Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce XI»

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Línea 31:
Quieren algunos ser siempre los gallos de la publicidad, y cantan tanto que enfadan; bastaría una voz o un par, para consejo o desvelo; que lo demás es cantar mal y porfiar.
 
El manjar más delicioso, a la segunda vez pierde mucho de aquel primer agrado; a tres veces ya enfada. Mejor fuera conservarse en las primicias del gusto, solicitando el deseo. Y si esto pasa en lo material, ¡cuánto más en el verdadero pasto del alma, delicias del entendimiento o del gusto! Y es éste delicado y mal contentadizo cuanto mayor. Más vale una excelente raridad,<ref>''raridad:'' rareza. Es voz que emplea también Cervantes en el ''Quijote'', I, II, y en el ''Persiles'', III, IV.</ref> que siempre fue lo dificultoso estimado.
 
Al paso que un varón excelente, ya en valor, ya en saber, o sea en entereza, o sea en prudencia, se retira, se hace codiciable, porque él a detenerse, y todos a desearle con mayor crédito y aun felicidad. Toda templanza es saludable, y más de apariencia, que conserva la vida a la reputación.
Línea 37:
Rózanse de estas malillas en todo género de eminencias. Haylas también de la belleza, cuyo ostentarse, además del riesgo, tiene luego el castigo de la desestimación, y más adelante el desprecio.
 
¡Qué bien conoció este vulgar riesgo, y qué bien supo prevenirlo la celebrada Popea de Nerón! La que mejor supo lograr la mayor belleza, siempre la brujuleaba, que nunca hartó, ni los ojos de ella, avara con todos, envidiándola a sí misma. Franqueaba un día los ojos y la frente, y en otro la boca y las mejillas, sin echar jamás todo el resto de su hermosura, y ganó con esto la mayor estimación.<ref>Sabina Popea Augusta, emperatriz romana de gran belleza, se casó con Nerón valiéndose de astutas tretas, descubriendo a partes su rostro para no ofrecer su hermosura de una vez.</ref>
 
Gran lección es ésta del saberse hacer estimar, de saber vender una eminencia, afectando el encubrirla, para conservarla y aun aumentarla con el deseo, que en los Avisos al Varón Atento se discurrirá con enseñanza. Célebre confirmación la de las esmeraldas del indiano, y que declara esta sutileza con buen gusto. Traía gran cantidad de ellas en calidad igual. Expuso la primera al aprecio de un perito lapidario, que la pagó en admiración. Sacó la segunda, aventajada en todo, guardando el orden de agradar, pero bajole éste por mitad la estimación, y con esta proporción fue prosiguiendo con la tercera y con la cuarta; al paso que ellas iban excediéndose en quilates, iba cediendo el aprecio. Admirado el dueño de semejante desproporción, oyó la causa con enseñanza nuestra: que la misma abundancia de preciosidad se hacía daño a sí misma, y, al paso que se perdía la raridad, se disminuía la estimación.