DE FIESTA
L barrio está de fiesta. Hay rumoreos alegres en los grupos arremolinados en las esquinas. Crúzanse dicharachos, llenos de ironía grotesca, palabrotas chabacanas cuyos ecos rebotan, pesadamente, en los oídos gruesos de la muchedumbre. La belleza popular puede admirarse en las caras frescas de mujeres jóvenes que se asoman á las puertas y ventanas, balcones y barandas de azoteas. La expresión de esas caras solo revela curiosidad inconciente deseosa de satisfacción. El día baña de sol las almas y los muros de los edificios. Todo explende. Todo aparece lleno de armonía y de luz. El barrio está de fiesta.
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Sobre el pavimento de piedra golpea, dura y fuerte, la herradura en que se afirma el soberbio bruto que marcha adelante. Arriba, en el pescante enorme, con aires de triunfo, de dominadores, orgullosos en sus asientos, van el auriga y el lacayo. El carro, un mónstruo de madera, deforme y tristemente suntuoso, cubierto de inscripciones en letras de oro sobre fondo negro, muy negro, es arrastrado lenta, muy lentamente. Detrás, el cortejo interminable: coches, muchos coches, llevando,—solemnes unos, tristes otros, indiferentes los más,—á los amigos del muerto.
El barrio está de fiesta. Pasa el cortejo fúnebre de un grande hombre!...