Historia V:El luteranismo hasta la paz de Ausburgo

← Historia V:Los anabaptistas
Capítulo 5 – La crisis religiosa en el siglo XVI
El luteranismo hasta la paz de Ausburgo

de Charles Seignobos


Carlos V, vencedor en Italia, volvió a Alemania, después de nueve años de ausencia, para arreglar definitivamente los asuntos religiosos. Convocó la Dieta de Ausburgo. Llegó allí con fuerte escolta de nobles españoles e hizo una gran procesión en la catedral. Los príncipes protestantes no se atrevieron a hacer franca resistencia. Presentaron al emperador su profesión de fe, redactada por Melanchton, un erudito amigo de Lutero. Manifestaban que seguían siendo miembros de la Iglesia católica y que querían solamente acabar con los abusos contrarios a la Sagrada Escritura. Tal fué "la confesión de Ausburgo" (1530). Ha sido adoptada más tarde por las iglesias luteranas; los luteranos se denominan todavía afiliados a la confesión de Ausburgo. Los teólogos católicos presentaron inmediatamente una refutación. El emperador la mandó leer en la asamblea, manifestó que los luteranos estaban refutados y les ordenó someterse.

Los príncipes luteranos amenazados se pusieron de acuerdo. El Elector de Sajonia reunió en su castillo de Schmalkalden a los enviados de los príncipes y de las ciudades luteranas y constituyeron un a liga (1531) para defenderse del que quisiera "apartarles por la fuerza de la palabra de Dios".

Carlos V, por hallarse en guerra con los turcos que habían invadido Austria, necesitaba de los príncipes. No se atrevió a emplear la fuerza contra ellos y les prometió no encausar a nadie por motivos religiosos hasta que se celebrase Concilio (1532). Los luteranos habían logrado la tolerancia provisional.

La gran mayoría de los países de Alemania había, en un principio, permanecido católica. Pero, a medida que iban muriendo los viejos príncipes católicos, sus sucesores se hacían partidarios de la Reforma. En 1540, casi todos los príncipes y las ciudades independientes de Alemania habían establecido iglesias luteranas. Ya no había católicos casi más que en los territorios de los soberanos obispos y de las dinastías de Baviera y de Austria.

Al mismo tiempo, el rey de Suecia y el de Dinamarca y Noruega se incautaban de los bienes de las iglesias e implantaban la reforma luterana en los países escandinavos. Los alemanes de las ciudades de Polonia y de Hungría adoptaron las doctrinas de Lutero y fundaron iglesias luteranas.

En todos los países luteranos se clausuraban los conventos, se derogaba la autoridad de los obispos, se suprimía la misa, las indulgencias, el culto de las reliquias, las imágenes de los santos. El Gobierno confiscaba los bienes de la Iglesia y se encargaba de dirigir la religión. Los pastores tenían derecho a casarse, celebraban el culto en lengua vulgar, daban la comunión con la hostia y con el cáliz.

Cuando Carlos V hubo hecho la paz con Francia, aprovechó el desacuerdo que había entre los príncipes luteranos, guerreó con ellos e hizo prisionero al Elector de Sajonia (1547). Impuso luego a los Estados luteranos de Alemania un arreglo que les obligaba a restablecer el culto católico mientras no hubiera decisión del Concilio. Pero el Papa se indispuso con el emperador, y los luteranos amenazados se entendieron con el rey de Francia (véase capítulo II). Carlos V se vió obligado a huir a Italia (1552). Le ocupó entonces de tal manera la guerra con Francia, que ya no quiso atender a los asuntos de Alemania. Su hermano hizo con los príncipes luteranos la paz de Ausburgo (1555).

Se renunció a esperar la reforma por el Concilio y a restablecer la unidad de religión. Todos los príncipes y las ciudades "que se habían adherido a la confesión de Ausburgo (es decir, luteranos), tuvieron el derecho de arreglar a su gusto la religión en su territorio. No se estableció la libertad religiosa; cada príncipe tenía el derecho de imponer su religión a todos sus súbditos. Pero los príncipes que habían permanecido católicos no debían condenar a sus súbditos como herejes, podían solamente expulsarlos del territorio sin confiscarles los bienes. Alemania quedó dividida entre los católicos y los luteranos.