Diferencia entre revisiones de «La vocación»

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{{encabezado2|[[Novelas cortas (Asensi)|Novelas cortas]] <br> La vocación|Julia de Asensi}}
 
 
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Esta y Miguel se juraron un amor eterno, y el joven se alejó del lugar, prometiendo a su amada no volver hasta que fuese digno de alcanzar su mano.
 
Una semana después, Javier abandonaba su casa huyendo a la corte en busca de aventaras. Mateo era, por lo tanto, el único hijo que le quedaba al desgraciado Juan.
 
Este y su mujer, alarmados por la ausencia de Miguel y la fuga de Javier, decidieron dejar a Mateo seguir la carrera que desease, y el muchacho, al cabo de algunos años, fue médico, contra la voluntad de su tío, que sostenía siempre que el chico tenía disposición para ser un gran arquitecto.
 
Miguel escribía con frecuencia a sus padres y a Margarita. Gracias a su trabajo y a su buen comportamiento, el joven había llegado a ser oficial, y sólo esperaba ganar el grado de capitán para volver a su pueblo y casarse con la hija del organista.
 
En cuanto a Javier, nadie había vuelto a saber de él, ni aun su hermano Mateo, por el que tenía marcada predilección.
 
Hacía bastantes años que ambos jóvenes habían abandonado su país, cuando llegó a este una nueva, que llenó de espanto a Juan y a su familia. Había estallado la guerra civil, y uno de los regimientos mandados para apaciguar la insurrección era aquel del cual era Miguel teniente.
 
Muchas promesas hizo la madre, no pocas hizo la novia para que la Virgen le librase; y la primera noticia que de él tuvieron fue que en un encuentro habido con las tropas rebeldes se había portado con tanto valor, que había obtenido el deseado grado de capitán.
 
 
 
== - IV - ==
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-¡Y morir así, murmuraba, prisionero, sin hallar quien me defienda ni me ampare, ver insultado mi nombre por el enemigo! Si hubiera muerto en una acción de guerra, no me lamentaría de mi suerte. Eso buscaba: o la muerte o la fama. ¡Padre, padre! -prosiguió-, yo no fui para ti el hijo sumiso que anhelabas, falté a tu voluntad, me opuse a tus deseos, y Dios me castiga cruelmente. Y tú, madre de alma, ¿cómo resistirás esta pena? ¿Pasaste tanto por mí, para que hallase tan triste desenlace mi existencia? ¿No he de encontrar un medio de morir con honra?
 
Y el joven sacudía los barrotes de la ventana, contemplando con envidia el abismo que se abría bajo ella. Allí pasó la noche, pálido, agitado, sin escuchar apenas al sacerdote enviado para prepararle a morir.
 
Al fin la luz del alba, que empezaba a iluminar débilmente la tierra, le sacó de su estupor; entregó al cura las cartas que la tarde anterior había escrito para su familia y aguardó con indecible angustia que fueran a buscarle para la terrible ejecución. La hora se acercaba, ya no habla medio de salvarse.
 
-¡Madre de los Desamparados, santa patrona de mi bendita tierra -pronunció en voz baja y con acento desesperado-; si me libras de esta muerte ignominiosa, prometo consagrarme para siempre a tu Divino Hijo!
 
Después se quedó sereno y esperó con más resignación la hora de su muerte.
 
Las seis sonaron en el reloj del castillo, entraron en él algunos soldados y dieron orden a los prisioneros de ponerse en marcha. Todos obedecieron, mudos y sombríos, atravesaron corredores, bajaron estrechas escaleras, salieron de la prisión y se dirigieron a la explanada, en la que aguardaban más soldados y oficiales rebeldes.
 
Debían fusilar primero a los jefes, y Miguel estaba designado para morir el cuarto.
 
Vendaron los ojos a los dos primeros, uno después de otro; hicieron fuego, y cayeron aquellos valientes; iban a hacer lo propio con el tercero, cuando llegó un ordenanza con un pliego que entregó a un oficial. El contenido de éste era que las tropas leales se acercaban para salvar a seis compañeros indefensos; y era menester prepararse todos para el combate.
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-Que tomen las armas contra los suyos -gritó un oficial-; vuelvan a su prisión entre tanto.
 
Así se salvó Miguel, pero lejos de combatir contra sus hermanos, halló medio de evadirse con otros soldados, y ayudó con su arrojo a librar a los infelices prisioneros.
 
Aún tomó parte en varios combates, y un año después de haberse salvado de una muerte segura, volvió al pueblo, donde participó a sus padres y a su tío su resolución de ser sacerdote. Viviendo en aquel lugar Margarita, Miguel no quería verla, para no desmayar en el cumplimiento de su deber, y así, mientras Mateo y su madre permanecieron en C..., Juan, D. Antonino y el joven salieron de allí por algún tiempo.
 
 
 
== - V - ==