Elementos de economía política: 78
§. III. De la base de la contribución. -Contribución directa e indirecta.
editar 531. No es de nuestro propósito ni cabe en nuestro plan dar la nomenclatura de todas las contribuciones, ni tampoco señalar sus bases de repartimiento; estos pormenores corresponden a un tratado especial y circunstanciado de hacienda; aquí debemos limitarnos a las generalidades.
Los fisiócratas querían que todas las contribuciones pesasen sobre la propiedad territorial, por la razón de que, para ellos, sólo la tierra suministra un valor nuevo y excedente sobra los gastos de producción, es decir, un producto líquido (474).
La noción más segura que tenemos hoy de la naturaleza y del oficio de la tierra en la producción de la renta debe conducirnos a conclusiones menos absolutas, sin perjuicio de que la renta del propietario sea siempre en justicia la materia imponible por excelencia, y estribando la mayor dificultad sólo en los medios de alcanzarla sin alcanzar también de rechazo al arriendo o al precio de los géneros.
532. Empero Ricardo, que hizo profundos estudios sobre la contribución, opina que los tributos, cualesquiera que sean, son siempre pagados por el consumidor, en razón a que el productor los toma siempre en cuenta entre sus gastos de producción (91), y cuando esto no le es posible, aplica sus capitales y su industria a otros ramos.
J. B. Say, confesando que Ricardo tendrá tal vez razón en abstracto, sienta que en la práctica los capitales no por eso dejan de redituar diversos provechos muy imponibles; en su sentir, no siempre consigue el productor hacer pagar al consumidor la contribución, de la cual pesa sobre él una buena parte.
Y añade el economista francés: «Este punto no admite solución absoluta. Probablemente no hay ninguna especie de contribución que no pese sobre muchas clases de ciudadanos.» Sería preciso, pues, según las ideas de J. B. Say, que las bases de la contribución fuesen bastante numerosas para que a los productores, a quienes no alcanza un tributo, los alcanzase otro; pero estas conclusiones son todavía muy vagas.
533. Dos sistemas generales se conocen de establecer la contribución: el directo y el indirecto.
534. Por medio de las imposiciones directas se pide directamente al contribuyente una parte de su renta, en proporción con ciertas indicaciones palpables, tales como sus predios rústicos o urbanos, su habitación, sus muebles, el número de sus puertas y ventanas, etc.
535. Por medio de las imposiciones indirectas se les impone indirectamente un tributo, en razón de los géneros que compra para su trabajo o para su consumo particular, o que hace trasportar de un punto a otro, ya del extranjero a su país (sistema de aduanas), ya del campo a las ciudades (derechos de puertas).
536. Pero analizando bien los presupuestos modernos, fácil es ver que estas expresiones de directas e indirectas no tienen un sentido muy satisfactorio; que sólo se conservan, en suma, para caracterizar un grupo de ingresos que tienen entro sí cierta analogía, y que no debemos darles más que una significación puramente rentística. Más legítimas eran con la teoría de los fisiócrotas, que creían que todas las contribuciones, de cualquier modo que se impongan, gravitan sobre la propiedad, territorial; y daban el nombre de directas a todas las que gravaban directamente el producto líquido, y el de indirectas a todas las demás.
537. La más usual de las contribuciones directas es la contribución territorial sobre los inmuebles. A primera vista parece muy fácil establecerla, y sin embargo, es dificilísimo.
El valor de una fanega de tierra o de cualquier otro inmueble es esencialmente variable y fugitivo, lo mismo que el valor de la moneda que se emplea para las evaluaciones [1].
538. Entre las propiedades hay una, la de las rentas, que todavía no está sometida a contribución, y parece muy legítimo hacerla entrar en el derecho común.
539. Toda contribución tiene inconvenientes. Se han negado los de las imposiciones indirectas diciendo que los contribuyentes las pagan con el precio de los géneros, sin echar de ver el sacrificio [2]. Esto es exacto, pero no por eso el sacrificio es menos constante; y tarde o temprano los contribuyentes se resienten de él, porque la contribución aumenta, y los gastos de producción limitan el consumo y provocan, en resumidas cuentas, un verdadero malestar. La contribución indirecta priva al pobre de la sal, su verdadero azúcar [3], de ese maná con que Dios ha querido favorecer al linaje humano [4]; obliga a las siete octavas partes de los franceses a privarse de vino y a reemplazarle con líquidos debilitantes, etc., etc.
540. Pocos tributos hay peor repartidos que la contribución indirecta. Citemos un solo ejemplo: 120 reales sobre una pipa de vino de 1,200 reales no son más que un 10 p. %, y son, por el contrario, un derecho de 100 p. % sobre el vino del pobre.
541. En fin, las contribuciones indirectas están sujetas a enormes gastos de recaudación. Hay en Francia más de 20,000 aduaneros y otros tantos guardas de puertas, verdadero ejército costeado a expensas del público [5].
- ↑ Suficientemente demostrado está ya en el día que el catastro es dispendioso y poco menos que inútil.
- ↑ Boggia, que escribía sobre las contribuciones en 1723, dice que con la contribución de consumos los contribuyentes salen, por decirlo así, chasqueados, gabbatti. Tal pudiera ser la etimología de la voz gabelas.
- ↑ Beranger, en su célebre canción de Jacques.
- ↑ Vauban, en el Diezmo real, véase la Colec. de los princ. económ. tomo I.
- ↑ En este punto se han hecho grandes progresos. Antes de Enrique IV, en Francia, los gastos de recaudación ascendían a 50 p. %; hoy no cuestan a la Inglaterra más que 5 p. %. En Francia las rentas costaban 41 p. % en tiempo del imperio; hoy se evalúa su recaudación, por término medio, en un 12 p. %.