Helo, helo por dó viene

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.


LXXVI


H

elo, helo por dó viene

el moro por la calzada,
caballero á la jineta
encima una yegua baya;
borceguíes marroquíes
y espuela de oro calzada,
una adarga ante los pechos,
y en su mano una azagaya.
Mira y dice á esa Valencia:
—¡De mal fuego seas quemada!
Primero fuíste de moros
que de cristianos ganada.

Si la lanza no me miente,
á moros serás tornada,
y á aquel perro de aquel Cid
prenderélo por la barba:
su mujer doña Jimena
será de mí captivada,
y su hija Urraca Hernández
será la mi enamorada:
después de yo harto d’ella
la entregaré á mis compañas.—
El buen Cid no está tan lejos
que todo no lo escuchara.
—Venid vos acá, mi fija,
mi fija doña Urraca;
dejad las ropas continas,
y vestid ropas de Pascua,
á aquel moro hi-de-perro
detiénemelo en palabras,
mientras yo ensillo á Babieca
y me ciño la mi espada.—
La doncella muy fermosa
se paró á una ventana;
el moro desque la vido
d’esta suerte le fablara:
—¡Alá te guarde, señora,
mi señora doña Urraca!
—¡Así faga á vos, señor,
buena sea vuestra llegada!
Siete años há, rey, siete,
que soy vuestra enamorada.
—Otros tantos há, señora,
que os tengo dentro en mi alma.—
Ellos estando en aquesto,
el buen Cid ya se asomaba.
—Adios, adios, mi señora,
la mi linda enamorada,

que del caballo Babieca
yo bien oigo la patada.—
Do la yegua pone el pié
Babieca pone la pata;
el Cid fablara al caballo,
bien oiréis lo que fablaba:
—¡Reventar debía la madre
que á su hijo no esperaba!—
Siete vueltas la rodea
al derredor de una jara;
la yegua, que era ligera,
muy adelante pasaba
fasta llegar cabe un río
adonde una barca estaba.
El moro desque la vido
con ella bien se folgaba;
grandes gritos da al barquero
que le allegase la barca:
el barquero es diligente,
túvosela aparejada;
embarcóse presto en ella,
que no se detuvo nada.
Estando el moro embarcado,
el buen Cid se llegó al agua,
y por ver al moro en salvo
de tristeza reventaba;
mas con la furia que tiene
una lanza le arrojaba,
y dijo:—¡Coged, mi yerno,
arrecogedme esa lanza,
que quizá tiempo verná
que os será bien demandada!