Fábulas en verso castellano/XXVIII
Quejábase el oso torpe al elefante sagaz de cierta contradicción que no acertaba a explicar. -¡Cuidado (exclamaba el pobre) que raya en atrocidad lo que los hombres exigen de un infeliz animal! A mí, que soy justamente la misma formalidad, ¿no se empeñan los malditos en obligarme a bailar? Si saben que esas monadas no son de mi natural, ¿por qué, cuando ven que bailo, me silban sin caridad? También (dijo el elefante) me enseñan a mí a danzar, y a fe que tú no me ganas a respetable y formal. Y sin embargo, de mí nadie se ríe jamás; antes aplaudir he visto a todos mi habilidad, admirando que una bestia tan pesada y colosal sepa mover diestramente los cuatro pies a compás. Con que si en hacerte burla sola gente fisgona da, no debe ser porque bailas, sino porque bailas mal.