Historia de la Ciudad de Guatemala/Tratado VI

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


TRATADO SESTO.
DE LAS PROVINCIAS DE ESTE REINO QUE SE HALLAN SITUADAS EN EL MEDIO.




Tenemos asentado en el tratado primero que de las quince provincias que componen el Reino de Guatemala, cinco están plantadas hacia las costas del mar del Sur, cinco hacia la mar del Norte, y cinco en medio de unas y otras. En los tratados precedentes hemos dado la historia de las primeras y de las segundas: en este corresponde hablar de las terceras, que son las de Totonicapam, Quezaltenango, Sololá, Chimaltenango y Sacatepequez.




CAPITULO 1.º
De las ciudades mas famosas que tuvieron estos tres Señoríos en el tiempo de su gentilidad.

La ciudad mas magnífica, mas opulenta y mas digna de atención, no solo del Señorío del Quiché, sino de todo este Reino, es sin disputa la de Utatlan, córte de los Reyes del Quiché; pero de esta gran metrópoli de la multitud de sus habitantes, de la magnificencia de sus palacios, de la grandeza de sus edificios públicos, de su fortaleza é inespugnabilidad asi por su situacion como por sus castillos y fortificaciones, hemos acumulado cuantas noticias se han podido adquirir, en la descripción topográfica que de ella hemos dado en el tomo 1º tr. 1º cap. 4º, artículo de Santa Cruz del Quiché.

Después de esta capital, la ciudad mas considerable del Señorío del Quiché era la de Xelahuh, que hoy es el gran pueblo de Quezaltenango: solo el nombre de este lugar da una cabal idea de su grandeza, pues Xelahuh quiere decir debajo del gobierno de diez, esto es, que aquella ciudad era gobernada por diez Capitanes, y siendo el estilo de estos indios, que cada Capitán gobierna un xiquipil, esto es 8,000 vecinos resulta que tenia 80,000 vecinos, y por consiguiente, como dice el cronista Fuentes, mas de 300,000 habitantes. Estaba esta plaza muy bien fortificada, de suerte que nunca pudieron tomarla, aunque lo intentaron, los enemigos del Rey del Quiché; pero tenia el Eterno reservada su posesión para los Españoles, y asi dispuso que aterrorizados sus moradores con la fama de las hazañas de los Castellanos, que entre otros habían deshecho un escuadrón de 24,000 quezaltecos, que habían salido á impedirles el paso, se retiraron á sus antiguos propugnáculos Excanul, que es el volcan de Quezaltenango, y Cekxak, otro cerro inmediato. Y habiendo nuestro ejército venido á Xelahuh y hallado aquella ciudad desierta y desamparada de sus habitantes, se alojó y pasó en ella aquella noche. Pero esclareciendo las luces de la aurora el día siguiente (dice un MS. de diez y seis fojas que se encontró en el pueblo de San Andrés Xecul, folio 11), los corredores del campo encontraron cuatro Caciques de aquel pueblo, llamados Calel Ralak, Ahpopqueham, Calelahau y Calelaboy, que viniendo á Xelahuh puestos de rodillas en la presencia de Don Pedro de Alvarado, le dijeron sus nombres y dignidad y le aseguraron que ellos de su propia voluntad venían á rendirle sus respetos y estar á su obediencia. Alvarado los recibió con gran benignidad y dice el citado MS. folio 15 que hablaron largamente con un Clérigo y este les dio noticia de nuestros dogmas y de la ley de Dios; pero que si querían la paz y la amistad de los Españoles, fuesen luego á la montaña y con la autoridad de Caciques, redujesen á los indios que estaban retirados en ella á que se volviesen á sus casas. Mostráronse estos Caciques prontos á recibir la fé católica y sugetarse á la obediencia del Rey de España, é inmediatamente partieron á la montaña dos de ellos, quedando en rehenes los otros dos, y dentro de breve tiempo volvieron con tan grande multitud de indios, que no cabiendo en la gran plaza de Xelahuh, quedaron atropados por las calles: volvióseles á asegurar la paz y á predicar la divina palabra, acaricio Alvarado á los Caciques con algunos donecillos de cosas de España y los despidió al descanso de sus habitaciones. Desde este dia han guardado los indios de Quezaltenango una invariable fidelidad á los Españoles, pues aun cuando los Reyes del Quiché y Kachiquel se sublevaron el año de 1526, estas inquietudes no llegaron á Xelahuh. Ya queda dicho como Don Pedro de Alvarado dejó un presidio de soldados á cargo del Capitán Juan de León Cardona en el sitio de Sahcajá: aquí (según el cronista Vázquez lib. 1º cap. 1º y 2º) se levantó una capilla, y se formó una población de Españoles, que se llamó Quezaltenango, que quiere decir monte de Quezales, porque asi se llamaba aquel lugar: al cabo de cuatro años se trasladó el referido pueblo de Quezaltenango á la ciudad de Xelahuh y desde este tiempo, perdiendo su primer nombre y el título de ciudad, ha sido conocido con el nombre de Pueblo de Quezaltenango. Este lugar estuvo sugeto al referido Capitán Juan de León Cardona: después fué de la Ciudad de Guatemala, como consta de Cabildo de 1º de Agosto de 1542: en los tiempos posteriores ha tenido Corregidor que reside en él y gobierna todo el partido; y en el dia tiene este pueblo Ayuntamiento de Españoles, erigido de orden del Señor Presidente y Gobernador de este Reino Don Antonio González Saravia. Por lo espiritual, asegera el P. Vazquez en el lugar citado que estuvo al cuidado de un Religioso Francisco, que trajo D. Pedro de Alvarado y lo dejó en la ermita de Sahcajá para que catequizara á los indios Quichées; y que habiendo venido misión de Religiosos de dicha Orden, entre los primeros Conventos que fundaron, fué uno el de Quezaltenango, de suerte que como refiere el mismo Vázquez lib. 1º cap. 26, habiendo intentado los Religiosos de Santo Domingo fundar Convento en este pueblo el año de 1553, no lo pudieron efectuar, porque ya tenían casa en él los de San Francisco y estar prohibido por reales cédulas que en los pueblos donde haya Convento de una Orden funden los de otra. Y es tan antiguo este Convento de Quezaltenango, que se hace mención de él en cédula del año de 1551; y en el primer capítulo que celebró esta provincia el año de 1566, ya era Guardianía y se le dio por Guardian al R. P. Fr. Francisco del Colmenar. Véase la descripción topográfica de este pueblo en el tom. 1º tr. 1º cap. 4º.

También era famosa en este Señorío del Quiché la ciudad de Chemequeñá, que quiere decir sobre el agua caliente, hoy es el pueblo de Totonicapam. Fué sin duda en tiempo de la gentilidad uno de los lugares mas numerosos; pues pudo poner á disposición del Rey Tecum-Uman 90,000 guerreros. Pero desechos en la batalla del Pinar, se sugetaron como los de Quezaltenango á la obediencia del Rey Católico y abrazaron nuestra religión. Este lugar ha sido cabecera primero del Corregigimiento y después de la Alcaldía Mayor de Totonicapam; pero por los años de 1640 ó 45 se pasó la silla y residencia de los Corregidores á Güegüetenango, por estar este segundo en el centro de la jurisdicción; mas en el dia residen los Alcaldes Mayores en Totonicapam. Por lo espiritual ha estado á cuidado de la Religión de San Francisco y su Convento ya era Guardianía el año de 1566. Y aunque algún tiempo tuvo Clérigo secular, en cumplimiento de la cédula del año de 1754 en que se mandaron secularizar las doctrinas de los Regulares, pocos años después se volvió á la Religión de San Francisco. Véase su descripción en el tom. 1º tr. 1º cap. 4º.

En el Señorío de Kachiquel se nos presenta la célebre ciudad de Patinamit: este lugar, si correspondía al significado de su nombre, era sin duda la principal ciudad del Reino: porque Patinamit, en lengua de estos indios, quiere decir Ciudad por antonomacia: también se llamó Tecpam Guatemala, que, según dice el P. Vázquez lib. 1º cap., 1º quiere decir Casa Real de Guatemala, de donde infiere este escritor que era la corte de los Reyes Kachiqueles. Pero el cronista Fuentes, tom. 1º lib. 5º cap.1º y lib. 15 cap. 5º, es de parecer quo Tecpam Guatemala era una gran ciudad y plaza de armas del Señorío, pero no córte de sus Reyes, porque es constante que este honor la tenia la Ciudad do Guatemala, y Tecpam-Guatemala era lugar distinto, plantado en sitio eminente respecto de Guatemala, pues Tecpam quiere decir encima: como Tecpam Atitlan es pueblo distinto y que está en sitio elevado respecto de Atitlan. Hallábase esta poblacion situada en un parage elevado, rodeado de profunda barranca que le servia de foso, y del suelo de la ciudad al de la barranca hay mas de cien estados de profundidad, no advertiendose ningun declive alguno en el descenso, sino que cae á plomo: ni da esa zanja mas entrada á la ciudad que por una calzada muy estrecha que se cerraba con dos puertas de piedra chay, una en la superficie interior del muro y otra en la esterior. La planicie de esta eminencia tiene cosa de tres millas de largo N. S. y dos de ancho E. O., el suelo estaba betunado con una argamasa de tres cuartas de vara de grueso: se veian en una orilla de terreno las ruinas de un magnifico edificio, perfectamente cuadrado, que tiene cien pasos por cada lado: era esta fabrica de piedra de silleria muy bien canteada: hay delante de este edificio una gran plaza y al lado de esta se encuentran los vestigios de un suntuoso palacio: véense en aquellas inmediaciones muchos cimientos de casas. Divide esta población una zanja que corre de N. á S. de tres varas de hondo y sus pretiles de cal y canto se levantan mas de una vara: á la parte Oriental de este foso estaban las casas de los nobles y á la occiental las de los plebeyos ó mazeguales. Sus calles segun se percibe eran rectas y espaciosas y corren E. O. N. S. Al Oeste de la ciudad se encuentra un cerrillo que la domina y en la cumbre de éste se ve un edificio redondo como brocal de pozo y se levanta cosa de un estado y en el medio tiene un sócalo ó peana, de una materia lustrosa como vidrio, pero que no se dicierne qué es: aqui era donde los jueces, sentados á la redonda del pretil, daban audiencia y en donde se ejecutaban las sentencias; pero antes se habian de confirmar por el oráculo: para esto salían de alli tres de aquellos jueces y se encaminaban á una barranca profunda, en donde habia una ermita ó adoratorio, y en ella una piedra negra y trasparente, de materia mas preciosa que la piedra chay, en cuya diafaneidad les representaba el demonio la resolución que debían tomar: si era confirmando la sentencia, se ponia en ejecución, y si en contrario, ó no se veia cosa en la piedra, quedaba libre el reo; y este oráculo era también consultado en asuntos de guerra. Habiendo tenido noticia de esta piedra el Ilustrísimo Señor Don Francisco Marroquin, la mando cortar á escuadra y la consagró para ara, que servia en el altar mayor de la Iglesia de Tecpam Gualemala y es presea de singular hermosura: su tamaño es de media vara. La prolijidad y menudencia con que el cronista Fuentes nos describe esta ciudad, nos persuade que habla como testigo de vista; y mas cuando, como él mismo afirma, fué en persona al Quiché, solo por averiguar las antigüedades de la gran córte de Utatlan. Esta población la mudaron los conquistadores al sitio donde hoy permanece, legua y media apartada del lugar donde estaba plantada la antigua, por ser pocos los Españoles que había para presidiar esta plaza y ser muy difícil de conquistar, si los indios se volvían á sublevar. En esta ciudad de Patinamit afirma el P. Vázquez quedó otro Religioso Francisco, catequizando á los indios Kachiqueles; y después se fundó Convento, que se hizo Guardiania en el capítulo del año de 1572, y asi permaneció hasta el de 1754 que se le puso Cura clérigo.

Era también de mucha importancia en el Señorío Kachiquel la ciudad de Mixco y una de las plazas mas bien fortificadas que habia en estos países. Los fundadores de este lugar eran de la nación Pocoman; y como tenían por adversarios á los Quichées y Kachiqueles, se poblaron en el valle de Jilotepeque, de cuyos cantones eran auxiliados, y á mas de esto se situaron en una eminencia que la naturaleza hizo inespugnable, por haberla ceñido de peña tajada, con una senda capaz de solo un hombre, y que tenia en partes algunos pasos voladores: en la cima de este cerro habia una llanura, donde estaba la población. Esta fué trasplantada por Don Pedro de Alvarado al sitio dondo hoy se halla, nueve ó diez leguas del parage donde estaba el antiguo Mixco: véase su descripcion en el tomo 1º tr. 1º cap. 4º.

En el Señorío de Zutugil se admiraba la famosa corte de Atitlan, nombre que en lengua pipil quiere decir correo de agua, y también le llamaban Atziquinixai, que en idioma Quiché dice Casa del Águila, porque cuando sus Reyes salían á campaña, traian por divisa un gran penacho de plumas de Quezales en forma de águila. Yace este gran pueblo en sitio inespugnable, entre riscos pendientes y tajados, á la orilla de la laguna de su nombre que le sirve de foso por la pate meridional: prueba de su fortaleza es que habiendo estado los Reyes Zutugiles desde la fundación de su Señorío, hasta la venida de los Españoles casi en continua guerra, ya con los Quichées, ya con los Kachiqueles, nunca pudieron estas poderosas naciones tomar la córte de Atitlan. Habiéndola conquistada los Españoles el año de 1524, siempre se han mantenido sumisos estos indios, olvidando su antigua altivez y genio belicioso; mas no nos dicen las historias el paradero de la familia real de los Zutugilrs. En órden al catequismo é instrucción de los referidos indios, dice el P. Vázquez lib. 1º cap. 13, que el Religioso que quedó en Tecpam Guatemala, pasó á Atitlan y bautizó algunos; pero hasta el año de 1541, que se estableció en dicho pueblo el apostólico Varón Fr. Gonzalo Méndez, se trabajó con eficacia y tesón en doctrinar y civilizar á los Zutugiles; y este Religioso fundó en Atitlan el primer Convenio que tuvo la Orden de San Francisco en los pueblos de los indios, comenzándose á dar cumplimiento á la real cédula del año de 1538, en que se manda que en los pueblos grandes se erijan Conventos y se levanten Iglesias; y este de Atitlan ya era Guardianía el año de 1566, en que se fundó la provincia y en él se celebró el capítulo provincial del año de 1625. Esta doctrina se secularizó en virtud de real cédula de 1754, en que por providencia general se mandaron quitarlas doctrinas á las Religiones. Por lo temporal fué gobernado este pueblo en los tiempos retirados por el Corregidor de Atitlan, que residía en él: después se unieron este Corregimiento y el de Tecpanatitlan y se formó la Alcaldía Mayor de Sololá, á cuya jurisdicción pertenece el dia de hoy el pueblo de Atitlan, muy disminuido su antiguo esplendor.




CAPITULO 2.º
De la conquista del gran Señorío del Quiché, el mayor de los de este Reino.

Hallábase la monarquía de Utatlan en el colmo de su grandeza, en la cumbre de su elevación y en el mayor lustae de su esplendor, en tiempo del Reinado de Kicab Tanub, hijo de Kicab IV y sesto nieto de Kicab I; porque á mas de que el Señorío del Quiché desde sus principios fué el mas poderoso, los Reyes que ocuparon su sólio, lo fueron aumentando y engrandeciendo con las ciudades y lugares que á fuerza de armas fueron ganando á los señores y caciques circunvecinos. Pero la insaciable ambición de Kicab Tanub, queriendo todavía estender mas los límites de su monarquía, hacia sangrienta guerra al Rey de los Zutugiles y al Señor de los Mames, cuando tuvo aviso que los Españoles estaban ya en los términos de Soconusco. Nueva fué esta que obligó á Kicab Tanub á alzar la mano de aquellas espediciones y recojer sus tropas y á hacer mensageros á los demás Reyes y Señores, para que se confederasen á la común defensa. Mas las respuestas que trajeron estos mensageros, no correspondieron á las esperanzas de Kicab Tanub; porque Sinacam, Rey de Guatemala, como que se hallaba resentido del Rey del Quiché, porque aparentando que ayudaba á dicho Sinacam, en la realidad protegía al rebelde Ahpocaquil, se escusó de la alianza, declarándole abiertamente que era amigo de los Teules, (asi llamaban los indios á los Españoles). El Rey Zutugil le respondió aun con mas libertad: que él solo sin ayuda bastaría á defender su Reino y Señorío de mas numerosos ejércitos y menos hambrientos que aquel de los estrangeros que marchaba contra el Quiché. Estas respuestas tan desdeñosas y desabridas, junto con el trabajo de congregar sus tercios, levantar defensas y hacer otras prevenciones para la guerra, le trastornaron de modo los humores á Kicab, Tanub, que dentro de breves dias murió.

Sucedóile su hijo primogénito Tecum Umam: este Principe no tuvo tiempo de darse al sentimiento de su difunto padre, porque los correos ó Tzamaheles, que por instantes se repetían avisando la cercania de los Españoles, lo obligaron á entregarse todo á las disposiciones y preparativos de la campaña. Llegó el ultimo aviso de que el Capitán Tonatl y sus Teules habían salido de Soconusco para la espugnacion de Xelahuh ó Quezaltenango: era este lugar el mayor, el mas importante y bien defendido de todo el señorío del Quiché; pues se asegura tenia dentro de sus muros 80,000 hombres de defensa; pero sin embargo de esto, la fama de los triunfos de los Castellanos hicieron desconfiar á Tacum Umam; y asi salió este Monarca de su córte de Utatlan, con suma autoridad y grande pompa, dentro de sus andas, á hombros de los primeros señores de su Reino, precedido de grande aparato y música de flautas, cornetas, tambores, y de 62,000 hombres de guerra al mando de su Capitán Ahzol y de su Teniente Ahzumanche y el gran rodelero del Rey Apocob con otros oficiales, gran número de quitasoles, de pluma y abaniqueros de la persona del Rey, todos bien armados y prevenidos para la defensa. Seguía al ejército una innumerable multitud de indios Tamemes (asi llaman á los indios de carga), con el fardage y bastimentos para la tropa. Llegaron con mas ligeras jornadas que lo permitía la grande ostentación y comitiva de aquel Cacique, á la populosa ciudad de Chemequeña ó Totonicapam, donde se hizo mas numeroso el ejército de Tecum Umam, con muchos señores y las fuerzas de ocho castillos y de diez y ocho pueblos de aquella jurisdicción que hacían el número de 90,000 guerreros. Siguió sus marchas el Rey del Quiché, y en el Pinar de Quezaltenango se le agregaron otros diez señores, con magnífico tren y lucida prevención de armas y víveres y vistosas galas é insignias de sus oficios, los cuales conducían 24,000 soldados: en el mismo sitio engrosaron el ejército otros 46,000 combatientes, adornados de grandes penachos de plumus de diversos colores, bien proveídos de todo género de armas, y sus cabos con cueros de pieles de leones, tigres y osos, en señal de bizarría y esfuerzo: este numeroso escuadrón venia capitaneado por once caballeros descendientes del gran señor Copichoch. Contaba ya Tecum Umam en su ejército 232,000 soldados y con ellos se distribuyeron los tercios en el sitio de Tzaccha, que fué el campo de batalla de esta primera campaña. Mas no hallándose seguro este Monarca con tan poderoso ejército, hizo fortificar aquel sitio, con un largo muro de piedra seca, que daba vuelta y cenia muchas montanas y eminencias: este gran muro estaba rodeado de un profundo foso, sembrado de espinas y estacas envenenadas, puestas al soslayo en filas unas tras otras. Todo el terreno que hay desde Tzaccha hasta el portillo que baja á la costa, lo tenían ocupado los escuadrones de Tecum Umam: á mas de esto estaban bien guarnecidos los castillos y se veían en aquel campo unas máquinas militares ó castillejos portátiles de madera y tabla, que sobre rodadillos se movian á unas y otras partes, tirados y conducidos de hombres armados, é iban cargados con grande cantidad de vara, flechas, lanzas, rodelas, piedra y hondas y hombres muy diestros y valerosos que repartian aquellas armas por todos los escuadrones.

Habiendo nuestros Españoles atravesado toda la provincia de Soconusco, llegaron á Palahunoh, gran cordillera que repecharon, ganando la gran plaza y castillo de Xetulul ó Zapotitlan, con gran fatiga de muchos veteranos y muerte de algunos Tlaxcaltecas amigos. Siguió sus marchas el ejército español y llegando á la vega del rio de Sámala, fué reciamente acometido de gran número de indios emboscados, que salieron á cortarle el paso: ínterin nuestras tropas ordenaban sus escuadras, los indios que venían prevenidos y de refresco, dispararon gran cantidad de zaetas, vara y piedra, causando grave daño á nuestros indios; pero formado el escuadrón español, recibió al ejército de Utatlan con la arcabucería, y muertos muchos de los Quichées, fueron estos rotos y vencidos, auuque con muerte de algunos Castellanos. No desmayando los indios Quichées, se volvieron á juntar con gran presteza, y aumentados en número y armas, acometieron por tres veces á los nuestros con firmeza; pero desbaratados y muertos algunos de sus cabos, se retiraron. Libres al parecer los Españoles de los insultos de los indios, superado el gran peligro del puente de Sámala, que era de madera y muy estrecho, tomaron el camino de Xelahuh, marchando bien prevenidos y recelosos de las cautelas y ardides de estas gentes. Comenzaron á subir una cuesta de agrio y penoso camino, (que hoy llaman la cuesta de Santa María de Jesús); mas á este tiempo se opusieron al paso de nuestros tercios numerosas huestes de indios; y lo mismo hicieron en la eminencia de la cuesta: de suerte que del rio de Sámala al de Olintepeque se centraron seis batallas, en que siempre salieron los indios desbaratados. Pero la de la barranca de Olintepeque fué la mas atroz y sangrienta; pues se vio el citado rio teñido de sangre de los miserables indios, motivo por que desde entonces se llamó Xequigel, que quiere decir rio de sangre. Y aunque so retiraron, á breve termino so rehicieron con otros escuadrones y volviendo á encenderse la batalla, acometieron á los Castellanos con tal furia y desesperación, que se asian tres ó cuatro indios de las colas de los caballos, procurando á fuerza de brazos dar en tierra con caballos y ginetes. Fué esta ocasión una de las de mas conflicto para los nuestros, por los muchos escuadrones de indios que concurrieron y los apretaban por todas partes; pero hicieron tan vigorosa resistencia, que destrozaron y pusieron en fuga á los Quichées, quedando muchos en el campo y entre estos el Teniente General Ahzumanche.

Tres dias estuvieron los indios del gran Quiché sin emprender facción alguna, y los mismos permanecieron los Castellanos, no como dice Herrera alojados en Quezaltenango, sino en la descubierta campaña: al cuarto marchó el ejército para la gran ciudad de Xelahuh y entrando en ella la halló desamparada de sus moradores, en la mas triste y silenciosa soledad. Salieron esploradores en busca de los indios de esta populosa ciudad y trajeron algunos prisioneros, que declararon haber muerto en las batallas de las barrancas dos Señores principales de Utatlan, el uno llamado Ahzol, gran Capitán y deudo del Rey, el otro su rodelero Ahpocob, que mandaba un numeroso escuadrón; y que la mayor parte de los habitantes de Xelahuh estaban en los montes por miedo de los Españoles: y habiéndolos llamado de paz, vinieron muchos y comenzaron á servir con fidelidad en nuestro ejército. A este tiempo se tuvo noticia de que todo el poder de aquellos pueblos venia en grandes tropas contra los Españoles, y que el primer tercio de los indios traia dos Xiquipiles, que son 16,000 hombres: salió nuestro ejército con gran celeridad y bizarría y eligió un sitio llano, sin embarazo ni impedimento de padrasto, y divididos los 155 caballos en dos tropas, encomendó Don Pedro de Alvarado la una al cuidado do Don Pedro Portocarrero y la otra al de Hernando de Chaves y dejó al suyo propio el gobierno de la infantería que presidia montado en un caballo. Venia el ejército de los indios capitaneado por su Rey Tecum Umam, dividido en dos copiosísimos trozos: mas apenas se afrontaron los dos ejércitos, cuando se trabaron dos ferocísimos combates, en que atrepellando la caballería á los indios de uno de los dos tercios, los obligó á abandonar el sitio y acojerse al favor del otro escuadrón, que aun batallaba con nuestra infantería: vista la fuga de los indios del referido trozo, pasaron los Capitanes de la caballería á incorporarse á su General, que hasta entonces con tropillas de pocos infantes habia entretenido al Rey Tecum Umam: acometió éste con denuedo á Don Pedro de Alvarado y le hirió el caballo; pero este valeroso campeón montando en otro, continuó la batalla: envistióle segunda y tercera vez el referido Rey del Quiche, en la que hiriéndole Don Pedro con la lanza, cayó muerto. Llenos de rabia y furor los soldados de Utatlan por la muerte de su Monarca, asombraron el sol con vara, flecha y piedra que dispararon contra el ejércilo español; mas éste, acometiendo en batallón cerrado al de los indios, los puso en precipitada fuga, quedando dueños del campo los Castellanos.

Desesperando ya los indios de resistirá los Españoles y vencerlos á fuerza de armas, recurrieron á la alevosía y traición: esta fué la resolución que tomaron en consejo de guerra, que á este efecto tuvo en su córte de Utatlan el Rey Chignaviucelut, hijo de Tecum-Umam. Para poner en práctica su designio el referido Rey y sus consejeros hicieron una solemne embajada á Don Pedro de Alvarado, enviándole un presente de oro, pidiéndole perdón de lo pasado, ofreciéndose por vasallos del Rey de España y suplicándole pasase á su corte de Utatlan, en donde con las comodidades que esta ciudad ofrecía, pudiese descansar de los trabajos pasados y en donde Chignaviucelut lo esperaba para servirlo y regalarlo. Don Pedro de Alvarado, que no anhelaba otra cosa, que cimentar la paz, los recibió con mucho agrado y prometiéndoles pasar a la córte de Utatlan, los despidió agasajados y satisfechos con ciertas bugerías y cosas de Castilla, de mucha estima para los indios. El dia siguiente tomó Alvarado la marcha para Utatlan: iba todo el ejército alegre y gozoso, imaginando que las demostraciones de los Quichées eran sinceras y creyendo terminada la guerra. Pero cuando entraron en Utatlan y vieron la fortaleza de aquella plaza bien murada, cercada de una barranca, sin mas que dos entradas, á la una se ascendía por veinticinco escalones y á la otra se entraba por una calzada, tan estrecha la una como la otra: que las calles de aquella ciudad eran en estremo angostas y la caseria muy apinada; y advirtiendo también que en toda ella no se veían niños ni mugeres y que los indios andaban turbados, comenzaron los soldados á recelar alguna traición. Confirmaronlos en sus sospechas los indios de Quezaltenango, que habían ido con el ejército, porque les avisaron que para aquella noche tenían dispuesto los de Utatlan quemar á los Españoles: que con este designio tenían copia de gente escondida en las barrancas, para que en viendo arder las casas, acudiesen á juntarse con los de Utatlan y todos unidos caer sobre los Castellanos que pudiesen escapar del incendio: con estas noticias, observando los nuestros con mayor cuidado á los utatlecos, advirtieron que en sus casas no se veia prevención de víveres y sí mucha de raja y broza. No dudando ya Don Pedro de Alvarado de la verdad de la denuncia, hizo junta militar, en que advirtió á los Cabos la gravedad del riesgo en que se hallaban y cuanto importaba acelerar la salida de aquella córte, y marchando en buen orden salieron á una llanura, dando por pretesto al Rey Chignaviucelut y á sus Caciques, que salia de la ciudad por la comodidad de los caballos, hechos á pacer libres por el campo; y saliendo dicho príncipe y Señor del Quiché á la campaña, acompañando á nuestros cabos, tuvo proporción Alvarado de mandarlo prender y sentenciado lo hizo ahorcar por la culpa de traición y alevosía, intentada contra el ejército español. No fueron bastantes para acobardar á los Quichées ni las muertes de sus primeros capitanes, ni las de sus dos Reyes, ejecutadas por los Castellanos; antes encendidos en furor y rábia, hicieron señal de acometer á las escuadras emboscadas, y viniéndose sobre nuestro ejército, lo cercaron y oprimieron por todos lados; mas la constancia española, no acorbardándose con tan terrible acometida, con los cañones se abrió puerta por entre las tropas de los indios; y aunque estos por algún tiempo se mantuvieron con valor, mas á poco rato se confundieron y perturbaron, y quedando el campo de Utatlan sembrado de cuerpos muertos, unos huyeron y otros arrojando las armas en señal de rendimiento, se entregaron con sus Caciques y principales á la benevolencia de los Castellanos, que con esta victoria quedaron dueños del Señorío de Utatlan. Sin embargo de las traiciones referidas, no quiso el noble pecho de Don Pedro de Alvarado privar del cetro del Quiché á la noble estirpe de Tanub, sino que dejó en el trono á Sequechul, que era á quien tocaba después de Chignaviucelut. Nombró por Cabo principal del presidio que puso en aquella provincia á Juan de Leon Cardona, y partió para Guatemala.




CAPITULO 3.º
De como entró el ejército Español en la Ciudad de Guatemala, Córte del Rey de los Kachiqueles; y se discute donde estaba situada esta Metrópoli cuando vinieron los Españoles.

Subyugada la monarquía del Quiché por las armas Españolas, entró victorioso en Utatlan Don Pedro de Alvarado con su ejército y alli se mantuvo ocho dias, ocupado en la esploracion de aquella Córte y de todo el pais, y en diferentes espediciones contra algunos pueblos rebeldes de la comarca. En este tiempo recibió nuevos embajadores de Sinacam, Rey de Guatemala, con ciertos presentes de oro, ofreciéndose de nuevo por vasallo del Rey de España, y convidándole con gente y otros servicios para la guerra. Recibiólos con grande aprecio Don Pedro de Alvarado, dándoles gracias y correspondiendo su regalo; y aceptando la oferta de Sinacam, le pidió 2,000 indios, para que condujesen el ejército y enseñasen los caminos que se ignoraban. Prontamente le envió el referido Monarca 2,000 indios Kachiqueles armados, que aderezaron los caminos, asistieron y acompañaron á nuestro ejército basta introducirlo en la gran Córte de Guatemala. Aunque nuestros Españoles venían comboyados por los indios que envió Sinacam y estos se mostrasen muy oficiosos y rendidos, procurándolos servir en todo lo que se ofrecía; mas como á cada paso que daban en las tierras del Señorío de Kachiquel, no hallaban otra cosa que sangre, cadáveres y despojos de los mismos muertos; ni encontrasen mas que tropas de indios armados; y por otra parte estuviesen escarmentados de las traiciones de los indios Quichées, comenzaron á sospechar alguna alevosía de parte de los Kachiqueles. Con estas dudas y recelos caminó el Capitán Don Pedro de Alvarado y su gente, basta que dando vista al Rey Sinacam, que venia á encontrarlo en sus andas adornadas de plumas de quezal y joyas de oro, acompañado de dos principales de su córte, desmontándose de su caballo y dirigiéndose al referido Monarca con muchas muestras de cortesía y estimación, le puso en las manos una muy curiosa albaja de plata y le declaró sus sospechas, diciéndole: ¿Porque me pretendes hacer mal cuando vengo á hacerle bien? Pero el fiel é inocente Sinacam, entendiendo por medio de los intérpretes lo que se le decia, poniéndose algo severo y agradeciendo el presente, con gran serenidad le respondió: Sosiega tu corazón, gran Capitán hijo del Sol, y fíate de mi amor, y prosiguió su razonamiento, advirtiéndole que todo aquel aparato de guerra que había encontrado, no era prevención contra los Teules (ó dioses que asi llamaban á los Españoles) sino contra un vasallo, que se le habia sublevado, con la ayuda y socorros de los Reyes del Quiché y Zutugil, y se habia puesto en arma para mantenerse en posesión de los estados usurpados y hacerse rey independiente. Continuaron su camino el Señor de los Kachiqueles y el Capitán de los Españoles, con sus respectivas tropas para Guatemala (no por los pueblos de la costa, como dice cierto autor, sino por el camino de Itzapa; pues en un título de tierras que tenían los indios de Parramos, librado el año de 1577 á 10 de Noviembre, hablando de un llano que se halla en dicho camino, dice de esta suerte: donde dicen que estuvo asentado el real de los Españoles, cuando el Adelantado Don Pedro de Alvarado vino á conquistar esta tierra.) Y entraron en esta corte el 25 de Julio de 1524, dia del Apóstol Santiago.

Pero ocurre una duda digna de examinarse: cual era la Ciudad de Guatemala, Corte de los Reyes Kachiqueles, donde Sinacam recibió á Don Pedro de Alvarado y á sus Españoles y dónde el suelo en que estaba situada esta gran Metrópoli? En esta materia se encuentran discordes los tres cronistas del Reino de Guatemala; pues el P. Presentado Fr. Antonio Remesal, lib. 1º cap. 2º, hablando de la fundación de Guatemala, dice: que llegados los Españoles al parage que los indios mejicanos llamaron Atmulunca, fabricaron varios ranchos, uno para Iglesia y otros para habitaciones, y concluidos estos, aguardaron el dia de Santiago que estaba próximo, é hicieron la fundación de la Villa de Guatemala, tomando á este glorioso Apóstol por patrón de la nueva población. Mas de la Córte de los indios Kachiqueles ó guatemaltecos no dice palabra este autor.

El P. Lector jubilado Fr. Francisco Vázquez, lib. 1º cap. 1º y 14, conviene con dicho escritor en lo que dice de la fundación de esta Metrópoli en Almolonga; pero se estiende en la relación de la venida de los Españoles á Guatemala, y dice que de la Córte de Utallan, que lo era de los Reyes del Quiché, pasaron á la de los Kachiqueles, donde fué recibido Don Pedro de Alvarado y su ejército por el Rey Apotzotzil (asi llama este cronista al Rey de Guatemala, pero en los libros de Cabildos se halla nombrado Sinacam) con grande aparato de estimación y aprecio: aquí descansó algunos dias, muy regalado y atendido del referido Monarca, y después emprendió la conquista de Atitlan, y tomando el camino por la costa del Sur debelando las naciones que le impedían el paso, vino á parar al espresado sitio de Almolonga, donde estableció la Ciudad de Guatemala, dando por asentado este autor que la córte del Reino Kachiquel, donde descansó Alvarado, era la gran ciudad de Tecpam Guatemala. Fúndase el P. Vázquez para creer que Tecpam Guatemala era la Corte del Señorío Kachiquel, primeramente en que los indios llamaban á este lugar Patinamit, que quiere decir Ciudad por autonomasia, como si dijeramos primera Ciudad del Reino ó su Corte. En segundo lugar corrobora su opinión, porquo Tecpam Guatemala, que es el otro nombre que dan á esta población, significa en el idioma de los indios Casa Real de Guatemala, que es lo mismo que decir Corte de sus Reyes. En tercer lugar, apoya su sentir en lo suntuoso de la fábrica material de esta ciudad, la magnificencia de sus palacios y edificios públicos, como lo muestran los vestigios y fragmentos de dichas obras, que asegura este autor haber visto en el sitio que los indios llaman Ohertinamit, que en su lengua dice Pueblo viejo, porque allí estuvo fundada en tiempo de la gentilidad la citada Corte de Patinamit. En cuarto lugar, confirma su parecer por el modo de fortificación de esta plaza, muy semejante al de la Corte de Utatlan; pues como hemos dicho, se veia fundada en una eminencia, rodeada de profunda barranca, que le servia de foso, y no dejaba mas que una entrada bien estrecha para la ciudad.

El cronista Don Francisco de Fuentes y Guzman, tomo 1º lib. 5º cap. 1º, tomando un rumbo diametralmente opuesto á los dos referidos escritores, asienta que la Ciudad de Guatemala, Corte de los Reyes Kachiqueles, estaba plantada en el sitio que hoy llaman San Miguel Tzacualpa, que quiere decir Pueblo viejo, que entraron en ella los Españoles el mismo dia de Santiago, no por el camino de la costa, sino por el de Itzapa, atravesando el terreno que hoy ocupa el pueblo de Jocotenango y el valle de Panchoi donde se puso la ciudad el año de 1542: que fueron recibidos, agasajados y festejados del Rey Sinacam y allí asentaron su real y permanecieron hasta el citado año. Produce este autor varias razones para fundar su sistema: la primera, que fué estilo invariable entre los Españoles, poner á las ciudades que fundaron nombres de ciudades de España, como Trujillo, Valladolid en la provincia de Comayagua; León, Granada, Segovia, en la de Nicaragua; Cartago, Jerez, Ciudad Real y la Nueva Zaragoza en otras; y en la Nueva-España, Guadalajara, Durango, Antequera, Mérida y otras. Mas á las ciudades que hallaron fundadas les dejaron el mismo nombre que tenían, como Méjico, Cuzco, Tlaxcala y otras: de donde se infiere, que habiendo conservado á Guatemala el nombre que tenia antes, no la fundaron, sino quo se avecindaron en ella.

La segunda razón es tomada de la etimología del nombre de Guatemala, que según este autor se deriva de la palabra Coctecmalan, que quiere decir Palo de leche, árbol que comunmente llaman yerba mala y solo se encuentra en la Ciudad Vieja y una legua en contorno; y asi es preciso decir que la Ciudad de Guatemala estaba situada en el referido espacio, pero no se puede plantar en el lugar donde hoy está la Antigua Guatemala, porque á este lugar siempre se le llamó Panchoi, que significa laguna grande, ni donde se halla el pueblo de Ciudad Vieja, porque este lugar se ha apellidado Almulunca, es decir, agua que brota: asi, es necesario colocar esta Ciudad de Guatemala, Córte de los indios Kachiqueles, en la falda del volcan de Agua, en el sitio donde estaba la población de los Españoles, que se arruinó el año de 1541, y hoy está el pueblecillo de San Miguel Tzacualpa. Y el nombre de este lugar confirma y corrobora el mismo pensamiento; porque si los indios llaman á este parage Tzacualpa, que quiere decir Pueblo viejo, luego en él estuvo situada la antigua Ciudad de Guatemala: asi como al sitio donde estuvo poblada la antigua ciudad de Tepam-Guatemala llaman Ohertinamit, que también quiere decir Pueblo viejo.

El tercer fundamento de esta opinión, es que parece cosa contra razón decir con el P. Vázquez que los conquistadores después de haber estado en Guatemala, salieron de esta Metrópoli á asentar su real en un despoblado; porque si estos hombres vienen á recibir el homenage y obediencia del Rey Sinacam, siendo recibidos de paz por este Monarca, aposentados y regalados en su córte, ¿á qué fin dejar estas comodidades con desaire del soberano; ponerse á fundar ciudad y á hacer habitaciones, cuando tenían á su disposición la capital del Señorío Kachiquel, y haber de buscar todo lo que necesitaban y disfrutaban con abundancia en la córte del referido Monarca? Asentado que los Españoles, cuando entraron en este Reino el ano de 1524, se establecieron en la citada córte; se sigue por consiguiente que ésta se hallaba situada en el lugar de Tzacualpa; porque consta de los libros de Cabildos de esta Ciudad, que tratando de darle asiento formal, habiendo examinado y esplorado los sitios donde se podía plantar, en Cabildo de 2 de Noviembre de 1527, resolvieron se quedase en el asiento donde estaba: consta igualmente que en el suelo donde se delineó el año de 1527 permanecía el de 1541 cuando se arruinó y que este era el de Tzacualpa, pues en él se veian los cimientos de la ciudad en tiempo del cronista Fuentes, y en el dia se observa directamente sobre dicho pueblo de Tzacualpa, la gran barranca por donde bajó el torrente de agua y peñasquería que arruinó la Ciudad Vieja: luego en el referido sitio de Tzacualpa estaba plantada la Ciudad de Guatemala, Córte de los Reyes Kachiqueles.

Es cierto que aunque este autor se esfuerza en persuadir su sistema y que las razones que hemos propuesto le dan gran probabilidad, mas no son estas tan convincentes que quiten toda duda: por lo que dejamos á la discreción de nuestros lectores elegir el partido que mas les adaptare. Y mas cuando una de las razones en que lo funda, es la etimología del nombre de Guatemala, punto en que se ven tan divididos los autores como hemos notado en el tomo 1º tratado 1º cap. 1º. Y aun á nosotros nos ha parecido (tomo 1º tratado 1º capítulo 1º), siguiendo distinto rumbo de todos los que han tomado los escritores que han tratado de la materia, derivar la palabra Guatemala del nombre de Juitemal, primer Rey de Guatemala, asi por la semejanza que se advierto en uno y otro vocablo, pues es muy fácil que el que primero se llamó Reino de Juitemal, corrompida insensiblemente la palabra, después se dijese Reino de Guatemala, asi como hoy llaman Almolonga al sitio que los indios apellidaron Almulunca, y Sonsonate al lugar que en su origen nombraron Zezontlatl; como porque es estilo que han observado los indios llamar á algunas naciones y á muchos lugares con el nombre de los Reyes ó Señores que las han dominado: asi han llamado Quichées á los del Reino de Utatlan, del nombre de Nimaquiché, que los sacó de Tulá y capitaneó hasta este Reino: Kachiqueles, á los del Reino de Kachiqueleb: Zutugiles, á los del Señorío Zutuqileb. Asi mismo llamaron Rabinal á la Corte de Rabinaleb, Señor de la Vera-paz; y aun nuestros Españoles, siguiendo el mismo estilo, llamaron Nicaraqua á los estados del cacique Nicaragua, y Nicoya á los del Cacique Nicoya.




CAPITULO 4.º
De los diversos sitios en que ha estado asentada la Ciudad de Guatemala en tiempo de los Españoles.

Ya fuese en la población que, como quieren algunos escritores, hicieron de pronto los Españoles entre los dos volcanes; ó ya en la Corte del Rey Sinacam, situada casi en el mismo puesto, como piensan otros, donde los conquistadores sentaron su real: !o cierto es que esto se hizo provisionalmente, ínterin tomaban conocimiento déla tierra, para escojer con madura investigación, el lugar de mejores proporciones y cualidades para fundarla Ciudad. Capital y Metrópoli del Reino. Y en efecto los tres años que pasaron desde la venida de los Españoles hasta el formal establecimiento de la ciudad en el parage de Tzacualpa, era muy frecuente entre los vecinos de Guatemala la conversación sobre propiedades de lugares y asientos y sobre sus buenas ó malas calidades y proporciones para edificios y sobre el clima que les sería mas útil y favorable para la salud. Habiéndose controvertido está materia innumerables ocasiones en conversaciones privadas, se trató por último en Cabildo dé 28 de Octubre de 1527. En este congreso el Teniente de Gobernador y Capitán General Jorge de Alvarado, los Alcaldes y Regidores dijeron que era conveniente al servicio del Rey, á la paz y policia de esta República, que se asiente la Ciudad de Santiago de Guatemala, con las formalidades necesarias; y para esto se busque en la comarca sitio á propósito y en que concluían las calidades que se requieren para semejantes establecimientos. Desde este diase trató con mas calor de escojer el paraje de las referidas circunstancias; y porque no fuesen tantos los lugares cuantos los vocales, se convinieron estos en que solo sobre dos recayese la cuestion; uno el en que entonces estaban situados, que no les habia dado motivo para desecharlo. Otro el que llaman Tianguecillo, en los llanos de Chimaltenango, lugar donde nace una fuente cuyas aguas vienen á diebo pueblo y se halla hacia el de Comalapam.

Para resolver este problema se celebró Cabildo abierto el día 21 de Noviembre de 1527 presidiólo el Teniente de Gobernador Jorge de Alvarado y se compuso de los Capitulares y demás Caballeros, hijodalgos y hombres buenos de la Ciudad de Guatemala: y habiéndoseles tomado juramento de que votarían según sus conciencias, pospuesto todo respeto ó pasión; Hernando de Alvarado dijo que ha visto ambos sitios y que le parece mejor para asentar la Ciudad el del Tianguecillo y dió pormenor las razones en que se fundaba: siguiólo Eugenio de Moscoso, Tesorero del Rey y otros. Gonzalo de Ovalle, Caballero de Salamanca, por el contrario fué de parecerse quedase la Ciudad en el asiento donde estaba y dió su voto por escrito con las razones en que se apoyaba: siguieron su dictámen el P. Juan Godinez, Don Pedro Portocarrero, Juan Pérez Dardon y la mayor parte de los vocales. El dia siguiente 22 de Noviembre el referido Teniente de Gobernador y Capitán General, estando en el sitio elegido por el vecindario para asentar la ciudad, acompañado del Alcalde Gonzalo de Ovalle, de los Regidores y vecinos, mandó al Escribano asentase un escrito del tenor siguiente: Yo, por virtud de los poderes que tengo de los Gobernadores de S. M., con acuerdo y parecer de los Alcaldes y Regidores, que están presentes: asiento y pueblo aqui en este sitio la Ciudad de Santiago. El cual sitio es término de la provincia de Guatemala. Después mandó que se señale sitio en la traza de la Ciudad para plaza y para la Iglesia de Santiago, (que de nuevo lo toma por patrón y promete solemnizar su fiesta, con vísperas, misa y regocijos públicos); para hospital, que llamaron de la Misericordia, y Capilla de Nuestra Señora de los Remedios; para fortaleza, casas de Cabildo y cárcel. Y últimamente, tomó posesión en nombre de S. M. de la Ciudad, de la provincia y de las otras a ella comarcanas.

Mas es de advertir que los autores hablan con variedad en esta materia, pues cada uno refiere este hecho según el sistema que sigue en la cuestión precedente, sobre cual fué la Ciudad de Guatemala en tiempo de la gentilidad; y asi los que dicen que los Españoles se establecieron provisionalmente en Almolonga, por consiguiente aseguran que la Ciudad se trazó en el sitio inmediato hacia el lado del Oriente, en el lugar que los indios llaman Tzacualpa, de suerte que la primera población hecha en Almolonga, quedó como barrio de la Ciudad. Mas los que sienten que los Españoles sentaron su campo en la misma Corte del Rey Sinacam ó Guatemala de los indios, situada en el espresado paraje de Tzacualpa, dicen que en el mismo suelo donde estaba plantada dicha Metrópoli, se trazó y delineó la Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala. En este sitio estuvo la referida Ciudad desde 22 de Noviembre de 1527, en que se asentó, hasta 22 del mismo mes de 1542, en que se trazó la Antigua Guatemala.

Pero esta población no pudo prosperar ni adelantar, porque antes de completar 14 años de su fundación, el 11 de Setiembre de 1541 fué arruinada é inundada por un formidable torrente de agua que bajó del volcan y trajo grandes peñascos que destruyeron una parte de los edificios y maltrataron la otra. Quedó la Ciudad vieja con esto infortunio en lo material por los suelos y en formal sin cabeza y muy disminuido el número de sus moradores, que muchos perecieron en la referida inundación, asi como la ilustre Señora Doña Beatriz de la Cueva, á quien el M. N. Ayuntamienlo había elegido Gobernadora, en lugar de su difunto esposo Don Pedro de Alvarado, (véase el tratado 2º, capitulo 11º). En tan tristes circunstancias trataron los vecinos de Guatemala de poner remedio á unos y otros males, eligiendo de Gobernador y poniéndose a cubierto de los insultos del volcan. Para lo primero celebraron Cabildo de 17 de Setiembre de dicho año, en que asistidos los Capitulares de su Asesor el Doctor Blas Cota, se acordó: Que el Lic. Don Francisco de la Cueva reponga la vara de Teniente del Ádelantado, dejandole su derecho a salvo, si alguna tiene. Y habiendo dicho Licenciado ejecutado el acuerdo del Cabildo, el dia siguiente 18 de Setiembre continuándose el congreso del dia 17, se eligieron Gobernadores interinos al Ilustrisimo Señor Don Francisco Marroquin y al Licenciado Don Francisco de la Cueva y se mandó publicar por bando la elección. Para lo segundo se trató de trasladar la Ciudad, quitándola de la ladera del volcan; como estos congresos se hiciesen en la Iglesia Catedral, los temblores se repitiesen por instantes y la materia por su gravedad pidiese ser tratada y conferida con madurez y lentitud, lo que no se podia ejecutar por el temor que todo el vecindario tenia de que la Iglesia se viniese á plomo y los oprimiese, se hubo de dejar la resolución de este punto para otro dia.

Se citó á Cabildo abierto para el dia 27 de Setiembre de 1541 (como consta de dos cuadernos que tratan de la segunda fundación de la Ciudad y paraban en el archivo de Cabildos): asistieron á él los Gobernadores, Capitulares y cuarenta y tres de los vecinos que escaparon sanos de la inundación, que por todos se contaron cincuenta y cinco vocales. En esta respetable junta se propuso la cuestión, si para la perpetuidad de esta República y pacificación de estas provincias convendrá que la Ciudad permanezca en el lugar donde se halla al presente ó se traslade á otro sitio? Se procedió á la votación y de los 55 votos, 45 fueron á favor de la traslación, cinco en contra y siete indiferentes. Resuelta la traslación por la mayor parte de los votos, se propuso segunda cuestión: ¿en que paraje se deberá asentar la Ciudad? Y para determinar este punto con acierto, se acordó que los dos Alcaldes y otros once sugetos que se eligieron de los mismos vocales, salgan á esplorar y reconocer los sitios en que puede plantarse la Ciudad, y hecho esto den su parecer ante los Señores Gobernadores, Justicia y Regimiento de esta Ciudad. Salieron inmediatamente los diputados á ejecutar su comisión; y habiendo vuelto á los dos dias, entraron en Cabildo y dio cada uno su parecer, conviniendo todos en que el mejor sitio para plantar la Ciudad, era el valle del Tianguecillo, en los llanos de Chimaltenango. Mas como este era un asunto de tanta gravedad, se reservó su determinacion para Cabildo abierto, que se celebró el 2 de Octubre. Concurrieron á este congreso sesenta y ocho vocales que dieron su voto, después de haber jurado hacerlo pospuesto todo respeto, temor ó interés; y regulados los votos, se halló que los 29 vocales fueron de dictámen que se fundase la ciudad en el valle de Alotenango y los 49 que en el de Chimaltenango; y por este esceso de votos, pronunciaron los Gobernadores auto en que acordaron se mude la ciudad del parage en donde está al valle del Tianguecillo, y mandaron que todos los que tuviesen solares en la ciudad arruinada, vayan al espresado valle á tomar sitio, que se les dará conforme al que poseen en la antigua traza.

En este estado llegó á Guatemala el ingeniero Juan Bautista Antoneli, que S. M. tenia en este Reino con instrucción del Consejo para que entendiese en las fundaciones de villas y ciudades y para que eligiese puestos seguros y abrigados y de buen surgidero en la mar del Norte; y habiendo examinado de orden de los Gobernadores, los sitios donde se podia asentar la Ciudad de Guatemala, introdujo en Cabildo un informe completísimo, en que dice ha visto con grande atención y cuidado los sitios y valles de las Vacas, Chimaltenango, Alotenango, Milpas de Luis de Alvarado y de Pedro de González Nájera y el valle del Tuerto ó de Panchoy, cuya etimología es Laguna Grande: que en todos hallaba defectos conliderables, por donde la ciudad no podia permanecer mucho tiempo en ellos: vá especificando los inconvenientes que en cada uno encontraba; y concluye que el unico lugar donde se puede plantar la ciudad es el valle de Panchoy, porque en él se aparta del peligro de los volcanes, que nunca podran inundarla, está resguardada del Norte con los cerros que la rodean, tiene abundancia de aguas, que naciendo muy altas corren por este valle sobre las haz de la tierra y se pueden encañar y llevar fácilmente por todas partes: que dicho terreno es llano, y por esto cómodo para la formación de las plazas, calles y casas; y tan dilatado, que por mucho aumento que tome la Ciudad, tendrá suelo donde estenderse, hasta ocho o nueve leguas de circunvalación: que dicho sitio en todos tiempos esta bañado del sol y es tan fértil que todo el año se vé cubierto de yerba, y por esta parte bueno para apacentar bestias y ganados: que es también abundante de bastimentos, y tiene en sus cercanías copia de pueblos para su servicio y abasto: que en sus inmediaciones hay gran proporción para fabricar teja, ladrillo y adoves: que en los cerros que rodean el valle se encuentran canteras á distancia de dos ó tres millas; y no lejos se halla la cal y el yeso. Por lo que juzga, afirma y asegura, que en el referido valle del Tuerto, y no en otra parte, conviene asentar la Ciudad de Santiago

Estas razones parecieron tan convincentes á los Gobernadores y Capitulares, y los principios en que se fundaban eran tan notorios, que se vieron obligados á variar de dictamen; y estimulados del clamor del pueblo, é instancias del vecindario, determinaron prontamente se plantase la ciudad en el espresado valle de Panchoy, que es el lugar donde hoy se vé situada la Antigua Guatemala. El Cabildo en que esto se acordó según parece, se tuvo el 22 de Octubre de 1541 y tomaron los vecinos este negocio con tal empeño, que por Mayo de 42 ya estaba poblada mucha parte de la nueva traza; bien que la delineación de la nueva ciudad no se hizo hasta el 21 de Noviembre de 42. Este dia, habiendo venido en procesion, con gran júbilo y alegría, del sitio antiguo al nuevo, se tiraron las cuerdas para la planta de la ciudad E. O. N. S. faena en que gastaron los dias 21 y 22 de dicho mes. Desde este dia dice el cronista Fuentes (par. 1º lib. 5º cap 1º), se comenzó á celebrar el Santo Sacrificio de la Misa en la ermita de Santa Lucia; pero la traslación de la Catedral no se hizo (según el P. Remesal lib. 7º cap. 5º) hasta el dia de Corpus de 1543. En este sitio de Panchoy permaneció la Ciudad de Guatemala desde el referido año de 1542, hasta el de 1776 que se trasladó al valle de las Vacas, de resulta de los formidables terremotos del año de 1773.

Pero me es indispensable advertir que aunque los referidos temblores de 29 de Julio de 1773 fueron en estremo grandes y espantosa la ruina que causaron en Guatemala; ni ésta, ni los otros fueron del tamaño que se pintan en dos cuadernos impresos en el pueblo de Mixco, el año de 1774: los autores de estas dos relaciones se empeñaron en presentarnos una pintura de la referida ruina, tan realzada y abultada, que no es posible conozcamos por ella su prototipio. Se ven estampadas en los citados cuadernos proposiciones que por mas que trabajo el ingenio en darles un sentido ó interpretación en que parezcan verdaderas, no se puede conseguir. Para convencer á mis lectores de esta verdad, omitiendo varios pasajes de las espresadas relaciones, solo pondré á la vista uno de cada una. En la primera, después de haber contado muy por menor las diligencias practicadas en el examen y esploracion de los sitios para la traslación de la ciudad, hace el autor una relación del estado en que quedó Guatemala, de resulta de los espresados temblores, sacada de los autos formados sobre la materia. En esta relación, al folio 12 párrafo 44, se dice asi: En la (casa) de las Niñas de la Presentación, dice el ingeniero, que quedó cuarteada su iglesia y arruinadas sus bóvedas. Es constante que esta iglesia jamas tuvo bóvedas: hay todavía muchos testigos de esta verdad, ¿cómo pues se pudieron arruinar sus bóvedas? En el segundo cuaderno se refiere, con las palabras mas pomposas y espresivas, la fábula mas mal forjada que se ha dado á luz: en los folios 30 y 31 se dice asi: Testifican personas autorizadas, en quienes no es sospechosa la verdad, haber visto la tarde del ruinoso formidable terremoto, que dividido a violencias de su impulso, en dos mitades el gigante volcan de Agua se abrió y separó notablemente una de otra; y que a continuación del mismo movimiento, restituyéndose y colocándose en su antiguo sitio, se reunieron ambas partes. Un fenómeno de esta naturaleza, una novedad de este tamaño, se ocultó á millares de personas que fuimos testigos del lamentable catástrofe de nuestra patria: nadie vio tan admirable portento, nadie tuvo noticia de tan singular suceso: de suerte que cuando salió á luz la citada relación, nos cogió tan de nuevo este acontecimiento, como si hubiera acaecido en el Vesubio ó en el Hecla. ¿Y será posible que un fenómeno tan patente á los ojos de todos, solo lo viesen las personas que lo refirieron al autor del cuaderno? ¿Será posible que estas mismas personas solo contasen esta novedad, jamas oida, al espresado autor y guardasen un profundo silencio y el mas rigoroso secreto á los demás, y esto en tiempo que se tenia por mérito publicar y exagerar todo lo que podia ser adverso á ese desgraciado lugar? He hecho estas reflexiones, no por satirizar á los referidos escritores, sino porque corriendo impresas estas relaciones tan circunstanciadas y autorizadas, encontrándose en ellas estas patrañas, que no se ven referidas en esta historia, se me culpará de omiso, en callar unos sucesos tan notables y dignos de escribirse, como la división del volcan.

Quedó la Ciudad de Guatemala, de resulta de los referidos terremotos del año de 1773, hablando con exactitud y puntualidad, bastantemente maltratada; mas no tan generalmente destruida como la vieron los ingenieros, arquitectos y escribanos. Es cierto que se vé arruinada en aquellos barrios que se hallan en parages altos, como los de Candelaria, Santo Domingo, Chipilapa y parte del de San Sebastian; pero en el centro de la ciudad hubo casas que quedaron destruidas y casas que permanecieron buenas y aun se ven en el dia con muy leves daños; mas en las partes bajas, como los barrios de San Francisco, el Tortuguero, el Chajon y otros, fué corto el perjuicio que esperimentaron los edificios. Pero como las fabricas mas costosas y las obras públicas, como la Catedral y otras iglesias, los palacios y conventos, por la mayor parte fuese necesario sacarlas de cimientos; y por otro lado fuese cosa esperimentada, que desde que los Españoles se establecieron en aquel valle, ya en el sitio de Tzacualpa, ya en el de Panchoy, nunca pasaron cincuenta años sin que la Ciudad de Guatemala sufriese alguna ruina notable, pareció mas conveniente trabajar una vez trasladando la ciudad á otro puesto, aunque fuese con mayores gastos, que reedificarla en el mismo sitio; porque aunque lo segundo fuese mas fácil y menos costoso, pero esto era trabajar para 30 ó 40 años, y plantándola en otro parage podia durar mucho mas. Agregábase á esto, que habiéndose suscitado la pretensión de trasladar la ciudad, por motivo de los temblores de 29 de Setiembre de 1717, que se asegura fueron menores que éstos, se consultó el caso al Señor Virey de Nueva España, el que fué de parecer se trasladase, como consta de despacho librado en 4 de Diciembre del mismo año, lo que por entonces no tuvo efecto. Mas ahora viendo la ciudad aun mas arruinada que el año de 1717, y trayendo á la memoria el dictámen del referido Señor Virey, se trató de poner por obra la traslación.

Celebróse para el efecto una junta de todo el vecindario, en los días 4 y 5 de Agosto de 1773, y en ella se decretó la traslación, con calidad de que S. M. la aprobase. Y pasando á la elección del lugar en donde se había de situar la ciudad, como los pareceres estuviesen discordes, se resolvió ponerla provisionalmente en el burgo de la Ermita, inmediato á el valle de las Vacas, ínterin se reconocían y exploraban el mismo valle de las Vacas, el de Jalapa, Jumay y cualquiera otro que se estimase conveniente. En 9 del mismo Agosto se tuvo otra junta para nombrar comisionados que examinasen los sitios propuestos y averiguasen sus buenas ó malas calidades; y para este encargo nombró el Señor Presidente al Oidor Decano Don Juan González Bustillo: el I. S. Arzobispo á los Prebendados Doctor Don Juan González Batres y Doctor Don Juan Antonio Dighero; y el Cabildo secular al Regidor Don Francisco Chamorro y al Licenciado Don Juan Manuel Zelaya. El 19 de Agosto salieron á su exploración los comisionados, con el Maestro Bernardo Ramirez y otros: examinaron de paso y por mayor el valle de Jumay: llegados á Jalapa reconocieron este sitio, ó hicieron todas las diligencias conducentes al efecto, conforme á las instrucciones que se les dieron, y concluídas con la mayor exactitud, se regresaron al establecimiento provisional de la Ermita. Aqui se hicieron iguales diligencias á las practicadas en Jalapa, bien que con mayor amplitud, pues se encontraba mayor copia de testigos, asi vecinos antiguos de esto valle, como médicos, ingenieros y arquitectos, que declararon cada uno por lo respectivo á su facultad. Evacuadas las refereridas diligencias y otras que se estimaron convenientes se convocó una junta general para el dia 10 de Enero de 1774, por medio de oficios que se dirigieron al I. S. Arzobispo, á las Comunidades, Cuerpos, empleados y algunos particulares. Juntos los vocales en el establecimiento provisional, se comenzó el congreso el citado dia diez; y este dia, el once y doce se ocuparon en leer un estrado de los autos formados sobro la materia: concluida esta lectura, se hizo saber á los vocales un auto del Señor Presidente del dia 12, en que se previene á los seculares, se ruega y encarga á los eclesiásticos, que esponga cada uno su dictamen, con entera libertad, según lo dictare su conciencia, sobro estos dos puntos: 1º Si será conveniente que se reedifique la Ciudad de Guatemala sobre sus propias ruinas ó en alguno de los campos que la rodean? 2º En caso de trasladarse dicha capital, en donde será mejor situarla, en el valle de Jalapa, ó en el de las Vacas? El dia 14, señalado para la determinación, se dijo misa del Espíritu Santo en la ermita de Nuestra Señora del Carmen, á que asistieron todos los vocales: después se regresaron á la sala capitular y procediéndose á la votación sobre el primer punto, cuatro vocales sufragaron por la reedificación; y los setenta y cinco restantes votaron por la traslación. Pasando al segundo punto, todos fueron de parecer que era mas proporcionado y ventajoso para asentar la ciudad el valle de las Vacas que el de Jalapa.

Mas como en la estension de este valle de las Vacas se comprendan varios sitios, mandó el Señor Presidente que por los mismos comisionados se reconociesen los parages del espresado valle. En cumplimiento de este auto, se esploraron los llanos nombrados: La Culebra, Piedra parada, El Rodeo y El Naranjo: concluidas estas diligencias, pasaron los autos por voto consultivo al Real Acuerdo; y los Señores que lo componían fueron de parecer que convenia asentar la ciudad en el llano del Rodeo, y el Señor Presidente se conformó con este dictamen, por auto de 24 de Mayo de 1774. En este estado llegó el nuevo Fiscal de esta Real Audiencia, Don José Sistué, y suscitó la instancia de que sería mejor paraje para situar la ciudad el llano que intitulan de la Virgen que el del Rodeo: hízose reconocer dicho llano, y probadas las ventajas que hacia al del Rodeo, se revocó la primera elección y decretó la traslación de la capital al referido llano de la Virgen. Dióse cuenta de todo lo autuado á S. M. y en vista de ello, mandó se plantase la Ciudad en el espresado llano de la Virgen, contiguo al establecimiento provisional que se habia hecho en la aldea de la Ermita, como consta de cédula de 21 de Julio de 1775. En virtud de esta real disposición, el M. N. Ayuntamiento de esta Ciudad re radicó en el espresado establecimiento el dia 1º de Enero de 1776. Lo mismo ejecutó la Real y Pontificia Universidad de San Carlos, por el mes de Noviembre de 1777. El 22 de Noviembre de 1779 se comenzaron á celebrar los Divinos Oficios en la Catedral provisional: habiéndose antes trasladado á ella las imágenes del Santo Cristo de los Reyes y Nuestra Señora del Socorro. Y después se fueron estableciendo en la nueva traza las parroquias, Convento de Monjas é iglesias filiales, cada una según su posibilidad.

Pero las personas particulares, los artesanos y gran parte del pueblo, creyendo y parece que con razón, que la real voluntad era hacer una gracia á este vecindario, concediendo se trasladase la ciudad; pero no obligando á los particulares á abandonar sus casas y comodidades que gozaban en la Antigua Guatemala y venir á la nueva á buscar donde alojarse, pensaban quedarse quietos en sus solares. Por el contrario los Gobernadores del Reino, no entendiendo la cédula de 21 de Julio de 1775, como una simple gracia que concedía la traslacion, sino como un precepto rigoroso que mandaba la asolacion de la Antigua Guatemala, hicieron varias instancias y precisaron á los vecinos para que abandonasen aquel suelo proscrito. Estos, aunque les doliese privarse de lo que poseían en dicho lugar, porque no se pensase que se oponían al real beneplácito, salieron de Guatemala, y unos se trasladaron á la nueva ciudad, otros á los pueblos vecinos, de suerte que el dia 30 de Junio de 1779 se vió decierla y sola como un yermo la Antigua Guatemala, en cumplimiento de las órdenes del Señor Presidente: dando con este hecho los moradores de aquel infeliz lugar las pruebas mas convincentes de su heroica obediencia y sumision á las disposiciones del gobierno.[1] Asi permaneció la espresada ciudad, hasta que compelidos sus vecinos de la necesidad, fueron disimuladamente restituyéndose á sus solares, y poco á poco se fué poblando aquel lugar, de suerte que en el dia tiene mas de 8,000 moradores. Véase el tr. 1º cap. 4º § La Antigua Guatemala.




CAPITULO 5.º
Del Patronato del Apóstol Santiago respecto de la Ciudad de Guatemala.

Aunque el lugar propio de tratar esta materia era el tomo 3º donde escribiremos la historia de la Ciudad de Guatemala; mas como el patronato de Santiago tenga cierto enlace y conexion con algunos de los pasages históricos de que hemos hecho mencion en los dos capítulos prepara mayor claridad nos pareció mas conveniente discurrir sobre el referido patronato en el presente capitulo.

Es indubitable que la Ciudad de Guatemala desde su fundacion se llamó la Ciudad de Santiago: asi se vé nombrada desde los primeros Cabildos que se celebraron en ella y en muchas reales cédulas; y en la de 28 de Julio de 1532 manda S. M. que en la parte alta del escudo de armas de esta Ciudad, se ponga la imagen de Santiago, á cuya devocion fué edificada la dicha Ciudad. Es igualmente constante que el día que se trazó la Ciudad Vieja, se juró por Patrono de ella al Apóstol Santiago, y se prometió por el Cabildo solemnizar y festejar el dia de Señor Santiago, cuya advocacion es la de esta Ciudad. (Libro 4º de Cabildos folio 24). Tambien consta por dicho libro que en el mismo dia que se delineó la Ciudad, que fué el 22 de Noviembre de 1527, presentó Jorge de Alvarado, Teniente de Capitán General de este Reino, un escrito en que jura al Señor Santiago por Patrón especial de la Ciudad de Guatemala, y promete celebrarlo con vísperas, procesion y misa solemne y fiesta de plaza. En cumplimiento de este juramento se mandó en Cabildo de 20 de Julio de 1530, que se corra un toro el dia del Señor Patrón Santiago, que se compre del hato de Barreda y se le den por él 25 pesos de oro marcado de ley perfecta. Trasladada la Ciudad al valle de Panchoy el año de 1542, continuó Santiago en posesion de titular de ella, como se ve por Cabildo de 24 de Mayo de 1545, donde se dice: La Nueva Ciudad, por haberse mudado á este sitio, se manda que se llame la Ciudad de Santiago como antes. (Libro 5º de Cablido fólio 64). Igualmente se advierte en los libros de Cabildos, que asi este año de 1543 como los siguientes de 1544 y 1561, en Cabildos celebrados algunos días antes de la fiesta de Santiago, se manda solemnizar su fiesta conforme al juramento, con toros y cañas.

El motivo que hubo para nombrar por patrón de esta Ciudad al Santo Apóstol, ó intitularla Ciudad de Santiago, según el P. Remesal, lib. 1º cap. 2º, fué la devoción de los españoles á este glorioso Santo, por cuya causa esperaron su dia para hacer el estreno de la Ciudad. Pero el cronista Fuentes, tomo 1º libro 7º capítulo 6º, dice que el mismo dia de Santiago llegó el ejército Español á la córte de los Kachiqueles y fueron recibidos de paz por el Rey Sinacam; y que atribuyendo á la protección del Apóstol de España tan feliz suceso, lo tomaron por Patrón. Añade el referido Fuentes, que parece que el espresado Santo quiso mostrar que tomaba bajo su patrocinio á esta Ciudad; pues se sabe por antigua tradición que marchando el ejército por el valle de Panchoy, el mismo dia que entró en la córte de Coctecmalan, se vió al Apóstol Santiago al frente del ejército, montado en un caballo con la espada en la mano; y queriendo Don Pedro de Alvarado cercionarse del prodigio que sus ojos veían, hizo alto y preguntando á los soldados si veían aquella maravilla? todos á una voz le respondieron que si la veian. Por lo que para perpetuar la memoria de tan gran portento, mandó fijar en aquel sitio una Cruz que se formó de pronto, atando dos maderos con un bejuco. Habiéndose trasladado la Ciudad de Guatemala al espresado valle de Panchoy, en el lugar donde estaba la cruz, se colocó una Imagen de Santiago á caballo, en la forma que se apareció, y esta efigie, que es como de media vara, se ve todavía en un nicho formado en la pared, en la primera cuadra de la calle que va de la plaza mayor para el Convento de la Merced, á mano derecha. También hace memoria de esta tradición el cronista Vázquez, tomo 1º libro 1º cap 14; pero los autores de aquellos tiempos no dicen palabra sobre el caso.

Se opone contra el Patronato de Santiago la práctica del M. N. Ayuntamiento de esta Ciudad, de sacar en público paseo el estandarte real la víspera y dia de la fiesta, no del Apóstol Santiago, sino de la Virgen y Mártir Santa Cecilia: ceremonia que en las villas y ciudades de América se acostumbra hacer el dia del Patrón principal. El P. Fr. Francisco Vázquez, tomo 1º lib. 1º cap. 14, dice que el sacarse el real pendón el dia de Santa Cecilia, es porque como se asienta en Cabildo de 30 de Julio de 1557, dicho dia se ganó la Ciudad de Gualemala: lo que no se debe entender de la primera entrada que hicieron en ella los Españoles el dia de Santiago del ano de 1524, cuando fueron recibidos de paz por el Rey Sinacam, cosa que no es, hablando con propiedad, ganar la ciudad, sino posesionarse de ella; y asi, cuando se dice que se ganó esta provincia el dia de Santa Cecilia, quiere decir que se conquistó dicho dia del año de 1526. Pues habiéndose sujetado voluntariamente al Rey de Castilla los indios Kachiqueles el año de 1524, se suvlebaron el de 1526 y fueron subyugados por las armas españolas; y porque la última victoria definitiva se alcanzó dia de Santa Cecilia, se dice con razón que dicho dia se ganó la provincia; y desde entónce se miró á esta gloriosa Virgen como protectora especial de esta Ciudad. Añade el referido escritor, que habiendo suscitado el Síndico procurador la pretensión de que se sacase el pendón real dia de Santiago, en Cabildo de 24 de Julio de 1550, los Capitulares no accedieron á ello: para lo cual pudieron fundarse, en que siendo la función del paseo como una reseña ó memoria del triunfo conseguido el dia del Patrón, no habiéndose alcanzado victoria el dia de Santiago, porque no hubo oposición de parte de los indios, y si el dia de Santa Cecilia, pareció dia mas á propósito para sacar el real pendón el segundo que el primero.

El cronista D. Francisco de Fuentes, que trata este punto muy de propósito en el tomo 1º lib. 7º cap. 7º, asegura que desde los principios de la Ciudad de Guatemala se hizo la ceremonia del paseo víspera y dia de Santiago hasta el año de 1557, en que habiéndose alzado pendones en nombre del Rey Felipe II el 26 de Julio, un dia despues del de Santiago, se omitió el paseo la víspera del Santo Apóstol. Y en Cabildo de 30 de Julio del mismo año, se acordó se saque el real pendón con la solemnidad acostumbrada el dia de Santa Cecilia en que se ganó esta provincia; y desde este ano de 1557 se continuó haciendo el paseo en la fiesta de Santa Cecilia, sin que por acto dejase el Cabildo de reconocer por Patrón al Santo Apóstol, celebrándolo en la forma que tenia prometido, como se convence por los Cabildos de 12 de Junio de 1564 y 5 de Enero de 1578, en que se manda que las fiestas de Santiago, Patrón y Titular de esta Ciudad, se celebren. Y por lo tocante á fiestas de Iglesia no ha habido novedad hasta el dia de hoy: las de plaza, asegura el citado Fuentes, se hicieron hasta el ano de 1657, en que murió el Conde de Santiago, Presidente de esta Real Audiencia: al que dice este autor se acordaba haber visto no solo salir á los paseos la víspera y dia de Santiago, sino que corría estos dias á la brida con airoso, diestro y acertado manejo del caballo y firmeza y gallardía de cuerpo, siendo este caballero de 78 anos. Pero desde este tiempo se han omitido las referidas fiestas, sin que se sepa el motivo. Mas habiendo ocurrido al Superior Gobierno, por los años de 1724 el Procurador Sindico Don Juan Antonio Colomo, pidiendo que la fiesta del Apóstol Santiago se celebre como de Patrón de esta Ciudad, con los regocijoss que se hacia antiguamente, el Señor Presidente proveyó auto en que ordena que esta Ciudad disponga la fiesta del Santo Apóstol, como á quien toca; y por lo que pertenece á la Capitanía General se forme escuadrón y salva á dicho Santo. En cumplimiento de este auto, en Cabildo de 20 de Junio del mismo año, se acordó se celebre al Santo Patrón con toda solemnidad, poniéndose el estandarte, luminarias y atabales con el escuadrón que por el Señor Presidente se manda; y que dicho dia se lidien en la plaza dos toros amarrados y se haga todo lo que conduzca al mayor aplauso.

Habiéndose trasladado la Ciudad de Guatemala al valle de las Vacas, en territorio del curato de la Ermita, que venera por patrona á Nuestra Señora en el misterio de su gloriosa Asunción, mandó S. M. por este motivo que la nueva Ciudad se llamase la Nueva Guatemala de la Asuncion; quedando el titulo de Santiago á la villa de la Antigua Guatemala, y á la Santa Iglesia Metropolitana, que ha conservado al Apóstol Santiago en el patronato y como tal lo celebra, con asistencia de los Tribunales.




CAPITULO 6.º
De la reducción de los indios Zutugiles á la obediencia del Rey de España.

En los días que descansaba D. Pedro de Alvarado y su ejército en la corte del Rey Sinacam, ya fuese esta la gran plaza de Tecpan Guatemala, como quiere el Padre Vázquez, ya la famosa Ciudad de Coctecmalán, como juzga el Regidor Fuentes, era frecuente la conversación de Sinacam con Alvarado, sobre los malos procederes de su pariente el Rey de Atitlán, Señor de los Zutugiles, que auxiliaba al Cacique Acpocaquil, que se le había alzado con las mejores ciudades de su Monarquia: (estas ciudades, según el Padre Vázquez, eran la de Tecpanatitlan y su comarca; según Fuentes, la de Tecpan Guatemala y sus anexas). Y añadía Sinacam, que bien se daba á conocer la soberbia del referido Rey de Atitlan, pues sabiendo las grandes victorias de Tonaltiuh, (asi llamaban á Alvarado) y sus Teules (asi á los Españoles), no habia venido á dar la obediencia al Rey de Castilla, fiado en sus numerosas y bien disciplinadas tropas y en la fortaleza de su corte. Como el fin de los Españoles fuese dominar todos estos países, no fué necesario hacerles muchas persuasiones para determinarlos á esta campaña; mas antes de emprenderla, envió D. Pedro de Alvarado exploradores, que examinasen y reconociesen la situación, fortificaciones y demás circunstancias de la gran corte de Atitlan. Vueltas las espías, informaron de todo al Adelantado, el que aunque conció lo árduo de la empresa, pero temiendo que el ejemplo de estos podia animar á las provincias ya sojuzgadas á rebelarse, trató de hacer embajadas convidando con la paz y amistad de los Castellanos al Señor de los Zutugiles: tres veces se hicieron estos requerimientos al Rey de Atitlan y otras tantas fueron despedidos los mensajeros con aspereza y muestras de indignación.

Irritados los Españoles con tan reptetidas repulsas, se prepararon para la campaña, y dejando en Guatemala la tropa conveniente para su seguridad, marchó el ejército para Atitlan: componíase éste de 40 caballos, 100 infantes y 2,000 indios Guatemaltecos y lo capitaneaba el mismo Don Pedro de Alvarado: caminaba á convenientes jornadas, con buenos y seguros alojamientos, proveídos de viveres y abundante forrage para los caballos: y llegando á las inmediaciones de Atitlan, se volvió á convidar á los Zutugiles con la paz; mas estos, fijos en el dictamen de no rendirse, no solo tomaron las armas contra los embajadores, sino que afectaron acometer al ejército; pero sin apartarse del puesto que cubría su numerosos escuadron. Advirtieron entre tanto los nuestros, que á poca distancia de] ejército alojaba un grueso nervio de indios fortificados en el peñol de la laguna, y discurriendo que dejar a las espaldas aquella natural fortaleza podría ocasionarles funestas consecuecias, se acercaron á la ribera, y desde ella provocaron á los del peñol con algunos tiros de ballesta, que matándoles algunos soldados, los hicieron salir de su fortaleza y acometer á los Españoles: trabóse una larga y reñida batalla, que hizo desconfiar á nuestros de la victoria, hasta que viniendo la caballería en socorro de los infantes, acometió á los peñolistas y uniéndoseles las mangas de la infantería, hicieron retirar los indios á su peñol.

Interin duraba el combate, los indios de Guatemala apresaron algunas barcas al enemigo, que fueron muy útiles para darle alcance; porque avanzando los referidos Guatemaltecos por el agua y por una estrecha calzada que conducía al peñol y los infantes en las canoas, lograron nuestros indios, atropellando á los peñolistas, apoderarse de su eminencia: hicieron grandes esfuerzos los de Atitlan por recuperar su peñol; pero rechazados constantemente por la arcabucería, perdida la esperanza de la victoria, dejando muchos muertos y heridos, se echaron al agua y pasaron á nado á una isteleta, donde seguidos de los nuestros, aunque hicieron valiente resistencia, después de largo rato de combate hubieron de rendirse. Conseguido este triunfo por los Españoles, condujeron á tierra gran número de prisioneros: pasaron á el saco de los pueblos de la ribera, que habían abandonado sus dueños, y al dia siguiente marchó todo el ejército para Atitlan. No tuvieron nuestras tropas obstáculo que vencer en el camino y llegando á la gran corte del Señorío de los Zutugiles, la hallaron desierta y asolada, cosa que no se esperaba del valor y obstinación de estos indios. Para mejor asegurarse mandó Don Pedro de Alvarado que la caballería corriese la tierra, temiendo que aquella retirada de los de Atitlan, fuese ardid para coger á los nuestros desprevenidos; pero habiendo ejecutado la órden de su General, no encontraron indicio alguno de emboscada, ni de otra cosa que causase sospecha; antes por el contrario volvió la caballería con dos Caciques prisioneros. De estos se sirvió el Adelantado para hacer embajada al Rey é indios principales de aquella comarca, exhortándolos á que viniesen de paz á la obediencia del Rey de España, y que volviesen á residir á sus pueblos, donde se les entregarían todos los prisioneros, y serian muy bien vistos y honrados; pero que de lo contrario los hostilizaría y debelaría, como había hecho con los de Utatlan. Habían las desgracias pasadas rebajado mucho la antigua altivez de los Zutugiles, y asi, procurando colorar con algún titulo especioso su rendimiento, respondió el Rey, asistido de los principales y Caciques, de esta manera: Desde el Señor Axiquat, que estableció este Reino, aunque los Reyes convecinos procuraron sujetar por armas la tierra, jamas lo consiguieron. Pero sin embargo, yo aficionado al valor y esfuerzo de los Españoles, conociendo sus triunfos y bizarría, quiero con mis Caciques y principales cabezas de mi Señorío, ser amigo y dar la obediencia á tan gran Monarca, como el emperador de Castilla, que tan valientes y esforzados vasallos tiene.

Fué imponderable el gozo y contento del ejército español, viendo consumada esta ardua empresa, sin necesidad de pasar á mas sangrientas operaciones; y fué mayor su júbilo cuando advirtieron que continuándose la prosperidad á la voz y fama de esta victoria, todos los lugares del contorno de la laguna vinieron rendidos, con presentes de oro y mantas, á dar la obediencia á S. M. Recibió á estos nuevos vasallos del Rey de Castilla Don Pedro de Alvarado, con el agrado y sagacidad que acostumbraba; y por medio de su intérprete les dio á conocer las ventajas que sacarían de permanecer fieles á dicho Monarca y abrazar con todas veras la religión cristiana. Y tratando este caudillo de volverse á Guatemala, para mantener en sujeción aquella comarca, levantó un buen presidio en que dejó 418 hombres y por Cabos principales á Héctor de Chaves y Alonso del Pulgar. Desde este tiempo han estado sujetos á los Españoles los indios Zutugiles, permaneciendo fieles, aun cuando se sublevaron los Quichées y Kachiqueles.




CAPITULO 7.º
De la conquista de los pueblos del valle de Sacatepequez.

Aunque Sinacám, Rey de los Kachiqueles, dió espontáneamente la obediencia al Emperador Carlos V, pero los pueblos de su jurisdicción no todos siguieron el ejemplo de su Monarca; pues muchos y entre ellos los de este valle de Sacatepequez, no solo no se sujetaron á los españoles, sino que sacudiendo el yugo de su Señor natural, quedaron libres é independientes) (M. S. Kachiquel, folio 5). Ni paró en esto su osadía; pues comenzaron á infestar los países de los pueblos sugetos, robándose las indias y los indizuelos guardianes de las milpas y sacrificando á sus ídolos los corazones de aquellos niños inocentes. Cansados de sufrir tantas vejaciones los Caciques de Xinacó, Sumpango y otros, hicieron una embajada á los sublevados, diciéndoles que ellos obedecían á unos hombres hijos del sol, (asi llamaban á los Españoles) y que dejasen de hostilizarlos, porque de lo contrario darían noticia á sus amigos los hijos del sol, que mataban y herian con truenos á sus enemigos; pero que si querían obedecer a los Castellanos, ellos se obligaban á introducirlos á su amistad. Mas estos rebeldes, atropellando el derecho de gentes, sacrificaron á los embajadores, no dejaron vivo mas de uno que llevase la noticia, diciéndoles que pidiesen á sus amigos hijos del sol, que resucitasen á sus Tatoques (asi llamaban á los embajadores); y que ellos no se sujetaban á gentes no conocidas y cuando llegasen sus amigos, ya ellos habrían acabado con sus pueblos. Y poniendo por obra sus amenazas, acometieron con numerosas tropas á los pueblos sujetos: estos empuñaron prontamente las armas con brio y resolución para defenderse, y al mismo tiempo dieron aviso á Guatemala. Era por el mes de Enero de 1525 cuando pasaban estas cosas, pues como asegura la tradición de los indios, era el tiempo del tapisque, esto es, de la cosecha del maiz; y hallándose Don Pedro de Alvarado á esta sazón en la guerra de Atitlan ó de los Pipiles, el Teniente General que quedó en Guatemala con suficiente presidio, dió aviso al Adelantado, é hizo marchar al socorro de los indios amigos, mil Guatemaltecos, con diez arcabuceros por Cabos, y por Capitán General del ejército á Antonio de Salazar, Caballero de gran crédito y de valor conocido.

Salieron estas tropas de Guatemala con la mayor aceleración, y no intermitiendo sus marchas, llegaron al pais de la campaña á tiempo que se empezaban y esgrimir las armas y arrojarse y disparar vara á flechas unos indios á otros. Sin embargo de la llegada de los nuestros, continuaron las Sacatepequez firmes y sumamente briosos en el combate; y aunque morían muchos de los suyos, les entraban por instantes nuevos socorros. Al tercer dia de la batalla les llegó á los Españoles un poderoso refuerzo que les envió Don Pedro de Alvarado, que se hallaba libre de la campaña de Atitlan: componíase este de veinte corazas, diez arcabuceros, doscientos indios Tlaxcaltecas y Mejicanos. Eran tan frecuentes las quiebras y rotas que sufrían los rebeldes, que sin embargo de ser innumerables sus escuadras, desflaquecidos de valor y de gente, llegaron á pensar en el rendimiento. Mas á este tiempo se introdujo al Consejo de los Caciques y Capitanes un indio anciano llamado Choboloc, de baja estirpe, pero de claro entendimiento: este buen viejo, llevado de curiosidad ó de inclinación á los ejercicios militares, se condujo á la eminencia de un cerro, de donde observó y reparó el diverso modo con que peleaban los indios y los Castellanos, y asi los propuso á los del Consejo que al romper el dia distribuyesen su escuadrón por millares, y que peleando el primero al tiempo de la retirada cubriese el puesto el otro que le seguía, y que asi se sucediesen y alternasen hasta el último millar de sus tropas, cubriendo siempre el último puesto el escuadrón que salia de retirada, para rehacerse y refrescarse á salvo; porque había reparado que los Teules de Castilla y sus gentes no acometían todos á un tiempo, sino por mangas, unos tras otros.

Siguieron los Sacatepequez el acertado y prudente consejo del anciano, y con él se mantuvieron todo el quinto dia con pérdida de los nuestros. Al aclarecer el sexto dia, aparecieron los Castellanos en la campaña con apariencias débiles á vista de los rebeldes, que reputándose vencedores acometieron soberbios á nuestro ejército; y haciendo éste una retirada con orden militar cerca de una quebrada, al tiempo que cebados en el avance los contrarios desordenaron sus escuadras, salió de entre las altas y espesas breñas de la quebrada una gran tropa emboscada de los nuestros, que cojiéndolos en medio, apretaron de suerte la batalla, que rotos y desbaratados, huyeron temerosos y desordenados á los montes, quedando en el campo gran número de muertos y no menor de prisioneros, entre estos algunos Caciques y principales; y los pueblos de los Sacatepequez bajo la dominación de los Españoles. Mas como la esperiencia habia enseñado desconfiar de los indios á Don Pedro de Alvarado, en cada pueblo grande que conquistaba dejaba un buen presidio militar que lo asegurase; y asi en este de Sacatepequez quedaron 10 Españoles y 140 Tlaxcaltecas, por Capitán y Cabo principal Diego de Alvarado.

CAPITULO 8.º
De la expugnación de la gran plaza de Mixco.

Ya dejamos dicho en el cap. 2º de este tratado, como la ciudad de Mixco, plaza fuerte de los indios Pocomanes, se hallaba situada en un sitio eminente é inexpugnable, ceñido de peña tajada, que no daba entrada sino es por una senda estrecha y empinada, capaz para solo un solo hombre; de suerte que con dos defensores que hiciesen rodar piedras de lo eminente era bastante impedimento para estorbar la entrada en esta plaza al ejército mas poderoso; pues era grande y evidente peligro para un hombre solo que habia de subir en pos de otro, por senda tan estrecha y empinada, el encuentro de una piedra. Mas como en aquellos tiempos las dificultades y peligros fuesen para nuestros valientes Españoles estímulos para acometer la empresa mas ardua; y por otro lado se tuviese noticia que, á imitación de los Mixqueños, otras naciones se fortificaban en sitios impenetrables, ordenó el General Don Pedro de Alvarado á su hermano Gonzalo, que con dos compañías de infantes y una de corazas, cuyos Cabos eran Alonso de Ojeda, Luis de Vivar y Hernando de Chaves, se adelantase á asediar aquella plaza, en tanto que él en persona partía á la espedicion. Pero habiendo llegado estas tropas al sitio, y reconocídolo por muchas partes, convencidos que no tenia otra entrada que la referida senda; y por otra parte escarmentados con los daños que habian recibido de la piedra y flecha que les arrojaban los de Mixco, se hallaban los Capitanes cercados de dificultades, cuando llegó Don Pedro de Alvarado. Y aunque este insigne Capitán reconoció los graves riesgos á que se esponia el ejército en la prosecución de esta empresa; mas confiriendo el caso con sus Capitanes, se resolvió que no convenia á la reputación de las armas Españolas desistir de este intento sin perfeccionarlo; porque esto seria motivo para que otras naciones se fortificasen de la misma suerte; y aun los indios conquistados, con este ejemplo se levantarían y fortificarían en sitios semejantes; y asi se decretó en este congreso continuar la expugnación de Mixco.

Intentaron desde luego asaltar la eminencia, y para esto dieron á entender que acometían por escalada por otro sitio, aunque sin vereda, menos profundo, creyendo que se apiñarían en este puesto los defensores y dejarían libre la entrada por la senda; pero no sucedió asi, porque como los indios eran muchos y acostumbrados á semejantes asechanzas, se pusieron á la defensa por ambos sitios, y arrojando desde ellos contra los nuestros copia de piedras y zaetas envenenadas, les hacian grave daño: por lo que recelando Don Pedro de Alvarado su desastre, mandó retirar la gente á los alojamientos de la campaña. Mas aquí fueron acometidos con gran fúria de los indios Chignautecos, auxiliares de los Mixqueños (M. S. Xecul de Don Juan Macario, fólio 7): fué terrible y prolongado el combate entre uno y otro ejército: murieron en él mas de 200 Chignautecos y algunos Tlaxcaltecas, entre estos los valerosos Capitanes de su nación Don Juan Suchiat y Don Jerónimo Carrillo: muchos españoles salieron heridos: García de Aguilar hizo prodigios de valor en esta batalla, porque habiéndose quedado atrás en una retirada que hicieron los Españoles, cargaron sobre él mas de 400 indios, que cercándole á un tiempo por todas partes, después de largo rato de combate, bañado en sangre, perdió el caballo y las armas; mas el caballo, aunque sin ginete, á coces y manotadas, se supo defender de los indios que querían apresarlo: García de Aguilar, sacando un puñal que traía ceñido y haciendo con él grande estrago en los indios, dio tiempo á que le socorriesen seis caballos, los que le libraron, aunque con muchas heridas.

El suceso de este combate y la valiente resistencia de Aguilar, desanimaron de tal suerte á los de Chignauta, que tomaron la retirada para su pueblo, y á los tres dias después de esta victoria, vino al campo español un enviado de los Caciques de Chignauta con un presente de oro, plumas verdes y mantas blancas, proponiendo los recibiesen de paz, bajo la condición de que estuviese secreto su rendimiento hasta la toma de Mixco; y que deseaban, para la seguridad de su amistad, verse con el Ahao Tonatiuh, esto es, Don Pedro de Alvarado, para declararle cierto secreto, que seria útil á los Españoles. Fué recibida esta embajada por el Adelantado con grandes demostraciones de agradecimiento y correspondido el regalo de los Caciques, con bonetes de grana, cuentas, cuchillos y otras cosas de Castilla. Tres dias tardó el Embajador en ir y volver con los Caciques, porque entonces distaba Mixco de Chignauta diez leguas: llegaron á los cuarteles del campo Español los referidos indios, y después de las salutaciones de una y otra parte, dijeron los Chignautecos que los Mixqueños nunca podian ser apresados, aunque se ganase la eminencia; porque tenían una gran cueva ó conducto subterráneo, por donde podian hacer su retirada á las vegas del rio; y que en este parage, donde se halla la boca del referido conducto, convenia poner una celada de Españoles que los apresase. Aceptaron los nuestros la proposición de estos indios y se despacharon al referido sitio de la vega del rio 40 hombres, entre ballesteros y de á caballo, a cargo de Alonso López de Loarca.

Pero restaba la mayor dificultad, que era entrar á la plaza de Mixco por la estrecha vereda que hemos dicho, no habiendo otra parte por donde poderlo hacer. Para esto se dispuso que se subiese por la espresada senda, caminando uno en pos de otro, precediendo un rodelero que escudase al ballestero que le seguía: tras esto fuese otro rodelero que defendiese el arcabucero que venia tras él, y asi se formase la deshilada hasta ganar la eminencia. Ofrecióse á llevar la delantera en esta peligrosa subida, Bernardino de Arteaga,que habia dado bastante prueba de sus arrestos valerosos en otras ocasiones; é invocando á Dios y al Apóstol Santiago, entraron en la citada senda guiados por Arteaga; caminaban con tanto brio y ligereza, que ni los tiros de zaetas, ni las piedras que arrojaban los defensores no los detenían, antes hacían grande estrago en los de Mixco nuestros ballesteros y arcabuceros: de esta suerte iban ganando los Españoles mucho espacio de aquella peligrosa vereda; mas hallándose en parage donde se estrechaba la senda, cayó do lo alto una gran piedra que dando en la pierna á nuestro Arteaga, le hizo venir al suelo perniquebrado; pero sostituyéndole Diego López de Villanueva, sin menguar nada de su ardor, continuaron su camino, no obstante las flechas, varas y piedras que descendían contra ellos, hasta llegar á sitio mas espacioso: aqui enfilándose brevemente en cuantas hileras permitía el terreno, se trabó una bien reñida batalla, en que desembarazado y suelto el valor español de aquella senda estrecha, que lo había tenido como ligado, hizo una espantosa carnicería en aquel campo, que dentro de breve tiempo se vio sembrado de brazos, cabezas y cuerpos truncos. Con tan grave estrago, ocupados los indios de Mixco de turbación y espanto, empezaron á ceder a las armas españolas; pero habiendo los nuestros ganado la ultima eminencia de aquellos riscos, tuvieron que combatir con otro ejercito de indios, que de refresco los esperaba; mas como estos, á vista de las hazañas de los Castellano, se hallasen poseidos de temor, pelearon tibiamente, y desordenándose por instantes, habiendo recibido grave daño de nuestras armas, se dieron á la fuga. Unos fiados en la ligereza de sus pies, acostumbrados á pisar aquellos riscos, huyeron por la senda que desocuparon los nuestros: algunos se despeñaron, y los que escaparon de este riesgo, fueron hechos prisioneros del cuerpo de guardia, que estaba en nuestros alojamientos. Los que quedaron en la eminencia, queriendo huir por su famosa cueva, muchos antes de ganar la boca de la cueva fueron apresados por una tropa de infantes que los seguía; y los que se introdujeron por ella, llevando consigo sus hijos y mugeres, al salir á las vegas del rio, (M. S. Quiché de Don Francisco Garcia Calel Tezump, fólio 7), fueron improvisamente asaltados de los infantes y caballos que en este sitio los aguardaban, comandados por Alonso López de Loarca, logrando los nuestros hacer un gran número de prisioneros y entre ellos varios Caciques de los principales. Terminada felizmenír esta faccion, se retiraron los Castellanos con los vencidos á Chignauta y de alli á los alojamientos. Avisóse á Don Pedro de Alvarado, que se hallaba en Mixco, quien dispuso descender á la campaña; pero antes hizo dar fuego á aquella gran población, para que no sirviese mas de asilo á los rebeldes, y juntando los prisioneros que tenia en su poder, con los que habian hecho las tropas de Alonso López de Loarca, los pobló en el parage donde hoy se ve el pueblo de Mixco, apartado nueve ó diez leguas del sitio donde estaba antiguamente.




CAPITULO 9.º
De la casi general sublevación que hubo en este Reino el año de 1526.

Habia Don Pedro de Alvarado reducido con inmensos trabajos los principales Señoríos de este Reino, esto es, el de los Quichées, Kachiqueles y Zutugiles, el año de 1524, como hemos dicho en este tratado. Y subyugado la populosa nación de los Pipiles que se hallaba estendida por todas las costas de la mar del Sur, el año de 1525, como hemos referido en el cap. 6º tr. 2º de este tomo. Y conquistados los numerosos pueblos de Sacatepequez y espugnado la gran plaza de Mixco. Y pareciéndole á este ilustre Campeón que no tenia ya á que aspirar en estas tierras, determinó pasar á la corte á dar cuenta al Señor Emperador Carlos V de todo lo que habia aumentado los dominios de S. M. y á hacerle presentes sus gloriosas hazañas é imponderables trabajos para que le diese el premio correspondiente; y en Cabildo de 4 de Octubre de 1525 se despidió de esta Ciudad. Pero á este tiempo llegó noticia que Don Fernando Cortes se hallaba en la provincia de las Hibueras ó de Honduras; y le fué preciso á Alvarado ir á dicha provincia á cumplimentar á su Capitán General. Mas la jornada no la emprendió hasta el mes de Febrero de 1526, pues en 30 de Enero de este año asistió á Cabildo en la Ciudad de Guatemala. Corría presuroso Alvarado a verse con Cortes; pero en la Choluteca se encontró con los Capitanes Luis Marín, Bernal Diaz del Castillo y otros soldados, que habiendo venido con Cortes á las Hiburas, se regresaban por este Reino para Méjico: estos le dieron noticia como Don Fernando Cortes se había embarcado en el puerto de Trujillo y vuelto para Méjico; y asi so vinieron con Alvarado para Guatemala.

¡Pero fué rara la metamorfosis con que se encontró Alvarado! Las tierras por donde pocos dias antes pasó como Gobernador y Capitán General y en que recibió los honores correspondientes á su empleo, las halla ahora de guerra y sus moradores le niegan el paso como á enemigo; y las provincias que con tanto trabajo habia subyugado en el largo espacio de dos años, las encuentra sublevadas en el breve tiempo de unos pocos dias, y no solo una ó dos provincias, sino todas las que se comprenden en el largo terreno de ciento treinta y nueve leguas que hay de Chaparrastique á Olintepeque. No sabemos lo que dio motivo á la rebelion de los partidos de San Miguel y San Salvador; pero si lo que fué ocasión de que sacudiesen el yugo los Reyes Sequechul, Monarca de los Quichées, y Sinacam, Señor de los Kachiqueles, á cuyo ejemplo hicieron lo mismo los Señorios ó Cacicazgos de Sacatepequez, Pinula, Petapa y otros.

En la ausencia que hizo Don Pedro de Alvarado, por motivo de su viage á Honduras, es tradicion recibida generalmente, que dejó en Guatemala por su Teniente á su hermano Gonzalo, (no Jorge como equivocadamente han dicho algunos, porque este año de 26 se hallaba dicho Caballero en Méjico). El Teniente Gonzalo de Alvarado, queriendo enriquecer en breve tiempo, tiró tanto la cuerda, que hubo de reventar; pues inconsideradamente pidió 200 Alabones (esto es, niños), á los que impuso la obligación de que saliendo por los lavaderos de oro, le trajese cada uno un castellano de oro todos los dias; mas éstos como eran muchachos de nueve á doce años, faltaban muchos dias con el jornal, por andar en juegos y trabesuras propias de su edad. De aqui se seguía que Gonzalo de Alvarado hacia que los capataces de estas cuadrillas de niños, completasen lo que faltaba para los 200 castellanos: estas vejaciones, fermentando la rebelión entre los indios, y trascendiendo el descontento de unos á otros, se comunicó de los Mazehuales ó plebeyos á los Caciques ó nobles: amenazaban á Gonzalo de Alvarado con Tonalteul, que quiere decir el Sol de Dios,y era el nombre que daban al Adelantado; pero como no remediasen nada con esto, dieron parte á su Rey Sinacam. Este no estaba nada contento con los Castellanos, porque él cuando los recibió de paz, creía que tenia en ellos unos amigos que lo ayudarían á defenderse de sus contrarios y á sujetar á los vasallos rebeldes, y que por lo demás cada gefe mandaría á los suyos; pero cuando se vio privado de sus dominios y que Don Pedro de Alvarado se lo mandaba todo y era dueño de sus estados, y aun Señor del mismo Sinacam, cayó en la cuenta de su ligereza; y aunque disimuló por algún tiempo, presentada esta ocasión determinó sacudir el yugo que él mismo se habia impuesto.

Para poner en ejecución su proyecto hizo Sinacam embajadas á algunos Caciques, como los de Petapa y Pinula, para que lo ayudasen; y poniendo en libertad á Sequechul, Monarca del Quiché, que se hallaba arrestado en Guatemala desde el año de 1524, este también despachó mensageros convocando á los de Utatlan y demás pueblos de sus dominios, que remitieron sus tropas con gran presteza, atentos á ocupar por todos los medios posibles la Ciudad de Guatemala: iban estas regidas de los Señores mas grandes y príncipes libres, arrinconados y depuestos de sus Cacicazgos, y estos eran los que tenían mayor autoridad en los pueblos y mayor esperiencia y reputación en el manejo de las espediciones militares. Salieron pues los dos Reyes con los indios Guatemaltecos á la campaña, y divididos en dos cuerpos de ejército, acambó el uno en el valle de Alotenango, bajo las órdenes del Rey Sinacam, y el otro en el valle de Panchoy, al mando del Rey Sequechul. En tan inopinado movimiento fué necesario que los vecinos de Guatemala, abandonando el cuidado del gobierno político, pusiesen toda su atención en el manejo de las armas y ejercicios militares. Criáronse nuevas conductas y capitanías: nombróse por Cabo principal de la que se destinó para Olintepeque á Gonzalo de Alvarado, que ejecutando prontamente su jornada, asentó su real en el referido país, con 60 españoles de á pié y de á caballo, y 400 indios de vara y flecha, Mejicanos y Tlaxcaltecas. De las otras escuadras que quedaron por frontera en Guatemala, se nombró por Capitan de las que estaban alojadas en la parte del Sur, esto es, en el valle de Alotenango, á Hernando de Chaves; y del tercio que se hallaba por la parte del Norte, acia el valle de Panchoy, á Gonzalo de Ovalle. El primero resistió valerosamente cuatro acometidas que le hizo el Rey Sinacam, auxiliado de los indios de Alotenango y Aguacatepeque. El segundo también fué acometido de dos caracoles, á modo de escaramuzas, del tercio de Sequechul, y bien fué necesaria toda su destreza y pericia militar para batallar con estos indios por hallarse su ejército muy ordenado, atrincherado cubierto de foso muy profundo por las dos frentes de su escuadrón. Permanecieron nuestras escuadras alojadas en la descubierta campaña, sufriendo soles y lluvias los tres meses de Junio, Julio y Agosto.

Entre los pueblos rebelados se cuenta el de Petapa, uno de los mas famosos de esta comarca, asi en tiempo de la gentilidad, como en el de los Españoles. Gobernaba este pueblo el Cacique Cazhualan, que quiere decir vendrán los fieles, nombre que parece profético, pues en tiempo de este Cacique vinieron los fieles cristianos á predicar el santo Evangelio. Consta que el gran Cazhualan, como Señor natural y soberano independiente, nunca pagó tributo á los Reyes Utatlecos, Kachiqueles, ni Achíes; porque era Señor de una de las cuatro cabeceras, casando sus hijas con los de las otras; y mucho tiempo se conservaron en Petapa los Guzmanes sus descendientes en la estimación de Caciques principales, con muy buenas probanzas. Este Cacique Cazhualan, hombre de relevantes prendas, de fidelidad, gobierno y piedad, luego que llegaron los Españoles á Guatemala, dio espontáneamente la obediencia al Rey de Castilla; pero muchos de los principales de este numeroso pueblo tuvieron á mal este hecho, pareciéndoles demasiada facilidad y ligereza de Cazhualan, rendirse y sujetarse á gente estraña y no conocida, que algunos de ellos andaban en cuatro pies, (teniendo por de una pieza el caballo y el ginete), que todos eran Teules, esto es Dioses, que herían y mataban con truenos y que nunca los dejarían en el uso de su libertad, como lo habían gozado hasta entonces. Por este motivo hubo una sangrienta guerra civil entre los Petapanecos, tomando las armas unos en defensa de su Señor y otros en contra: siendo este segundo partido el Calpul principal de aquel pueblo, que se retiró á los montes vecinos (M. S. Kachiq. fól. 13). Mas al cabo de algunos dias estos rebeldes, fiados en el natural blando de Cazhualan, volvieron á sus casas, pidiéndole perdón del yerro cometido. Bien se conoció en los años siguientes que este rendimiento fué solo esterior, conservando en su corazón la rebeldía; pues lo mismo fué saber los Petapanecos la sublevación de los Kachiqueles, que sacudir el yugo y levantarse contra su Cacique y los Españoles, auxiliados del Señor de Pinula, dando mucho que hacer á los nuestros, pues con la ayuda de los Petapanecos mantuvieron la guerra los de Jalpatagua; y vencido este tropieso volvieron á acometer á Don Pedro de Alvarado en los llanos que llaman de Canales.

Lo mismo sucedió con los indios de Sacatepequez: estos pueblos rehusaron al principio sujetarse á los Españoles: reducidos á su obediencia el año de 1525, como dijimos en el capítulo 8º de este tratado, en el de 26 volvieron a sacudir el yugo, ya fuese por convite de Sinacam, ya como dijeron algunos de los suyos, porque uno de sus papaces, ó sacerdotes de los ídolos, llamado Panaguali, les habia referido que su dios Camanelon se le había aparecido muy enojado y triste, porque sus amigos Sacatepequez, desconfiando de su poder, se habían rendido á los Teules de Castilla, quienes venían á quitarles sus tierras y libertad; y que asi volviesen á empuñar las armas, que él los ayudaría y daría la victoria. Tomando pues este consejo, juntos y atropados los Sacatepequez, con grande algazara y vocería, acometieron como fieras rabiosas y carniceras al primer cuerpo de guardia del presidio: tocóse prontamente al arma, y acudiendo los del otro cuartel, juntos en un cuerpo abrieron paso por medio de la muchedumbre rebelada, con pérdida de unos y otros; pues de los nuestros quedaron prisioneros un español y tres Tlaxcaltecos; y marchando en tropa, tomaron la vuelta para Guatemala.




CAPITULO 10.º
De la reducción de las provincias rebeladas el año de 1526.

Caminaba, como decíamos, Don Pedro de Alvarado para Hibueras en busca de su Capitán General Don Fernando Cortes, acompañado de Gaspar Arias, Fernando de Alvarado, Diego de Villanueva y otros muchos conquistadores; y en el valle de la Choluteca encontró con Luis Marin que venia con Bernal Diaz del Castillo, Luis Sánchez y gran parte de los Caballeros que fueron con Hernan Cortes á las costas de Honduras: estos dieron noticia á Alvarado como Cortes se habia embarcado en Trujillo para Méjico. Con estas nuevas dio la vuelta para Guatemala el Adelantado con su ejercito engrosado con los soldados de Luis Marin; y bien hubo menester este refuerzo, porque encontró de guerra las provincias de Chaparrastique ó San Miguel, donde le mataron á un soldado que se decia Nicuesa y le hirieron otros tres: la de Cuscatlan, en que según la tradición tuvo recios combates que superar. No tenemos noticias del pormenor de estas batallas, pues aunque se halló en ellas el historiador Bernal Diaz del Castillo, solo dice en el cap. 193, que estas provincias estaban de guerra.

Vencidos estos obstáculos, pasó adelante el ejército; pero cuando mas presuroso marchaba para Guatemala, se halló con el paso cortado al llegar á los confines de Jalpatagua, por una multitud de escuadras de indios flecheros, con quienes se trabó batalla, bien que no fué muy larga, porque acometidas con gran brio por nuestra infantería desaparecieron aquellas escuadras, huyendo á las montañas vecinas. Pero restaba mayor dificultad, que era opugnar la fortaleza del peñol, asistida de muchos millares de defensores, que manteniendo aquella fortaleza natural, cerraban las vias para Guatemala. Yace el peñol de Jalpatagua en un sitio eminente, distante nueve millas del pueblo que le da el nombre,[2] dominando la senda y camino real por donde se transita de la capital á las provincias orientales del Reino, sin que haya desecho alguno por donde pudiese el ejército escusar este paso. Antes de llegar nuestras tropas á este estrecho, fueron acometidas de algunas escuadras de indios, con las que se trabó una reñida batalla; pero despues de largo rato de combate, dieron saliendo los indios á la deshilada, y retirándose al abrigo del peñol. Se eleva esta enorme mole muchos estados, vestida de peñascos rudos y estando cubierta de indios flecheros y circunvalada de profunda barranca que le servia de foso: fué necesario tres dias de sangrienta y continuada batalla y repetidos avances para dominarla; y esto no se consiguió sin grave pérdida de los nuestros; pues murieron en este asedio Hernando de Alvarado, Pedro de Baldivieso, Juan Alvarez, Fernando de Espinosa y Gonzalo Gómez, soldados todos de gran valor y reputacion.

Mas no terminaron aqui los trabajos de Don Pedro de Alvarado y su ejército; porque pasando adelante, en los llanos que llaman de Canales, se encontró con un formidable escuadrón de indios de los pueblos de Petapa, Pinula, Guaymango, Jumay y otros, con lo que se volvió á encender en ambos campos el furor de Marte, manteniéndose neutral la fortuna, hasta que viniendo en auxilio de los Españoles el Cacique Cazhualan, con los Petapanecos de su obediencia, acometió por las espaldas al ejército de los rebeldes, que viéndose apretados por todas partes, tomaron la retirada á las montañas y barrancas vecinas. Continuó sus marchas Don Pedro de Alvarado y su gente, y al acercarse á Guatemala, bajando la cuesta que llaman del Rio de las Cañas, sobrevino un terremoto tan formidable que no podían sostenerse en pié. (Ber. Diaz del Cast. cap. 189). Llegando por fin al valle de Panchoy, donde hoy está la Antigua Guatemala, encontraron en este sitio fortificado con buenos fosos y trincheras, un numeroso escuadron de indios que á cargo de Sequechul, Rey del Quiché, defendía esta campaña. Pero nuestros valientes Castellanos, no temiendo los peligros, ni parándose en dificultades, propasaron los fosos, penetraron las trincheras y sin perder un soldado, fueron á alojarse aquella misma noche á la Ciudad de Guatemala, á las casas de los Caciques sublevados, que las habían desamparado por asistir á las campañas y defender su capital. Envió Don Pedro de Alvarado á convidar á los Reyes Sinacam y Sequechul con la paz; pero habiéndolos esperado diez días en vano, Alvarado partió para Méjico; y los Caciques, desalojando los valles de Panchoy Alotenango, se retiraron á los montes de Quezaltenango, con sus tropas y pertrechos de Guerra. (Fuentes, tr. 1º lib. 9º cap. 5º.)

Luego que llegó á Guatemala Don Pedro de Alvarado, dispuso que saliesen á socorrer al fiel Cazhualan, los Capitanes Juan Perez Dardon, Pedro Amalin y Francisco Lopez y algunas tropas; con cuyo refuerzo y valerosa asistencia dentro de breve tiempo quedó pacificada y sujeto á la obediencia del Rey de España, y gobierno de su Cacique el gran pueblo de Petapa. Apenas había regresado este escuadrón de la referida espedicion, cuando la mañana del dia último de Agosto llegó á Guatemala el Capitán Diego de Alvarado con el presidio de Sacatepequez y refirió la sublevación de estos indios y sus comarcanos. A esta sazón trataba Don Pedro de Alvarado, con el mayor calor de su jornada á Méjico y para este efecto en Cabildo de 26 de Agosto de este año de 1526 nombró Alcaldes Ordinarios y Regidores, siendo uno de los Alcaldes Don Pedro Portocarrero, quien también quedó de Teniente General por la ausencia del Adelantado, que le dejó encargada la reduccion de los Reyes Sinacam y Sequechul. Pero como antes de que se partiese Don Pedro de Alvarado, llegase el presidio de Sacatepequez con la noticia que queda referida, ordenó Alvarado que el dia siguiente, primero de Setiembre, marchase el citado Teniente General con los Capitanes Juan Pérez Dardon, Bartolomé Becerra, Gaspar de Polanco, Gonzalo de Ovalle, Hernando de Chaves, Gómez de Ulloa y Antón de Morales, con 60 caballos, 80 arcabuceros, 150 Tlaxealtecos, 400 Mejicanos y 100 indios de Sacatepequez, que no habiendo entrado en la conjuración, se vinieron con los del presidio; que por todos componían un ejército de 700 hombres, divididos en ocho compañias, cuyos Cabos eran los Capitanes arriba mencionados. Al sétimo dia después de su levantamiento llegó al pais sublevado el ejército español y alojó en un pequeño valle: desde este sitio envió Don Pedro Portocarrero la caballería que regia Hernando de Chaves á que esplorase la tierra del enemigo y tomase lengua del estado de los rebeldes: volvió á breve rato este Capitán con dos prisioneros del pueblecillo de Ucubil, (que hoy no se encuentra el menor vestigio de él): estos dijeron que ellos estaban de paz y que aun en el pueblo de Sacatepequez había muchos indios de parte de los Castellanos; pero que los de este bando, no pudiendo resistir a los rebeldes que había dos dias les hacían cruda guerra, se habían salido del pueblo y retirado á las barrancas y rancherías de las milpas. También dieron noticia que al Español y Tlaxcaltecos que hicieron prisioneros los habían sacrificado á su idolo Camanelon.

Exasperado el Teniente General con esta noticia, tomó la marcha para el espresado pueblo de Ucubil, y habien hecho embajada á los amigos Sacatepequez que andaban por las milpas, se le juntaron allí hasta 800 hombres, conducidos por un indio principal llamado Huehuexuc, con los que ascendió el número de nuestros soldados á 1590 y se nombraron otros cuatro Cabos Españoles para que gobernasen las compañías de los Sacatepequez amigos: estos fueron Juan Rezino, Sancho de Baraona, Juan de Verastigui y Andrés Lazo. Con este ejército pasó Don Pedro Portocarrero á alojar á una legua del pueblo rebelado y les hizo embajada convidándolos con la paz, una, dos y tres veces; pero estos obstinados, lejos de acceder á las proposiciones amigables que les hacían, mandaron prender á los mensageros que tuvieron que salir á todo correr de los caballos, para no ser víctimas de sus crueles enemigos. Levantóse el ejército de aquel sitio y dirigió su marcha á una colina que dominaba la llanura; mas apenas se empezó á mover nuestro escuadron, cuando fué asaltado de un ejército como de 2,000 indios: procuraron los nuestros apretar y ceñir á los rebeldes en el terreno, y con esto obligados los indios á presentar la batalla, al cabo de media hora de combate, quedaron rotos y desbaratados, y se volvieron á emboscar para tomar la fuga. Continuó su marcha nuestro escuadrón hasta la referida colina, que á breve rato, sin contradicción del enemigo, se vio dominada de los Españoles. Al día siguiente vieron venir un ejército como de 5,000 flecheros, que acercándose á los nuestros comenzaron á disparar sus saetas envenenadas, con lo que no poco daño les hicieron; pero correspondiendo los Castellanos con la arcabuceria y con dos tiros de artilleria mataron tantos indios, que empezaron á volver las espaldas, bien que otros se mantenían en la retirada con sus zaetas; y avanzando inadvertidos los nuestros, descendieron á la llanura, donde acometidos de estos guerreros y de los que habían sido rotos en la batalla antecedente, cogiéndolos en medio, los pusieron en precisión de retirarse á largos pasos por lo mas ancho de la campaña; pero en lo mas vivo de la pelea dieron en unas rastrojos, donde enredados y detenidos de la caña y bejucos de los ayotes, casi presos de los embarazos y estorbos, quedaron rotos nuestros Españoles, con muerte de algunos indios amigos.

Retirose el ejército Castellano, é hizo su alojamiento en medio de dos peñoles tajados, lugar que pareció bastantemente seguro: aqui se curaron y regalaron los heridos, asistiendo á estas operaciones el mismo Teniente General. El dia siguiente tomaron nuestras tropas la marcha para el pueblo de Sacatepequez; pero al acercarse al citado lugar comenzaron á divisar un copioso número de guerreros, armados á su usanza con rodelas, macanas, picas, vara tostada, y muchos con arcos y flechas, y otros con hondas: venían vestidos con pieles de animales y plumas en la cabeza, y dirigiéndose contra los nuestros con gran vocería y descompasados gritos, se aproximaban á ligeros pasos al ejército español. Viendo esto Don Pedro Portocarrero mandó hacer alto y ordenó su escuadrón con la destreza y arte militar que acostumbraba: colocó la artillería al frente del ejército, guarneció los costados con la caballería y en el centro puso la infantería: de esta suerte esperó el avance de los indios, que acometiendo de golpe, recibidos con una diestra y unida carga, quedaron muertos y heridos algunos. Muchas veces se retiraron y volvieron á acometer los Sacatepequez á los Castellanos en este lugar, con bastante pérdida de una y otra parte; hasta que en una de estas retiradas de los rebeldes fué tal el estrago que hicieron en ellos nuestras armas, que volvieron las espaldas y se encerraron en su pueblo. Siguiéronlos en su fuga cinco escuadras de nuestra infantería, y lograron hacer prisioneros sin resistencia á ocho indios principales y con ellos á Panaguali, y otros dos papaces que salieron á recibir á los vencidos; con cuyo despojo pareciéndole al Teniente General suficientes rehenes, relitiró su campo al seguro domicilio de Ucubil, donde reposó tres dias, hizo curar á los heridos y pasar muestra del ejército: hallóse que habían muerto treinta y siete, el uno español llamado Villafuerte, nueve Tlaxcaltecos y veinte y siete de los Sacatepequez amigos, entre estos su gran caudillo Huehuexuc. A los tres dias de estar en Ucubil, mandó Portocarrero que fuese uno de los prisioneros al pueblo y diese aviso que el ejército iba otro dia á él, á asentar la paz; que lo esperasen con la seguridad que á nadie se le haria daño ni perjuicio: volvió el mensajero á puestas del sol del mismo dia y dijo que el pueblo estaba sujeto y esperaba á los Castilagüinac, esto es, á los Castellanos para dar la obediencia, á que habían faltado con harto daño suyo. Al siguiente dia salió de su alojamiento el ejército español, y caminando á lento y sosegado paso, llegó al pueblo de Sacatepequez y fué introducido en él por los principales; puestas las tropas en sitios convenientes, bien ceñida y presidiada la plaza principal, Don Pedro Portocarrero hizo venir á todos los principales del pueblo y á algunos del común, y á vista de todos mandó dar garrote al gran Sacerdote Panaguali, motor principal de este levantamiento. De esta suerte se terminó felizmente la guerra y sujecion de Sacatepequez y quedó esta comarca bajo dominacion de los Reyes do España.




CAPITULO 11.º
De la prision de los grandes Caciques Sinacam y Sequechul, el primero Rey de los Kachiqueles y el segundo de los Quichées.

Hallase tratado este notable punto de nuestra historia por los cronistas Don Francisco de Fuentes, Regidor de esta Ciudad y el R. P. Fr. Francisco Vazquez, Religioso Francisco; pero nos lo refieren con tan diversas circunstancias que qualquiera pensará son dos hechos enteramente distintos y y desemejantes. El P. Vazquez refiere esta bistoria con mas estension y mas circunstanciada: asegura que la ha sacado de manuscritos y tradiciones de los indios, que él mismo averiguó; pero se encuentran en su relacion algunos puntos difíciles de conciliar con lo que se refiere en los libros de Cabildos de esta Ciudad. El Regidor Fuentes, escritor en otras materias muy difuso, en esta se nota de diminuto: y lo mas raro es, que despues de haber referido muy por menor las batallas que costaron las reconquistas del peñol de Jalpatagua, Señorío de Pelapa y valle de Sacatepequez; despues de narrar la sublevacion de estos dos Reyes, y como acamparon con sus tropas en los valles de Panchoy y Alotenango, y despues se atrincheraron en el volcan de Quezaltenango; en este estado deja la materia y no vuelve á hablar de ella hasta el cap. 6º del libro 16 del tomo 1º, en la que la toca no de intento, sino por tratar de cierta fiesta que hacen los indios y llaman del Volcan, alusiva a esta batalla [3]. Mas como en casi todo este 2º tomo, por las razones que espusimos en su introduccion, hayamos seguido á este autor, y la materia tenga conexion otras muchas que hemos tratado conforme las trae el espresado historiador; y por otra parte su relacion esté mas acorde con los libros de Cabildos; nos ha parecido mas conveniente proponer ambos sistemas, para que los lectores hagan la critica de uno y otro.

Refiere el cronista Fuentes, en el cap. 5º del libro 9º de la primera parte, la sublevacion de estos Caciques, en la forma que la narramos en el cap. 9º de este tratado; y cómo habiendo alojado sus tropas en los valles inmediatos de la Ciudad de Guatemala, vuelto Don Pedro de Alvarado á la Choluteca, no queriendo acceder á las proposiciones de paz que les hizo el Adelantado, se retiraron al volcan de Quezaltenango, en este monte se atrincheraron y fortificaron estos Caciques, alojando en la cima, asistidos de muchos principales y gran séquito de combatientes y defensores. Don Pedro de Alvarado, sin embargo de que veia la necesidad que habia en este Reino de su asistencia; teniendo que indemnizarse de los gravísimos cargos que le hacían sus émulos ante el emperador, hubo de partir para la Córte, dejando por su Teniente á Don Pedro Portocarrero, Caballero noble y merecedor de estas confianzas. Este ilustre campeón, habiendo vuelto de la espedicion de Sacatepequez, sabedor de las hostilidades que los rebeldes hacian á los pueblos que permanecían bajo la obediencia del Rey de España, y considerando que si no se ponia remedio pronto, la sublevación iría tomando cada dia mayor incremento y la reducción de las naciones rebeladas se iría haciendo mas dificultosa; celebró junta de guerra, en que se decretó y resolvió la prisión de los Caciques.

Antes de partir para Quezaltenango Don Pedro Portocarrero, nombró á Hernán Carrillo, su compañero en el oficio de Alcalde Ordinario, Gobernador en lo civil y Cabo principal en lo militar, por el tiempo de su ausencia; y dispuso su marcha en la mejor forma que pudo. Componíase su ejercito de 215 Españoles escopeteros y ballesteros, 108 de á caballo, 120 Tlaxcaltecos y 250 Mejicanos, con 4 tiros de artillería que gobernaba Diego de Usagre; que todos hacían el número de 674 hombres: nombró Cabos para la caballería a Luis Dubois, gentil hombre de Cámara de S. M. y á Hernando de Chaves; y para las siete compañías de Españoles é indios, eligió por Capitanes á Bartolomé Becerra, Alonso de Loarca, Gaspar de Polanco, Gómez de Ulloa, Sancho de Baraona, Antón de Morales y Antonio de Salazar. Con esta disposición militar salió el ejército de Guatemala, y se encaminó para Quezaltenango: mas apenas habían andadotres leguas, cuando tuvieron que combatir con los indios del valle del Tiangues, ó de Chimaltenango; y por no detenerse. demasiado en este primer paso de su marcha, entresacaron del ejército 420 infantes para esta guerra, que quedaron á cargo de los Capitanes Pedro Amalin y Francisco de Orduña, (entonces vecino de esta Ciudad, después Visitador del Reino) con el fin de reducir á los referidos indios (Fuentes tom. 2º folio 586); y el resto del ejército pasó para Quezaltenango. Aqui tuvo la satisfacción de hallar á este numeroso pueblo fiel y constante en la obediencia y amistad de los Españoles, y sacando de él 2,000 indios flecheros, se fueron acercando á las fronteras de los rebeldes. Saliéronles al camino algunas tropas de indios, con los que mantuvieron varías escaramuzas; mas estos cedían con facilidad al impulso do nuestras arrisas. Pero al asomar el ejército español á la parte de un vallecete, le salió al encuentro un escuadrón de mas de 10,000 flecheros, que cogiendo al de los Castellanos no tan apercibido como convenia en tierra de enemigos, los hubiera arrollado, si el grande espiritu militar de Don Pedro Portocarrero no hubiese formado su escuadron en la forma que demandaba el terreno, doblando las filas, ínterin que la caballería combatía con los indios: y de esta suerte se mantuvo en batalla con aquellos rebeldes mas do tres horas, hasta que á una carga cerrada de la arcabuceria, matando á muchos de ellos y á su General Rubam Pocom, se vieron obligados á retirarse á la falda del monte, en cuya cima alojaban los Caciques Sinacam y Sequechul, asistidos de muchos principales y de una multitud innumerable de defensores. Don Pedro Portocarrero, mas reforzado de gente de la del pueblo de Quezaltenango y de los Españoles que habia dejado en Chimaltenango, repechó hasta la mitad de aquel cerro, é hizo marchar su ejercito hacia la cima; mas con tal orden, que en la marcha iba formando una figura triangular, ciñendo y estrechando de esta suerte á los rebeldes. Estos, desacordados y confusos, lo embistieron en tropa por varias partes; mas los nuestros, haciendo valiente resistencia al ímpetu de sus flechas, vara y piedra, los desbarataron, volviéndose unos á la eminencia, escapándose otros y rindiéndose muchos á los vencedores: entre estos quedaron los dos Reyes Sinacam y Sequechul, que permanecieron en prision quince años, hasta el embarco de Don Pedro de Alvarado para las islas de la especería.

El cronista Fr. Francisco Vázquez, en el tomo 1º lib. 1º cap. 14 fol. 67, refiere esta historia del modo siguiente: los Caciques Ahjotzotzil [4], Rey de los Kachiqueles, y su hermano Ahpoxahil, Rey de Sololá, habían ofrecidose por vasallos del Rey de España y vivían en buena armonía con Don Pedro de Alvarado; mas habiéndose ausentado éste de Guatemala, su hermano Gonzalo, que quedó con el gobierno, queriendo enriquecer en breve tiempo, impuso á los vecinos de la corte de Patinamit ó Tecpam Guatemala un estraño tributo: esto fué que 400 muchachos y otras tantas muchachas le diesen cada dia un canutillo del grueso del dedo meñique de oro lavado, sopeña de quedar esclavos. Cumplieron con lo mandado algunos dias; pero no pudiendo enterar la escesiva contribucion, pasó el codicioso Caballero al espresado pueblo y trató mal á los indios, hasta amenazarlos con la muerte. Refieren los indios que en este tiempo se les apareció el demonio y los animó á que se sublevasen y sacudiesen el yugo de los Españoles. El Rey Ahpotzotzil, ó instigado del demonio como escriben los indios, ó como es mas verosímil exasperado con las vejaciones de Gonzalo de Alvarado, determinó abandonar la amistad de los Españoles y recuperar por medio de las armas sus derechos y jurisdiccion. Con esta mira convocó á los Caciques de Tecpanatitlan, á los de Ruyaalxot, ó Comalapa, á los de Jilotepeque, Sacatepequez, Sumpango, Chimaltenango y otros, con cuyos auxilios se formó un ejército de mas de 50,000 combatientes: de estos se destinó parte para que cortase las sierras de Petapa, por donde habia ido Alvarado; y todo el nervio del ejército dió de improviso sobre los Españoles é indios que estaban en Almolonga; y como los Castellanos eran pocos, porque muchos se habían ido con Alvarado á Honduras, otros vivían en los pueblos de sus encomiendas, y por otro lado esta novedad los cogiese desapercibidos, muchos fueron heridos y otros muertos á manos de los indios, y los que escaparon con las vidas huyeron á Olintepeque [5].

Los Reyes Kachiqueles, para tener segura la retirada en caso de ser acometidos por los Españoles, se fortificaron en unos montes muy elevados, mas de diez leguas al oriente de Tecpam Guatemala, que llaman los indios Nimaché: el declive de estas montañas es tan precipitado, que para bajarlo es necesario atarse de una soga á los árboles y descolgarse; y asi dice el Padre Vazquez que bajó el Religiosos que le informó de todo esto. En esta eminencia edificaron los Reyes su fortaleza de piedra y cal y vivienda, con todas las precauciones convenientes para estar siempre seguros: por las barrancas que servían de foso a dicha fortaleza, pasa un gran rio que los podía surtir de abundante pesca, y en sus vegas y sabanas inmediatas habia copia de maizales, con que les era fácil conservarse en aquel sitio muchos años. A fines del mes de Agosto de este año de 1526, entró Don Pedro de Alvarado en Guatemala, con buen número de soldados, asi de los suyos, como de los de Luis Marin que se le juntaron en la Choluteca [6]; y hallando que los escuadrones de los indios Guatemaltecos lo esperaban con mano armada para impedirle el paso, sin acometer á dichos indios se encaminó con su gente para Olintepeque. Aqui juntos los Españoles que traía Alvarado, con los del Capitán Juan de León Cardona, que estaban en partido desde el año de 1524, y los que habían huido de Guatemala desalojados por los Kachiqueles, hicieron revista, y aunque hallaron que el número de soldados apenas llegaba á doscientos, eran los mas de ellos expertos y valientes, y se agregaba á esto que los indios de Almolonga estaban bien disciplinados, y los Quichées se ofrecieron á ayudarlos y proveerlos de viveres; y asi, habiendo labrado copia de pólvora con azufre del volcan de Tajumulco, y dejando la providencia conveniente en Quezaltenango, para lo que pudiese ofrecerse, marchó el ejército para la conquista de Guatemala.

Asentó su real Don Pedro de Alvarado en unos llanos que están fronteros al cerro Tzalazikinel, y á fin de que se diesen de paz los Kachiqueles, hizo varias correrías y alardes, ostentando pujanza y valentía: y envió por dos veces mensageros de paz á los dos Reyes, que no solo desecharon la oferta, sino que maltrataron á los embajadores. En este sitio fueron los Castellanos acometidos varias veces de los rebeldes: hubo batallas continuadas por muchos dias; y en la última de ellas entraron los Españoles en la gran córte de Patinamit, hazaña bien ardua y dificultosa; pues como ya hemos dicho, á esta plaza no se podía entrar sino es por una estrecha calzada de maderos, (tratado 6º cap. 4º.) Mas no se consiguió con ella la victoria, porque los Caciques con todos sus vasallos se retiraron á las encumbradas montañas de Nimaché. En éstas, como dijimos arriba, estaban bien fortificados y todo el declive del monte se hallaba poblado de gran multitud de defensores. Acercáronse los Españoles al pié de la montaña y asentaron su real á vista de los rebeldes: estos los provocaban con sus atabales, silbos, grita y alaridos, y derrumbando galgas, que á trancos y saltos hacían retumbar aquellas selvas, y ponían en no pequeño cuidado á los del cerco. Volvió Don Pedro á requerir de paz á los sitiados, por varias ocasiones; mas viendo que las respuestas eran desacatos á sus nobles y cristianas atenciones: que había mas de dos meses que estaban en aquel asedio: trató de dar el avance, pero antes hizo otro mensaje, convidando al Rey Ahpotzotzil con la paz. Rebelde y obstinado este Cacique rasgó la carta y mandó matar al mensagero: órden que se hubiera ejecutado, si no se hubiera dado luego señal de asaltar, con la que subiendo los nuestros por aquellos riscos como ciervos, lograron apresar al Rey Ahpotzotzil, que estaba en su fortaleza; y discurriendo por toda la montaña en busca del otro Rey Ahpoxahil, también le hallaron, siendo estos dos Monarcas aprisionados el trofeo de esta señalada victoria, con que quedó subyugada toda la nación de los Kachiqueles. Dicha victoria se alcanzó el dia 22 de Noviembre de 1526, y como este dia celebra la Iglesia á la V. M. Santa Cecilia, ha reconocido la Ciudad de Guatemala por su patrona á la referida Santa, y desde luego por este motivo se escojió el citado día del año de 1527 para la delineación de la Ciudad, en el sitio de Tzacualpa: y el mismo del año de 1542 se trazó la capital en el valle de Panchoy, y el de 1779 se comenzaron á celebrar los Divinos Oficios en la Catedral provisional en el valle de la Virgen. Finalmente, por la misma razón, en Cabildo de 30 de Julio de 1557 se acordó que víspera y dia de Santa Cecilia se saque el real pendon por las calles en público paseo.




CAPITULO 12.º
De la conquista y reducción de los indios Mames.

A la mitad del año de 1525, vuelto Don Pedro de Alvarado de la larga espedicion de la conquista do las provincias orientales y australes de este Reino, el Rey Sequechul, como otros Señores de su estirpe, hizo visita de bienvenida, con buen presente de oro y esmeraldas, a Don Pedro (M. S. Xecul, tit. Ahpopqueham,fól. 15), y entre las pláticas que tuvo con él, intentando disculpar la alevosía de su padre Chignaviucelut y dañar á los Mames, le dijo que en la traición cometida por su padre el año de 1524, no habia sido tanto la culpa de este Rey, como publicó la fama, cuando del Cacique Caibilbalam, Señor de los Mames, que lo incitó á que quemara á todos los Españoles dentro los muros de la Ciudad de Utatlan. Y si deseas, añadió este Cacique, castigar su delito, para lo que yo te serviré de guia, conseguirás con la muerte de los reos, muchos tesoros y una provincia dilatada. No desagradó esta propuesta á Don Pedro de Alvarado, como que siempre deseaba estender mas y mas sus conquistas: á que se añade ser para él una cosa nueva esta nación y Provincia, porque hasta entonces ignoraba que hubiese tales gentes en el Reino; pues cuando entró por Soconusco dejó estas tierras á un lado. Asi, muy diligente y presuroso juntó á sus Capitanes, les refirió la proposición de Sequechul, les hizo presente la importancia y utilidad que traería la posesión de aquel Señorío, la multitud de lugares que contenía, y en que cabían buenos y provechosos repartimientos, los aumentos de la corona y lo principal y mas interesante, sujetar aquellos bárbaros al suave yugo de la ley de Dios y atraerlos al conocimiento del Ser Supremo.

Todos convinieron en que se hiciese la jornada, y asi se dispuso brevemente que marchase para la referida provincia Gonzalo de Alvarado, con 80 Españoles á cargo de los Capitanes Antonio Salazar y Francisco de Arévalo, 40 caballos al de Alonso Gómez de Loarca; y 2,000 indios guerreros, Tlaxcaltecos, Mejicanos, Uzmatecos, Cholutecos, Quezaltecos y Kachiqueles, al mando de los Cabos Jorge Acuña, Pedro de Aragón, Bernardino de Oviedo y Juan de Verastigui: á los que se agregaban 500 gastadores de hacha, machete y azadón y gran número de indios tamemos, que condujesen los víveres y fardage. A principios de Julio de 1525 salió de Guatemala Gonzalo de Alvarado, caudillo de los mas afamados de aquellos tiempos, con toda esta comitiva, y se encaminó para el gran pueblo de Totonicapam, que fué la plaza de armas de esta espedicion, por estar en los confines de los Mames, y poder socorrer el ejército de aquel pais abastado de copia de maiz. Casi ocho dias (M. S. Quiché, fól. 9) tardó el ejército en atravesar la cordillera que media entre Totonicapam y el rio Hondo, detenido de la fragosidad de la sierra, elevación de las montañas, frecuencia de las lluvias y crecientes de los rios. Aguardóse dos dias para poder esguasar el referido rio, que aunque pequeño en otros tiempos, entonces lleno con las vertientes que bajaban de las quebradas, no daba vado. Llegó nuestro ejercito á una llanura, donde está situado el pueblo de Mazatenango: aqui habia una ancha ciénega, ven la parte eminente de aquel llano, una buena trinchera de maderos gruesos, con terraplén firme de paja y barro, coronada de gran multitud de indios Mames, que con silvos y algazara provocaban á nuestras tropas para hacerlas atravesar la referida ciénega, en que sin duda peligráran, si advertido Gonzalo de Alvarado por los Quezaltecos y guias del Rey Sequechul, no encaminara mejor sus tropas tomando un gran rodeo hácia la parte de Tramontana, hasta acercarse á la trinchera, en donde fueron recibidos con una lluvia de zaeta, vara y piedra, que sin darles tiempo á hacer pie, se vieron precisados á combatir con aquellos indios por largo tiempo. Gonzalo de Alvarado procuró animar á su gente, haciéndole presenta el servicio de Dios y honra de la nación, que en esto se conseguía, y mandó dar el asalto á la trinchera: encontraron los Españoles gran resistencia en los defensores; pero Alonso Gómez de Loarca, haciendo esfuerzos con la caballería, ayudado de los indios, hizo venir al suelo parte de la trinchera, con lo que se abrió bastante brecha, para que asi los caballos como los infantes pudiesen introducirse dentro las defensas de los Mazatecos. Y aunque todavía estos indios intentaron mantenerse con vigor y bizarría; mas no pudieron resistir a la fuerza de los caballos y de las armas españolas, y asi hubieron de rendirse, quedando muchos muertos en el campo. Conseguida esta victoria, se tomó posesión de aquel lugar en nombre del Emperador y pasó el ejército á otras acciones militares, dejando en aquel pueblo de Mazatenango el presidio conveniente á nuestra seguridad.

Apenas se apartaron las tropas españolas de la trinchera de Mazatenango, cuando resonando en la campaña gran rumor de tambores, flautas y caracoles, que llamaron su atención, y á poca diligencia divisaron un ejército de 5,000 indios armados que se les acercaban: (M. S. Xec. fólio 16) parecióle á Gonzalo de Alvarado salir á recibir á lo mas libre de la campaña á estos bien ordenados escuadrones de indios de Malacatan, y acometiendo la caballería á la vanguardia de flecheros, los rompió; porque aunque intentaron los indios resistir el impetu arrojado de los caballos, como no estaban acostumbrados á combatir con brutos, si no era con venados, aturdidos no sabiendo que hacerse, se metían por guarecerse de las lanzas españolas debajo los caballos; pero estas bestias, hollándolos y coceándolos, los dejaron maltratados y estropeados. Mas aunque la vanguardia de flecheros no pudo resistir este avance de la caballería, sostuvo el combate el batallón de picas, dando lugar en tanto que peleaban animosos á que las filas desordenadas se volviesen á componer y descargasen una gran lluvia de zaetas, piedra y varas tostadas: encendióse conel mayor furor la batalla, de suerte que cuanto era mas atroz en los indios el estrago, tanto era mayor la obstinación ó intrepidez con que se entraban por las puntas de las espadas y las lanzas; y no era menor el ardimiento con que disparaban sus gavias y piedras, haciendo dificultoso á los nuestros el sostener el combate, atormentados y entorpecidos los brazos con los golpes de las piedras; de modo que advirtiendo el Capitán Antonio de Salazar el caimiento con que sus soldados manejaban las armas, lleno de fervor y ardimiento les dijo: ¿A donde está el valor, Castellanos? Cómo se rinde el ánimo acostumbrado á vencer batallas tan árduas y sangrientas como las de Méjico y Utatlan: y si alli el aliento fué por conseguir nombre, aqui ha de ser por conservarle y defender las vidas: volved los ojos á vuestras propias hazañas, para no borrarlas ahora con el descrédito, ni ser victimas sacrificadas por estos bárbaros infieles. Tal fué el aliento y coraje que causó en los infantes esta memoria de sus pasados hechos, que como si del descanso salieran á la batalla, la renovaron con tan grande ardimiento, que entrándose por las escuadras enemigas, hicieron terrible estrago en aquellos infelices. Pero aun no se rendían estos valientes guerreros; hasta que advirtiendo Gonzalo de Alvarado, que un indio distinguido por su gran penacho y demás insignias, era el que mandaba y animaba á los otros, como cabo principal del ejército, asechando ocasión de acometerle á su salvo, en la primera que le ofreció la suerte, poniendo piernas al caballo y dirigiéndose contra este gran Cacique (Canilacab) y atravesándolo de parte á parte con la lanza, lo hizo caer muerto en tierra; con cuyo golpe, desordenado y confundido todo el ejército, volvió las espaldas quedando muchos indios en el campo y huyendo otros: siguieron á estos en su fuga los Castellanos hasta el pueblo de Malacan. Aqui recibió Gonzalo de Alvarado embajada de los principales de este lugar, (M. S. Quich. fól. 10) con presente de joyas y oro, pidiéndole la paz y ofreciéndole su amistad. Recibió este Capitan con agrado las cortas reliquias de la población de Malacatan y dejando este lugar con el presidio conveniente, pasó con su ejército al gran pueblo de Güegüetenango.

Halló esta córte de los Mames desierta y asolada: no se encontraron en ella habitantes, ni víveres, ni menaje en las casas, y muchas de estas se hallaban arruinadas. Habiendo descansado el ejército, mandó Gonzalo de Alvarado que la caballería en tropas separadas saliese á reonocer aquella gran campiña: una de estas cuadrillas, que capitaneaba Gaspar Aleman, encontró una manga de 500 indios flecheros; y como estos sintieron el rumor de los caballos, se pusieron en arma y se procuraron defender valientemente; pero muertos algunos y heridos muchos, tomaron la fuga: Gaspar Aleman, lleno de colera con una herida que habia recibido en el rostro, los siguió con sus soldados y logró hacer tres prisioneros, siendo uno de ellos el Capitan Sahquiab, que conducido á la presencia de Gonzalo, dijo que era uno de los Cabos del ejército de Caibilbalam: que este Soberano, desdo que oyó la llegada de los forasteros blancos, se habia retirado con toda su córte al gran castillo de Socoleo, en donde tenia mucha prevención de gente, víveres y pertrechos de guerra. Gonzalo de Alvarado, conformándose con las instrucciones del Emperador, hizo una embajada al Monarca Mame, con el Cacique Sahquiab, en que lo convidaba con la paz y le decia que su venida se reducía a darle noticia del verdadero Dios y de su santa ley y religión. Con este mensage partió el prisionero Sahquiab; pero ni él ni otros que se enviaron, volvieron con respuesta en los tres dias siguientes. No por esto desistió Gonzalo de solicitar la paz: remitió otros dos embajadores de la nación Utlateca, guiados por uno de los prisioneros; pero no dándoles audiencia Caibilbalam, fueron rechazados con una espesa lluvia de zaetas. Montó en cólera Gonzalo de Alvarado con este hecho de Caibilbalam, y sin esperar otra cosa, mandó marchar á su ejército para Socoleo.

Era esta fortaleza de Socoleo una de las mas famosas que tenían los indios en tiempo de su gentilidad: edificóla el Cacique Lahuhquich, Señor de los Mames, para defender sus estados contra las incursiones de los Reyes del Quiché. El cronista Don Francisco de Fuentes, que escribía por los años de 1695, asegura que por este tiempo se veía gran parte de este insigne edificio y lo describe con la mayor menudencia, como que lo examinó por sus propios ojos: al Oeste del pueblo de Güegüetenango, en una llanura como de doce millas de circunferencia, sobre el rio de Socoleo, que le da el nombre y le sirve de foso, estaba fabricada la fortaleza de que hablamos. Esta solo tenia una entrada tan angosta, que apenas podia pasar por ella un ginete: corre desde la entrada, á mano diestra un parapeto, edificado sobre el pretil del foso y se estiende por gran parte de aquel costado: vénse varios vestigios, ya del antemural, ya de lienzos de muralla, y otros que no se alcanza á descubir su destino: en un atrio se admiraban algunas columnas robustas, sobre cuyos capiteles se ponia de noche gran cantidad de téa, que ardía continuamente para esclarecer el contorno. Pero la principal fortaleza ó caballete alto de esta gran defensa estaba edificado en forma de gradería y se elevaba cosa de once ó doce varas desde su pavimento á la eminencia de su plaza de armas: esta la podían cubrir 40 infantes, 10 por cada rumbo: mayor número de defensores ocupaba la segunda grada, y se iba aumentando proporcionalmente este número, hasta la vigésima octava grada. Estas gradas se hallan cortadas á trechos con cortinas y parapetos, lo que hace muy difícil la subida; y asi, dice Fuentes, que intentó varias veces subir á la plaza de armas, y no lo pudo conseguir por los impedimentos y cortaduras, hasta que el indio intérprete lo guió y condujo á la eminencia. Se advertían también algunas ruinas como de alojamientos de los soldados: estaban estos alojamientos y defensas distribuidas con orden y proporción, y entre cada tres ó cuatro de estas piezas, se veia un atrio cuadrado, solado con argamasones finos de cal: todas las piezas de este castillo son de piedra canteada y por una que se halló despostillada, se conoció ser muy grandes, pues esta que decimos tenia tres varas de largo y cerca de una vara de ancho.

Antes de llerar nuestro ejército al referido castillo, los salió á recibir un escuadrón de 6,000 indios Mames, Cuilcos é Iztaguacanes, que luego que se acercaron á los nuestros, presentaron la batalla, disparando una espesa nube de zaetas y guijarros, que no poco maltrató á los indios amigos y aun los Españoles recibieron muchos golpes de piedras, de que no los podian defender los sayos colchados que vestían para resguardarse de las zaetas. Pero en el mayor conflicto de nuestra infantería, avanzando la caballería por el cuerno izquierdo del ejército de los Mames, lo rompió por varias partes, causando al mismo tiempo la infantería con los indios amigos tal desastre en aquella bárbara milicia, que á breve tiempo muertos mas de 500 indios y heridos casi todos, tocaron á retirada; y aunque á este tiempo salió un refuerzo de 2,000 soldados de aquella fortaleza, solo aparecieron en la campaña para ser deshechos y destrozados por nuestro victorioso ejército. Sacaron los Castellanos de esta batalla buen despojo de patenillas de oro, al costo de 40 indios amigos, tres caballos y ocho Españoles heridos, entre ellos el Cabo principal Gonzalo de Alvarado.

Muertos muchos de los enemigos y los demás retirados al castillo, considerando el Teniente General que en la rendición de esta fortaleza consistia la posesión de aquel Señorío, comunicado y conferido su dictamen con los otros Capitanes, todos convinieron en que se prosiguiese el asedio de la ciudadela de Socoleo: para, esto dividido el ejército en varias escuadras, que se acuartelaron en sitios convenientes, acordonaron la citada fortaleza. Asi persistió el campo español el término de dos dias, sin hacer mas que defenderse de las cargas de piedra y flecha que los sitiados daban al cuartel mas inmediato. (M. S. de Gonzalo de Alvarado, que paraba en poder de Don Nicolás de Vides y Alvarado, su descendiente.) Mas el tercer dia, tocándole explorar la campaña á Diego López de Villanueva, que regía diez caballos, divisó de la otra parte del rio algún humo: llamado de esta seña, pasando con gran trabajo aquel torrente, sin recibir daño alguno, logró apresar los bastimentos del Cacique Caibilbalam, que guardaban 500 flecheros, para introducirlos á las defensas: presa apreciable que abasteció nuestro ejército por algunos dias. Como no so pudiese avanzar á las murallas, por estar toda la fortaleza circunvalada de aquella profunda barranca, trató Gonzalo de Alvarado de hacer paso á la caballería é infantería por aquella parte del foso por donde pareció menos peligrosa la introducción á la plaza: para este, echando mano de algunos indios, y ayudando los Españoles, que también tomában la pala y el azadón, empezó á abrir paso de bastante anchura; pero como los indios defensores advirtiesen que aquella obra era precisamente para su ruina, procuraron embarazarla con el mayor conato: cubrióse en el instante el pretil interior de la barranca de honderos y otros defensores; mas como éstos no pudiesen acercarse á los nuestros, era mayor el daño que recibían de los arcabuces que el que hacian con sus armas. Trabajaban los Castellanos con grande esperanza de conseguir por este medio la entrada en aquella fortaleza, cuando divisaron un ejercito de 8,000 indios Serranos que dirigían su marcha hacia la campaña de Socoleo: venían éstos no ataviados de ropas ni adornados de plumas, sino embijados y en el trage de indios bárbaros. Con esta novedad, Gonzalo de Alvarado, dejando cubierta aquella batería comenzada y el puesto de su alojamiento á la frente de la fortaleza, con 400 indios y 40 Españoles escogidos á cargo de Antonio de Salazar, recogiendo á un cuerpo lo demás de su campo, salió á recibir al enemigo que le buscaba. Acercáronse ambos campos, acometieron con la mayor pujanza aquellos indios Serranos á los nuestros: una, dos y tres veces, se encendió con indecible furor la batalla, y quizá hubieran estos bárbaros cantado la victoria, si los Castellanos no hubiesen tenido el reparo de los sayos colchados de algodón, en que las flechas quebrantaban su fuerza y la ventaja de los arcabuces y ballestas y la grande ayuda de los caballos y lanzas, con que rompiendo y atropellando las tropas enemigas las ponían en desorden, y finalmente las obligaron á retirarse, dejando funestada aquella campaña con multitud de cadáveres de su estirpe. Y pudiera haber sido mas trabajoso para los nuestros este terrible combate, si el valeroso Capitán Antonio de Salazar no hubiese impedido la salida á los indios sitiados en la ciudadela de Socoleo, que por dos veces la intentaron ejecutar en socorro de los Serranos.

Concluida la facción quo hemos referido, volvieron los Españoles á continuar el asedio de la fortaleza de Socoleo: sentía ya el Cacique Caibilbalám falta de gente por los muchos que se le habían matado, é igualmente advertía grande escasez de víveres, y afligido sobre manera, intentó la fuga, avanzando en el silencio de la noche, por sobre los pretiles de la barranca, con algunos parientes y escolta de principales; pero fué su desgracia que dio con una de las róndas de campaña, de que era Cabo Juan de Pereda, y encontrando con aquella tropilla y preguntando por el nombre, como no se le respondiese, la acometió y disparó el darlo de una ballesta, con que atravesó el brazo á Caibilbalám, que sintiéndose herido, se volvió al castillo por la parte por donde había salido, quedando prisionero uno de aquellos principales, y no poco pesaroso Pereda de que no le diese su fortuna por presa la importante persona de aquel Monarca. Era ya el mes de Octubre: contábanse cuatro meses de campaña en un invierno proceloso, y ahora se empezaban á esperimentar intolerables yelos y escarchadas, juntándose á esto lo pantanoso del terreno, por lo que se comenzaban á sentir en el ejército graves calenturas. Temiendo Gonzalo de Alvarado ser acometido de algún ejército de indios en tiempo de epidemia, hizo poner á los enfermos en el lugar desamparado de Güegüetenango, que le servia para almacenar los víveres, escoltados de buen presidio; y para apresurar el asalto de aquella fortaleza, abandonóla operación de las azadas, por la industria de las escalas, haciendo labrar buen número, para poder servirse de ellas por varias partes; y de tal capacidad, que por cada una pudiesen ascender tres infantes: arbitrio de que no se hizo uso desde el principio, porque el intento era servirse de la caballería para ganar la ciudadela.

Hallábase Caibilbalam en el mayor conflicto: veia que dentro sus murallas era muy poco y casi corrompido el alimento: sabia que los Españoles le habían talado los campos: no se procuraba introducir en la ciudadela socorro de vituallas, que no diese en manos de los nuestros: no se encontraban yerbas en aquella fortaleza, estando todo el terreno solado de argamasones bidriados, y ya los Mames morían de hambre en gran número, después de haber comido los cueros de las rodelas, y hasta los cadáveres de sus semejantes. Consideradas tantas miserias por aquel infeliz Cacique, determinó redimir su pueblo, aunque fuese á costa de su esclavitud: hizo largas pláticas sobre la materia con sus Capitanes y principales Consejeros; y conviniendo éstos con el dictamen de su Señor que era indispensable el rendimiento, pidió plática con nuestro campo y suspensión de armas que se le concedió llanamente; y enviandosele un intérprete, dijo que quería ajustar paces con el gran Capitán de los blancos. Señalóse sitio para estas vistas entre la puerta de la fortaleza y el cuartel de la caballería: salió de su campo Gonzalo de Alvarado, acompañado de los Capitanes Alonso Gómez de Loarca, Antonio de Salazar, Francisco de Arévalo y otros doce personages de su Consejo: y á la seña de nuestras trompetas se vio abrir aquella puerta tanto tiempo cerrada á los Españoles, y salir por ella al gran Señor de los Mames, asociado de sus Capitanes; y acercándose los dos principales Cabos, desmontados los nuestros, Gonzalo de Alvarado se dirigió á Caibilbalam con los brazos abiertos; y dice en su M. S. Quise desde el principio tratarlo como amigo..... y procuré de mi parte hacerle mucha amistad; pero él, en viéndome que le trataba con amor, se le llenaron los ojos de agua: mostraba en su persona la nobleza de su sangre, y seria entonces como de cuarenta años. Pero después de aquellas primeras cortesías le bizo gran cargo Gonzalo al Cacique, de no haber querido la paz, con que le convidó y le hizo otras pláticas sobre la religión. A que respondió el Cacique gustaría de ser enseñado en las cosas que le decia de Jesucristo y obedecer al Rey de España con todos sus vasallos; pero que en esta suposicion lo dejase vivir en aquella fortaleza con la gente que en ella le había asistido, por recelarse de otros indios sus enemigos. A lo que contestó el Teniente General, que debia salir desarmado de la fortaleza, é entregarse con sus gentes; y que dicho Teniente había de pasar con la mitad de sus soldados al castillo, en señal de posesion que tomaba de él, y de toda la provincia por el Rey de España; y que mientras esto no se hiciese no levantaba el campo. Asi se ejecutó la entrega de aquella fortaleza, en cuya defensa asegura Gonzalo de Alvarado murieron 1800 indios. Después de esto mandó el Teniente General recorrer el pais y los pueblos sujetos á Caibilbalam; é hizo romper el tablón de piedra que servia de puerta y allanar el paso de la barranca que cenia la fortaleza; y dejando en Güegüetenango un buen presidio, y por su Cabo principal á Gonzalo de Solis, tomó la vuelta victorioso para Guatemala. Véase Fuentes tomo 2º libro 8º capítulos desde 18 hasta 23.




CAPITULO 13.º
De la opugnacion de la gran plaza de Uspantán.

San Miguel Uspantán es en el dia un pueblecillo de poca consideración, y muy corto vecindario: es visita del curato de Sacapulas, y está situado en los confines de las provincias de Totonicapám y Tezulutlán, (hoy Verapaz). Pero en tiempo de la conquista era sin duda pueblo muy crecido, córte de algún Cacique poderoso, y cabecera ó plaza de armas del Señorío de Sacapulas. Habían ya corrido cinco años desde la entrada de los Españoles en este Reino, sin que se hubiese pensado en subyugar á los indios de Uspantán: eran estos agrestes, rústicos y montaraces, y no dejaban de perjudicar á nuestras espediciones. Y asi en Cabildo del año de 1529 (lib. 1º antiguo, fol. 72) se trató de poner por obra esta conquista, se nombró por Cabo principal á Gaspar Arias, aquel año Alcalde Ordinrio de esta Ciudad, y se le dieron para el efecto 60 infantes y 500 indios amigos de los ejercitados y esperimentados en la guerra. Era el motivo del Cabildo, que no se quedase aquella cordillera ocupada de numerosos pueblos sin reducir; y que estos indios indómitos y fieros inquietaban y movían á los del Quiché, ya conquistados. Había ya mas de seis meses que trabajaba Gaspar Arias en esta espedicion, en cuyo tiempo, no obstante lo proceloso del invierno, tenia ya dominados algunos pueblos entonces bien numerosos y apreciables por su abundante territorio: hallábase Gaspar Arias sobre los muros de Uspantán,por el mes de Setiembre de 1529, cuando tuvo noticia que el Visitador Orduña lo habia depuesto del oficio de Alcalde, nombrando otro en su lugar: (lib. cit. fol 109) inquieto con este aviso Gaspar Arias, que siempre fué muy zeloso de su honor y reputación, sustituyó sus comisiones en Pedro de Olmos, que le pareció apropósito para facción de tanto peso, y entregándole las instrucciones y poderes correspondientes, partió para Guatemala á defender su justicia. ¡Cuanto mejor le fuera abandonarla, para no recibir aquí una afrenta y allá dejar perder lo ya adquirido!

Pedro de Olmos, ó muy resuelto, ó inadvertido, contra el sentir de los otros Cabos mas expertos, quiso dar un asalto al pueblo de Uspantán, que bien atrincherado, y guarnecida su albarrada, tenía á mas de esto una emboscada de 2,000 hombres, los que al tiempo de acometer los nuestros á la trinchera, los cortaron por la retaguarda, con grande asolación de nuestros indios amigos, y no poco daño de los Españoles, que salieron muchos heridos de esta pelea, entre ellos el Capitán Olmos. Pero lo mas doloroso de este infortunio fué, que quedando muchos indios prisioneros del enemigo, fueron sacrificados al ídolo Esbalanquen, sacándoles los corazones vivos para ofrecerlos al demonio. Con esto aterrados nuestros indios desampararon el campo y tomaron la vuelta para Guatemala: y aunque el Teniente de Gobernador del partido del Quiché, Juan de León Cardona, salió al paso y los detuvo; mas esta diligencia no pudo importar á nuestras gentes, cuando ya cargados de fardaje y de los pocos víveres que tenian, abriendo paso por muchas celadas de indios, hacían la retirada para Guatemala. Caminando los Españóles para Chichicastenango, les salieron á embarazar el paso 5,000 indios guerreros de Uspantan, con los que se trabó reñida batalla, en que dejando los nuestros por despojos al enemigo el peso de vituallas y fardaje por salvar las personas, marcharon con gran fatiga y trabajo hasta Utatlan, hambrientos y enfermos de disenteria y graves calenturas.

Avisado Francisco de Orduña del infeliz éxito de esta jornada, quiso enmendar el yerro; mas no le fué posible hacerlo de pronto, porque como estaban los miembros de esta República dividos en bandos, y los mas de ellos eneonados contra el mismo Orduña, por la afrenta y agravio hecho á Gaspar Arias, no pudo formar de nuevo las conductas. Mas como este Visitador se considerase mal visto de la nobleza y no muy grato á la plebe y la conciencia le avisase que por su causa se había perdido la empresa de Uspantan, no hallaba camino que tomar; hasta que atrayendo á su partido al Tesorero Francisco de Castellanos, persona de valor y de gallardo espíritu, comunicado el intento de la conquista de Uspantan, le nombró Cabo principal de la facción y publicó la jornada haciendo saber que salia á ella en persona, para asi estimular al vecindario a que se alistase; pero no le salió bien su idea: porque arbolado el estandarte, solo pudo juntar la diligencia de Castellanos 40 infantes y 32 caballos, que con 400 indios Tlaxcaltecas y Mejicanos, regidos por ocho cabos Españoles salieron para Uspantan. Marchó el ejército hasta Chichicastenango: de donde haciendo alto, les hizo Orduña embajada á los indios de Uspantan: penetraron los mensajeros con muchas dificultades y peligros hasta el espresado pueblo, y dando á entender el fin de su jornada á los principales cabezas de aquella República, estos no solo no aceptaron las proposiciones de paz que se les hacian, sino que contra el derecho de gentes dieron muerto á los emisarios. Sabido por los nuestros este atentado, se determinó hacerles la guerra, hostilizándolos hasta verlos reducidos; y asi partió prontamente Francisco de Castellanos con su ejército á efectuar esta empresa, quedando Orduña con buena escolla en Chichicastenango, con ánimo de dar desde alli sus órdenes y enviar los socorros necesarios; pero enfermando brevemente dio la vuelta para Guatemala.

Dirigióse el ejército al pueblo de Nebah, por entre bosques muy espesos y peñascos muy elevados; pero encontrando con el cajón del rio de Sacapulas, de gran profundidad y bástante caudal de aguas, tuvieron que subir media legua para hallar parte mas estrecha, en que con gran diligencia fabricaron un puente de maderos fuertes, y pasando por él la caballería é infantería, tomaron la ribera opuesta y comenzaron á subir la serranía en cuya cumbre se opuso al paso de nuestras tropas un escuadrón de cuatro á cinco mil indios Serranos, del pueblo de Nebah y de otros de aquella cordillera de Verapaz: (M. S. Quiché fól. 5) que encontrando con la caballería, atropellando de ella su primer trozo, con pérdida de algunos de los suyos, tomaron una larguísima retirada é esperar á los nuestros al doblar la punta de un monte de la propia sierra: aqui se trabó un reñido y largo combate, en que deshechos los de Nebah desampararon el puesto. Acercóse el ejército español al referido pueblo de Nebah, ceñido por todas partes de profundísima barranca, y como los defensores viesen aproximarse a los nuestros, acudieron todos á impedirles la entrada, y descuidaron de los demás, asegurados en su profunda quiebra; pero aprovechándose nuestros indios de este descuido y bajando con admirable agilidad, agarrándose de los árboles y bejucos, puestos á la otra parte de aquel foso, dieron fuego al pueblo por varias partes: como los indios vieron arder sus casas, abandonaron la defensa de la entrada por acudir al fuego; y en este intervalo, cegando los nuestros la quebrada á buena diligencia, se hicieron dueños del lugar y prisioneros á los principales personajes: al dia siguiente se herraron todos los vecinos de Nebah y esto fué medio suficiente no solo para que se rindiese este pueblo, sino también el de Chahul.

Pero no asi los de Uspantan, que teniendo para su defensa 10,000 guerreros, fuera de las tropas auxiliares de Verapaz, Cunen, Cotzal, y del territorio de Sacapulas, que compondrían igual número, ya salían á la campaña, ya se encerraban en sus trincheras, probando con dilaciones a cansar á los Castellanos: hasta que juzgándolos rendidos y debilitados con tanta campaña, salieron á presentar la batalla: para resistir á este numeroso ejército, el Teniente General dividió la infantería en dos escuadroncillos, llevando en el centro la caballería, que al liempo de acometer, quedó á la frente y los dos escuadrones de infantería pasaron á los costados del enemigo, que cojido en medio, sin poder apartarse de las espadas y escopetas, á uno y otro avance de la caballería, á breve rato quedó roto con grande mortandad de los suyos, y quedando muchos prisioneros de unos y otros pueblos, que fueron prenda para su rendimiento: alcanzóse esta memorable victoria, en los últimos de Diciembre de 1530, y se herraron y dieron por esclavos todos los prisioneros. Fuentes, tomo 2º capítulo 6º y 7º lib. 8º.




CAPITULO 14.
Del Valle de Guatemala.

Lo que al presente llamamos Alcaldías mayores de Chimaltenango y Sacatepequez, se nombró en los tiempos pasados el Valle de Guatemala, porque estaba bajo la jurisdiccion de los Alcaldes Ordinarios de esta Ciudad, que por esto se intitulaban Corregidores del Valle, ejerciendo este empleo el primer semestre del año el Alcalde primero, y los seis meses restantes el segundo [7].

La M. N. y L. Ciudad de Guatemala y sus Alcaldes Ordinarios han tenido de tiempo inmemorial, y aun desde su fundacion (como se dice en real ejecutoria de 10 Diciembre de 1687, lib. 5º de céd. fól. 52) la jurisdiccion civil y criminal en los pueblos del referido valle: preeminencia que ha sostenido el Cabildo con el mayor empeño, como veremos en este capítulo; porque como dice el cronista Fuentes, está persuadido, que otra ciudad alguna de esta Monarquía no la goza. Mas cuántos trabajos le ha costado á este Ilustre Cuerpo mantenerse en la posesion de esta insigne prerogativa, contra los esfuerzos de los Presidentes que han intentado muchas veces despojarlo de la referida posesion? Pues apenas contaría cinco lustros de fundada esta Real Audiencia, cuando ya sus Presidentes comenzaron á nombrar Corregidores del Valle, comos se ve por cédula de 7 de Julio de 1607 (lib. 1º céd. de Cab. fól. fól. 295) que dice: por cédula de 30 de Abril de 72 está mandado que no se nombre ni provea el dicho oficio de Corregidor del Valle, y que se consuma dejando la jurisdicción de él á los Alcaldes Ordinarios: de donde se colige que antes del referido año de 1572, ya habían intentado los Presidentes adjudicarse el derecho de nombrar Corregidor del Valle, contra la posesión del Cabildo y que S. M. amparó en ella á este ilustre Cuerpo.

No obstante esta real determinación, muy poco tiempo después, esto es el año de 1584, el Presidente Licenciado Garcia de Valverde nombró Juez Visitador del valle á Francisco Pereña. El Sindico Procurador Francisco Diaz del Castillo, como consta del lib. 6º de Cab. fol. 176, trajo pleito por parte del Cabildo, en defensa de su jurisdicción, que duró cuatro años y dio ocasión á que S. M. espidiese dos cédulas, pidiendo informe á la Real Audiencia, sobre si será mas conveniente quitar este Corregidor y que lo sean los Alcaldes Ordinarios: la una de 1º de Junio de 1594, v la otra de 26 de Junio de 1596. (Libro 4º de Cabildo folios 17 y 103).

Empuñó el baston de Gobernador de este Reino, el año de 1598, el Doctor Alonso Criado de Castilla, que también nombró Corregidor del Valle al Capitán Francisco Criado de Castilla, contra los derechos del Cabildo, y habiéndolos reclamado este Cuerpo judicialmente, dió cuenta á S. M. Este hecho motivó la espedicion de la cédula que citamos arriba de 7 de Julio de 1607. En ella se hace relación de todo lo obrado en este negocio: dice que en cédula de 4 de Noviembre de 1606, (habla con el Presidente y Oidores de esta Real Audiencia) os envié á mandar viésedes un capitulo de carta, en ella inserto y conforme á el quitásedes luego el Juez Visitador de los indios que se llama Corregidor del Valle..... Y agora por parte de esta Ciudad se me ha hecho relacion que sin embargo de lo sobredicho y de que por cédula de 30 de Abríl de 72 está mandado no se nombre ni provea el dicho oficio de Corregidor del Valle y que se consuma dejando la jurísdiccíon del á los Alcades Ordinarios: de algunos años á esta parte los Presidentes que han sido de esa Audiencia, para aprovechar y acomodar sus parientes, criados y allegados han querido y quieren introducir y nombrar en esa Ciudad y jurísdiccion el dicho oficio de Corregidor del Valle y que traiga vara alla de justicia..... y que en particular vos el mi presidente habeis proveido en el dicho oficio al Capitan Francisco Criado de Castilla, vuestro sobrino, lo cual es en mucho daño y perjuicio de la República y de la jurisdiccíon de los Alcaldes Ordinarios de esa Ciudad y de la costumbre antigua que han tenido y tienen en conocer y mandar en todas las cosas y causas civiles y criminales..... Y que tambien por ejecutoria librada en esa Audiencia, litigado con el fiscal de ella, está mandado que en los lugares de la jurisdiccion de esa Ciudad puedan los dichos Alcaldes Ordinarios libremente usar su jurisdiccion..... Y habiéndose plalicado sobre ello en el dicho mi Consejo, he tenido por bien de mandar dar esta por la cual os mando que venis al dicho capítulo de carta que aquí va incorporado y le guardeis y cumplais como en él se contiene y declara y no vais ni paseis ni consintais ir ni pasar contra lo en él contenido en manera alguna, que asi es mi voluntad, fecha en Lerma á 4 días del mes de Noviembre de 1604..... Y agora Alonso de Aybar, en nombre de esa Ciudad me ha hecho relacion que en cumplimiento del dicho capitulo de carta y cédula susoincorporada por auto de 18 de Mayo del año pasado de 1606 proveisteis que en el entre tanto que yo mandase otra cosa se quitase el Corregidor del dicho valle y que el que lo era no usase mas del dicho oficio y que los Alcaldes Ordinarios de esa Ciudad le sirviesen..... Y se dió la posesion á esa Ciudad y Alcaldes Ordinarios de ella. En cuya posesion permanecieron pacificamente por algun tiempo. Y en cédula de 27 de Noviembre do 1678, se insertaron y mandaron observar todas estas reales determinaciones.

Pero gobernando este Reino Don Fernando Francisco de Escobedo, por carta de 6 de Abril de 1675, informó á S. M. que en los pueblos de Amatitlan, Petapa y Escuintla, se habian avecindado muchos Españoles, mulatos y otras castas, los cuales vivian en ellos sin sujecion porque como las justicias eran indios, no los respetaban ni obedecian: de aqui se seguía que cometían muchos delitos y cada dia venían quejas de ellos á esta Ciudad y Audiencia: y que para evitar estos desórdenes sería conveniente que dichos pueblos se hiciesen villas con gobierno particular. Por despacho de 29 de Febrero de 1676 se le mandó á este Presidente que justificase los motivos; y sin citación del Cabildo recibió probanzas é informaciones que remitió con carta de 16 de Mayo de 1678. Y vistos los autos por el Supremo Consejo de las Indias, se despachó cédula en 28 de Marzo de 1680, por la que se mandaron fundar Villas en los referidos pueblos y que para ello la Real Audiencia provea las órdenes convenientes. El Cabildo compareció por su Procurador Sindico General, pidiendo se le diese traslado y desde luego interpuso suplicación para ante la Real Persona: y habiéndosele mandado dar el traslado que pedia en 30 de Enero de 1681, respondió largamente y satisfizo á lo espuesto por el Fiscal, pidiendo se suspendiese la ejecución de la referida cédula y se amparase al Cabildo en la posesión en que había estado desde su fundación y en que habia sido confirmado por varias reales cédulas que presentó: dio una plenísima probanza de los perjuicios que se le causaban en su jurisdicción y de los daños que de la fundación de las villas se seguían á la República de Guatemala y á los indios y vecinos de aquellos pueblos: á que coadyuvó, corroborando la intensión del Cabildo, un escrito firmado de la nobleza y republicanos de esta Ciudad. Pero sin embargo de lo representado por el Cabildo y la nobleza, la Real Audiencia, por auto de 29 de Marzo de 1681, confirmado por otro de 24 de Abril del mismo año, mandó se guarde, cumpla y ejecute la dicha real cédula susocitada y que las parles ocurran al Real Consejo, para lo cual se les den los testimonios que pidieren.

Habiendo venido el año de 1682 el Licenciado Don Juan Miguel de Augurto y Alaba, con el título de Visitador General, en conformidad de lo determinado por la Real Audiencia, y para que se cumpliese lo contenido en la referida cédula, por auto de 10 de Febrero de 1682 acordó se llevasen los espresados autos á la Audiencia, para que se señalasen términos y jurisdicción á cada una de las villas. El real acuerdo comisionó al Señor Licenciado Don Diego Ibañez de Faria, para que con vista de los autos formados sobre la materia reconociese el distrito y pueblos de que se hacia mención. Y vistas por la Real audiencia las diligencias practicadas en los dichos pueblos por el referido Ministro, mandó que en cumplimiento de la real cédula, se formase el Corregimiento de los pueblos de San Juan Amatitlan, San Miguel Petapa y Santa Ines, señalándole por término, de la parte que linda con los Corregimientos de Guazapam y Acasaguastlan, la raya de dichos partidos; y por la parte que mira a los pueblos de San Cristóval Amatitlan, Mixco y demás del valle, se le asignen dos leguas de jurisdicción al nuevo Corregimiento; y que asi mismo se le agregase la población de ladinos que llaman de las Vacas. Y el Señor Presidente, conformándose con lo dispuesto por la Real Audiencia, por auto de 9 de Mayo de 1682 nombró Corregidor de Petapa y Amatitlan á Don Juan de Peralta Cisneros. Estando el dicho Peralta sirviendo el espresado Corregimiento, por el Goberbernador y naturales de sus pueblos, se le pusieron varios capítulos ante la Real Audiencia, de que resultó que el citado Peralta fué llamado y detenido en esta Ciudad, quedando los pueblos de su Corregimiento sin quien administrara justicia. Por este motivo los Alcaldes Ordinarios de esta Ciudad presentaron escrito ante el Señor Presidente, esponiéndole los inconvenientes que de esto se seguian y suplicándole que en caso de hacer nombramiento de Corregidor de Petapa y Amatitlan, atento á estar cumplido el año de su provisión, se sirviese su Señoría de preferir á los referidos Alcaldes Ordinarios. De resulta de este pedimento el Señor Presidente proveyó auto en 5 de Junio de 1685, en que dijo que, « por ahora y sin perjuicio de lo que S. M. mandare y determinare sobre esta materia, corra con la administracion de la real justicia el Alcalde Ordinario de Ciudad Corregidor del valle, segun su alterniva, por la falta de Corregidor y Teniente.» Remitiéronse a la corte los autos de esta materia, y vistos en el Real Consejo de las Indias y lo que dijo el Fiscal de el, con lo alegado por parte de esta Ciudad de Guatemala, fue servido S. M. de despachar su real ejecutiria a favor la jurisdiccion de los Alcaldes Ordinarios: su data de Madrid á 10 de Diciembre de 1687 (libro 5º de reales cédulas de Cabildo, folios desde 52 hasta 150). Con lo que por entonces cesó y se cerró la puerta a la codicia de esta joya de tanto aprecio y estimacion para el Cabildo.

En efecto gozó quieta y pacíficamente el M. N. ayuntamiento de esta Ciudad y sus Alcaldes Ordinarios la posesión y ejercicio de Corregidores de su valle por el espacio de medio siglo: mas habiendo pedido el año de I735 al señor Presídante de esta Real Audiencia los Oficiales reales de esta Ciudad, á cuyo cargo estaba la recaudación de tributos de los indios del mencionado valle, que diesen la mas conveniente providencia para efectuar la cobranza de los referidos tributos: el citado Señor Presidente, conformándose con el pedimento del Fiscal, en carta de 28 de Enero de 1737, representó á S. M. varias razones, por las que le parecía conveniente que el espresado valle se dividiese en tres Corregimientos: el uno compuesto de los veinte pueblos que comprenden los dos valles de Amatitlanes y Sacatepequez; el otro de los diez y ocho que incluye el valle de Chimaltenango, quedando el Alcalde Ordinario de Corregidor de los treinta y cuatro barrios ó pueblos restantes circunvecinos á la Ciudad de Guatemala. De resulta de esta representación mandó S. M. se formase una Junta, compuesta de Ministros de la Real Audiencia y Oficiales Reales y esta le informase sobre varios puntos: en dicha Juntase resolvió comisionar uno de los Señores Oidores para que recibiese información y practicase las diligencias conducentes, con citación de la Ciudad y el Fiscal. El Cabildo, con noticia de la novedad que se intentaba hacer, representó a esta Junta los graves perjuicios que de ella se seguirían y que no podrian justificar falla de administracion de justicia, ni mala recaudación de tributos; y sin haberse recibido la información ni hecho otra diligencia que agregar al espediente dos testimonios, por donde constaba haber estado algunos indios presos por rezagos de tributos y dos ocursos hechos al Señor Presidente, se remilió este negocio á la corte en el estado que tenia. La Ciudad hizo una representación á S. M. en que le decia (lib. 8º de cédulas de Cabildo, fólio 64) «que desde que se fundó hasta ahora, han sido los Alcaldes Ordinarios de ella, Corregidores de su valle, llamado de Pasuya.... y que en esta posesión estuvo amparada y defendida en virtud de reales órdenes espedidas en los años de 1572, 1573, 1604, 1607, 1678 y por ejecutoria despachada en 10 de Diciembre de 1687»; y después le refieren todo lo arriba dicho; y por no haberse admitido al Cabildo la justificación que ofrecía, pidieron certificaciones sobre la recta y pronta administración de justicia que hacían los Alcaldes Ordinarios en los pueblos del valle, al Cabildo Eclesiástico y Comunidades religiosas y ministros espirituales de aquellos pueblos, las que remitieron con los autos.

Y vista en el Consejo de las Indias esta instancia y el testimonio de auto presentado por la Ciudad; y no resultando falta de administración de justicia; y por otra parte no siendo culpables los Alcaldes en los rezagos de tributos que deben los indios, asi por ser cosa general en toda la provincia, como porque la referida cobranza es de la inspección de los Oficiales reales: he resuelto (dice S. M. en cédula de 30 de Octubre de 1740) se mantenga la Ciudad en la posesión en que se halla, de que los Alcaldes Ordinarios de ella continúen como hasta aqui en ser Corregidores de su Valle. Pero no obstante esta real determinación, parece que, ó por el Fiscal ó por los Oficiales reales, se hizo nueva instancia; pues como se ve en cédula de 29 de Abril de 1751 (lib. 9º de céd. de Cabildo fól. 130) la recaudación de tributos del Valle, que habia sido á cargo de los Oficiales reales, por este tiempo lo era al del Alcalde Corregidor.

Mas esta regalía de la Ciudad de Guatemala, de que habia gozado desde su fundación, confirmada por tantas reales cédulas, como hemos visto, tuvo fin el año de 1753, quedando reducida la jurisdicción de los Alcaldes Ordinarios de esta Ciudad, que antiguamente se estendia el espacio de 80 leguas, como se ve por cédula de 30 de Noviembre de 1599, (lib. 1º de cédulas del Cabildo, fól. 267) al corto terreno que ocupa la Ciudad de Guatemala y sus barrios y cinco pueblecillos contiguos. Pues habiendo tomado posesión de esta Presidencia el Excelentísimo Señor Don José Vázquez Prego, en conformidad de instrucciones reservadas, firmadas de la real mano de S. M. que trajo á este Reino, crió dos Alcaldías Mayores, formadas de los pueblos del Valle de esta Ciudad, con el salario de 1,000 pesos cada una: la primera con el nombre de Chimaltenango y la segunda con el de Amatitlán y Sacatepequez: nombrando por Alcalde Mayor para esta segunda a Don Estanislao Croquer, de que le libró titulo en 22 de Febrero de 1755, y tomó posesión en 9 de Marzo del mismo año. Y proveyendo por Alcalde Mayor para la primera a Don isidro Diaz de Vivar; y muerto este dentro de pocos meses, la Audiencia Gobernadora nombró para dicho empleo á Don Manuel de Plazaola, y se le libró el titulo correspondiente en 6 de Julio del referido año de 53. Fueron confirmadas estas Alcaldías Mayores por cédula de 5 de Junio de 1756. El Cabildo reclamó su despojo ante el Sr. Presidente; mas este le impuso perpetuo silencio.

La Ciudad de Guatemala, en prueba de su subordinación al Superior Gobierno, guardó silencio por algunos años; pero como sus derechos al Corregimiento del Valle fuesen incontestables: como es la posesión de mas de dos siglos, corroborada con repetidas reales cédulas, hubo de hacer á S. M. el año de 1759 una larga representación, suplicándole que en atención á los referidos derechos y á otras muchas razones que le hizo presente, se sirviese de reintegrar á los Alcaldes Ordinarios en su antigua posesión; y que en caso de que á esto no hubiese lugar, tuviese á bien mandar, no se pusiese embarazo á dichos Alcaldes en el uso de su jurisdicción dentro las cuatro leguas, que por ley se concede á las Ciudades, Villas y lugares de estos Reinos; y que en atención á que esta Ciudad es Capital, estendiese su distrito á cinco leguas: pues parece que por esta razón el de la Ciudad de Méjico se dilata á quince leguas. En vista de lo espuesto por el Cabildo, S. M. espidió cédula en 1º de Junio de 1760, en que declaró no ser deferible la primera parte de la pretensión de este Cabildo, de que se le reintegrase en la jurisdicción del Valle; porque sin embargo de tenerse presente todo lo que alega, fué determinada y confirmada la erección de las dos espresadas Alcaldías. Pero por lo que toca á la segunda parte, esto es, que se le señalen cinco leguas de jurisdicción, accedió á la solicitud del Cabildo, con calidad de que quedase de su cargo la recaudación de tributos que se adeudan en los pueblos comprendidos en las cinco leguas.

En vista de esta cédula, habiendo muerto el Alcalde Mayor de Chimaltenango Don Manuel de Plazaola, el Señor Presidente Don Alonso Fernandez de Heredia, en 22 de Octubre de 1764, nombró Alcalde Mayor de Chimaltenango á Don Joaquín de Lacunza, como Alcalde Ordinario de esta Ciudad; pero habiendo negado la Real Audiencia el pase al título despachado por el Señor Presidente, la Ciudad puso recusación á todos los Oidores y al Fiscal: estos repelieron por inadmisible la recusación, y multaron en 500 pesos á cada uno de los Capitulares recusantes: á esto se siguieron otras muchas incidencias que hicieron este negocio uno de los mas ruidosos que se han visto en Guatemala. Llevado el proceso al trono, ganó la Ciudad en todas sus partes la instancia: declaró S. M. por nulo, atentatorio y notoriamente injusto el auto en que repelieron por inadmisible y graduaron de tumultuaria la referida recusación: igualmente anula todos los autos que el tribunal proveyó en este asunto y señaladamente los en que negaron el pase al espresado título: absolvió de las multas á los Capitulares, y mandó que luego se les devolviesen: condenó á los cuatro Ministros y al Fiscal en todas las costas de este ocurso y demás que han ocasionado á esta Ciudad, y á mas de esto en 2,000 pesos. Aprobó y confirmó el citado nombramiento de Alcalde Mayor de Chimaltenango; y mandó que inmediatamente se ponga en posesion a la Ciudad de las cinco leguas de territorio, que le están concedidas por la citada cédula de 1º de Junio de 1760: todo consta de real despacho de 28 de Noviembre de I766. Mas esta cédula, tan satisfactoria para el Cabildo, no tuvo el efecto que parece debía tener; pues pocos años después se restablecieron las dos Alcaldías Mayores de Chimaltenango y Sacatepequez, en la forma que se habian erigido antes, y asi están hasta el día.

A mas del Alcalde Corregidor del Valle, administraban justicia en él, en ciertas causas, los Alcaldes de la Hermandad, que se elegían cada año el dia 1º de Enero por el Cabildo. Habia también tres Jueces Repartidores, con salario de 500 pesos cada uno, á cuyo cargo corría la distribución de los indios á las haciendas. Se establecieron estos jueces desde los tiempos inmediatos á la conquista, en que habiendo traído de España el Tesorero de esta real caja, Francisco de Castellanos, la semilla de trigo, para que no fallasen operarios que cultivasen las tierras de pan llevar, se encargó á estos jueces que cada semana fuesen á los pueblos de su juzgado, y dejando las tres cuartas partes de los indios para que atiendan á los negocios del pueblo y á proveer sus casas de lo necesario, la cuarta parte se repartiese en las labores circunvecinas: también estaba a cargo de estos jueces cuidar se les pagase en su propia mano y se les hiciese todo buen tratamiento. Fuera de éstos, había Jueces de Milpas, los que desde luego se establecieron por motivo de la real cédula de 20 de Enero de 1553 (lib. 1º de céd. de Cab. fól. 340) en que manda S. M. se compelan los indios a que cultiven sus tierras y no se permita anden ociosos y vagamundos.

Por lo espiritual, lo que sabemos de la historia de este Valle, es que el cronista Vázquez asegura que de dos Religiosos Franciscos que trajo el año de 1524 Don Pedro de Alvarado, dejó el uno en el pueblo de Patinamit, para que predicase el Santo Evangelio y catequizase a los indios Kachiqueles; y asi tenemos por probable que este Religioso, no solo reduciria á nuestra sania fé los indios del referido pueblo, sino también los de los otros circunvecinos, como Patzun, Patzicia y Comalapam, mas en los pueblos distantes de Patinamit como los de Sacatepequez y otros, hacemos juicio que plantarían la religión católica los sacerdotes seculares que vinieron con el mismo Alvarado. En los años siguientes, el Ilmo. Señor Don Francisco Marroquin, primer Obispo de Guatemala, dividió la administración de todo este Valle entre los Religiosos de Santo Domingo y San Francisco; asignando á los primeros los curatos de Jocotenango, Chimaltenango, Jilotepeque, Sumpango, Candelaria, los tres de Sacatepequez, Amatitlan, Petapa, Mixco y Pínula. A los segundos encargólos de Almolonga, San Juan de Guatemala, Alotenango, Acatenango, Itzapa Comalapam, Tecpam Guatemala, Patzun y Patzicia. Asegura la tradición y es cosa muy verosímil, que el citado Señor Marroquin dio algunas doctrinas de este Valle á los Mercedarios; pero que estos las cambiaron con los Dominicos por las de la Sierra de Güegüetenango (Fuentes, tomo 1º libro 17 capítulo 7º); y asi solo les quedó la administración de cuatro barrios de la Ciudad, que son el del Espíritu Santo, Santiago, San Gerónimo y San Antón, siendo este último la cabecera de la encomienda y Vicaría, y en el Convento que tenían en dicho barrio asistía el Comendador, Cura y Coadjutor. Asi mismo estaba á cargo del Guardian del Convento de San Francisco, el que llamaban Barrio de San Francisco, y tenia su Capilla dedicada á Señora Santa Ana en el mismo atrio del Convento; y fuera de este barrio tenia á su cargo el referido Guardian la administración de los pueblos de San Juan del Obispo donde residía un Vicario Doctrinero, Santa Maria de Jesús, San Cristóval el Alto y el Bajo, San Bartolomé Carmona, Santa Isabel Godinez, San Lucas Ichan Suquit y San Bartolomé Bezerra, hasta el año de 1661 que en capítulo celebrado en 26 de Febrero se hizo convento separado é independiente del de Guatemala la Vicaría de San Juan del Obispo. Tenia otros barrios y pueblos de los inmediatos á la Ciudad, á su cargo el Prior del Convento de Santo Domingo, para cuya administración nombraba Vicarios. Una de estas Vicarías era la del barrio de la Candelaria, y tenia por anexos los pueblecillos de Santa Inés y San Juan Gascón. Otra Vicaria era la del barrio de Santa Cruz, y sus anexos los pueblos que llaman las Milpas Altas, esto es, San Mateo, Santo Tomas, La Magdalena, Santa Lucia y San Miguel. La tercera Vicaría era la de San Pedro de las Huertas: sus visitas son S. Gaspar Vibar, Sta. Catalina Bobadilla, Sta. Ana y S. Andrés Dean.

Da por asentado é indubitable el cronista Don Francisco de Fuentes, (tomo 1º libro 17 capítulo 15), que los clérigos seculares Juan Godinez, Juan Diaz, Don Francisco Marroquin, Francisco Hernández, Juan Orozco, Don Juan Alonso, Don Francisco de Peralta y Pedro Martin, fueron los que entendieron en la conquista y catequismo de los indios de este Valle; y que no habiéndose erigido otro curato que el de la Ciudad de Guatemala, todos los que ahora son curatos del valle, eran coadjutorias de el de la Ciudad. De suerte que estos operarios del gran Padre de Familias trabajaron solos en el cultivo de esta viña, desde el año de 1524, hasta que fundaron Conventos los Religiosos, que fué del año de 1537 en adelante. Como el Ilustrísimo Señor Marroquin tuvo copia de Religiosos, fué segregando los pueblos del Valle del curato de Guatemala, no quedándole á este mas visita que el Valle de las Vacas, donde tenían los curas de la Catedral un Coadjutor. Después se hizo curato que administraba el clero secular, pero de muy corta feligresia, que el Ilustrísimo Señor Doctor Don Juan de Santo Matia le agregó los Españoles, mestizos, negros, mulatos é indios laboríos de los pueblos de Petapa, Santa Inés, Mixco y Pinula. Y dicho Ilustrísimo Señor Obispo determinó se edificase en el pueblo de San Miguel Petapa otra Iglesia parroquial, con el título de la Purísima Concepción, donde el Cura clérigo administrase los Sacramentos á los ladinos del espresado pueblo: y en virtud de esta determinación, el 11 de Octubre de 1669, puso y bendijo la primera piedra para dicha Iglesia, el Br. Lucas Briones, Cura del Valle de las Vacas y Petapa; y el 26 de Julio de 1673 bendijo la referida Iglesia, que se estrenó el 8 de Diciembre del mismo año. Este estilo de que los regulares administrasen solo á los indios, se observaba también en los curatos de Jocotenango y la Candelaria, pues los ladinos de ellos pertenecían á la feligresía de San Sebastian.

Asi corrieron las cosas hasta el año de 1754, que en virtud de real cédula volvieron todos estos curatos al clero. Pero es de advertir que hubo alguna variación en la asignación de los pueblos; pues de los de San Felipe, San Luis de las Carretas y San Dionisio Pastores, que eran visitas de Jocotenango, se agregó el primero al curato de San Sebastian do Guatemala, y los otros dos á San Sebastian del Tejar. La Vicaría de San Pedro de las Huertas, con sus anexos y el barrio de Santa Cruz, é igualmente los pueblos de Santa Isabel, San Cristóval el Bajo y San Lucas, que eran visitas de San Juan del Obispo, se asignaron al curato de Nuestra Señora de los Remedios. El barrio de San Antón y sus dependientes engrosaron la feligresía de San Sebastian; y de la Vicaria de la Candelaria y los anexos de la de Santa Cruz, se formó el curato de la Candelaria de Guatemala.




CAPITULO 15.
Descripcion del Valle de Guatemala.

El famoso Valle de Guatemala, llamado también de Pasuya, se divide en nueve valles, que comprenden 75 pueblos, dos villas y la Ciudad de Guatemala, Metrópoli del Reino. (Véase la descripción corográfica de este valle en el tom. 1º tr. 1º cap. 4º, donde se habla de las provincias de Chimaltenango y Sacatepequez). Los indios de estos valles son generalmente laboriosos y provéen á la capital de todo lo necesario para la vida y para el regalo, ya con los frutos de sus tierras, ya con los que traen de otros países y venden en Guatemala, con cuyo comercio viven descansados. Los ladinos son labradores por lo común: unos siembran maiz, otros trigo: hay algunos trapicheros, otros arrieros.

I. Valle, es el que propiamente llaman de Guatemala: comprende todo el llano donde se halla plantada la Antigua Guatemala y los cerros que la circunvalan: hallábase esta Ciudad casi en el centro de esta llanura, ceñida de once barrios y á estos rodeaban treinta y un pueblos, que el mas apartado no distaba dos leguas de la capital: tenia esta al Oriente los barrios de Chipilapa y Santa Cruz: al Sur los de Nuestra Señora de los Remedios, San Francisco y el Tortuguero: al Poniente los del Espíritu Santo, Santiago, San Anton y San Gerónimo: al Norte los de San Sebastian y Nuestra Señora de la Candelaria. Los pueblos, unos estaban situados en el plano, otros en el declive de los cerros: se hallan en la parte oriental los de Santa Ines, Santa Ana, Santa Isabel, San Cristóval Alto y Bajo: San Bartolomé Carmona (este pueblo hace algunos años que se extinguió) y San Juan del Obispo, al Sudeste: Santa Catalina Bobadilla, San Gaspar, San Pedro, San Lucas, San Miguel y Almolonga, al Sur: al Sudoeste, San Miguel Milpa Dueñas, Santa Catarina, San Andrés, San Antonio Aguas Calientes, San Lorenzo y Santiago: al Poniente, San Andrés Dean y San Bartolomé: al Noroeste, San Dionisio Pastores y San Luis de las Carretas: al Norte, Jocotenango, Utateca y San Felipe: al Nordeste, Santo Tomas, San Mateo, San Miguel, San Bartolomé Milpas Altas, Santa Lucía y la Magdalena. Está situado este valle en medio de los otros: al N. tiene los de Chimaltenango y Xilotepeque: al E. y S. el de Petapa: al O. el de Alotenango.

De esta multitud de pueblos, situados muchos á las goteras de la Ciudad, otros á corta distancia de ella, se seguía grande utilidad á sus vecinos; pues en ellos hallaban copia de manos que emplear en sus labores y abundancia de víveres y otras cosas necesarias para la vida ó para el regalo. En efecto, el que necesitaba albañiles, los encontraba en los pueblos de Jocotenango, Santa Ana, San Gaspar: canteros, en San Cristóval el Bajo: hortelanos, en San Pedro de las Huertas: panaderos, en Sta. Ana: los de Sta. Isabel eran cortadores de las carnicerías. Los de Almolonga proveían la plaza de Guatemala de multitud de frutas, ya que se daban en sus casas, ya que iban á comprar á los pueblos de la costa y de los Altos: estos mismos y los de San Cristóval el Alto traían todo género de flores: los mismos de Almolonga y los de San Gaspar proveían la Ciudad de pulque ó vino de maguey [8]; mas este comercio cesó desde que el Ilustrísimo Señor Don Fr. Andrés de las Navas prohibió, pena de excomunion, esta bebida. Los de S. Pedro de las Huertas abastecen la Ciudad de repollos, coliflores, cebollas, remolachas y todo género de hortalizas. Y los otros pueblos traen leña, carbón y cosas semejantes.

Esta multitud de pueblos se debe á la solicitud de los conquistadores que los fundaron con hartos afanes en las tierras que les tocaron en el repartimiento que se hizo de este valle. Consta por los libros de Cabildo, que desde que se fundó la Ciudad ó poco después, se hizo el espresado repartimiento; pero en Cabildo de 8 de Abril de 1528 se trató de reformarlo, porque unos vecinos tenían muchas tierras y otros ningunas: y asi, para proceder con arreglo, se determinó que este valle se dividiese lodo en Caballerías y peonerías: que la caballería tenga 1.000 pasos de largo y 600 de ancho, y la peonería la mitad: que á los soldados de á caballo se les dé una caballería, y una peonería á los de á pié; pero que también se tenga atención á las personas y servicios para acrecentar ó menguar lo que al Cabildo pareciere. En estas tenían los primeros vecinos, unos milpas, otros huertas y diversas labores con que comerciaban. Por este tiempo había en el Reino muchos indios bárbaros que andaban dispersos por los montes y selvas, sin sujeción ni policía, los que eran nocivos en gran manera á los indios ya reducidos; y queriendo los conquistadores ocurrir á este daño, comenzaron á discurrir el modo de congregarlos y formarlos en pueblos: á esto se agregó que S. M. en varias cédulas y especialmente en la de 10 de Junio de 1540, encarga se procure, por la mejor vía que se pueda, que los referidos indios se junten en pueblos para que sean doctrinados y civilizados. Para efectuar este intento acordó el Gobernador y los demás Capitanes, que en atención á que ni á los requerimientos de paz, ni á las voces de los Predicadores evangélicos daban oidos, se comenzase á dar avances á las rancherías; y de esta suerte saliendo en las noches mas oscuras los Capitanes con diez ó doce de sus soldados, conducidos por buenas guias, daban sobre una ranchería y apresaban seis, ocho ó diez indios, poniéndolos en sus milperías, sementeras ó labranzas, á cuidado de personas de confianza: repetían esta misma diligencia, hasta formar una población de 60, 80, 200, 500 ó mas indios: le ponían el nombre del Santo de su devoción y el sobrenombre de su familia. Asi vemos que Luis de Vibar fundó el pueblo de San Gaspar Vibar: Ignacio de Bobadilla, el de Santa Catalina Bobadilla: Juan de Carmona, el de San Bartolomé Carmona: Diego Monroy, el de San Lorenzo Monroy: Alonso de Zamora fundó en su lavadero de oro el pueblo de Santiago Zamora: Sancho de Baraona, el de Sta. Catarina Baraona: Juan de Escobar, el de San Miguel Escobar: Bartolomé Bezerra, el de San Bartolomé Bezerra: Francisco de Monterroso, el de Santa Lucía Monterroso: Don Gascon de Guzman, el de San Juan Gascon (no el Padre Juan Gascon, como quiere Remesal): Gabriel Cabrera, el de San Lucas;[9] y el Padre Juan Godinez, el de Santa Isabel Godinez. Otros pueblos conservan el sobrenombre no de la familia, sino de la dignidad de sus fundadores: asi, se nombra San Juan del Obispo, el que pobló el Ilmo. Sr. D. Francisco Marroquin: San Andrés Dean, el que fundó el Br. D. Juan Alonso, Presbítero del Orden de Santiago, Provisor y Vicario General de este Obispado y Dean [10] de su Santa Iglesia Catedral: San Pedro Tesorero, el que congregó el Tesorero de la real caja, Pedro de Bezerra.

Pero algunos de los pueblos de este valle de Guatemala tuvieron distinto principio de el de los que hemos referido; pues el pueblo de Almolonga lo fundaron los indios Mejicanos, Tlaxcaltecas y Cholutecos que vinieron con Alvarado y se poblaron en el parage de Almolonga, inmediato al de Tzacualpa, donde fundaron la Ciudad de Guatemala los Españoles; y arruinada ésta y desmantelada, se quedaron los referidos indios en el mismo sitio. Estos indios sirvieron en la conquista de este Reino con gran fidelidad, valor y prontitud, y por este motivo S. M. en cédula de 20 de Julio de 1552, (libro 1º de cédulas de Cabildo, folio 141), manda que no puedan ser encomendados, ni obligados á mas servicio personal que el que ellos quisieren hacer á la República; Tienen dos compañías de infantes, cuyos capitanes y oficiales son de los principales de su nación. El pueblo de Santiago Utateca, que se halla unido al de Jocotenango, era labranza del Adelantado, como consta de cláusula de su testamento (Remesal lib. 4º cap. 7º n.º 4º fól. 180): en ella se refiere que Alvarado llamó á los señores y principales de los pueblos que tenia en su encomienda, y les pidió que cada uno le diese cierto número de familias, y con ellas hizo aquella población; y en la citada cláusula los declara por libres y les hace donación de las tierras en que habitaban: y como los primeros indios que se establecieron en dicha labranza fueron los de Utatlan, se intituló el pueblo Utateca. Arruinada la primera Ciudad do Guatemala el año do 1544, como los Españoles se hubiesen trasladado al valle de Panchoy, los indios Kachiqueles que estaban poblados en el sitio do Tzacualpa, dijeron que como los cristianos (asi llamaban á los Castellanos) mudaban de suelo, ellos querían seguirlos; y condescendiendo con su deseo los Gobernadores, se pasaron al sitio que les dio la Ciudad, que antes era real de minas de Don Pedro de Alvarado, y fundaron el pueblo de Jocotenango, y después se les agregaron los de Utatlan, aunque siempre se mantuvieron con separación la parcialidad de los Guatemaltecos de la de los Utatecos. Otras tres fundaciones hizo el Adelantado: la que llaman San Miguel Milpa Dueñas, porque se hizo en el sitio donde mandó sembrar una milpa para las viudas de los conquistadores y se formó de los indios que trabajaban en esta labranza: la de San Dionisio Pastores, cuyo nombre se le dio, según se dice, porque sus moradores se ocupaban en apacentar las partidas de carneros de Alvarado; y la de San Luis de las Carretas, asi llamada porque sus vecinos trataban de fabricar carros, y guardaban los que tenia la Ciudad para varios usos.

II. Valle, el de Chimaltenango, que es el primero que se encuentra caminando de Occidente á Oriente. Tiene este valle al S. el de Guatemala, al O. la provincia de Sololá, al E. el valle de Mixco y al NE. el de Xilotepeque. En el tom. 1º tr. 1º cap. 4º, describiendo las provincias de Chimaltenango y Sacatepequez, hemos dado noticia de los principales pueblos [11] de todo el valle de Pasuya: y asi aqui no haremos mas que detallar los nueve valles de que se compone, é indicar sus linderos.

III. Valle. el de Xilotepeque: linda este valle por el O. con el de Chimaltenango, por el E. con el de Sacatepequez, por el SE. con el de Mixco y por el SO. con el de Guatemala.

IV. Valle, el de Sacatepequez: sus confinantes son por el O. el de Xilotepeque; por el S. los de Mixco y las Vacas; por el N. y E. la provincia de Chiquimula.

V. Valle, el de Mixco: tiene por el N. los valles de Sacatepequez y Xilotepeque: por el O. los de Guatemala y Petapa: por el S. y E. el de las Vacas.

VI. Valle, el de las Vacas: confina por el N. con la provincia de Chiquimula: por el O. con los valles de Mixco y Petapa: por el S. con este segundo; y por el E. con el de Canales.

VII. Valle, el de Canales: los colindantes de este valle son por el O. el de las Vacas: por el S. el de Petapa: por el N. y E. la provincia de Chiquimula.

VIII. El Valle de Mesas de Petapa: linda por el O, con el de Guatemala: por el E. con el de las Vacas: por el N. con el de Mixco; y por el S. con la provincia de Escuintla.

IX. Valle, el de Alotenango: sus confinantes son por el E. el valle de Guatemala: por el N. el de Chimaltenango: por el O. y S. la provincia de Escuintla.

Estos nueve valles componían el célebre Valle de Guatemala ó de Pasuya, que como hemos dicho se dividió en dos Alcaldías Mayores, que son la de Chimaltenango y la de Sacatepequez; la primera se formó de los tres valles de Chimaltenango, Xilotepeque y Alotenango, la segunda de los otros seis. Y aunque antiguamente se contaban en dicho valle 75 lugares entre pueblos y barrios, en esto ha habido alguna variación; pues en el dia se ven en estas dos provincias tres villas, la Antigua Guatemala, la de Petapa y la de Zaragoza, que antes no habia: por lo que toca á los barrios, se hallan incorporados en la Villa de Guatemala; y por lo que mira á los pueblos, algunos se han extinguido, como Carmona, S. Andres Dean, San Bartolomé Bezerra, San Lucas Cabrera; Otros se han criado de nuevo, como los que se ven en la inmediaciones de la Nueva Guatemala, con los nombres de Jocotenango, Almolonga, San Pedro, San Gaspar y Nuestra Señora de Guadalupe.




CAPITULO 16.
Pónense algunas cosas notables y dignas de saberse, que se encuentran en estas cinco provincias.

El cronista Antonio de Herrera (tr. 5º déc. 4º fól. 221), refiere como cosa muy singular que en la provincia de Chiapa se ve una fuente que tres años fluye y tres años está seca: esta maravilla, que por sus circunstancias y por referirla un autor que escribió en paises tan distantes, muchas personas rehusarán darle crédito, me ha asegurado persona fidedigna, como testigo de vista, que es asi, y que este milagro de la naturaleza se ve en la falda de un cerro distante media legua de Ciudad Real, y que al arroyo que tiene su origen en la espresada fuente, llaman Yeixluhuiat, que en lengua mejicana quiere decir tres años aguas. Cumplidos los tres años, se seca la fuente va á brotar el agua cinco leguas distante, cerca del camino de Teopisca, y los indios de este pueblo le llaman Ohx avil hú, que en lengua tzendal dice tres años aguas. Al cabo de otros tres años desaparece este manantial y vuelve á fluir el agua en el primer sitio.

Pero aun es mas rara y admirable la fuente que dice el cronista Fuentes (tomo 2º lib 8º cap. 15) se ve cerca de Chiantla, que como la antecedente brota tres años continuos y se seca y queda árida por otros tres; mas añade á la de Ciudad Real la singular circunstancia de que los tres años, asi de fluir como de suspenderse, comienzan infaliblemente la víspera ó dia de la fiesta de San Miguel, 29 de Setiembre: y asegura este autor que tenia en su poder papeles del M. R. P. M. Fr. Rodrigo de Rivas y de otros Religiosos graves de la Orden de Nuestra Señora de la Merced y de varios Curas, que confirman la verdad de lo que llevamos referido. Y queriendo yo cerciorarme mas de la realidad de este portento de la naturaleza y saber si aun subsistía al presente, solicité se preguntára á un Religioso, residente en aquella provincia, sobre la materia, el que respondió, que habiendo examinado algunos ancianos de aquel pueblo, declararon contestes, que á distancia de tres leguas de él, en una hoya que está entre dos cerros, se vé un arroyo que comienza á correr el dia de San Miguel, y al cabo de tres años, el mismo dia, cesa de fluir el agua y vuelve á brotar después de tres años, por cuyo motivo llaman á este parage San Miguel.

Este mismo autor, en el lugar citado, nos da noticia de otro arroyo que se encuentra en un prado al N. de Chiantla y llaman el Higuero, el cual comienza á correr cosa de 20 dias antes que se retiren las llúvias, y suspende su curso quedando enteramente seca su fuente, 20 dias antes que comiencen las llúvias

Sigue este escritor dándonos noticia de las maravillas de la naturaleza, que observó en la provincia de Totonicapam el tiempo que fué su Corregidor: dice que caminando del pueblo de Aguacatlan á el de San Juan Ixcoy, se halla una vertiente de agua, que los indios Mames llaman Xuban ha, que quiere decir agua silbada, porque de un peñasco rudo, abierto en grietas, dando silbos á la boca de alguna de aquellas aberturas, brota el agua de aquella peña, y no silbando no sale una gota.

También hace mención de un rio subterráneo, que se manifiesta á poco mas de dos millas del pueblo de Chialchitan, al pié de una colina, por un boquerón tan grande como la puerta de un templo, brollando en este lugar tanta copia de agua, que desde este punto es un rio de considerable caudal. Otro rio bastantemente grande se esconde y desaparece en un profundo sumidero, que se vé cerca del rancho de las Minas, y va á salir á la otra parte de aquella cordillera, cerca del rio de Socoleo. Se admira también en la provincia de Totonicapam algunos despeños de rios, que cayendo de grandes eminencias, forman muy vistosas cascadas ó cataractas: asi, el del rio de San Cristóval Paulá, el del camino de los Ranchos altos de Totonicapam, los del pueblo de Güista de los Xiotes, y otros que omitimos por evitar prolijidad.

Son notables en este partido de Totonicapam las vertientes de agua de azúfre de los pueblos de Totonicapam, San Bartolomé Aguas Calientes; pero especialmente las de San Cristóval Paulá ó Totonicapam: estas son varios ojos de agua: la del uno es tan caliente, que metiendo en ella huevos, frutas ó carnes, á breve rato están perfectamente cocidas; y el arroyo que de él se forma, sirve á los tejedores para lavar y desengrasar las lanas que gastan en sus tejidos: los otros manantiales son templados y sirven para baños.

Pero son mas singulares las vertientes de agua salada del pueblo de San Mateo Istatlan, nombre que significa tierra de sal: brota esta agua al pié de un gran cerro, donde se encuentran unos como aposentos labrados á pico, hondos mas de dos varas, y del techo ó cúpula de estas cabas está continuamente destilando agua salada; de esta agua se llena un cántaro y poniéndolo al fuego por la noche, á la mañana se encuentra el agua cuajada y convertida en sal, sin otro beneficio. Pero, es digna de notarse la economía de estos indios en el repartimiento de esta agua; pues teniendo cerrados con llave, que guarda la justicia, los referidos pozos, solo se abren los jueves á hora determinada en que se junta todo el pueblo y se da á cada individuo un cántaro de agua, y dos á los oficiales de justicia y asistentes de la Iglesia: con esta sal hacen un tráfico considerable, llevándola á todas las provincias circunvecinas y sacan bastante ganancia para vivir descansados.

En la provincia de Quezaltenango son dignos de notarse muchos vestigios y cimientos de grandes fortalezas que se encuentran, como las de la famosa cordillera de Parrasquin, situada en los confines de los partidos de Totonicapam y Quezaltenango, de que hablamos en el capitulo 1º de este tratado: la planta del castillo que se admira en las barrancas de Olintepeque, formado á manera de un laberinto, que era la principal defensa de la gran ciudad de Xelahuh y otras muchas.

Igualmente son dignas de referirse algunas producciones naturales de esta comarca, como las Ardillas~murciélagos, que se encuentran en las montañas y bosques de esta provincia y de las de Totonicapam y Sololá: la figura de estos animalillos y su tamaño es el mismo de las ardillas regulares, únicamente se diferencian de éstas en que tienen dos aletas como las del murciélago, sin pelo ni pluma; pero solo vuelan a corta distancia.

En la provincia de Sololá se ven algunos vestigios de los palacios, castillos y otros edificios de la opulenta ciudad de Utatlan, y la famosa laguna de Atitlan; pero de uno y otro hemos dado mediana noticia en el tomo 1º tr. 1º cap. 4º, en los artículos de Santa Cruz del Quiché y Laguna de Atitlan. Mas fuera de esto, se admira en este partido, cerca del pueblo de Atitlan, una fuente de aguas ágrias, que manando de cierta peña, en forma de sudor, á poco trecho hacen suficiente vena, para llenar vasijas, en que se conduce esta agua á otros países y lograr sus efectos medicinales; pues es escelenle para el mal de piedra y supresión de orina, y también cura las hinchazones de garganta, tan frecuentes en este Reino, que llaman bosio, y vulgarmente güegüecho: al beber esta agua se siente cierto agrio como de limón; pero después no deja ningún sabor en la boca.

Pasando á la provincia de Chimaltenango, se nos presenta el rio de Pancacoyá: este nace en la abra de Pasacab, en el partido de Xilotepeque, y baja de un peñasco muy encumbrado, con grande rapidez; mas antes de llegar á la llanura, se entra en un cañon formado en la misma peña, como de cuadra y media de largo, y tan capaz que puede un hombre pasearse por él desahogadamente. Pero lo mas singular es, que donde acaba este conducto se ven unas columnillas de la misma piedra, curiosamente labradas á cincel, con sus capiteles, molduras y perfiles; y poco adelante se encuentran unas piletas redondas, labradas en la misma peña, todas de vara y cuarta de diámetro, y medio estado de profundidad: no se alcanza para que fin se abrieron con tanto trabajo estas piletas, mas la tradición asegura que el rio de Pancacoyá era antiguo lavadero de oro, y que para esto servían las referidas piletas.

Otra de las maravillas de este valle de Xilotepeque, es la célebre Cueva de Mixco asi llamada porque se halla en el sitio donde estaba plantado el antiguo pueblo de Mixco, que como dijimos en los capitulos 1º y 8º de este tratado, era en dicho valle de Xilotepeque y estaba situado entre los rios Grande y de Pizcayá, en un parage que despues llamaban los cimientos: (la descripción de esta cueva la hemos sacado de la historia del cronista Fuentes, tomo 1º lib. 14 cap. 2º; y asi, lo que referimos se debe entender del tiempo en que el citado autor escribía, que era entre el año de 1690 y 1700). A un costado de los vestigios y ruinas de la antigua Mixco, se encuentra un ribazo ó pequeña loma, donde se ve la boca de la espresada cueva, que tendrá tres varas de cada lado: su marco, que aunque de barro, se halla en partes entero, parece de arquitectura dórica: (dice el mismo escritor, que hablando con algunos indios antiguos y preguntándoles cómo daban aquella consistencia al barro? le respondieron que moliendo una porción de cebollin la desbarataban en la agua con que amasaban el barro). En esta puerta comienza una gradería de piedra: cada grada de una pieza: treinta y seis escalones se bajan hasta el primer descanso: este es como una sala capaz y despejada, que tendrá sesenta varas en cuadro: sigue la escalera, pero no se sabe mas de ella, no habiendo adelantado muchos pasos de este sitio para abajo, los que han entrado, porque dicen que como van internándose, comienza todo el sitio á temblar, con lo que han retrocedido llenos de espanto. Pero bajando por la referida gradería á cosa de diez y ocho escalónes á la parte diestra, se ve otra puerta en figura de arco perfecto, y entrando por ella se bajan otras seis gradas, en todo semejantes á las de la primera escalera, y se encuentra un medio cañon, abierto á pico, de mas de una cuadra de largo. De aquí adelante no se sabe cosa, porque aunque se refieren muchas maravillas, son tales que es difícil darles crédito.

Sigue la provincia do Sacatepequez, en la que desde luego nos llama la atención el célebre y agigantado monte que se halla situado al Sur de la Antigua Guatemala, y vulgarmente llaman el Volcan de agua, (nombre bien impropio y aun contradictorio, pues todo volcan es ignívomo, y asi ninguno puede decirse de agua). En este monte de figura cónica y con su gran corpulencia y lo estendido de su falda, ocupa toda la parte meridional del Valle de Guatemala: por la parte que mira á Guatemala tiene de camino del pié á la cima tres leguas y media, y por la parte del Valle de Alotenango, mas de cuatro: la circunferencia del círculo que forma su falda es de diez y ocho leguas: es un objeto muy agradable á la vista, asi por su figura, como por el matiz de sus colores, pues estando unos cuadros de su terreno cultivados y otros breñosos, presenta un tablero muy vistoso. Es también este monte sumamente útil por sus producciones, pues se dan en él copiosos maizales, frijoles, maderas hortalizas y un agregado admirable de flores de todos géneros; y esto es solo en la parte inferior, que es la que se cultiva, que si se fueran dilatando acia arriba las labores y sementeras, fructificaria doblado; bien que en la región media, no está ociosa la tierra, pues se vé poblada de tupida arboleda, de que se podían sacar escelentes maderas. Provee también á esta Ciudad una gran parte del año de copia de nieve. Encuéntrase en él abundante caza á infinita volatería. En el ruedo de su falda se ven muchas vertientes de aguas cristalinas y saludables, y se hallan plantados algunos pueblos de indios, chacras, potreros y haciendas. En su cumbre tiene una plaza de 140 varas castellanas de N. á S. y 120 de E. á O.: mas esta no es plana, sino cóncava, á modo de una caldera: parada ana persona en al borde de esta grande hoya, vé con grande claridad la Antigua Guatemala, con sus campos y granjas, el pueblo de Amatitlan y su laguna y las demás tierras y pueblos que están en los contornos de este monte; mas las que están apartadas se divisan con mas o menos claridad, segun sus distancias, alcanzandose á ver por el O. las provincias de Suchiltepequez, Soconusco y hasta los llanos de Chiapa: por el E. las de Sonsonate, Santa Ana Grande y San Salvador, donde se distingue el lago de Xilopango; y por el N. y S. los dos mares.

Está este famoso monte plantado entre dos volcanes ó montes ignívomos, el uno á la parte del Oriente, que llaman el Volcan de Pacaya: el otro al Poniente, que apellidan el Volcan de Guatemala, y vulgarmente el Volcan de Fuego, (que es una verdadera reduplicación, pues todo volcan es de fuego): uno y otro han hecho formidables erupciones en todos tiempos: las mas memorables que se han observado en este segundo, después de la venida de los Españoles, han sido las de los años 1581, 1586, 1623, 1705, 1710, 1717, 1732, 1737; pero de estas hemos hablado en el tomo 1º tratado 2º capitulo 11. Mas fuera de las referidas, hizo otra á fines del siglo décimo octavo, de que no hicimos mención en el lugar citado, porque no causó daño alguno, bien que fué muy copiosa y duró algunos dias y calentó el agua de una vertiente que tiene por el lado de Acatenango, en tanto grado, que no podian pasar las béstias por dicho arroyo. Este monte se halla plantado al Sudoeste de la Antigua Guatemala: en su pié tiene la figura de un cono, pero cerca de la cumbre se divide en tres puntas, y de éstas en la meridional se le observan varias bocas, por donde ha arrojado fuego, piedra encendida, arena y humo.

El Volcan de Pacaya está situado, como dijimos, al Oriente, respecto del Volcan de Agua y de la Antigua Guatemala; pero al Sur de la Nueva, á tres leguas del pueblo de Amatitlan. Yace este célebre monte unido á una cordillera que se estiende á largo espacio y levanta tres cabezas ó picachos de un solo dilatado cuerpo: todo su contorno se ve sembrado de malpais, que ha arrojado en las repetidas erupciones que ha hecho. Ha reventado varias veces y otras muchas ha arrojado llamas, arenas y humo espeso por las bocas que tiene abiertas, continuándose este espantoso fenómeno por muchos dias: de su tiempo asegura el cronista Fuentes, (tomo 4º libro 9º capitulo 9º) que continuadamente por todos los dias del año, arrojaba por el uno de sus elevados pináculos cantidad de temerosas llamas. Y refiere este mismo autor, que el año de 1568 reventó este volcan, causando en la Ciudad de Guatemala y sus contornos la gran ruina de que hablamos en el lugar arriba citado. Asi mismo sabemos por relación de dicho escritor, que el dia 18 de Febrero de 1654, con terrible estruendo y recios movimientos de la tierra, lanzó este monte gran cantidad de humo negro y espeso. El de 1664, con pavorosos retumbos y terribles bramidos, arrojó tan grandes y elvadas llamas de fuego, que se vió iluminada la Antigua Guatemala, por la noche como si fuera de dia, siendo asi que dista de este volcan siete leguas; y fué tanto el ruido de los retumbos, que todos durmieron en los patios de sus casas los tres dias que esto duró. Lo mismo se esperimenló el año de 1668; y muy semejantes á las referidas, fueron las esplosiones que hizo por el mes de Agosto de 1674 y Julio 1677. Estas erupciones del Volcan de Pacaya, refiere el espresado cronista Don Francisco de Fuentes, en el lugar citado, capitulo 10; mas no sabemos si después que escribió este autor hubo algunas otras. Únicamente nos consta, como testigos de vista, la que hizo el dia 14 de Julio de 1775: este dia, á la madrugada, sin que hubiese mayor ruido, ni se sintiese temblor alguno, se vió en la Antigua Guatemala, donde yo me hallaba, una espesa nube de humo por la parte del Sudeste, que salía por detrás de la cordillera que oculta al referido volcan; mas para ver el fuego, fué preciso ir al pueblo de Santa Maria de Jesús, desde donde se distinguía la boca que habia abierto: de ésta salia un plumage de humo y gran porcion de piedra encendida, que volvía á caer en la misma abertura: también despedía copia de arena, que algunos días cayó en la Antigua Guatemala, en tanta abundancia que oscureció el dia y cubrió el suelo; pero habiéndose mudado el viento, tomó la arena el rumbo del Sur y fué á dar á las provincias de Escuintla y Suchiltepequez. Y es de advertir que en esta ocasión no reventó este monte por la cumbre, sino abajo, en el sitio donde se divide en tres puntas.

En el valle de Petapa se han encontrado algunos huesos de gigantes, y el cronista Fuentes, (tomo 1º libro 9º capitulo 1º) asegura que el Ilustrísimo Señor Don Fr. Payo de Rivera se llevó una muela, hallada en este pais, cuya proporción era como los dos puños de un hombre. En este mismo valle se vé la famosa laguna de Amatitlan; pero ya queda dada su descripción en el tomo 1º tr. 1º cap. 4º.

Pasando al valle de las Vacas, es de notarse que este fué la primera hacienda de ganado vacuno que hubo en estos países; pues siendo repartimiento de Hector de la Barreda, uno de los conquistadores mas acreditados de este Reino, y viendo dicho Caballero la falta de carne de vaca, que se padecía en esta tierra, trajo á su costa de la isla de Cuba cantidad de vacas, que puestas á repastar en este valle, fueron procreando y multiplicándose, hasta abastecer el Reino de vacas y toros; y por esta razón se llamó el valle de las Vacas. Consta del libro 2º de Cabildos, que en el que se celebró á 20 de Julio de 1530, se acordó que para la fiesta de Santiago, se compre un toro del hato de Barreda y se le den por él veinte y cinco pesos de oro marcado de ley perfecta.

A corta distancia de los confines de este Valle de las Vacas, por su parte oriental, corre el rio que llaman de la Chorrera, digno de notarse porque sus aguas tienen la virtud de convertir en piedra cualquier madero, raiz ó rama de árbol que cae en ellas; de suerte que si una parte del madero baña el agua y otra no, la primera se transmuta en piedra lustrosa, de color pardo y blanco; y la segunda permanece en su ser natural de palo: con la circunstancia, que donde corre mas rápido este rio, se hace mas pronto la transformación y la piedra es mas lustrosa que en las partes por donde camina con lentitud. Y también es de advertir que convertido el vejetal en piedra, conserva la misma testura de sus libras y porosidad de su materia.

En el valle de Sacatepequez, cerca del pueblo de S. Pedro, por los años de 1681, se encontró una mina de rubíes: fué el caso que siendo Cura Vicario de este pueblo el P. M. Fr. Francisco de Paz y Quiñones, del Orden de Santo Domingo, salió una tarde por divertirse, y se encaminó á una quebrada inmediata al pueblo, por donde corre un cristalino arroyo: aquí advirtió que en el paredón de la madre de aquel rio, se descubría una vela de barro blanco, con petanques negros y rojos, y movido de la hermosura del matiz, viveza de sus colores y reflejos de las menudas marquesillas, mandó sacar una porción de aquella tierra; que llevada á Guatemala, la entregó al Licenciado Cristóval Martin, hombre inteligente en metales: este, habiendo beneficiado aquel metal, que pesaba tres libras, cuando volvió el Religioso, le entregó un grano de plata copeya, muy lustrosa. de poco mas de media ochava de peso y siete rubíes del tamaño de una lenteja. Y asegura el cronista Fuentes (tomo 1º libro 13 capítulo 1º) que tuvo en sus manos todo lo dicho, y atestigua con otros sujetos que lo vieron y vivian cuando él escribió. Pero á pocos días de este descubrimiento eligieron Prior del Convento de Guatemala al citado Religioso; por lo que tuvo que ausentarse del pueblo de San Pedro Sacatepequez y se quedó la mina en este estado.

Muchas cosas notables pudiéramos referir de las producciones naturales que se encuentran en estas cinco provincias, de que tratamos en el presente capitulo, ya del género animal, ya del vejetal; pero muchas de ellas son generalmente sabidas para los de la tierra, y por lo que mira á las personas de otros paises, estas pueden ver la descripción de las mas en el Vocabulario de las voces provinciales de la América, de Don Antonio de Alcedo. Pero no podemos pasar en silencio el Chapulí Verde, que se da en los pueblos de San Cristóval Amatitlan y pampichín y es una de las mas raras y prodigiosas producciones de la naturaleza. Es especie de langosta de color verde y su tamaño es de una jeme de largo en la estremidad de la cola cria una espina curva; cuando esta llega a endurecer se halla el animalillo en su edad perfecta: en este estado lo matan y abren con curiosidad y se encuentra en la parte esterior de sus tripas, pendiente de una vid, cierto racimillo largo como de una pulgada, compuesto de unas pepitas semejantes á las de la granadilla: sembradas éstas, producen una mata como la de la calabaza, que lleva por fruto unos calabacitos amarillos y tan lustrosos que parecen de oro; y sembrando la pepita de dichos calabacitos, á cada siembra salen mayores. Es cierto que se hace increíble, que un individuo del género animal pase á serlo del vejetal, y que un árbol sea procreado por un animal; pero es igualmente cierto que observamos en la naturaleza otras transformaciones no menos admirables que ésta y no parecen tan prodigiosas, porque son mas frecuentes: todos los dias vemos los gusanos, animales reptiles, que después de arrastrarse con gran lentitud por algún tiempo, pasan al estado de crisálida, en que pareciendo haber perdido la vida, permanecen muchos dias como entes inanimados, y cumplido el término de su amortización, sale de aquel sepulcro una hermosa mariposa, que, con su fecundidad ha de procrear multitud de gusanos, semejantes á aquel de quien ella tomó el ser. Pues si un animal reptil pasa de esta especie á la volátil, no será imposible que una parte de un animal se convierta en semilla, que metida en la tierra como en una crisálida, produzca un árbol, que dotado de fecundidad como la mariposa, dé copia de semilla que conserve y aumente la especie. A esto se añade que los mas de los animales tienen ciertas partes que no son sensitivas, sino puramente vejetales y como arbolillos que nacen en el cuerpo del animal: tales son los cabellos, las plumas, las uñas, en todo semejantes á las ramas de un árbol; pues qué mucho que algunos crien en su seno otras parecidas á las semillas de las plantas? Supuestos estos principios de credibilidad, es preciso dar asenso a una noticia que comunican hombres de cuya sinceridad no se puede dudar; pues Don Francisco de Fuentes, que es autor de tal ingenuidad que para quedar convencido de ella basta leer un periodo de sus obras, asegura que el Br. Tomas de Melgar, Sacerdote venerable y de acreditada veracidad, hizo la esperiencia, y habiendo sembrado los referidos granillos, cojió copia de calabacitos.





Fin del tomo segundo.



  1. No se puede pasar en silencio la inaudita tiranía del bando que mandó publicar el Señor Don Matías de Galvez, Presidente de esta Real Audiencia, por el mes de Junio de 1779 para la desolacion de la Antigua Guatemala. En él manda que dentro de un corto número de dias salgan de dicha Ciudad todos sus moradores, y desde la hora de la publicacion del bando ningun menesteral pueda trabajar en su oficio, bajo varias penas. Cosa nunca vista que sea delito buscar el sustento con el trabajo de las manos! De suerte que esta pobre gente se vio en la necesidad ó de salir en la hora de aquel lugar, ó de robar para mantener sus familias; mas sin embargo de la mostruosa crueldad de este mandato, se llevó á debido efecto su cumplimiento.
  2. Antiguamente estaba situado el pueblo de Jalpatagua en la falda de esta eminencia, teniendo por antemural el peñol.
  3. Esta fiesta, que llaman del Volcan, la hacen los indios de este Reino en ocasion de fiestas reales, y es una representacion de esta accion militar. Cuando se ha de hacer, se avisa con tiempo á los pueblos á quienes se encarga dicha funcion; y éstos levantan en la plaza mayor de esta Ciudad un monte muy elevado, que visten de yerbas, flores y ramas de árboles: en éstas colocan muchos monos, guacamayas, chocoyos, ardillas y otros animalillos: forman en el monte algunas grutas en que ponen dantas, ciervos, jabalíes y pizotes: en la cima del monte hacen una casilla, que llaman la casa del Rey. Llegado el dia de la fiesta, á cosa de las tres de la tarde, se tienen dos compañías de caballería en el costado oriental de la plaza, y dos de infantería en el meridional: despues van entrando muchas tropas de indios, que llegarán al número de mil: estos se presentan a la usanza de su gentilidad, desnudos con solo sus mastates, embijados, con plumas de guacamayas y pericos, y sus arcos y flechas despuntadas, y otros con varas y rodelas: tras estos vienen otros muchos, tocando varios instrumentos de los que usa esta nacion: siguen varias danzas bien ordenadas y vistosas, por la diversidad y costo de sus vestidos y matices de lucidas plumas con que van adornados. Por último, viene el Gobernador de Jocotenango, con grande acompañamiento de todos los principales de su pueblo, ricamente vestidos á su usanza, con costosos ayates, cadenas al cuello y sombreros con plumass: el Gobernador representa la persona del Rey Sinacam, y asi lo traen en hombros en una silla dorada, adornada con plumas de quetzal y muchos abanicos: y él viene ataviado con magnificencia de gran Monarca, con un abanico de plumas en una mano, cetro en la otra y corona en la cabeza; y esta representacion, que por estilo inmemorial le corresponde á este Gobernador, la estima en tanto, que cuando se estrenó la Santa Iglesia Catedral el año de 1680, siendo uno de los regocijos con que se celebró esta funcion la fiesta del Volcan, le ofrecía el Gobernador de Itzapa 500 pesos, porque cediera en él esta representacion, y fué constantemente desechada su propuesta. Y con esta ostentacion llega á la plaza y se encamina al volcan, adonde lo suben en hombros hasta ponerlo en la casa del Rey. Despues entran marchando en la plaza, dos compañías de indios Tlaxcaltecas, descendientes de los que asistieron á Don Pedro Portocarrero en esta espedicion, vestidos á la Española, armados con espadas, arcabuces y picas, presididos por el Gobernador de Ciudad Vieja. Estos tambien se dirigen al volcan y empiezan el asedio de la fortaleza, formando sitio en torno de la circunvalacion de este monte, disparando los arcabuces y dando sus asaltos por varias partes: los defensores, tirando sus zaetas al aire, con muchos silvos, alaridos y voces, representan muy al vivo la defensa de aquella fortaleza: ya se vienen á una parte á resistir el asalto de los Tlaxcaltecas, ya se vuelven á esparcir por el cuerpo de aquel fingido monte; y esta contienda dura largo rato, con gran divertimiento y gusto de los espectadores: hasta que dando el último avance los Tlaxcaltecas, se van retrayendo los del volcan y siguiéndolos los de Ciudad Vieja: ellos hacen como que van huyendo, dejando de intento solo al Sinacam de esta farsa; y entonces lo aprisionan y aseguran con una cadena el Gobernador y Alcaldes de Almolonga, y descendiendo del volcan vienen con él á palacio y lo presentan rendido al Señor Presidente. Hecho esto se vuelven á sus pueblos, en la misma forma que vinieron. De algún tiempo á esta parte se ha dejado de hacer esta fiesta, sin duda por ahorrar á los indios los exhorbitantes gastos que les ocasionaba.
  4. Este Rey, que se sublevó el año de 1526 y estuvo mucho tiempo preso en Guatemala, se halla nombrado en los libros de Cabildos, Sinacam.
  5. Este autor da á entender que quedó desierta la Ciudad; pero hallándose Cabildos celebrados en 23 y 26 de Agosto en la Ciudad de Santiago, y mas que en el de 23 de Agosto se mandó pregonar que los que quisiesen vecindad y sitio en ella lo pidiesen; no se puede decir que estaba asolada la Ciudad.
  6. A los referidos Cabildos asistió Don Pedro de Alvarado, y asi es preciso que estuviera en Guatemala el 22 de Agosto.
  7. No solo se estendía la jurisdiccion de los Alcaldes Ordinarios al valle de Guatemala, en los tiempos inmediatos á la conquista de estas tierras, sino tambien á la provincia de Zapotitlan ó Suchiltepequez, donde ponían un Teniente, como se vé por cédulas de 8 de Abril de 1565, y 20 de Noviembre de 1570. Y tambien consta que abrazaba la referida jurisdiccion la provincia de Sonsonate; pues habiendo la villa de la Trinidad presentado peticion ante el M.I. Señor Doctor Don Antonio Gonzalez, Presidente de esta Real Audiencia, en que suplicaba se le diese licencia para que sus Alcaldes Ordinarios pudiesen usar y ejercer sus oficios en toda la jurisdiccion del Alcalde Mayor de Sonsonate: el citado Señor Presidente mandó se notificase á este Cabildo la dicha peticion, y que respondiese lo que convenia á esta Ciudad, por ser la jurisdiccion suya, (lib. 5º de Cab. fol. 27 y 28). Y mas, como se dice en cédula de 29 de Noviembre de 1570 (lib. 1º de céd. del Cab. fól. 356). La Ciudad de Santiago ha gozado del privilegio, que desde el principio de su fundacion la justicia ordinaria de la dicha Ciudad habia estado en posesion y costumbre de usar y ejercer jurisdiccion en todos los pueblos de indios que estaban encomendados en vecinos della. Mas queriendo usar de esta preeminencia Don Diego de Guzman, Almirante de la mar del Sur y Encomendero de los Izalcos, por los años de 1577, en que era Alcalde Ordinario, y pasó á los pueblos de su encomienda, el Alcalde Mayor de Sonsonate no le permitió traer vara en ellos. Por lo que en Cabildo de 28 de Setiembre de dicho año, á pedimento del Síndico, se mandó sacar del archivo la real provision ejecutoria que tiene esta Ciudad, para que sus Alcaldes traigan vara en todas las partes donde tuvieren repartimiento los vecinos de esta Ciudad..... Sacóse la Ejecutoria..... y otra provision real sobre la jurisdiccion de esta ciudad y la Villa de la Trinidad, y se entregó uno y otro original á Diego Ramirez: (libro 6º de Cabildo fólio 24). Y esta parece fué la ocasion en que se perdieron estos papeles tan apreciables.
  8. El árbol de maguey es una de las plantas mas útiles que da el suelo americano: es una mata fuerte y espinosa, que por eso sirve para cercas de huertas. Dicha mata se estiende mas de dos varas de diámetro y se y compone de unas pencas gruesas, de una vara de largo y tendrán una ochava de ancho en el pié y van angostando hasta acabar en punta, vestidas de unas espinas tan sólidas como de acero: en el centro de la mata se levanta un cogollo de figura cónica y de la misma contestura de las pencas: en estando este en su perfecta sazon, se corta cerca del pié y se le saca parte del corazón, de modo que queda de la figura de una taza, y esta concavidad, que tiene como una cuarta de vara de diámetro, amanece todos los dias llena de pulque por algún tiempo. Este licor tiene distintas cualidades y hace diversos efectos; porque el dia que se saca del cogollo está dulce y es purgante: al segundo dia se halla menos dulce: el tercero, comienza á agriar; y en este estado se bebe por regalo. Cada dia se pone mas ágrio, y en llegando á cierto grado de acritud, embriaga: es escelente remedio para varias enfermedades, para unas mas agrio, para otras menos. De este vino de maguey se hace muy buen vinagre, y se alambica escelente aguardiente; y de sus pencas se saca pita, de que se tejen lienzos para vestuario y se hace jarcia muy durable y cables para navios, mejores que los de cáñamo. Y los indios fabricaban antiguamente de dichas pencas, papel; y asegura el cronista Fuentes que vió siete peticiones presentadas al Cabildo, escritas en este papel. De las espinas se servian los indios en lugar de alfileres y de las pencas se valen para cubrir sus ranchos. Se hace de las pencas una comida que llaman mascal; algunos la toman por gusto y otros por medicina, porque es un purgante muy suave. Estas mismas pencas asadas y esprimido el zumo sobre cualquiera herida, la sana con gran celeridad.
  9. A este pueblo de San Lucas Cabrera tambien le llaman San Lucas Ichan Suquit, que quiere decir en lengua pipil, casa de lodo, porque en este pueblo hay unos pocitos en que metiendo cualquier género de ropa por tres ó cuatro dias, se tiñe de negro finísimo y tan durable que nunca se destiñe.
  10. Asegura el cronista Fuentes que Don Juan Alonso fué Dean de esta Santa Iglesia; mas nosotros no lo hemos puesto en el catálogo de los Prebendados, porque no se encuentra su firma en los libros de Cabildos.
  11. En autos que siguieron los indios de Patzicia con los dueños de estancias de aquel valle, en el Gobierno el año de 1686, se encuentra un testimonio del título de tierras de dicho pueblo, por el que consta que el indio principal Don Pedro Ahpotzotzil, con otros principales y tatoques, fundaron el pueblo de Patzicia, el año de 1545; y que este mismo año se fundó el de San Martin Xilotepeque.