Diferencia entre revisiones de «La familia de León Roch : 2-05»

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|autor=[[Benito Pérez Galdós]]
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<p>&iexcl;Qu&eacute;¡Qué horas las de aquella noche! En ellas no pasaba nada, y, sin embargo, trascurr&iacute;antrascurrían llenas de inter&eacute;sinterés, como los a&ntilde;osaños de la historia pre&ntilde;adospreñados de pasmosos acontecimientos. La excitaci&oacute;nexcitación nerviosa de Pepa era tan grande que parec&iacute;aparecía tocada de locura: llorando, parec&iacute;aparecía re&iacute;rreír, y sus palabras entrecortadas, sueltas, incoherentes y sin sentido anunciaban el extraordinario desvar&iacute;odesvarío de su alma, vacilante entre la desesperaci&oacute;ndesesperación y la esperanza. A veces temblaba como una vieja decr&eacute;pitadecrépita; a veces iba de aqu&iacute;aquí para all&iacute;allí como una ni&ntilde;aniña que no sabe lo que hace.</p>
<div style='text-align:justify'>
 
<p>Y Monina, despu&eacute;sdespués de expeler mayor cantidad de falsas membranas, segu&iacute;aseguía sudando copiosamente. Aquel sudor semejaba un roc&iacute;orocío del cielo. El color amoratado de su rostro iba desapareciendo, y en sus mejillas albore&oacute;alboreó ligero tinte rosado. Daba alegr&iacute;aalegría ver c&oacute;mocómo apuntaban las flores de la vida en aquello que hab&iacute;ahabía sido yermo de muerte. Su respiraci&oacute;nrespiración era blanda, y en sus labios mudos, ligeramente dilatados, apuntaba tambi&eacute;ntambién el capullo de la m&aacute;smás hermosa flor de la infancia que es la risa. No se pod&iacute;apodía verla sin esperanza: no era posible desechar aquella esperanza que se apoderaba del alma como una inspiraci&oacute;ninspiración del cielo.</p>
<p>&iexcl;Qu&eacute; horas las de aquella noche! En ellas no pasaba nada, y, sin embargo, trascurr&iacute;an llenas de inter&eacute;s, como los a&ntilde;os de la historia pre&ntilde;ados de pasmosos acontecimientos. La excitaci&oacute;n nerviosa de Pepa era tan grande que parec&iacute;a tocada de locura: llorando, parec&iacute;a re&iacute;r, y sus palabras entrecortadas, sueltas, incoherentes y sin sentido anunciaban el extraordinario desvar&iacute;o de su alma, vacilante entre la desesperaci&oacute;n y la esperanza. A veces temblaba como una vieja decr&eacute;pita; a veces iba de aqu&iacute; para all&iacute; como una ni&ntilde;a que no sabe lo que hace.</p>
 
<p>Y Monina, despu&eacute;s de expeler mayor cantidad de falsas membranas, segu&iacute;a sudando copiosamente. Aquel sudor semejaba un roc&iacute;o del cielo. El color amoratado de su rostro iba desapareciendo, y en sus mejillas albore&oacute; ligero tinte rosado. Daba alegr&iacute;a ver c&oacute;mo apuntaban las flores de la vida en aquello que hab&iacute;a sido yermo de muerte. Su respiraci&oacute;n era blanda, y en sus labios mudos, ligeramente dilatados, apuntaba tambi&eacute;n el capullo de la m&aacute;s hermosa flor de la infancia que es la risa. No se pod&iacute;a verla sin esperanza: no era posible desechar aquella esperanza que se apoderaba del alma como una inspiraci&oacute;n del cielo.</p>
<p>Aclaraba el d&iacute;adía cuando Moreno se volvi&oacute;volvió hacia Pepa y le habl&oacute;habló as&iacute;así:</p>
 
<p>-Ya es hora de poder decir algo positivo.</p>
<p>-&iquest;S&iacute;?</p>
 
<p>-Mi hija...</p>
-¿Sí?
<p>-Pues la ni&ntilde;a -a&ntilde;adi&oacute; el m&eacute;dico, estrechando la mano de Pepa- est&aacute; fuera de peligro. Una reacci&oacute;n sudor&iacute;fica, precedida de la expulsi&oacute;n de las membranas, nos la ha salvado. Le&oacute;n quer&iacute;a intentar la traqueotom&iacute;a... La disoluci&oacute;n c&aacute;ustica obrando sobre la mucosa nos ha devuelto la joya que cre&iacute;amos perdida.</p>
 
<p>Pepa le besaba las manos, llen&aacute;ndoselas de l&aacute;grimas.</p>
<p>-Mi hija...</p>
<p>-No he sido yo, se&ntilde;ora: ha sido la Naturaleza y el t&aacute;rtaro y la disoluci&oacute;n c&aacute;ustica... en una palabra, la Naturaleza sola, o mejor dicho, Dios solo. Ahora es tiempo de que yo descanse un poco.</p>
 
<p>Despu&eacute;s de dar breves instrucciones, se retir&oacute;.</p>
<p>-Pues la ni&ntilde;aniña -a&ntilde;adi&oacute;añadió el m&eacute;dicomédico, estrechando la mano de Pepa- est&aacute;está fuera de peligro. Una reacci&oacute;nreacción sudor&iacute;ficasudorífica, precedida de la expulsi&oacute;nexpulsión de las membranas, nos la ha salvado. Le&oacute;nLeón quer&iacute;aquería intentar la traqueotom&iacute;atraqueotomía... La disoluci&oacute;ndisolución c&aacute;usticacáustica obrando sobre la mucosa nos ha devuelto la joya que cre&iacute;amoscreíamos perdida.</p>
<p>Pepa se hab&iacute;a quedado muda. La alegr&iacute;a no le permit&iacute;a decir nada. Se puso a rezar y estuvo en oraci&oacute;n m&aacute;s de media hora. Le&oacute;n estaba junto al lecho, apoyada la frente en las manos. De pronto sinti&oacute; una voz que le llamaba. Mir&oacute; y vio a Pepa junto a &eacute;l.</p>
 
<p>-&iexcl;Qu&eacute; d&iacute;a y qu&eacute; noche has pasado! -le dijo &eacute;sta-. Horas de ansiedad, de muerte y, despu&eacute;s, de alegr&iacute;a. T&uacute; no eres padre; si lo fueras, &iexcl;bienaventurados tus hijos!... El inter&eacute;s que has mostrado por esta ni&ntilde;a de una familia amiga, pero extra&ntilde;a, de una familia que no es la tuya...</p>
<p>Pepa le besaba las manos, llen&aacute;ndoselasllenándoselas de l&aacute;grimaslágrimas.</p>
<p>-Ese inter&eacute;s es un cari&ntilde;o irresistible, que aun aqu&iacute; no me puedo explicar. Par&eacute;ceme una aberraci&oacute;n, una locura.</p>
 
<p>-&iexcl;Locura!... eso no... Yo quiero que ames a mi hija. Mira, Le&oacute;n, si vivo mil a&ntilde;os, no olvidar&eacute; estas horas en que tanto ha padecido y trabajado mi pobre alma, y lo que menos olvidare ser&aacute; aquel momento, que fue el m&aacute;s solemne y cr&iacute;tico de esta noche, y aquellas palabras que o&iacute; y que est&aacute;n en mi memoria como si las hubieras estampado con fuego.</p>
<p>-No he sido yo, se&ntilde;oraseñora: ha sido la Naturaleza y el t&aacute;rtarotártaro y la disoluci&oacute;ndisolución c&aacute;usticacáustica... en una palabra, la Naturaleza sola, o mejor dicho, Dios solo. Ahora es tiempo de que yo descanse un poco.</p>
<p>-No s&eacute; qu&eacute; dices.</p>
 
<p>-Ni yo tampoco -replic&oacute; la de F&uacute;car inclin&aacute;ndose hacia Le&oacute;n-. Creo que la alegr&iacute;a me ha vuelto demente... Noto en mi cerebro no s&eacute; qu&eacute; aberraci&oacute;n o desquiciamiento... &iquest;Pero es verdad que tengo a mi hijita?... &iquest;es verdad que conservo a este &aacute;ngel para que me acompa&ntilde;e en mi soledad?</p>
<p>Despu&eacute;sDespués de dar breves instrucciones, se retir&oacute;retiró.</p>
<p>Mir&oacute; a la ni&ntilde;a, y acerc&aacute;ndose despacio, la bes&oacute; en la frente con mucho cuidado para no turbar su tranquilo sue&ntilde;o. Cuando se volvi&oacute; hacia el amigo, este pudo observar una extra&ntilde;a iluminaci&oacute;n en los ojos de Pepa.</p>
 
<p>-T&uacute; est&aacute;s muy excitada -le dijo-. Debes acostarte y dormir un poco. &iexcl;Pobre madre!, has padecido mucho desde anteanoche.</p>
<p>Pepa se hab&iacute;ahabía quedado muda. La alegr&iacute;aalegría no le permit&iacute;apermitía decir nada. Se puso a rezar y estuvo en oraci&oacute;noración m&aacute;smás de media hora. Le&oacute;nLeón estaba junto al lecho, apoyada la frente en las manos. De pronto sinti&oacute;sintió una voz que le llamaba. Mir&oacute;Miró y vio a Pepa junto a &eacute;lél.</p>
<p>-Mucho -repiti&oacute; Pepa-. He padecido mucho; pero no ha sido s&oacute;lo ahora, sino antes, antes... Estoy familiarizada con el padecer.</p>
 
<p>-C&aacute;lmate... tienes calentura.</p>
<p>-&iexcl;Qu&eacute;¡Qué d&iacute;adía y qu&eacute;qué noche has pasado! -le dijo &eacute;staésta-. Horas de ansiedad, de muerte y, despu&eacute;sdespués, de alegr&iacute;aalegría. T&uacute; no eres padre; si lo fueras, &iexcl;¡bienaventurados tus hijos!... El inter&eacute;sinterés que has mostrado por esta ni&ntilde;aniña de una familia amiga, pero extra&ntilde;aextraña, de una familia que no es la tuya...</p>
<p>-Pues como te dec&iacute;a -indic&oacute; la dama, pasando bruscamente de una indecisi&oacute;n sombr&iacute;a a una claridad sonriente-, no olvidar&eacute; jam&aacute;s aquellas palabras...: &laquo;Se&ntilde;or, que no se muera Monina. Es lo que m&aacute;s amo en el mundo&raquo;. &iexcl;Lo que m&aacute;s amas en el mundo!</p>
 
<p>Le&oacute;n baj&oacute; los ojos.</p>
<p>-Ese inter&eacute;sinterés es un cari&ntilde;ocariño irresistible, que aun aqu&iacute;aquí no me puedo explicar. Par&eacute;cemeParéceme una aberraci&oacute;naberración, una locura.</p>
<p>-Yo agradezco mucho que quieras a mi hija de ese modo -dijo Pepa, pronta a llorar-. Al fin, no soy yo sola quien la quiere... Eres un buen amigo, amigo m&iacute;o desde la infancia... Siempre te he apreciado, y ahora m&aacute;s que nunca... En fin, al ver el inter&eacute;s que has tomado por mi ni&ntilde;a, inter&eacute;s verdadero, profundo; al ver esto, siento un deseo irresistible de romper un silencio que me ahoga, de quebrantar un secreto que no cabe en m&iacute;, y decirte que...</p>
 
<p>Dej&oacute; caer desplomada su cabeza sobre el hombro de Le&oacute;n, y lo reg&oacute; con abundantes l&aacute;grimas. &Eacute;l no dec&iacute;a nada. Sent&iacute;a el peso de aquella cabeza y el calor de aquel aliento y la humedad de aquellas l&aacute;grimas y callaba, torvo y reconcentrado en s&iacute; mismo. Parec&iacute;a que la dama lloraba sobre una piedra.</p>
<p>-&iexcl;¡Locura!... eso no... Yo quiero que ames a mi hija. Mira, Le&oacute;nLeón, si vivo mil a&ntilde;osaños, no olvidar&eacute;olvidaré estas horas en que tanto ha padecido y trabajado mi pobre alma, y lo que menos olvidare ser&aacute;será aquel momento, que fue el m&aacute;smás solemne y cr&iacute;ticocrítico de esta noche, y aquellas palabras que o&iacute; y que est&aacute;nestán en mi memoria como si las hubieras estampado con fuego.</p>
<p>Un sentimiento de dignidad o de pudor estall&oacute; s&uacute;bito en el alma de Pepa. Incorpor&aacute;ndose, ruborizada, lanz&oacute; una exclamaci&oacute;n que parec&iacute;a significar: &laquo;&iquest;Qu&eacute; estoy haciendo?... &iexcl;Qu&eacute; esc&aacute;ndalo!&raquo;.</p>
 
<p>-Pepa -dijo Le&oacute;n, estrech&aacute;ndole cari&ntilde;osamente una mano-. Tu ni&ntilde;a se ha salvado. Yo me retiro.</p>
-No sé qué dices.
<p>En aquel momento sorprendioles a entrambos una voz fresca, argentina, angelical, una voz del cielo, que gritaba:</p>
 
<p>-<i>Mama, mama</i>...</p>
<p>-Ni yo tampoco -replic&oacute;replicó la de F&uacute;carFúcar inclin&aacute;ndoseinclinándose hacia Le&oacute;nLeón-. Creo que la alegr&iacute;aalegría me ha vuelto demente... Noto en mi cerebro no s&eacute; qu&eacute;qué aberraci&oacute;naberración o desquiciamiento... &iquest;¿Pero es verdad que tengo a mi hijita?... &iquest;¿es verdad que conservo a este &aacute;ngelángel para que me acompa&ntilde;eacompañe en mi soledad?</p>
<p>Pepa se la comi&oacute; a besos. Monina resucitaba, ped&iacute;a <i>chicha</i> (carne), <i>melutita</i> (merluza), <i>bichichi</i> (<i>roast-beef</i>), <i>cayamelo</i> (caramelos), <i>panimiteca</i> (pan y manteca), todo junto, todo a un tiempo, y en gran cantidad, y despu&eacute;s de esto, no sabiendo m&aacute;s nombres, ped&iacute;a <i>cosas</i>. Con esta palabra comprend&iacute;an los ni&ntilde;os su insaciable deseo de posesi&oacute;n. Es el vocablo sint&eacute;tico de su codicia y de su gula.</p>
 
<p>Mir&oacute;Miró a la ni&ntilde;aniña, y acerc&aacute;ndoseacercándose despacio, la bes&oacute;besó en la frente con mucho cuidado para no turbar su tranquilo sue&ntilde;osueño. Cuando se volvi&oacute;volvió hacia el amigo, este pudo observar una extra&ntilde;aextraña iluminaci&oacute;niluminación en los ojos de Pepa.</p>
 
<p>-T&uacute; est&aacute;sestás muy excitada -le dijo-. Debes acostarte y dormir un poco. &iexcl;¡Pobre madre!, has padecido mucho desde anteanoche.</p>
 
<p>-Mucho -repiti&oacute;repitió Pepa-. He padecido mucho; pero no ha sido s&oacute;losólo ahora, sino antes, antes... Estoy familiarizada con el padecer.</p>
 
<p>-C&aacute;lmateCálmate... tienes calentura.</p>
 
<p>-Pues como te dec&iacute;adecía -indic&oacute;indicó la dama, pasando bruscamente de una indecisi&oacute;nindecisión sombr&iacute;asombría a una claridad sonriente-, no olvidar&eacute;olvidaré jam&aacute;sjamás aquellas palabras...: &laquo;Se&ntilde;or«Señor, que no se muera Monina. Es lo que m&aacute;smás amo en el mundo&raquo;». &iexcl;¡Lo que m&aacute;smás amas en el mundo!</p>
 
León bajó los ojos.
 
<p>-Yo agradezco mucho que quieras a mi hija de ese modo -dijo Pepa, pronta a llorar-. Al fin, no soy yo sola quien la quiere... Eres un buen amigo, amigo m&iacute;omío desde la infancia... Siempre te he apreciado, y ahora m&aacute;smás que nunca... En fin, al ver el inter&eacute;sinterés que has tomado por mi ni&ntilde;aniña, inter&eacute;sinterés verdadero, profundo; al ver esto, siento un deseo irresistible de romper un silencio que me ahoga, de quebrantar un secreto que no cabe en m&iacute;, y decirte que...</p>
 
<p>Dej&oacute;Dejó caer desplomada su cabeza sobre el hombro de Le&oacute;nLeón, y lo reg&oacute;regó con abundantes l&aacute;grimaslágrimas. &Eacute;lÉl no dec&iacute;adecía nada. Sent&iacute;aSentía el peso de aquella cabeza y el calor de aquel aliento y la humedad de aquellas l&aacute;grimaslágrimas y callaba, torvo y reconcentrado en s&iacute; mismo. Parec&iacute;aParecía que la dama lloraba sobre una piedra.</p>
 
<p>Un sentimiento de dignidad o de pudor estall&oacute;estalló s&uacute;bitosúbito en el alma de Pepa. Incorpor&aacute;ndoseIncorporándose, ruborizada, lanz&oacute;lanzó una exclamaci&oacute;nexclamación que parec&iacute;aparecía significar: &laquo;&iquest;Qu&eacute;«¿Qué estoy haciendo?... &iexcl;Qu&eacute;¡Qué esc&aacute;ndaloescándalo!&raquo;».</p>
 
<p>-Pepa -dijo Le&oacute;nLeón, estrech&aacute;ndoleestrechándole cari&ntilde;osamentecariñosamente una mano-. Tu ni&ntilde;aniña se ha salvado. Yo me retiro.</p>
 
<p>En aquel momento sorprendioles a entrambos una voz fresca, argentina, angelical, una voz del cielo, que gritaba:</p>
 
<p>-<i>Mama, mama</i>...</p>
 
<p>Pepa se la comi&oacute;comió a besos. Monina resucitaba, ped&iacute;apedía <i>chicha</i> (carne), <i>melutita</i> (merluza), <i>bichichi</i> (<i>roast-beef</i>), <i>cayamelo</i> (caramelos), <i>panimiteca</i> (pan y manteca), todo junto, todo a un tiempo, y en gran cantidad, y despu&eacute;sdespués de esto, no sabiendo m&aacute;smás nombres, ped&iacute;apedía <i>cosas</i>. Con esta palabra comprend&iacute;ancomprendían los ni&ntilde;osniños su insaciable deseo de posesi&oacute;nposesión. Es el vocablo sint&eacute;ticosintético de su codicia y de su gula.</p>
 
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