Expedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos/Capítulo II

Nota: Se respeta la ortografía original de la época
CAPITULO II.
ELECCIÓN DE GENERAL.

T

enian los Reynos de Aragon, Mayorca, y Sicilia el estado que habemos referido, quando los soldados viejos, y Capitanes de opinión, que sirvieron al gran Rey Don Pedro, à Don Jayme su hijo, y ultimamente à Don Fadrique en esta guerra de Sicilia, juzgándola ya por acabada, hechas las paces mas seguras por el nuevo casamiento de Leonor con Fadrique, vinculo de mayor amistad entre los poderosos, en tanto que el interes y la ambición no le disuelven y deshacen,

y deshecho causa de mas viva enemistad y odios implacables, pareciendoles que no se podia esperar por entonces ocasión de rompimiento y guerra, trataron de emprender otra nueva contra infieles y enemigos del nombre christiano en Provincias remotas y apartadas. Porque era tanto el esfuerzo y valor de aquella milicia, y tanto el deseo de alcanzar nuevas glorias y triunfos, que tenian à Sicilia por un estrecho campo para dilatar y engrandecer su fama; y asi determinaron de buscar ocasiones arduas, trances peligrosos, para que ésta fuese mayor y mas ilustre.

Ayudaban à poner en execucion tan grandes pensamientos dos motivos, fundados en razon de su conservacion. El primero fue la poca seguridad que habia de Volver à España su patria, y vivir con reputacion en ella, por haber seguido las partes de Don Fadrique con tanta obstinacion contra Don Jayme su Rey y señor natural; que aunque Don Jayme no era Principe de animo vengativo, y se tenia por cierto, que pues en la furia de la guerra contra su hermano no consintió que se diesen por traidores los que le siguieron, menos quisiera castigar à sangre fria lo que pudo, y no quiso en el tiempo que actualmente le estaban ofendiendo, siguiendo las vanderas de su hermano contra las suyas. Pero la Magestad ofendida del Principe natural, aunque remita el castigo, queda siempre viva en el animo la memoria de la ofensa; y aunque no fuera bastante para hacelles agravios y por lo menos impidiera el no servirse de ellos en los cargos supremos: cosa indigna de lo que merecian sus servicios, nobleza, y cargos administrados en paz y guerra. El segundo motivo, y el que mas les obligó à salir de Sicilia, fue ver al Rey imposibilitado de podelles sustentar con la largueza que antes, por estar la hacienda Real y Reyno destruidos por una guerra de veinte años, y ellos acostumbrados à gastar con exceso la hacienda agena como la propria quando les faltaban despojos de pueblos y ciudades vencidas. Como entrambas cosas cesaron hechas las paces, y fenecida la guerra, juzgaron por cosa imposible reducirse à vivir con moderacion.

El Rey Don Fadrique, y su padre y hermano, con su asistencia en la guerra, y como testigos de las hazañas, industria, y valor de los subditos, pocas veces se engañaron en repartir las mercedes; porque dieron mas credito à sus ojos, que a sus oidos, y siempre el premio à los servicios, y no al favor. Con esto faltaban en sus Reynos quexosos y mal contentos, pero no pudieron dar à todos los que les sirvieron estados y haciendas, con que algunos quedaron con menos comodidad que sus servicios merecian. Pero como vieron que los Reyes dieron con suma liberalidad y grandeza lo que licitamente pudieron à los mas señalados Capitanes atribuyeron solo à su desdicha, y à la virtud, y valor incomparable de los que fueron preferidos, el hallarse inferiores.

Estas fueron las causas que movian los animos en común para tratar de engrandecerse en nuevas empresas y conquistas. Los mas principales Capitanes que animaban y alentaban à los demás, fueron quatro, debaxo de cuyas vanderas sirvieron Roger de Flor, Vicealmirante de Sicilia, Berenguer de Entenza, Ferran Ximenez de Arenós, ambos ricos hombres, y Berenguer de Rocafort: todos conocidos y estimados por soldados de grande opinion. Comunicaron sus pensamientos entre sus valedores y amigos, y hallandoles con buena disposicion y animo de seguilles en qualquier jornada, se resolvieron de emprender la que pareciese mas util y honrosa. Para la conclusión de este trato se juntaron en secreto, y antes de discurrir sobre su expedición, quisieron dalle cabeza porque sin ella fuera inutil qualquier consejo y determinación, faltando quien puede y debe mandar. Con acuerdo comun de los que para esto se juntaron, fue nombrado por General Roger de Flor, Vicealmirante, poderoso en la mar, valiente y estimado soldado, practico y bien afortunado marinero, persona que en riquezas y dinero excedia à todos los demas Capitanes: causa principal de ser preferido.