Ese buen Cid campeador—que Dios en salud mantenga

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.


LIV


E

se buen Cid Campeador,

que Dios en salud mantenga,
faciendo está una vigilia
en San Pedro de Cardeña;
que el caballero cristiano
con las armas de la Iglesia
debe de guarnir su pecho
si quiere ganar las guerras.
Doña Elvira y doña Sol,
las dos sus fijas tan bellas,

acompañan á su madre
ofreciendo rica ofrenda.
Cantada que fué la misa,
el abad y monjes llegan
á bendecir el pendón,
aquel de la Cruz bermeja.
Soltó el manto de los hombros,
y en cuerpo, con armas nuevas,
del pendón prendió los cabos
y d’esta suerte dijera:
—Pendón bendecido y santo,
un castellano te lleva,
por su rey mal desterrado,
bien plañido por su tierra.
Á mentiras de traidores
inclinando sus orejas,
dió su prez y mis fazañas:
¡desdichado dél y d’ellas!
¡Cuando los reyes se pagan
de falsías halagüeñas,
mal parados van los suyos,
luengo mal les viene cerca!
Rey Alfonso, rey Alfonso,
esos cantos de sirena
te adormecen por matarte:
¡ay de ti si no recuerdas!
Tú Castilla me vedaste
por haber folgado en ella,
que soy espanto de ingratos,
y conmigo non cupieran.
¡Plegue á Dios que no se caigan,
sin mi brazo, tus almenas!
Tú que sientes, me baldonas;
sin sentir, me lloran ellas.
Con todo, por mi lealtad
te prometo las tenencias

que en las fronteras ganaren
mis lanzas y mis ballestas;
que venganza de vasallo
contra el rey, traición semeja,
y el sufrir los tuertos suyos
es señal de sangre buena.—
Esta jura dijo el Cid,
y luégo á doña Jimena
y á sus dos fijas abraza;
mudas y en llanto las deja.