Exclamaciones o meditaciones del alma a su Dios/Capítulo VII
1. ¡Oh esperanza mía y Padre mío y mi Criador y mi verdadero Señor y Hermano! Cuando considero en cómo decís que son vuestros deleites con los hijos de los hombres mucho se alegra mi alma. ¡Oh Señor del cielo y de la tierra!, ¡y qué palabras éstas para no desconfiar ningún pecador! ¿Fáltaos, Señor, por ventura, con quién os deleitéis, que buscáis un gusanillo tan de mal olor como yo? Aquella voz que se oyó cuando el Bautismo, dice que os deleitáis con vuestro Hijo. ¿Pues hemos de ser todos iguales, Señor? ¡Oh, qué grandísima misericordia, y qué favor tan sin poderlo nosotras merecer! ¡Y que todo esto olvidemos los mortales! Acordaos Vos, Dios mío, de tanta miseria, y mirad nuestra flaqueza, pues de todo sois sabedor.
2. ¡Oh ánima mía! considera el gran deleite y gran amor que tiene el
Padre en conocer a su Hijo, y el Hijo en conocer a su Padre, y la
inflamación con que el Espíritu Santo se junta con ellos, y cómo
ninguna se puede apartar de este amor y conocimiento, porque son
una misma cosa. Estas soberanas Personas se conocen, éstas se
aman y unas con otras se deleitan. Pues ¿qué menester es mi
amor? ¿Para qué le queréis, Dios mío, o qué ganáis? ¡Oh, bendito
seáis Vos! ¡Oh, bendito seáis Vos, Dios mío para siempre! Alaben
os todas las cosas, Señor, sin fin, pues no lo puede haber en Vos.
3. Alégrate, ánima mía, que hay quien ame a tu Dios como El
merece. Alégrate, que hay quien conoce su bondad y valor. Dale
gracias que nos dio en la tierra quien así le conoce, como a su
único Hijo. Debajo de este amparo podrás llegar y suplicarle que,
pues Su Majestad se deleita contigo, que todas las cosas de la
tierra no sean bastante a apartarte de deleitarte tú y alegrarte en la grandeza de tu Dios y en cómo merece ser amado y alabado y que
te ayude para que tú seas alguna partecita para ser bendecido su
nombre, y que puedas decir con verdad: Engrandece y loa mi ánima
al Señor.