Enciclopedia Chilena/Folclore/Diablo, El
Para ver el documento original completo, haga clic en la imagen. |
El Diablo
Artículo de la Enciclopedia Chilena
Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-519/29
Título: Diablo, El
Categoría: Folclore
Diablo, El. Folk. Mito. La interpretación folklórica chilena de este personaje universal, nos lo presenta con multiplicidad de formas, desde la correspondiente a un niño de escasos meses, que atemoriza a quienes acuden a su llanto, debido al exagerado largo de sus uñas y al desarrollo completo de su dentadura; hasta la de un caballero maduro, apuesto y elegante, vestido de rigoroso luto, cuyo medio de transporte es un lujoso coche de cuatro caballos -conjunto también del todo negro- que no hace ruido alguno al pasar. Otras apariencias comunes caen en el zoomorfismo, resaltando las de chivato, perro y serpiente; en cambio, la imagen novelesca del demonio vestida de rojo, con cuernos y cola, aparece sólo en cuentos maravillosos, en los que sale burlado la mayoría de las veces. También es frecuente encontrarlo en el Verso a lo Humano envuelto en un clima de jocosidad y ridículo. Las actividades del diablo consisten en provocar sustos con su sorpresiva presencia, al amparo de la soledad nocturna; en conseguir incautos para probar en ellos toda suerte de tentaciones, algunas de las cuales son tan poderosas que sólo pueden rechazarse mediante el rezo de las doce palabras redobladas; en servir de consejero y cómplice a los brujos negros. Pero, la intervención más sobresaliente que le cabe, por la demostración de poder y las consecuencias que encierra, es la concretada en el pacto que, a insinuación suya o a petición de los seres humanos, celebra con los empobrecidos o los ambiciosos de mayores riquezas, para cuyos efectos se suscita un encuentro a altas horas de la noche, en un cruce de caminos, en que se establecen las condiciones del caso, estampándoselas en una cédula infernal, firmada con la propia sangre del interesado. Este compromiso implica por parte del demonio la apropiación del cuerpo y el alma de la persona que cayó en él, cumplido el plazo estipulado, y la única manera de romperlo es la velación en vida a que aquélla debe someterse, siempre que halle un hombre conocedor de los conjuros y oraciones de rigor y capaz de resistir a las acometidas satánicas. Si llegado el amanecer, no han sucumbido velador y velado, se habrá producido la portentosa salvación, y el rey del infierno, prorrumpiendo en espantosos aullidos, volverá a su guarida, arrojando al suelo la cédula del pacto, dejando libre a su inminente víctima de otrora. Junto con la creencia concerniente a los brujos, ésta es la de mayor dispersión geográfica en nuestro folklore, ya que se mantiene a lo largo de todo el territorio, sin desmentir sus ancestros europeos medievales, y con una riqueza extraordinaria respecto de los nombres de su personaje central, descollando los siguientes, fuera de los ya citados: caballero, cachudo, cola de bayico, condenado, enemigo, malo, maligno, mandinga, matoco, satanás.
Bibliografía Rosales, J. A. "Los amores del diablo en Alhué". Imp. La Democracia. Stgo., 1895.
|