Fábulas en verso castellano/LII
Un laborioso anciano de sol a sol sin descansar labraba la fértil heredad que poseía. Él por su mano araba; él por sí mismo el grano, que el sustento común del hombre encierra, solícito vertía en el fecundo seno de la tierra. A la sombra una vez que en torno arroja una altanera encina, copuda en ramas y poblada en hoja, preséntase al anciano de repente una visión divina. Él se sorprende y pasma; y en acento más dulce que severo le dice la fantasma: «No la presencia mía te amedrente: Soy Salomón: declárame sincero, ¿por qué, ya que tu edad va declinando, tan ávido te afanas trabajando? -Si eres el sabio rey gloria de Oriente, (el labrador contesta) ya puedes figurarte mi respuesta. Yo estudié con desvelo tus lecciones: en ellas al mancebo le propones que a recoger aprenda de la hormiga, sin perdonar momento ni fatiga. Yo su ejemplo he seguido, y lo que dócil aprendí mancebo, viejo también a ejecución lo llevo. -A medias solamente has aprendido (dijo la sombra) mi consejo sano. Vuelve de nuevo y a la hormiga observa, y en su sagaz gobierno verás que si trabaja en el verano, prudente se reserva sus acopios gozar en el invierno. Tú, que al invierno triste llegaste de la vida, reposa ya y descuida, y disfruta por fin lo que adquiriste.