Electra: 56
ACTO V
editarTelón corto. Sala locutorio en San José de la Penitencia. Puertas laterales; al fondo un ventanal, de donde se ve el patio.
Escena I
editarEVARISTA, SOR DOROTEA.
EVARISTA.- (Entrando con la monja.) ¿Don Salvador...?
DOROTEA.- Ha llegado hace un rato: en el despacho con la Superiora y la Hermana Contadora.
EVARISTA.- Allí le encontrará Urbano. Mientras ellos hablan allá, cuénteme usted, Hermana Dorotea, lo que hace, piensa y dice la niña. Ha sido muy feliz la elección de usted, tan dulce, y simpática, para acompañarla de continuo y ser su amiga, su confidente en esta soledad.
DOROTEA.- Electra me distingue con su afecto, y no contribuyo poco, la verdad, a sosegar su alma turbada.
EVARISTA.- (Señalando a la sien.) ¿Y cómo está de...?
DOROTEA.- Muy bien, señora. Su juicio ha recobrado la claridad, y ya estaría reparada totalmente de aquel trastorno si no conservara la idea fija de querer ver a su madre, de hablarle, y esperar de ella la solución de su ignorancia y de sus dudas. Todo el tiempo que la dejan libre sus obligaciones religiosas, y algo más que ella se toma, lo pasa embebecida en el patio donde tenemos nuestro camposanto, y en la huerta cercana. Allí, como en nuestro dormitorio, la idea de su madre absorbe su espíritu.
EVARISTA.- Dígame otra cosa: ¿Se acuerda de Máximo? ¿Piensa en él?
DOROTEA.- Sí, señora; pero en el rezo y en la meditación, su pensamiento cultiva la idea de quererle como hermano, y al fin, según hoy me ha dicho, espera conseguirlo.
EVARISTA.- ¡Su pensamiento! Falta que el corazón responda a esa idea. Bien podría resultar todo conforme a su buen propósito, si la desgracia, ocurrida anteayer no torciera los acontecimientos...
DOROTEA.- ¡Desgracia!
EVARISTA.- Ha muerto nuestro grande amigo, Don Leonardo Cuesta, el agente de Bolsa.
DOROTEA.- No sabía...
EVARISTA.- ¡Qué lástima de hombre! Hace días se sentía mal... presagiaba su fin. Salió el lunes muy temprano, y en la calle perdió el conocimiento. Lleváronle a su casa, y falleció a las tres de la tarde.
DOROTEA.- ¡Pobre señor!
EVARISTA.- En su testamento, Leonardo instituye a Electra heredera de la mitad de su fortuna...
DOROTEA.- ¡Ah!
EVARISTA.- Pero con la expresa condición de que la niña ha de abandonar la vida religiosa. ¿Sabe usted si está enterado de estas cosas Don Salvador?
DOROTEA.- Supongo que sí, porque él todo lo sabe, y lo que no sabe lo adivina.
EVARISTA.- Así es.
DOROTEA.- (Viendo llegar a DON URBANO.) El señor Don Urbano.