Ensayo de una historia de Orizaba: Segunda parte: Capítulo VI

Nota: Se respeta la ortografía original de la época



VI.


Resúmen crítico de este período.





Al cerrar aquí esta parte de la Historia antigua de Ahauializapan, debemos bosquejar, guiados por las luces que nos suministran algunos monumentos históricos, el estado de civilizacion á que nos hemos referido mas arriba, que guardaban sus hijos antes de la conquista española.

Que estas poblaciones no fueron bárbaras ni salvajes, á poco de examinar los vestigios que quedan de su historia, se satisface al espíritu mas rígido y descontentadizo. Los relieves que nos lisonjeamos de presentar aquí, arrebatándolos al abandono é incuria en que yacen, indican bastante, que los hijos de estos lugares tenian una historia que trataron de perpetuar por medio de su escritura simbólica.

Ahora bien, el pueblo que comprende el valor de la ciencia histórica, no es un pueblo salvaje ni bárbaro, sino antes bien adelantado y civilizado.

El carácter mismo de las figuras que presentamos en nuestra estampa, al punto dispiertan en el ánimo de quien las examina atentamente, estas dos ideas:

Que el que las grabó poseia los conocimientos del arte, y que, mediante ellos, trató de consignar las hazañas guerreras de estas poblaciones.

De esto mismo se deduce que el pueblo en que vivió ese artista, comprendia y apreciaba sus conocimientos.— Gloria ha sido siempre de las bellas artes y la poesía, dejar á la posteridad el recuerdo de los adelantos de los pueblos en que florecen, aunque éstos perezcan á manos de otros.

Muy agenos estamos de establecer comparaciones con las antiguas civilizaciones europeas; mas es indudable que puede asegurarse, atendiendo á las obras de arte que aun se conservan aquí, que estas poblaciones fueron civilizadas, si no en el sentido rigoroso que noy se da á esta palabra, sí relativamente á la de los demás pueblos de estas regiones.

Las figuras copiadas en la estampa, ejecutadas en piedra de granito, señalan adelantos nada comunes. ¡Lástima que aun no pueda interpretarse el sentido que encierran esos geroglíficos!

Podemos, pues, asegurar que en virtud Hisloria JeOrizaba por Joaquin Arroniz. kiio. de nuestro relato, ampliamente justificado con autoridades irrecusables y los monumentos presentados, en cuyo examen hemos procedido con mucha reserva y circunspeccion, los habitantes antiguos del valle de Ahauializapan gozaron, en gran parte de la civilizacion que se ostentó en ciudades como México, Tezcoco y Cholula[1].

El empeño mismo que tuvieron los soberanos de México en someter á su autoridad estos lugares, arguye en pro de nuestras inducciones: nunca los conquistadores han procurado subyugar pueblos puramente salvajes, en cuya dominacion, ni adquieren gloria ni los provechos que las usurpaciones de las conquistas rinden á los vencedores, bastan para satisfacer su sed de riquezas y poder.

No hay para qué decir cuál era su religion, porque en este punto, como en todo lo demás, los pobladores de Ahuializapan practicaban los mismos principios y se normaban por las mismas reglas de conducta en que vivia aquella antigua sociedad.

La autoridad la ejercían aquí los caciques de cada población, independientemente, y ellos se entendian con los delegados que el gobierno de México enviaba temporalmente á examinar la administracion pública y á recoger los tributos.

Era una especie de autoridad feudal la que ejercian aquí esos caciques, como en otros lugares. Natural es que esa autoridad, hija del feudalismo, de ese “derecho singular —como dice Mr. de Chateaubriand— hijo de la arbitrariedad, de la grosería de las costumbres y de la holgazanería”, se resintiera, por eso mismo, de su origen.

A muchos abusos daria ocasión, viciando así la administracion política del gobierno; pero debemos conceder que por muy graves que fueran en sus resultados, esos vicios de su constitucion, que por otra parte, hallamos en la historia de todos los pueblos, —pues tal parece que el feudalismo es una transicion entre la vida bárbara de los pueblos y el estado de su mayor perfeccion política y social,— no fueron entre los antiguos mexicanos tan perniciosos á su bienestar, como á primera vista pudiera creerse. Así es que á virtud de esa organizacion lograron cierta unidad política, pues los soberanos de México ejercian al principio una autoridad absoluta y única en casos dados. De aquí resultaba que los cacicazgos, diferentes á los señoríos del feudalismo europeo no solo reconocian á esa autoridad, sino que la obedecian fielmente.

Al tiempo de desembarcar los españoles, la autoridad del emperador de México era absoluta, y aun parece que la antigua constitucion del gobierno habia esperimentado modificaciones muy radicales en un sentido despótico.

El segundo Moteuczuma, segun la enérgica espresion de un apreciable historiador moderno, “despreció las antiguas leyes, violó los privilegios y redujo todos sus subditos á la condición de esclavos.”[2]

Resulta de esto, que á pesar de la obediencia que los señores ó caciques rendian al soberano, conservaban cierta independencia en el manejo interior de los pequeños estados que gobernaban, no de por sí, sino en representacion de su señor.— Todo esto, al parecer, fué destruido por Moteuczuma II, que logró dominar sin trabas de ningún género.

Si acaso pretendiéramos, para una aberración no extraña á estos tiempos de efervescencia irreflexiva, juzgar del pasado de estos pueblos con arreglo á los principios comunes de la política de hoy, sin duda dejariamos muy mal parados á los antiguos habitantes de México; pero atendiendo á los de esa época, es indudable que los defectos de su organización política dependian en gran parte de su inesperiencia, hija de aquellos tiempos y de las circunstancias mismas en que se encontraban estos pueblos, y por los que pasaban en esa época los mismos de Europa.

Este gobierno patriarcal, por decirlo así, que los soberanos de México nunca destruyeron, era un bien para estas poblaciones, hasta cierto punto, pues con ser hijo de ellas los mismos que en rigor ejercian la autoridad suprema del señor de México, trataban siempre de atemperar las órdenes rigurosas de la corte y de ampliar las que por su misma suavidad se prestaban á una aplicacion menos tiránica.

Al amparo de ese gobierno y auxiliada por la comunicacion directa con las poblaciones en que resplandecia mas la civilizacion mexicana, Ahauializapan, aunque subyugada, progresaba siempre en el sentido que podia darle aquella civilizacion naciente aún.

En mas de medio siglo vivió tranquila, sufriendo las estorsiones que sus señores le causaban con su dominacion; pero que les era menos pesada por considerarla como inevitable.

No hay duda que tenian conciencia de su libertad; que sentían la necesidad apremiante de la independencia, á que propenden de consuno los pueblos como los individuos; pero en su situacion débil y su imperfecta organizacion social, carecían de elementos y recursos para disfrutrar de sus beneficios.





  1. Véase el Capítulo I de esta parte del Ensayo.
  2. Robertson. History of América. Tomo 4.°