Gotas de ajenjo/XLV
XLV
¿Qué labio hay que no mienta? –me decía,
en medio de la orgía,
la cortesana enteca
por el vicio brutal –suelta la ropa–
–¡Este!– le dije, en tanto que oprimía,
entre mi boca seca,
el labio cristalino de mi copa.