En el coche de fumar

EN EL COCHE DE FUMAR


C

erradas las puertas y las ventanillas

no dan paso al viento: ¡qué mal voy aquí!
El aire me falta y arden mis mejillas.
¡Qué humo!: un pasajero fuma junto a mí.

Tabaco asesino: tú que pan me diste
de mi sólo tienes eterno rencor;
por ti mi existencia, ya sobrado triste,
cubrióse por siempre de luto y dolor.

Mi padre era joven, vigoroso y sano
cuando yo los ojos a la luz cerré,
¿y por qué no pude venerarle anciano?
Tabaco: tú sabes, tú sabes por qué.

Por piedad, viajero, tu cigarro apaga!,
mira que no puede mi respiración
soportar el humo, mira que una llaga
muy honda renuevas en mi corazón.

Sé bueno, viajero, y el tabaco arroja...
Mas ¡ay!, como ignoras lo que pasa en mi,
consumiendo sigues tu cigarro de hoja
que un bálsamo acaso seré para ti.

Dicen que los hombres por huir del hastío
y olvidar pesares se dan a fumar;
éste que incansable fuma al lado mío
¿tendrá alguna pena que quiere olvidar?

¡Oh! por si así fuera y alivio a su pena
buscara, que lo halle no quiero impedir;
no sabrá el viajero que su humo envenena
mi pulmón y mi alma: fingiré dormir.