ino! Más vino!... y dobló la cabeza sobre la mesa súcia que le sirvió de almohada.
Mientras, Lola, la camarera, la hermosa catalana tan linda como estúpida, dejaba exhausta la botella vaciándola en la copa del borracho...
Y empezó á soñar.
El era dueño del mundo, señor del universo. Los soles, á su mandato, rodaban al abismo y él se entretenía en escuchar el ruido que hacían al entre chocarse en los espacios, antes de caer para siempre en las profundidades de la eterna nada! Era un tropel de astros que él dominaba á su antojo, una hecatombe mundial, el desquicio de los orbes ordenado por él.
¡Sí! Todo se hundiría bajo sus plantas, nada quedaría en pié, porque todo estaba podrido; había que reconstruirlo todo, había que empezar la obra de nuevo!
¡Oh, rey de los reyes, mandón supremo! ¡Con qué placer contemplas tu obra, miras el derrumbe colosal sin inmutarte, y escuchas extasiado la música del trueno! Ese estrépito inaudito, ese crujir de mundos constituye tu gloria.
Todas tus órdenes son cumplidas. Un ejecutor invisible adivina tu pensamiento; los globos luminosos siguen rodando en el vacío, pero tu cabeza no es atacada por el vértigo de aquel remolino espantoso: no flaqueas y no te asombras de lo hecho. Has usurpado el reino de los reinos, y no tienes miedo, y no tiemblas...
¿Y dónde está tu ángel malo? ¿Dónde el eterno Luzbel, rebelado contra tu poder omnímodo, contra tu poder excelso? ¿Dónde el nuevo rebelde, el nuevo condenado, el nuevo Satán?
Soberbio, blandiendo en sus manos látigos de fuego, despidiendo por sus ojos relámpagos de ira, el Dios menguado le vió acercarse.
¡Ay de ti, maldito! El que tiene en sus manos los destinos del orbe entero, el que á su antojo maneja el universo el que en su poder tiene el rayo, castigará tu osadía, castigará tu insolencia. ¡Tiembla, renegado!
Y al levantar su mano para aplastarle de un solo golpe, la botella vacía fué á estrellarse á los piés de Lola, la hermosa catalana, tan linda como estúpida, que contemplando al borracho, le miraba con su aire indiferente de sonámbula triste...