Gotas de ajenjo/LXXXIV
LXXXIV
Cuentan que un rey, soberbio y corrompido,
cerca del mar, con su conciencia a solas,
sobre la playa se quedó dormido;
y agregan que aquel mar lanzó un rugido
y sepultó al infame entre sus olas.
Hoy bien hacéis, ¡oh, déspotas del mundo!,
en estar con los ojos siempre abiertos...
porque el pueblo es un mar, y un mar profundo,
que piensa, que castiga y que, iracundo,
os puede devorar. ¡Vivid despiertos!