LXI

Blanco velo que al mármol importuna,

flota sobre la frente inmaculada

y tersa de la virgen desposada,

como un vago crepúsculo de luna.


Sutil como las gasas de la cuna

de la niñez que duerme sosegada,

y luego cual la niebla aletargada

sobre el glauco cristal de la laguna.


¡Calma, oh novia, tu ardor, calma tu anhelo,

y expira, antes que alumbre el nuevo día

marchita tu inocencia –flor de cielo!


¡Y en vez de aquella toca tan sombría

que ponen a las muertas, aquel velo

lleva intacto a la tumba negra y fría!