El secreto
Se adoran. Timo atiende solícita al gobierno de su casuca blanca. Bion, a sus pocas reses. Y bajo la tutela de días sin reveses, Amor retoza y medra como un cabrito tierno. Con casta dicha, Timo, en el claustro materno, siente latir un nuevo corazón de tres meses... Y sueña, en sus oscuros arrobos montañeses, que la penetra un rayo del Dinamismo Eterno. Ante el amante, presa de ardores purpurinos, se turba y el secreto tiembla en sus labios rojos: huye, torna, sonríe, se oculta entre los pinos... Bion calla, pero apenas descifra sus sonrojos la estrecha, y en un beso pone el alma en sus ojos donde laten los últimos ópalos vespertinos.