Entrada y Recepción de la Villa de Cervera a Isabel de Portugal

​El Museo Universal​ (1858)
Entrada y Recepción de la Villa de Cervera a Isabel de Portugal.
 de J. P.

ENTRADA Y RECEPCIÓN QUE HIZO LA VILLA

de Cervera a la excma. emperatriz reina y señora nuestra; anotada por mí, Jaime marzal (Marcial) giscafre, paher de la dicha villa, en el corriente año de 1533. [1]

Sentada S. M. en la sala, los Srs. paheros rogaron al conde de Miranda mayordomo de S. M. le suplicara se dignase aceptar un presente de confituras que su villa de Cervera deseaba ofrecerle, lo que la reina otorgó; ademas pidieron les dejase parte de la guarda y de las trompetas de la real escolta para más abultar dicho presente, cuya cosa, por aquel de muy buena voluntad les fue concedida; y hecho tal concierto y besada la mano a S. M., salieron dichos paheres acompañados de prohomenia [2] y de gran número de antorchas, por haber ya cerrado la noche, dirigiéndose a la casa paheria, donde estaba prevenido el refresco con oportuna disposicion, y sacándolo de allí, volvieron a marchar por el siguiente orden: primero dos antorchas, diez trompetas, los juglares y un atambor; otras antorchas, los Srs. paheres precedidos de sus vergueros con cuazas altas y acompañados de honrada prohomenia; dos antorchas alumbrando al honorable sindico Juan de Vallebrera revestido de su manto, y asistiéndole dos caballeros, llevando él cogido por el canto,«de modo que todo el mundo pudiera verla, una preciosa cofaina de plata muy rica y bien labrada y cincelada, de valor de cien ducados de oro; dábala la villa para el servicio de la cena de S. M.; luego intermediadas de parejas de antorchas, seguian cincuenta bacias de confituras diferentes, esto es, de mazapanes muy singularmente aderezados dorados y plateados; una de pasta real dorada otra de piñonate de azúcar dorado; otra de citronate, los de dragea y canelones; id. de canelones y jenjibrones id. de dragea y canelones; id de jenjibrones y canelones y las restantes hasta completar las cincuenta, de confites de azúcar muy bien confeccionados y cubiertos, yendo todas las bacias muy compuestas con sus banderillas de talco, que tenía a un lado las armas de Aragon y al otro el ciervo, distintivo de la villa, y sembrados encima delos confites, había variedad de mazapanes, y la guarda de los alabarderos, formando dos alas, marchaba a uno y otro lado del presente para atajar cualquier desórden; y en esto las trompetas y atambores tañian sin cesar, cruzando toda la calle mayor arriba, hasta palacio con mucho órden y triunfo, que era cosa notable y de buen mirar, y dé gran concierto; y hacía todo ello tal bulto, que ya el presente entraba en palacio, cuando la última bacía y el vino, que también se presentó, estaban delante de la casa de Mosen Juanillo de Altarriba; y dichas bacias eran llevadas por cincuenta hombres de la presente universidad, muy bien ataviados y adornados conformo cumple y bien instruidos, en cuerpo, con sus sayos de seda o de contra y y la cabeza descubierta. Habiendo los paheres entrado en palacio, llegando a la cámara y aposento de S. M. halláronla sentada en una silla, acompañada de mucha nobleza, y de duques, condes, grandes señores y principales damas asistiendo a S. M. todos de pié, y sombrero en mano. Al aspecto de S M. hincáronse los paheres y el sinlico, y tomando el paher en cap la cofaina que este llevaba, presentósela a la reina diciendo: Serenisima Señora, esta su universidad de Cervera, no ya atendiendo al merecimiento tan grande de S. M. sino a sus propios posibles, ofrece este breve presente, suplicando humildemente a V. M. acepte la fidelidad de aquella y la buena intencion, sin considerar la cuantia de la cosa, sino solo el amor con que es entregada, pues deseamos servir en todo tiempo a V. M.; » a lo que la reina muy afablemente respondió diciendo: «que estimaba mucho lo que la villa de Cervera hacia, y que no había necesidad de tanto gasto; pues todo lo tenía en servicio. » [3]

En seguida levantándose los paheres y permaneciendo sombrero en mano al lado de S. M., entró de contado la primera bacía de mazapanes, e hincándose a los piés de la reina el que la traia, una dama sentada a la izquierda de S. M. se levantó, y habiendo cogido un mazapan con gesto muy donoso, aventó la bacía e hizo la salva probando un poquito de pasta, mirando de lijo en el rostro a S. M. hecho lo cual, la reina tomó otro mazapan y comió de él dos o tres bocados, recogiendo de paso todas las banderillas que había en el plato, y levantándose el portador, retiróse después de entregarlo al mayordomo. Avanzó inmediatamente el que venía con la segunda bacía llena de pasta real, y tomando de ella S. M. sin que le hicieran la salva, comió una rebanada, y también recogió las banderillas y guardólas en la falda; y así con el debido órden fueron entrando todos, y la reina comió de las confituras de más de quince o diez y seis platos sin prévia salva; dando con ello bien a entender por cuan fidelisimos vasallos nos tenía a todos; y de cada plato recogió las banderillas. Habiendo pasado el presente, fue repartido a los magnates y damas que estaban en la sala, siendo tal la abundancia de confitura que formaba suelo sobre el pavimento, y en muestra de prodigalidad arrojaron por la ventana a las gentes allí llegadas el contenido de tres o cuatro bacias; cuyo servicio y presente fue muy acepto a S. M. y encarecido por ella y por Un los los grandes y gente curial en grandisima manera, diciendo a una voz que desde Madrid de do procedía la corte, en ninguna universidad habían vis o tal magnificencia y de ninguna recibido tal contento como de esta. Concluida la ceremonia, siendo ya muy tarde, los paheres pidieron licencia para retirarse, y S. M. con mucha afabilidad se la concedió, y besadas sus manos salieron de palacio acompañándoles la guarda real que a la puerta les esperaba, ademas de la honrada prohomenia con veinte y cinco antorchas encendidas, cuyo grandisimo resplandor despejaba las sombras de la noche, regresando así con singular magnificencia a la paheria; y en pago del buen servicio recibido de los alabarderos, mandaron distribuir entre ellos dos bacias de confitura, que fueron muy bien recibidas, quedando contentisimos y dando a los paheres las gracias más expresivas.

El día siguiente, jueves veinte de marzo, determinó S. M. dejar la villa entre las cinco y las seis de la madrugada, y ya en disposición de partir, dijéronle que los serenisimos príncipe y princesa sus hijos, todavía no estaban despiertos y que seguian descansando. S. M. oyendo tal nueva respondió que no les molestasen ni despertasen, que en tierra de Dios estaban; y dicho esto partió, dejando a los príncipes en nuestra villa de Cervera; de donde puede inferirse cuan fieles considera a los vecinos de esta universidad, pues durante el camino, nunca en parte alguna, había querido dejar de su mano ni perder de vista al príncipe, y a quien hizo lo que se ha dicho, cosa que por la universidad debe recibirse a merced señaladisima, Los paheres, sintiendo su pronta marcha, inmediatamente montaron a caballo, con toda la prohomenia, y llegaron a palacio cuando ya S. M. estaba en la anda. Sedieron pues, el paher en cap al estribo izquierdo, y los otros tres delante, acompañando a la emperatriz hasta la iglesia de San Salvador; y como S. M. les hubiera ya rogado por dos veces que se volviesen, estando aqui y repitiéndoselo por tercera vez, mayormente incomodada como iba por el polvo del camino, no habiendo querido cerrar la anda en obsequio a los paheres, conociendo estos su voluntad, echaron pie a tierra, y tomada licencía basaron la real mano, la que S. M. les dió con riente faz; y regresaron a la villa, mientras la régía comitiva seguía en derechura al monasterio de Monserrat. Y por cuanto el mayordomo de cámara hubiese indicado a los señores paheres que S. M. llevaba intento de pasar por Monserrat, a cuyo efecto por ser el camino malo y dificultoso en algunos puntos, para ir. S. M. en la anda, procurasen tener aparejados treinta hombres que en dichos lugares prestaran el servicio de llevar acuestas la anda y a S. M. sin peligro; buscaron en efecto treinta hombres espertos asaz, y se los presentaron al mayordomo, quien mucho se lo agradeció; y dichos hombres acompañaron a S. M. hasta Collbató conduciéndola durante el mal camino, y en pago quedaron muy bien premiados y satisfechos por el referido mayordomo, quien mandó se les repartiesen treinta libras (320 rs. vn.), y así fue hecho, pues al pie mismo de la cuesta de Collbató se efectuó el reparto entre los treinta.

No bien los señores paheres estuvieron en la villa, a eso de las nueve de la mañana, hallaron a los serenisimos príncipes dispuestos a marchar también, y dirigiéndose a palacio con la propia prohomenia, pusiéronse otra vez en camino yendo los príncipes con su nodriza o aya en su riquisima anda, y acompañáronles guardado el mismo órigen hasta media vía de San Salvador, no permitiéndoseles más por el gran polvo que se movía que a los príncipes molestaba; y así lomada licencia y besadas sus manos, regresaron a la villa con las honradas personas de su séquito. [4] Plazca Nuestro Señor otorgar luenga vida a SS, MM., y que prósperamente puedan verse en la ciudad de Barcelona, donde se espera al invictisimo César dentro de breves días, a presencia de su amantisima consorte y de los serenisimos príncipe y princesa hijo e hija de SS. MM. de quienes a la posteridad, por sus virtuosisimos y cristianisimos actos, infinitos libros restan que escribir. Amén.

Plus Ultra [5]

J. P.


(*) P. Flórez.

  1. Véase el número anterior.
  2. Reunión de prohombres; palabra intraducible.
  3. «Qué muixo regraciara, dice el M. S. original, a la villa de Cervera el que asia, y que no freinrara haser tanto gasto, y que todo lo tenía en servicio.»
  4. El nombre de paher equivalía en los concejos de Cataluña al de regidor; en latín paliaran, vocablo bárbaro, cuyo significado es pares, a fuer de iguales en gobierno, facultades y prerogativas.
  5. La emperatriz doña Isabel llegó a Barcelona el día 28 de marzo de 1533, «recibiéndola aquella gran ciudad con el honor, festejos y grandeza que acostumbra» (*) mas el emperador no hizo su entrada hasta el día 22 de abril. Esta piadosa y buena princesa había venido at mundo el día 25 de octubre de 1505, y falleció de sobreparto en la flor de su edad, el 1.º de mayo de 1539.