Señor, no ha recorrido mi planta ni siquiera
la mitad de la senda, de que habló el Florentino
y estoy en plena sombra y voy a la manera
del niño que en un bosque no conoce el camino.

    De profundis clamaré, pastor de corazones,
da a mi alma el fuego que hizo de la hetaira una santa;
renueva los milagros de las resurrecciones;
espero, como Lázaro, que me digas: ¡Levanta!