Historia XVII:Hungría

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La mayor parte del reino de Hungría estaba aún bajo la dominación del sultán, que enviaba a ella bajás turcos. Su capital era Pesth. Pero los señores húngaros, de nacionalidad magiar, conservaban sus tierras y su poder sobre sus campesinos. Habían seguido siendo cristianos, católicos los unos, los otros calvinistas.

La parte occidental de Hungría, que subsistía en poder de la casa de Austria, conservaba su vieja constitución. El emperador no reinaba en ella sino a título de rey, estaba representado por algunos grandes dignatarios que él nombraba, el palatino (virrey), el juez mayor, el tesorero; pero no podía nombrar más que a señores húngaros.

El rey no podía variar las leyes ni imponer los tributos sino con el consentimiento de la Dieta, dividida en dos Cámaras, los magnates y los diputados de los condados (comitados), elegidos por la gente hidalga. Pero la Dieta no se reunía sino cuando el rey la convocaba. Al rey no le gustaba convocarla, porque la Dieta le presentaba reclamaciones contra su Gobierno, le pedía que no enviase a territorio húngaro soldados extranjeros, quería decidirle a que expulsase a los jesuitas. Los húngaros querían se reconociese que su reino no era hereditario, y que la Dieta elegía al soberano. Reclamaban también el derecho de alzarse en armas si el rey violaba la Constitución. Los protestantes se quejaban de que el rey les hubiera quitado iglesias para darlas a los católicos.

El principado de Transilvania, al Este, del lado de los montes Cárpatos, había sido una dependencia de Hungría. Pero, desde que los turcos habían conquistado esta última, el príncipe de Transilvania se había hecho independiente. Los campesinos eran rumanos, de religión griega; pero el príncipe, todos los señores y los nobles eran magiares, la mayor parte calvinistas o unitarianos, (se llamaba así a una secta que no creía en la Trinidad).

Uno de los príncipes magiares y calvinistas de Transilvania, Gabriel Bethlen —en magiar Bethlen Gabor (los húngaros ponen el nombre después del apellido), reunió un ejército de guerreros magiares y se alió con los protestantes de Bohemia sublevados contra el emperador (véase cap. X). Llegó a poner sitio a Viena y sublevó a los protestantes de Hungría (1620). Siguió siendo aliado de los señores húngaros descontentos.

El emperador no se atrevía a establecer el poder absoluto en Hungría, como en sus otros Estados, por temor a impulsar a los húngaros a aliarse con los turcos. Pero Leopoldo I no quería la Dieta ni el culto protestante. Después de la victoria de 1664 contra los turcos, dejó tropas en las plazas fuertes de Hungría y se negó a convocar la Dieta.

Los húngaros creían que los jesuitas aspiraban a suprimir el culto protestante. Contaban que los cortesanos, hablando de los señores húngaros, decían: «Echaremos por tierra sus gorros y sus grandes penachos, cambiaremos los botones de oro de sus grandes capas por botones de plomo». Los grandes señores descontentos conspiraron con Luis XIV. Leopoldo ordenó prenderlos y decapitarlos. Luego trató a Hungría como si fuera una provincia. Envió a ella un gobernador alemán y soldados que aterrorizaron al país. Los pastores protestantes fueron acusados de haber tomado parte en el complot (1674). El tribunal los declaró culpables de alta traición. Se indultó a los que se comprometieron a no ejercer más su cargo; lOS restantes fueron enviados a galeras, a Nápoles. Se establecieron tributos sin consultar a la Dieta.

Los húngaros se sublevaron, con el nombre de Kuruzze (cruzados). Su jefe era un joven de veinte años, Tékéli, hijo de uno de los señores decapitados en 1670, educado a la fuerza en un colegio de jesuitas, de donde se había escapado. Casóse con la viuda del príncipe de Transilvania, una mujer enérgica, Helena Zriniy. Se entendió con Luis XIV y con el sultán, y mandó acuñar monedas con su efigie, con estas palabras en latín: «Tékéli, señor del país de Hungría». Leopoldo tuvo miedo, convocó la Dieta y prometió a los protestantes de Hungría dejarles su religión.