LXXXVII

¡Cava, sí; cava más, sepulturero,

hasta que encuentres la candente lava;

que quede muy profundo ese agujero!

¡Nada temas, no hay nadie en el sendero;

cava más... cava más... cava más... cava!


¿Que para qué tan hondo? –Así lo quiero;

todavía columbro el negro fondo

al resplandor de un pálido lucero

que tiembla en el cénit... ¡Sepulturero,

cava más... mucho más... mucho más hondo!


Sí; será tuyo todo mi dinero

si acabas antes de que alumbre el día.

¿Ese ruido? –¡Es un pájaro agorero

que graznando pasó!... –Sepulturero,

cava más... todavía... ¡todavía!


Ahora, escucha: bájame a esa fosa...

esa fosa será mi mejor lecho;

y encima, con tu pala silenciosa,

derrámame esa tierra cariñosa...


y no cuentes a nadie lo que has hecho.