LIX

En las tardes brumosas del invierno,

cuando el sol taciturno, paso a paso

va cayendo en las sombras del ocaso

como envuelto en las llamas de un infierno, abro las mustias alas y me cierno

por la infinita bóveda al acaso,

falto de luz y de vigor escaso,

presa de las nostalgias de lo eterno.


Y subo, subo, y cuando el ojo mío

descubre entre los velos de la noche

mi supremo ideal, en el vacío una mano brutal mis olas cierra

y caigo... sin una ¡ay! sin un reproche,

sobre el fangal inmundo de la tierra.