Gotas de sangre/Compadrazgo médico

Compadrazgo médico


Pero este horror de Juana Weber no puede quedar así. La opinión pública reclama el castigo que merecen esos galenos expertos, ese doctor Thoinot, sobre todo, a cuyos informes se debe que la criminal anduviese suelta, cavando fosas de niños. De ayer a hoy se ha escrito mucho sobre este lamentable asunto. Voy a recoger, por competente e imparcial, una opinión, la del famoso cirujano Doyen:

-En 1905 fue llevado, moribundo, al hospital, un niño que tenía en el cuello una huella, muy significativa, que motivó la inmediata arrestación de Juana Weber. Entonces, y por primera vez, el doctor Thoinot declaró que el niño no había muerto por estrangulación; el fiscal se inclinó ante esta declaración y Juana Weber fue absuelta.

... Haciendo caso omiso de otros hechos me ocuparé del que conozco particularmente: el crimen de Châteauroux, el asesinato del niño Bavouzet, por el cual Juana Weber benefició una vez más de una escandalosa absolución.

Jamás vaciló mi espíritu en la apreciación de este asunto. Por mi mano pasaron todos los informes, y nunca puse en duda la culpabilidad de Juana Weber. Los dictámenes de los doctores Bruneau y Audiat -de Châteauroux- demostraban de irrefutable modo que Bavouzet había sido estrangulado. Cuando el doctor Audiat vino a quejárseme de haber sido maltratado, sin poder defenderse, en una sesión de la Sociedad de Medicina legal, yo le dije textualmente:

«Desprecie usted todo eso. Yo estoy firmemente convencido de que esta mujer, a quien quieren poner en libertad, reanudará su lúgubre tarea.»

¿Que cómo se explica que los tres últimos expertos declarasen también contra el asesinato? Porque eran expertos oficiales, cuya única preocupación era salvar a un colega y amigo de las consecuencias de un error grave. Los jueces estaban seguros de la culpabilidad de Juana Weber. fue el médico forense quien, dictaminando que la criatura no había sido estrangulada, recabó las absoluciones sucesivas, y provocó, en favor de la culpable, una ridícula campaña de sensiblería, que sería profundamente cómica si no hubiese costado la vida a otros seres inocentes.

¡Ah, esos médicos expertos! No son esas victimas las primeras que han hecho...

La responsabilidad de dichas lumbreras de la Ciencia resulta, pues, más grave que se creyó al principio. No faltaron a la verdad por ignorancia a secas, sino también por compadrazgo, por espíritu de clase, salvando a un compañero indocto y haragán que, según la querella judicial entablada ayer por un padre cuyas cuatro hijas perecieron a manos de Juana Weber, ni siquiera se tomó la molestia de desnudar uno de los muertos para reconocerlo debidamente.

Por compadrazgo, por espíritu de clase tuvimos el affaire Dreyfus ¡Un Consejo de guerra no podía equivocarse!... Por compadrazgo, por espíritu de clase, tenemos el affaire Weber. ¡Un Consejo de expertos tampoco podía equivocarse! Aquel error produjo la muerte de algunos hombres y la ruina de muchos más. Este error ha producido la muerte de seis niños.

Y es muy curioso el hecho de que en un Estado que no cree en Dios, se cree en la infalibilidad de un general Mercier o de un doctor Thoinot...