XXXVIII

Antes de que a los golpes

del pesar yo sucumba,

dejar haré una grieta

pequeñita en mi tumba.


Para que tú, por ella,

te asomes, y tus ojos

alumbren mis helados

y lívidos despojos.


¡Y para que por ella

puedas verter tu llanto

sobre el cadáver mustio

de este ser que amas tanto!


Y para que le digas

al solitario muerto:

–¡De nadie seré nunca!...

¡sólo de ti!


¿No es cierto

que así dirás? Entonces ¡oh, mi dulce adorada!

¡Escucharás adentro...

una gran carcajada!