Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

XXXIV.

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Hermosos ojos donde amor se anida,
Do sus saetas templa, y donde enciende
Su inmortal hacha; en cuyos tercos tiende
La red, do fué mi libertad prendida:

Si el piadoso licor, que mi herida
Podría curar, de vuestra luz desciende,
Y de veros, ó no, solo depende
El hilo de mi larga, ó corta vida:

Y habiéndoos de dexar, ¡ay cielo ayrado!
¡Ay fortuna! á mi bien siempre enemiga!
Me escondo, y voy de vos huyendo agora;

Es porque del vivir propio apartado
Me alcance aquí la muerte, y no se diga:
Tirsi vivió de Fili ausente una hora.