Catedral solo le derribó el cimborrio: éste se le repuso, pero mucho mas bajo, por consiguiente menos vistoso, renunciándose la hermosura por la seguridad.
Como no haya cosa criada que no sea susceptible de mejoras, aunque esta basílica parecía que no las admitía, el tiempo enseñó lo contrario, y así se le fueron haciendo algunas mudanzas y aumentando adornos. Mas para tratar esto con orden, iremos refiriendo por partes lo que se ha ejecutado; y comenzando por la capilla de los Reyes, se ha de adverlir que en ella se venera una imagen de N. Señor Jésu-Cristo Crucificado, que llaman el Señor de los Reyes: es tradición constante que esta imagen la envió el Sr. Emperador Carlos V, para que se colocase en la Santa Iglesia Catedral: es generalmente venerada: muchos de los SS. Prebendados han dejado fundaciones de Misas, para que se canten en su altar, ya los viernes de Cuaresma, ya en los del Espíritu Santo, ya en otros dias; y antiguamente se le cantaba Misa todos los viernes, para cuyo efecto se salía a pedir limosna por las calles. Habiendo aflijido á esta Ciudad unas espantosas tinieblas, ocasionadas de la arena que en gran cantidad arrojó el volcan, el día 1º de Febrero de 1705, determinaron los SS. del Ayuntamienlo, se hiciese aquel mismo día procesión en que se sacase las imágenes del Señor de los Reyes y Nuestra Señora del Socorro, para aplacar la ira de Dios. ¡Caso admirable! desde la hora que esto se determinó se comenzó á aclarar el dia, y al salir la procesión por la tarde, se disipó una nube oscura, que había quedado sobre el volcan. En nacimiento de gracias por este beneficio, en Cabildo de 6 del mismo Febrero, se acordó por el Ayuntamiento jurar la asistencia a la fiesta de la invención de la Santa Cruz. Y como consta de Cabildo de 23 de Diciembre de 1695, dicho año se hizo por la Ciudad rogación ante esta imagen y se sacó en procesión, por haberse visto velas enemigas en la costa de Guazacapan.
En la vida de la extática Matrona Doña Ana Guerra, lib. 2 cap. 13, se refiere, que estando esta bendita muger en oración delante el Señor de los Reyes, lo vió, corrió si fuera cuerpo vivo, todo lleno de heridas, atormentado con agudos dolores. Esta devota imagen, como dijimos en el cap. 3º se colocó en un decente retablo en la capilla de los Reyes; mas pareciendo esto poco á la devoción, se hizo un retablo nuevo de cuatro cuerpos, tan elevado, que se introducía en la media naranja, adornado con siete ángeles y otros santos de scultura: este retablo se acabó de dorar hacia el año de 1760.
Asi mismo, queriendo aumentar el culto del Soberano Sacramento del Altar, para depositarlo el jueves santo con la mayor decencia, se construyó un soberbio monumento, ó sepulcro, en el brazo derecho del crucero, frente de la puerta del costado, en donde estaba antes la entrada al palacio episcopal, y esta se puso en la capilla del Santo Sepulcro, que después fué de San Francisco de Paula.
También ha habido variaciones en la capilla de Nuestra Señora del Socorro: lo cual ha provenido de la devoción, que siempre se ha tenido á esta sagrada imagen; pues la devoción de continuo está sujiriendo medios de adelantar el culto del santo á quien se profesa. Es indubitable la que este vecindario ha tenido á Nuestra Señora del Socorro: lo que se covence, porque en la Catedral que se edificó en la Ciudad Vieja, y en las dos que se levantaron en la Antigua Guatemala, y en la que se está fabricando en la Nueva, siempre la primera capilla, ya del lado derecho, ya del izquierdo, se dedicó á esta soberana Señora. También se manifiesta, porque como consta del lib. 1º de Cabildos de esta Santa Iglesia, Cabildo de 25 de Agosto de 1538, el primer Dean de ella se mandó enterrar en dicha capilla, y fundar cuatro capellanías; y habiendo pedido lugar para sepulcro el M. I. S. Presidente Don Alvaro de Quiñonez Osorio, el Cabildo, en auto de 22 de Abril de 1634, se lo concedió en la capilla de Nuestra Señora del Socorro, y este caballero fundó un aniversario en dicha capilla, por cuya razón se puso á un lado del altar de Nuestra Señora la efijie del espresado Presidente; bien que no gozó de la gracia del sepulcro, por no haber muerto en esta Ciudad; pero sí la gozó el M. I. S. Presidente D. Jacinto de Barrios Leal.
Atendiendo los SS. Prebendados á esta devoción de los fieles á la referida imagen, para que no decaezca, antes vaya en aumento, establecieron nombrar, como hasta el presente lo hacen, una persona del Clero, que con el título de Sacristán, cuide del culto de la citada Señora, de la permanencia de sus rentas, y esplendor de sus fiestas. No tengo noticia de qué año comenzó este estilo; pero por los libros de la administracion de dichas rentas, se vé que el año de 1687 fué nombrado por el V. S. Dean y Cabildo, Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de la Asuncion y del Socorro, el Br. Nicolás Diaz; y en esta virtud el dia 6 de Marzo del mismo año, recibió por inventario los bienes de dichas imágenes. El año de 1696 ya era administrador el Br. D. Francisco Vindel de Rivera; pues en Cabildo de 30 de Octubre del espresado año, se presentó pidiendo los cincuenta pesos con que esta Ciudad concurría para la fiesta del Patrocinio, y este año los redujeron á 40. Este administrador hizo de plata el trono de Nuestra Señora.[1] Por muerte del P. Rivera, entró en esta administracion, el año de 1731, el Br. D. Gregorio Retana, Clérigo de las primeras familias de la Ciudad, y de grueso caudal, con el que pudo dar desahogo á su devocion. Este eclesiástico, viéndose encargado de promover los cultos de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Socorro, aunque la capilla en que estaba colocada era decente, no teniendo mas que un vernegal, ni cosa que la hiciera superior á las otras, le pareció poca concha para tan gran perla. En efecto, haciendo paso por una capilla abierta, que lo daba á la sala capitular, y era la primera del lado derecho, antes de la de San Pedro, levantó hacia el norte un hermoso crucero, con un cimborrio de ocho ventanas, que daba á toda la capilla mucha luz y claridad, quedando de este suerte la capilla de Nuestra Señora, no solo mejor que todas los de la Catedral, sino que todas las de la Ciudad. Adornóla con tres retablos, de los cuales el mayor, sin dorado, costó 1800 pesos. Se estrenó esta capilla por Mayo de 1745, habiendo salido la sagrada imagen en la procesión acostumbrada, á que asistieron las Religiones con sus Patriarcas: de vuelta se colocó en su nuevo solio. Hasta el año de 1762 que murió, se empleó Don Gregorio Retana en servir á Nuestra Señora. Este mismo ano fué nombrado Sacristán el Br. D. Ignacio Hurtarte. En tiempo de su administración se renovaron las coronas de Nuestra Señora y del Niño Jesús, a solicitud y esfuerzos del Br. D. Bernardo Muñoz, Sacerdote sobremanera devoto de Nuestra Señora del Socorro. Muerto el Padre Hurtarte, á principios del año de 1773, en Marzo del mismo año entró en la administración el Br. D. Gaspar Mariano Juarros: no pudo poner por obra los adornos que proyectaba en la capilla, porque la arruinó el terremoto de 29 de Julio de dicho año. Mas no por eso cayó de ánimo, ni desistió de promover la mayor decencia do las piezas del servicio de la sagrada imagen; pues hizo de nuevo el resplandor que la rodea: en cuya obra se gastó en plata que se añadió 87 pesos, en oro para dorarla 286 pesos, y en hechura 550 pesos.
Cuando se estrenó la Catedral el año de 1680, se dice que en la tercera capilla del lado derecho habia un altar de Santa Rosa de Lima: este altar permaneció hasta su ruina; pero mucho antes de esta época se dedicó dicha capilla á la Asunción de Nuestra Señora: hízose un camarín, en el que se colocó la urna ó sepulcro de la Santísima Virgen, y encima se representaba su Coronación en estatuas. En esta capilla tenia entierro la familia de los Mencos: el motivo de habérseles concedido esta gracia fué este: el año de 1699 fué á concluir la reducción del Peten el General de la Caballería Don Melchor Mencos: este llevaba consigo un hijo suyo, que murió en el camino, y fué necesario enterrarlo en el monte: vuelto Don Melchor á Guatemala, escribió á S. M. dándole cuenta de todo lo sucedido, y pidiéndole sitio para sepultar á su hijo: concedióselo S. M. en esta Catedral, y se le asignó para toda su familia la capilla de la Asunción; y desde este tiempo la familia de Mencos ha cuidado de la imagen de Nuestra Señora que se venera en ella.
Por los años de 1737 entró en esta Ciudad el Ilmo. Prelado Señor Don Fr. Pedro Pardo, del orden de los Mínimos; y queriendo dedicar una capilla á su Patriarca San Francisco de Paula, escojió la que servia de tránsito á su palacio, pasando el Santo Sepulcro á la capilla tercera del lado izquierdo, y uniendo la inmediata, que no tenia asignación: adornólas con magnificencia: puso en ellas tres retablos dedicados á San Francisco de Paula, San Matías y San Juan Nepomuceno; y en ellos diez y siete estatuas asombrosas.
Últimamente se renovó el altar de Nuestra Señora de Guadalupe: estaba este altar a espaldas del coro, mirando á la puerta del Perdón: era de un solo cuerpo: hízose de dos cuerpos y su remate: este y el segundo cuerpo, eran de dos rostros: en el primer cuerpo estaba un lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe, que se pidió a Méjico y vino tocado al original: a sus lados se pusieron dos escelentes estatuas de San Dionisio y San Sebastian: en el segundo cuerpo, por el lado de la plaza, se colocó al Santo Ángel Custodio; y por la parte del coro, sobre la silla episcopal, á San Juan Nepomuceno, piezas de igual mérito á las antecedentes: en el remate, por ambos lados, estaba el nombre de Jesús. Esta fué la última obra que se hizo en esta basílica, porque pocos años después, el de 1773, se arruinó con los horribles temblores del 29 de Julio.
Maltratada sobremanera esta iglesia, luego que los temblores dieron alguna tregua, se levantó un rancho en la plaza, cubierto de paja: aquí se colocó al Santísimo Sacramento y algunas imágenes, y se comenzaron á celebrar los divinos oficios el dia de la Asunción de Nuestra Señora. Mas como este rancho fuese en estremo estrecho, se fabricó otro mas amplio en una chacra que hay extramuros de la ciudad, á donde se pasó la Catedral por el mes de Noviembre del mismo ano de 1773; y en este sitio permaneció hasta Noviembre de 1779, que se traslaladó á la Nueva Guatemala.
Habiendo S. M. concedido que se trasladase la Ciudad de Guatemala al valle de las Vacas, se suscitó en Cabildo la duda, si para trasladar la Catedral se requería licencia del Sumo Pontífice: la mayor parte de los Prebendados fué de sentir que sí, fundados, entre otras razones, en el ejemplar de que para trasladar la Catedral de Trujillo á Comayagua se pidió licencia á Su Santidad. Los que fueron de parecer que no, se fundaban en que la Catedral no se trasladaba de una ciudad á otra, sino que con la Ciudad de Guatemala se pasaba de un lugar á otro. Mas el Superior Consejo de las Indias se declaró por los segundos, y reprendió á los primeros. Hízose una Catedral provisional en el nuevo establecimiento, y á ella se trasladó la formal el año de 1779; y el 22 de Noviembre se comenzaron á celebrar en dicha iglesia los divinos oficios, dia de la gloriosa V. y Mr. Santa Cecilia. Esta iglesia provisional comenzó á flaquear antes que se concluyese la formal, por lo que fué necesario segunda provisional: para esto se elijió la iglesia del Beaterío de Santa Rosa, adonde se pasó la Catedral el dia 7 de Junio de 1787, víspera de la fiesta de Corpus.
Comenzóse con grande eficacia el edificio de este templo en la nueva planta: S. M. asignó las vacantes mayores del Arzobispado y sus sufragáneos, para gastos de esta obra. El dia de su titular el Apóstol Santiago del año de 1782, se bendijo é impuso la primera piedra: función que se ejecutó con estraordinaria pompa y solemnidad, cuya descripción, para su mayor autenticidad, la doy en la forma que consta de certificado del Escribano Mayor del Cabildo. «Certifico, en la mas bastante forma que por derecho haya lugar, como ahora, que serán las cuatro de la tarde de este dia del Apóstol Santiago, Patrón general de España, 25 de Julio de 1782, se solemnizó la dilijencia de la colocación del tesoro en el centro del cimiento del templo, que se va á erijir de esla Santa Iglesia Metropolitana, en la parte destinada á este efecto, donde se puso la primera piedra del edificio: a cuyo acto asistió, é intervino como Vice-Patron Real, el M. I. Señor Presidente Gobernador y Capitán General de este Reino, Don Matías de Galvez, á quien acompañaron de particulares los Señores Ministros de esta Real Audiencia, yendo á su palacio para conducirle al lugar de la delincación de la iglesia, en donde concurrieron los individuos del M. N. Ayuntamiento, con la oficialidad, y muchos vecinos visibles de la República, á vista del innumerable pueblo (que á ratos despejaba la tropa) á cuyo tiempo llegó el Ilmo. Señor Arzobispo de esta Diócesis Dr. Don Cayetano Francos y Monroy, revestido de Pontifical, con su V. Cabildo, Clero y Colegio Tridentino, dijo las preces del caso, bendijo el pavimento del templo delineado, con las ritualidades eclesiásticas, y con las mismas ceremonias llegó á una mesa, acercándose también por su lado el Señor Presidente, donde estaba preparada una palangana llena de mezcla fina, con su cuchara do albañil para su uso, un martillo (de plata estas piezas); y traída una arquilla de piedra común, bien labrada, se colocaron dentro seis medallas: en una está grabado pulidamente el busto del rey, y en su orla este texto: Totis viribus meis preparavi impensas domus Dei mei. V. Paralip. 29-2. En el reverso de esta medalla están grabadas las armas reales, y en la orla: Jusu et liberalitate Caroli III Hisp. Rex: y al pié Catedralis Metropolitanae Civitatis Guatimalensis fundamina jacta anno 1782....
En otra medalla se reconoce el busto del Papa, y en su orla: Quasi sol refulgens in templo Dei. Eccl. 50-7. Al reverso están las armas pontificias, y en la orla: Pio VI Pont. Max. Ecclesia optime constituta, y á su pié lo mismo que en la primera. En otra medalla se vé el busto del Señor Presidente, y la orla: prosperare, aedifica Domum Domino Deo tuo V. Paralip. 22-41: en el reverso sus armas, y en la orla: Inclito D. D. Matiae de Galvez, Presidem agente: y ai pié lo mismo que en las precedentes. En otra medalla esta el busto del Señor Arzobispo, y la orla: Mittam in fundamentis Sion lapidem. Isaie 28-16: en su reverso las armas de S. I., y en la orla: Per manus optini Presulis D. D. Cajet. Francos et Monroy: á su pié, como las otras. En otra medalla la efigie de Santiago, con esta inscripcion: Primus qui B. V. M. A. R. J. AE construxit Ecclesiam. Y por el otro lado, la Asuncion de Nuestra Señora, con esta: Jacobum Ecclesie Patronum, non exclusit sed Asumpsit. Y al pié lo que en las demas. Y en otra medalla (que me consta ser de oro), en el frente este lema, Nova Guatimalensis Civitas, pro nova sua Ecclesia Metropolitana, anno sexio ab urbis translatione; y en su orla: D. D. Matias Manzanares, et D. Laurentius Montufar CC. Y en su reverso las armas de la ciudad.—Introducidas, pues, en la arca, como va dicho, se cubrieron con una planchuela de plomo. y esta tiene este letrero: Se puso la primera piedra dia del Apostol Santiago el Mayor, año de 1782. Marcos Ibañez, arquitecto de S. M. C. Despues de esto se cubrió con su misma tapa la arqilla, llenando sus junturas de mezcla el Señor Presidente, á cuyo efecto le sirvió la cuchara de albañil, y la afianzó mas con golpes que dió sobre su tapa con el martillo; y puesta de este modo en unas andillas, se cargó por dos Prebendados, y condujo hasta el lugar donde finalmente se colocó en su sitio, de antemano prevenido á este fin, sentando las primeras piedras el Señor Presidente, y continuándose por los artifices la operacion, para dejar mas bien asegurado el tesoro. Con lo que se finalizó este acto, disolviendose en su virtud el congreso.—Fecha ut supra.—José Manuel Laparte.
Sin embargo que la obra se continuó con grande ardor y eficácia, no pudo concluirse en 30 años: asi por lo vasto del edificio, como por las ocurrencias que en estos casos se ofrecen; pues habiéndose ausentado de esta Ciudad el ingeniero que dirijia esta fabrica, arquitecto que la continuò fué de parecer se deshiciesen algunas cosas de las que estaban hechas, y se hiciesen otras: tambien se tuvo por conveniente traer canteros de la Ciudad de Oajaca, porque en esta no los habia; dilijencia que condujo mucho á la perfeccion de las basas y capiteles de las pilastras, y otras piezas de piedra, que adornan en gran manera esta basilica: los Señores Arzobispos tambien fueron de dictámen se hiciesen algunas mudanzas; pues el coro, que estaba delante de la capilla mayor, como en la Catedral de Sevilla, por disposicion del Ilmo. Señor Dr. Don Luis de Peñalver, se puso detrás del altar mayor, como en las iglesias antiguas.
La ignografia de esta suotuosa basilica es de esta suerte: se halla situada E. O. la portada mira al O., y el altar mayor se ve colocado a la parte del E., como lo previenen los decretos de la Sagrada Congregacion de ritos. Su longitud es de 100 varas, su latitud de 46, la altura de la nave mayor es de 22, y sobre ella se eleva el cimborrio 12 varas: las naves intermedias disminuyen en proporcion de alto y ancho, respecto de la del medio; y lo mismo las esteriores respecto de las intermedias. Dan entrada á este hermoso templo 7 grandes puertas, y lo iluminan 88 ventanas la columnata de la nave del medio es de órden compuesto; la de las otras naves, de órden dórico: por cada lado del crucero tiene una capilla de bastante estension, ambas con sacristia y coro; y su columnario tambien es de órden compuesto. A la cabecera de la basilica está el coro, y en el medio la silla episcopal: donde acaba este comienza la capilla mayor, que ocupa el centro del crucero, y queda debajo el cimborrio. La portada de este edificio es la pieza mas elegante y bien acabada en su especie que se ha visto en este Reino: es toda de piedra, pero tan bien labrada como si fuera de la materia mas dócil: dispuesta segun las reglas de arquitectura, toda de órden compuesto; tan pulida y adornada, que se puede decir desluce y deja muy atras el interior de la iglesia.
Como la iglesia de Santa Rosa, donde se hallaba provisionalmente la Catedral, aunque bastante capaz para un beaterio, era demasiado estrecha para una Catedral, las funciones pontificales y demas que se celebran en dichas iglesias, se hacian con mucha incomodidad. Estando ya para acabarse el edificio de la espresada basilica, á principios del año de 1815, se trató con grande eficacia de finalizarla, y trasladar á ella la Catedral, para que se solemnizasen las funciones de la semana santa. En efecto, se acabó de enlozar el pavimento, se pusieron las puertas, se adornó la iglesia provisionalmente, lo mejor que se pudo, y se señaló el dia 16 de Marzo, jueves de la semana de pasión, para trasportar la Santa Iglesia Catedral á su propio sitio, que había andado vagante desde el ano de 1773 que se arruinó la de la Antigua Guatemala.
La víspera del espresado dia 16 de Marzo se llevaron en procesión general para la nueva basílica, las imágenes de Nuestra Señora del Socorro, que es muy aclamada y venerada de los fieles, y la del Apóstol Santiago, titular de la Santa Iglesia Catedral. En esta procesión iba por delante la tercera orden de Nuestra Señora del Carmen, y llevaba la imagen de Santa Rosa de Lima, en ademan de hacer el acto político de acompañar á las referidas efigies, que habia hospedado en su casa cerca de 28 años. Seguían las Religiones con sus Patriarcas; y el Clero llevaba los dos referidos simulacros de Nuestra Señora del Socorro y Santiago. Hizo de Preste el Ilmo. Señor Arzobispo, y cerraba la procesión el M. N. Ayuntamiento de esta Ciudad.
El siguiente dia 16 de Marzo se juntó el coro de la Catedral en la iglesia de Santa Rosa, donde rezó la horas menores, y se cantó la misa de la feria: á las ocho de la mañana se hizo seña para comenzar la función con tres solemnísimos repiques y á las nueve se comenzó la bendición de la nueva iglesia, que hizo el Ilmo. Señor Arzobispo, quien también cantó la misa y predicó. Esta augusta ceremonia se ejecutó con el mayor lustre y magestad que se pudo: asistieron á estos actos el Señor Presidente y Real Audiencia, el M. N. Ayuntamiento de esta Ciudad, el Rector y Claustro de la R. y P. Universidad, el Clero secular y regular, y todo el vecindario. La inmediación de la semana santa, y el estilo que inviolablemente observa la iglesia de no celebrar octavas en la cuaresma, no dio lugar á que esta fiesta se solemnizase con actava de sermones, como se practicó en semejante caso el año de 1680; y el ser tiempo en que la misma Santa Iglesia se halla ocupada en llorar la muerte de Nuestro Redentor, no permitió se hiciesen los regocijos públicos que correspondían, para festejar esta estrena, como el referido año de 1680. Véase el cap. 4º de este tratado.
Mas no podemos terminar este capítulo sin dar solución á un problema, que con ocasión del estreno de la Catedral se ha propuesto con mucha frecuencia en las tertulias y corillos de este vecindario, y se ha defendido con calor, ya por uno, ya por otro lado. Este es, si la Catedral nuevamente acabada y estrenada, es mejor que la que concluyó y dedicó el año de 1680: ó por el contrario. Ya se ve que en esta cuestion todos los viejos han de estar por la antigua basílica; pues no hay quien los persuada que en estos tiempos hay cosa mejor que en los pasados: ni han sido bastantes para desimpresionar à muchos de la preocupacion en que viven, de que lo que ignoraron sus padres ó sus maestros es osadia quererlo saber, las repetidas invenciones y adelantamientos que han hecho en las artes los que sin detenerse en dichas preocupaciones han emprendido adelantar á sus mayores. Si no fuera por este medio, cuándo hubiéramos visto en Guatemala las finisimas muselinas que compiten con las inglesas, las graciosas panas, las bien matizadas caniculas, que se han admirado en estos tempos? cuándo hubieramos tenido los muebles de embutidos, tanto ó mas curiosos que los que nos vienen de Europa? Por el lado contrario, los jóvenes y gente moza, por lo comun, son partidarios de la nueva iglesia; pues cada uno quiere que su tiempo sea el mas culto. Pero si hemos de decir verdad, unos y otros estan engañados; pues como en materias morales los estremos siempre se apartan de la virtud, asi en materia de crítica se desvian de la verdad.
Hablando, pues, desapasionadamente, debemos decir que la Catedral antigua tenia cosas mejores que la nueva; y esta las tiene mas apreciables que aquella. Es indisputable que la antigua es de mucha mas estensión que la nueva; pero es igualmente claro, que esta, aunque menos grande está mas desembarazada, y da mucho mayor hueco para la asistencia, que no la otra que se hallaba ocupada con el coro. La antigua en sus grandes capillas daba espacio para la celebración de muchas fiestas con jubileo, como eran las de la Encarnación, Asunción, Patrocinio, Nuestra Señora del Refugio, San Francisco de Paula y San Juan Nepomuceno: la nueva, aunque de muy corta estension sus capillas, mas como las bóvedas de éstas bajen respecto de las naves intermedias, en la misma proporción que éstas disminuyen su altura en comparación de la nave de enmedio, dan ordenes de ventanas por cada lado, que hermosean é iluminan la iglesia en gran manera. Es cierto que en el adorno hacia grandes ventajas la antigua Catedral á la moderna, como se puede ver en el artículo V.; pero esta escede á la otra en su arquitectura, mas ajustada á las reglas del arte, en las piezas de piedra labradas á la perfección; y sobre todo, en su elegantísima portada, la mas bien dispuesta, y mas perfectamente ejecutada, que se ve en todo este Reino. También hace ventajas á la antigua en sus muchas y muy apreciables reliquias; pues tiene un hermoso Lignum crucis, colocado en una cruz de oro y piedras preciosas: cuatro relicarios como de una vara de alto, con marcos de bronce dorado, de curiosa hechura, llenos de muy estimables reliquias, y otros de no menor mérito, mas pequeños; y dos esqueletos de santos mártires, ricamente vestidos. Escédela también en la provisión de utensilios, ya de oro, ya de plata; y en la riqueza de sus ornamentos.
- ↑ Aseguran personas ancianas y fidedignas, que este P. Rivera refería un prodigio, obrado por Nuestra Señora del Socorro, de que él mismo fué testigo; pues yendo muy de mañana á decir Misa en el Altar de Nuestra Señora, se halló con un hombre en el mismo trono de la Santa Imagen: era este un ladrón, que queriendo robar una lagartija de oro y esmeraldas que tenía la Señora, este animalito, como si fuera vivo, aprehendió la mano del ladrón, y lo tuvo preso hasta que el P. Rivera hizo oracion por él. Mas este buen Sacerdote no cuidó de llamar testigos con quienes se pudiese autenticar este milagro, quedándose un portendo de este tamaño, sin mas probanza ni testimonio que el dicho del P. Rivera. Pero, no obstante esto, la lagartija se conserva con todo cuidado, y se le pone á Nuestra Señora en el vestido.