Diferencia entre revisiones de «Haile Selassie a las Naciones Unidas, 1963»

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Sin embargo, este es el ultimátum que se nos presenta: asegurar las condiciones por las cuales los hombres confiarán su seguridad a una entidad más grande o se arriesgarán a la aniquilación; Persuadir a los hombres de que su salvación descansa en la subordinación de los intereses nacionales y locales a los intereses de la humanidad y no poner en peligro el futuro del hombre. Estos son los objetivos, ayer imposibles de obtener, hoy esenciales, que debemos esforzarnos por lograr.
 
Hasta que esto se logre, el futuro de la humanidad seguirá siendo peligroso y la paz permanente será materia de especulación. Mencionaré brevemente hoy dos cuestiones particulares que son de profunda preocupación para todos los hombres: el desarme y el establecimiento de una verdadera igualdad entre los hombres. El desarmendesarme se ha convertido en el imperativo urgente de nuestro tiempo. No digo esto porque crea que se pueda igualar la ausencia de armas a la paz, o porque crea que poner fin a la carrera de armamentos nucleares garantiza automáticamente la paz o porque piense que la eliminación de las ojivas nucleares de los arsenales del mundo va a traer consigo el cambio de actitud necesario para la solución pacífica de las controversias entre las naciones. El desarme es simplemente vital hoy en día, debido a la inmensa capacidad destructiva que ahora poseen los hombres.
 
Desde la edad de la piedra la producción de armas ha sido siempre la fuente de la propia destrucción del hombre. Aunque el logro del desarme general y completo requiere mucho tiempo, es alentador observar que se han dedicado grandes esfuerzos a su consecución. Mi país apoya el Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares como un paso hacia este objetivo aunque sea sólo un paso parcial. El verdadero significado del tratado es que admite un estancamiento tácito entre las naciones que deben haberlo creado. Un estancamiento que reconoce el hecho contundente e inevitable de que ninguna emergería de la destrucción total que sería la suerte de todos en el caso de una guerra nuclear. Un estancamiento que nos proporciona a nosotros y a las Naciones Unidas el encanto de la respiración en el que poder actuar. El objetivo de la igualdad del hombre que buscamos es la misma antítesis de la explotación de un pueblo por otro. Sobre la cual las páginas de la historia, y particularmente sobre las escritas de los continentes africano y asiático, nos hablan tan extensamente.