Exclamaciones o meditaciones del alma a su Dios/Capítulo V
1. ¡Oh Señor mío!, ¿cómo os osa pedir mercedes quien tan mal os ha servido y ha sabido guardar lo que le habéis dado? ¿Qué se puede confiar de quien muchas veces ha sido traidor? Pues ¿qué haré, consuelo de los desconsolados y remedio de quien se quiere remediar de Vos? ¿Por ventura será mejor callar con mis necesidades, esperando que Vos las remediéis? No, por cierto; que Vos, Señor mío y deleite mío, sabiendo las muchas que habían de ser y el alivio que nos es contarlas a Vos, decís que os pidamos y que no dejaréis de dar
2. Acuérdome algunas veces de la queja de aquella santa mujer,
Marta, que no sólo se quejaba de su hermana, antes tengo por
cierto que su mayor sentimiento era pareciéndole no os dolíais Vos,
Señor, del trabajo que ella pasaba, ni se os daba nada que ella
estuviese con Vos. Por ventura le pareció no era tanto el amor que
la teníais como a su hermana; que esto le debía hacer mayor
sentimiento que el servir a quien ella tenía tan gran amor, que éste
hace tener por descanso el trabajo. Y parécese en no decir nada a
su hermana, antes con toda su queja fue a Vos, Señor, que el amor
la hizo atrever a decir que cómo no teníais cuidado. Y aun en la
respuesta parece ser y proceder la demanda de lo que digo; que
sólo amor es el que da valor a todas las cosas; y que sea tan
grande que ninguna le estorbe a amar, es lo más necesario. Mas
¿cómo le podremos tener, Dios mío, conforme a lo que merece el
amado, si el que Vos me tenéis no le junta consigo? ¿Quejaréme
con esta santa mujer? ¡Oh, que no tengo ninguna razón, porque
siempre he visto en mi Dios harto mayores y más crecidas muestras
de amor de lo que yo he sabido pedir ni desear! Si no me quejo de
lo mucho que vuestra benignidad me ha sufrido, no tengo de qué.
Pues ¿qué podrá pedir una cosa tan miserable como yo? Que me
deis, Dios mío, qué os dé con San Agustín para pagar algo de lo
mucho que os debo; que os acordéis que soy vuestra hechura y
que conozca yo quién es mi Criador para que le ame.