Diferencia entre revisiones de «Diálogo de los oradores»

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Pero nuestros jóvenes ahora son conducidos a las escuelas de esos que se llaman retóricos, cuyo género de hombres existió aun antes de Cicerón, y no agradaron a nuestros antepasados, como lo prueba el que los censores Craso y Domicio les mandaron que cerrasen, como dice Cicerón, la palestra del descaro. Pero, como yo decía antes, son llevados ahora los jóvenes a las escuelas, en las cuales no sabré decir si traen más daño a los ingenios, o el mismo lugar, o los condiscípulos, o el género de los estudios. Porque en el lugar no hay respeto alguno; y, además, nadie entra en él sino otro ignorante como ellos. En los discípulos no hay respeto alguno; y, además, nadie entra en él sino otro ignorante como ellos. En los discípulos no hay algún aprovechamiento; pues muchachos entre muchachos, y aun entre mozuelos, hablan y son escuchados con igual descuido. El género de los ejercicios es, por lo general, contrario al fin que con ellos se persigue. Porque entre estos retóricos ser trazan dos especies de materias: las suasorias y las controversias. Las suasorias se destinan a los muchachos, como de menor momento y que requieren menos inteligencia. Las controversias se señalan a los más robustos; ¡pero tales son ellas, por vida mía, y tal es su composición llena de cosas increíbles! Y se sigue que, así como la materia dista mucho de la verdad, tal se forja la declamación. Así, sucede que los premios de los tiranicidas, o las elecciones de las prostitutas, o los remedios de las pestes, o los incestos de las madres, o cualquier cosa de aquellas que cada día se controvierten en la escuela, y que rara vez o nunca se tratan en el foro con tanto ahínco; y cuando llega el caso de venir ante los verdaderos jueces [...]
 
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