Magnífico manzano
en el corral de un clérigo crecía.
Un vecino, de envidia se moría
viéndole tan fecundo y tan lozano:
él ni manzano ni corral tenía.
Y ya que de otro modo
no supo desfogar su encono fiero,
arrojaba al frutal desde un granero
el desperdicio de su casa todo,
haciendo del corral estercolero.
Bien ensució el ramaje;
mas la lluvia a su tiempo le limpiaba,
la tierra con la broza se abonaba,
y el resultado fue del ruin ultraje
que más fruto y mejor el árbol daba.


Más útil que nociva
es la gente mordaz que tanto abunda,
pues hace con su rabia furibunda
que el íntegro varón más cauto viva,
y más pronto a sus émulos confunda.