Exclamaciones del alma a Dios/Capítulo I
1. ¡Oh vida, vida!, ¿cómo puedes sustentarte estando ausente de tu Vida? En tanta soledad, ¿en qué te empleas? ¿Qué haces, pues todas tus obras son imperfectas y faltas? ¿Qué te consuela, oh ánima mía, en este tempestuoso mar? Lástima tengo de mí y mayor del tiempo que no viví lastimada. ¡Oh Señor, que vuestros caminos son suaves! Mas ¿quién caminará sin temor? Temo de estar sin serviros, y cuando os voy a servir no hallo cosa que me satisfaga para pagar algo de lo que debo. Parece que me querría emplear toda en esto, y cuando bien considero mi miseria veo que no puedo hacer nada que sea bueno, si no me lo dais Vos.
2. ¡Oh Dios mío y misericordia mía!, ¿qué haré para que no
deshaga yo las grandezas que Vos hacéis conmigo? Vuestras
obras son santas, son justas, son de inestimable valor y con gran
sabiduría, pues la misma sois Vos, Señor. Si en ella se ocupa mi
entendimiento, quéjase la voluntad, porque querría que nadie la
estorbase a amaros, pues no puede el entendimiento en tan
grandes grandezas alcanzar quién es su Dios, y deséale gozar y no
ve cómo, puesta en cárcel tan penosa como esta mortalidad. Todo
la estorba, aunque primero fue ayudada en la consideración de
vuestras grandezas, adonde se hallan mejor las innumerables
bajezas mías.
3. ¿Para qué he dicho esto, mi Dios? ¿A quién me quejo? ¿Quién
me oye sino Vos, Padre y Criador mío? Pues para entender Vos mi
pena, ¿qué necesidad tengo de hablar, pues tan claramente veo
que estáis dentro de mí? Este es mi desatino. Mas ¡ay Dios mío!,
¿cómo podré yo saber cierto que no estoy apartada de Vos? ¡Oh
vida mía, que has de vivir con tan poca seguridad de cosa tan
importante! ¿Quién te deseará, pues la ganancia que de ti se puede
sacar o esperar, que es contentar en todo a Dios, está tan incierta y
llena de peligros?