LXIII

Oye tus ojos tan profundas huellas

dejaron para siempre en mis entrañas,

que en las noches tranquilas

suelo mirar absorto las estrellas

sobre la cresta azul de las montañas,

tan sólo porque en ellas

me parece que miro tus pupilas

rodar tras de la red de tus pestañas.

Presa, entonces, de trágica agonía,

pierdo toda mi calma,

y hasta el fondo del alma

torno azorado la mirada mía;

y al contemplar de tus desdén los rastros,

por no ver más tus ojos, bien quisiera,

con ira de pantera,

rasgar los cielos y extinguir los astros.