Historia XVIII:La Astronomía

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La Ciencia que se constituyó primero fué la Astronomía. El danés Tycho Brahé, trabajando sin anteojo, había hecho un catálogo de mil estrellas. Su adjunto en Praga, un alemán pobre, Kepler, astrónomo del emperador Rodolfo, que le pagaba muy mal, concibió la idea de que el mundo está constituido según una armonía misteriosa. Creía en la Astrología. Reprodujo el sistema expuesto en el siglo XVI por el polaco Copérnico.

Se admitía entonces el «sistema de Ptolomeo», formulado por los griegos. Se pensaba que la Tierra está en el centro del mundo y que el Sol y las estrellas giran alrededor de ella. Kepler llegó a formular tres proposiciones matemáticas —llamadas las leyes de Kepler—, que explicaban los movimientos de los planetas admitiendo que giran alrededor del Sol. Este descubrimiento no fué verdaderamente comprendido sino a fines del siglo XVII.

Un italiano de Toscana, profesor de matemáticas en la Universidad de Padua, Galilea (1564-1642), supo que se acababa de inventar en Holanda un medio de hacer anteojos que aumentaban mucho las cosas. Galileo construyó uno, e inmediatamente descubrió las montañas de la luna, la naturaleza de la Vía láctea, los satélites de Júpiter y muchas estrellas que no se percibían a simple vista. El gran duque de Toscana le dió una pensión.

No creía que la Tierra estuviera inmóvil en el centro del mundo. Imaginó entonces la teoría de la gravedad, y escribió que la Tierra es la que da vueltas alrededor del Sol. Los partidarios del sistema de Aristóteles, irritados, se dirigieron a la Congregación del Índice (véase capítulo V), la cual declaró la doctrina de Copérnico y de Galileo en contradicción con la Sagrada Escritura (1616). Un cardenal mandó comparecer a Galileo y le prohibió sostener aquella opinión. Galileo prometió someterse. Pero, pocos años más tarde, como su protector hubiera sido nombrado Papa, publicó un Diálogo en que hacía discurrir a tres personajes acerca de la cuestión (1632).

Este libro produjo un escándalo. Se hizo creer al Papa que Galileo había querido burlarse de él. La Inquisición mandó prenderle y le obligó a abjurar de rodillas sus errores. Estaba condenado, además, a prisión. Pero pronto fué puesto en libertad.

Se perfeccionaron luego los anteojos de modo que se hizo el telescopio. Se descubrió entonces un satélite de Saturno (1656). Huygens (1629-1695), un holandés que trabajaba en Inglaterra, inventó un nuevo sistema de reloj por medio del péndulo (fué más tarde llamado por este nombre). Se pudo entonces medir el tiempo de modo mucho más preciso, lo cual era necesario para calcular las distancias exactamente.

El italiano Cassini, llamado por Colbert al Observatorio de París, trabajó ayudado por el francés Picard. Observó las manchas del Sol y calculó el tiempo de rotación del mismo. Logró determinar las longitudes. La Academia de Ciencias hizo medir la longitud de un grado del meridiano de la Tierra (1671). El Observatorio inglés de Greenwich empezó a hacer un nuevo catálogo de estrellas.


Newton (1642-1729) imaginó entonces una teoría que reunió en un sistema completo las observaciones de astronomía (la publicó en 1687). Se había emitido ya la idea de que todos los astros son movidos por una fuerza física que los lleva hacia un centro, la fuerza centrípeta; pero se trataba de averiguar el valor de esa fuerza. Newton partió de una reflexión que había hecho viendo caer una manzana, Se preguntó primeramente si la fuerza de gravedad, que hace caer los cuerpos a tierra, no se extendía hasta la luna. Habiéndose equivocado respecto al espesor de la Tierra, se detuvo en sus trabajos. Pero tenía paciencia. Cuando se le preguntó más tarde cómo había hecho sus descubrimientos, respondió: «Pensando constantemente en ellos». Reanudó el trabajo y llegó a demostrar que los movimientos de los planetas no se explican sino diciendo que los cuerpos se atraen en razón directa de su masa e inversa del cuadrado de la distancia que los separa. A esto se llamó la gravitación universal que ha seguido siendo el fundamento de la mecánica celeste.