Elementos de economía política: 69


Capítulo XVIII : Del rendimiento general, producto en bruto y producto líquido.

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    • I. Qué cosa sea el producto en bruto y el producto líquido.
    • II. El producto líquido no es idéntico ni a la renta ni al sobrante de las subsistencias que no sirven a las clases agrícolas, ni al arriendo, ni a la cuota del capital que representa el precio corriente de las tierras.
    • III. Una producción inteligente debe aspirar a obtener un producto líquido. Error de los filántropos en este punto.

§. II. El producto líquido no es idéntico ni a la renta ni a las subsistencias que no sirven a los trabajadores agrícolas ni al arriendo.

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476. Es preciso no confundir el producto líquido con la renta del propietario. Estos dos resultados de la producción agrícola tienden a confundirse, como el precio natural y el precio corriente en todas las industrias, pero no son idénticos. La renta puede ser nula o poco menos, al mismo tiempo que el producto líquido puede ser muy importante; porque la renta es el beneficio que corresponde al propietario, por el mero hecho de serlo. Ahora bien: supongamos un país nuevo, fértil, ocupado por una población proporcionada a sus recursos y provista de la inteligencia y del capital suficientes; supongamos además que abunden las tierras y estén a la disposición de los cultivadores; la renta del propietario será nula, pues nadie tendrá interés en pagar un derecho patrimonial al que posee lo que tan fácilmente se encuentra; y sin embargo, en ese país será considerable el producto líquido de la industria agrícola. Todos estos fenómenos económicos se han observado prácticamente en los Estados-Unidos de América; pueden repetirse en otros puntos, y sería un gravísimo error calificar de pobres a esos países por la sola razón de que en ellos no obtuviesen renta los propietarios; así como es un error muy craso en Inglaterra tomar la gran renta de los propietarios por otra cosa que por el efecto de un monopolio tiránico por parte de los propietarios territoriales. También era, hace algún tiempo, un error en Francia tomar por un signo de prosperidad la elevación de los arriendos en el norte a consecuencia del cultivo de la remolacha, que ocasionó entre los colonos una gran competencia, es decir, exceso del pedido de las tierras sobre la oferta, o lo que es lo mismo, en último análisis, un exceso de renta.
477. Tampoco hay que confundir el producto líquido con el sobrante de las subsistencias que quedan después de alimentada la clase agrícola.
Puede suceder que los cultivadores vendan un sobrante del trigo, y que este trigo no produzca bastante para compensar los gastos de cultivo. En este caso, más frecuente de lo que se cree, no hay evidentemente producto líquido.
478. De estos diferentes errores han participado los fisiócratas y muchos discípulos de Adan Smith. Con este motivo impugna M. Rossi al mismo J. B. Say, y refuta su fórmula de que «para una nación, su producto líquido es exactamente lo mismo que su producto en bruto o total»; fórmula ilógica que exigiría que fuese cierta esta proposición, a saber: «que la nación produce sin adelantos, sin sacrificios, sin consumos»; es decir, que el axioma ex nihilo nihil fit no fuese cierto. Pero un entendimiento tan claro como el de J. B. Say ¿pudo equivocarse tan groseramente? Así lo cree el sabio autor a quien seguimos en este momento: no es dado a un solo hombre verlo todo; J. B. Say vio en muchas ocasiones mejor que Smith; otros verán mejor que Malthus, Rossi y Macculloch, lo mismo sucede en todas las ciencias; y todo bien considerado la Economía política en aún, entre las ciencias morales, aquella en que menos se contradicen los verdaderos sabios [1]. J. B. Say, aplicando la expresión viciosa de servicios productivos a todos los instrumentos de la producción (tierra, trabajo, capital), se forjó la ilusión de tomar por una renta todo lo que reciben los productores, y de creer que el producto en bruto de cada uno de ellos es una fracción del producto líquido del país [2]. (Rossi.)

  1. Esto es, los que leen, los que estudian a los autores antes de pensar en descubrir leyes ellos también y en proclamar la verdad.
  2. A ejemplo de J. B. Say, alguna vez hemos empleado la expresión figurada de servicios, que nos ha parecido útil para la demostración, pero prevenidos por M. Rossi, creemos haber evitado los equívocos y los errores. «El lenguaje figurado, dice en otra ocasión M. Rossi (primera lección), no es inútil a la ciencia, cuando se acierta a emplearle con mesura y discernimiento.