Perdido en un desierto
un árabe infeliz, ya medio muerto
de sed, hambre y fatiga,
se encontró un envoltorio de vejiga.
Lo levantó, le sorprendió el sonido,
y dijo de placer estremecido:
Ostras deben de ser. -Mas al verterlas,
-¡ay! (Exclamó) son perlas.


En ciertas ocasiones
no le valen al rico sus millones.