Diferencia entre revisiones de «El doctor Centeno: 29»
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Acuérdate, lectorcillo, de cuando tú y yo y otras personas de cuenta vivíamos en casa de
En la marejada de estos veinte años, muchos se han ido al fondo, ahogados en el olvido o muertos de veras. Los pocos que sobrenadan son: Zalamero, que ha llegado a ser ministro, cosa que entonces nos habría parecido inconcebible; Poleró, que estudiaba para Caminos y después pasó a la Armada, en la que ocupa excelente puesto; Arias Ortiz, que es hoy Ingeniero jefe de una gran empresa minera, y tiene canas y cuatro hijos, de los cuales uno es nada menos que bachiller; Cienfuegos, que es médico de un pueblo... En cambio, el pobre Sánchez de Guevara, que estudiaba Estado Mayor, pereció, siendo comandante del cuerpo, en las calles de Valencia, combatiendo una sublevación. Pues y el bendito Miquis, ¿qué se hizo?... ¿y el Señor de los prismas, de misteriosa condición y oficio no comprendido?... ¿y el infelicísimo
Detente, memoria, deja a un lado las tristezas y prueba a referir lo pasado y pintar el teatro de tan grandes sucesos y notables personas, sin interrumpir tu narración con ayes lastimeros. Procura reproducir, si para ello tienes poder bastante, aquel largo pasillo, con tres vueltas, parecido a una conciencia llena de malicias y traiciones, aquella estera rota, tan peligrosa para el que andaba un poco de prisa, aquellos cuartos que al angosto pasillo se abrían, aquella sala y gabinete donde se aposentaban los huéspedes de campanillas, aquel olor de fritanga que desde la cocina se esparcía por toda la casa saliendo hasta la escalera para dar el quién vive a todo el que entraba.
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