Historia XVIII:La Filosofía
Los hombres del Renacimiento habían estudiado a los filósofos antiguos, sobre todo a Platón, pero ninguno había creado un sistema original. El siglo XVII vió aparecer filósofos ilustres, el inglés Bacon, el francés Descartes, el holandés Spinoza, el alemán Leibnitz. Todos, en lugar de hacerse discípulos de los antiguos, trataron de comprender el mundo.
Bacon (1561-1626), barón de Verulam, ministro de Jacobo I, condenado en 1621 por el Parlamento por haber recibido indebidamente dinero, se interesaba por la ciencia. Murió de un enfriamiento que cogió estudiando los efectos del frío en una gallina enterrada en la nieve. Bacon consideraba la ciencia como el medio de hacer al hombre dueño del mundo. «Nuestro poder va tan lejos como nuestro saber», decía. Buscó el método por el cual el hombre pudiera descubrir las leyes de la Naturaleza.
Bacon expuso su sistema en el Novum Organum, título que había elegido para oponerle al antiguo «organum» de Aristóteles. Recomendó no mezclar la ciencia con la religión. Quería constituir «la filosofía de la Naturaleza», partiendo del conocimiento de los hechos para llegar a aplicaciones prácticas, ora en mecánica, ora en política.
Bacon condenaba el método escolástico que procedía por el razonamiento. «El sabio, dice, no debe hacer como la araña, que saca todo de sí misma, ni como la hormiga que reúne, sino como la abeja, que, después de haber reunido, elabora su miel...» Recomendaba, por tanto, emplear la experiencia metódica: observar primero los hechos para atestiguarlos como producto de la experiencia; luego clasificar los hechos observados; por último, razonar pasando de lo particular a lo general, de modo que se descubran las leyes de los fenómenos, es decir, el modo como tienen lugar constantemente. «Es preciso, decía, dejar hablar a la Naturaleza».
Bacon intentó aún aplicar su método. Las experiencias que hizo no dieron gran resultado. Pero fué, como él decía, «la trompeta que llama a la investigación». Estableció el principio de que la ciencia debe constituirse, no por el razonamiento, sino por la observación.
Descartes (1596-1650), hijo de un magistrado de Rennes, fué educado en un colegio de jesuitas. Marchó a París, peleó en la guerra de Bohemia, viajó por Europa y acabó por establecerse en Holanda, donde vivió veinte años en tres ciudades distintas. Tenía fortuna suficiente para vivir sin ejercer una profesión, y prefería habitar en el extranjero, porque sabía que era sospechoso al clero de Francia. Mantenía correspondencia con algunos amigos de Francia, pero evitando que nadie se fijase en él.
Descartes comenzó trabajando en matemáticas, y él creó la Geometría analítica. Había preparado una teoría sobre el sistema del mundo, según las ideas de Copérnico. Quería publicar un Tratado del mundo, cuando supo que Galileo había sido condenado (véase esta página). Destruyó entonces sus manuscritos, pues no quería exponerse a una persecución. Pero, en 1635, publicó el célebre Discurso del Método, en el que expuso la idea fundamental de su filosofía. Le publicó en francés, de modo que fuera comprendido de la generalidad.
La idea esencial es que no se debe creer sino lo que es evidente. Descartes rechazaba toda autoridad fundada en la tradición, la razón era el único guía por él reconocido. «Todas las ciencias, dice, no son otra cosa que la inteligencia humana» . Empezaba por dudar de todo lo que no estaba demostrado. Así fundó todo un sistema del mundo. Le desarrolló en las Meditaciones, escritas en latín.
Descartes tuvo discípulos en toda Europa, los cartesianos, que se opusieron a los teólogos, discípulos de Aristóteles. El más célebre fué Malebranche, oratoriano, amigo de los jansenistas.
Spinoza (1632-1677), nacido en Amsterdam de una familia de judíos procedentes de Portugal, había estudiado en su juventud la teología judía y los filósofos judíos de la Edad Media, luego se había dedicado a las Ciencias Naturales. Sus correligionarios judíos le excomulgaron por «sus errores espantosos». Hasta morir hizo vida muy retirada, con un poco de dinero que le daban sus amigos y otro poco que ganaba pulimentando cristales de anteojos. No aceptó una cátedra en la Universidad de Heidelberg a fin de conservar su libertad. Era persona suave, benévola, muy estimada de cuantos con él tenían trato, y delicado de salud. Murió tísico.
Spinoza había estudiado a Descartes, y escribió en latín algunos tratados muy bien razonados. En el principal, la Ética, exponía su sistema. Reducía todo a una substancia única, que es a la vez Dios y la Naturaleza.
Leibnitz, nacido en Leipzig, hijo de un profesor de Derecho, estudió las Matemáticas y enseñó en una pequeña Universidad alemana. Pero no tenía afición a la enseñanza. Fué a París, donde pasó cuatro años, luego a Londres. Por último entró al servicio del príncipe de Hanover, en calidad de bibliotecario e historiógrafo. Fué a la vez historiador, matemático y filósofo.
Leibnitz creó una nueva ciencia matemática, e hizo grandes trabajos de erudición histórica. Expuso sus ideas filosóficas en cartas y pequeñas memorias de unas cuantas páginas. Como Descartes y Spinoza, inventó un sistema general del mundo. El suyo se basaba en la teoría de la mónada.