Elementos de economía política: 34
§. IV. De las circunstancias que contrapesan el inconveniente de las máquinas.
editar 250. Por fortuna, y grande, varias circunstancias atenúan los inconvenientes que pueden resultar momentáneamente para la clase jornalera de la introducción de las máquinas expeditivas.
1.º Las máquinas, por lo general, son caras, y se necesitan grandes capitales para ponerlas en movimiento: si esta dificultad no impide su adopción definitiva, retrasa por lo menos la época en que puede verificarse, de lo cual se halla una prueba convincente en la historia de los progresos de la mayor parte de las industrias.
2.º El espíritu de rutina, el temor de las innovaciones, el miedo de perder los capitales, retrasan la aplicación de las máquinas y hacen que la transición sea gradual, y aun a veces que desaparezcan los inconvenientes.
3.º A medida que se perfeccionan las artes, la invención de las máquinas se va haciendo más difícil. Arte hay en el que se hace ejecutar por una fuerza ciega todo lo que es posible hacerle ejecutar, y en que el hombre desempeña todos los oficios en que la inteligencia es de rigurosa necesidad.
251. Aun hay más. La falta de trabajo no es más funesta en los países donde no hay máquinas que en aquellos en que las hay; lo que ocasiona la miseria de los pueblos no es los suplementos al trabajo de los brazos, sino el exceso de la población, la falta de industria y de actividad, la escasez de los capitales, una mala administración, etc. No había máquinas en Inglaterra en tiempo de la reina Isabel, y sin embargo, de aquella época data la ley sobre el sostenimiento de los pobres, que tanto los fía multiplicado. Y en nuestros días, en ninguna parte son tan desgraciados los jornaleros como en los países en que todavía no se han introducido los medios expeditivos: en Polonia y en la China se mueren de hambre. Es también una verdad que los productos fabriles están expuestos a grandes vicisitudes de cambios de moda y otras, cualquiera que sea el método de fabricación.
252. En muchos casos las máquinas expeditivas, lejos de suprimir el trabajo, le han multiplicado. En efecto, todo procedimiento expeditivo, reduciendo los gastos de producción, pone el producto al alcance de mayor número de consumidores, y lo que es aún más, la experiencia prueba que los consumidores se aumentan en una proporción todavía más rápida que la de la baja del precio, sobre todo cuando se mejora el producto. La baja de una cuarta parte en el precio ha llegado a duplicar el consumo [1].
No citaremos más que dos ejemplos,
253. Primer ejemplo. La imprenta. Aunque la prensa mecánica permite a cada operario hacer él solo tanta obra como 200 hombres, la multiplicación de los libros, las artes que de ellos dependen, el grabado de los punzones, la fundición de los caracteres, la fabricación del papel, las profesiones de autor, de corrector, de encuadernador, de librero, etc., ocupan un número de trabajadores cien veces mayor que el que ocupaba antiguamente el mismo género de producción. Y ¡qué diferencia de forma y de precio entre los manuscritos de entonces y los libros de ahora!
254. Segundo ejemplo. El hilado del algodón. Cuando se observa la perfección de las máquinas para hilar el algodón y la admirable rapidez con que las canillas se cubren de hilo, parece consiguiente que habrán dejado sin trabajo a la mayor parte de los operarios de ambos sexos que antes vivían de hilar; pero cabalmente ha sucedido lo contrario. En Inglaterra, antes de la invención de las máquinas, no se contaban más que 5,200 hilanderas al torno y 2,700 tejedores, total 7,900 operarios; al paso que en 1787, diez años después, había 150,000 hiladores y 247,000 tejedores, total 397,000 operarios. Comparando el algodón importando en aquella época con el que se importa en nuestros días, resulta que hoy debe haber dos millones de trabajadores dedicados a esa industria. (Say.)
Aun cuando tomemos en cuenta la habitual exageración de los documentos estadísticos, nunca podremos menos de reconocer el considerabilísimo incremento del trabajo humano, producido por la invención de las máquinas destinadas a suprirle, sin contarlos marineros, trajineros, tratantes, comisionistas, corredores, indianeros, tintoreros, mecánicos, etc., etc., que se ocupan cada cual a su modo en el comercio de algodones. Por lo tocante a Francia, carecemos de datos; pero todo mueve a creer que un cálculo exacto conduciría a resultados análogos. Personas muy competentes admiten hoy en Inglaterra 720,000 operarios, y en Francia 600,000. (Blanqui.)
La historia de la industria del algodón suministraría materia para muy importantes deducciones, si pudiéramos analizar el prodigioso aumento del consumo de cotonías en el mundo entero, los trabajos accesorios de toda especie que se han creado en el orden fabril, comercial y agrícola, y los productos de todos géneros que ha sido preciso crear, como demostraremos más adelante, para adquirir esos inmensos valores en tejidos de algodón [2].
Las máquinas de hilar el algodón, lejos de reducir el jornal de. los operarios, le hicieron subir, por el contrario, en los diez primeros años de la invención. Una mujer ganaba diez reales en vez de cuatro, y un hombre, veinte en vez de ocho. La mano de obra ha bajado después por efecto del aumento desproporcionado de la población.
- ↑ Véase el cap. XII, DE LAS SALIDAS.
- ↑ Los siguientes números, añadidos a los de la población algodonera arriba citados, son datos curiosos para aquel cálculo. Ya en 1834, M. Moreau de Jonnés, en su Estadística de la Gran Bretaña, tom. I, pág. 281, resume en estos términos la situación de la industria del algodón en la Gran Bretaña y en Francia.
PRODUCCIÓN ANUAL DE LAS FÁBRICAS. En Inglaterra 900 millones de francos. En Francia 250 id.
CONSUMO INTERIOR GENERAL. En Inglaterra 400 millones de francos. En Francia 193 id.
CONSUMO INDIVIDUAL. En Inglaterra 16,66 francos. En Francia 6,86
También hallaríamos resultados importantes en los progresos de ciertas ciudades de la Gran Bretaña, a consecuencia de la industria algodonera. Manchester tenía 41,000 vecinos en 1775, y 195,000 en 1835. Otros muchos ejemplos se pudieran citar, sacados, no sólo de Inglaterra sitio también de Francia.