El sí de las niñas/Acto tercero
Acto tercero
Escena primera
DON DIEGO, SIMÓN
(Teatro oscuro. Sobre la mesa habrá un candelero | |
con vela apagada y la jaula del tordo. | |
SIMÓN duerme tendido en el banco.)
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DON DIEGO | (Sale de su cuarto acabándose de poner la bata.) Aquí, a lo menos, ya que no duerma, no me |
SIMÓN | Qué, ¿estaba usted ahí, señor?
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DON DIEGO | Sí, aquí me he salido, porque allí no se puede parar. |
SIMÓN | Pues yo, a Dios gracias, aunque la cama es algo dura, he dormido como un emperador. |
DON DIEGO | ¡Mala comparación!... Di que has dormido como un pobre hombre, que no tiene ni dinero, ni |
SIMÓN | En efecto, dice usted bien... ¿Y qué hora será ya?
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DON DIEGO | Poco ha que sonó el reloj de San Justo, y, si no conté mal, dio las tres. |
SIMÓN | ¡Oh!, pues ya nuestros caballeros irán por ese camino adelante echando chispas. |
DON DIEGO | Sí, ya es regular que hayan salido... Me lo prometió, y espero que lo hará. |
SIMÓN | ¡Pero si usted viera qué apesadumbrado le dejé! ¡Qué triste! |
DON DIEGO | Ha sido preciso.
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SIMÓN | Ya lo conozco.
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DON DIEGO | ¿No ves qué venida tan intempestiva?
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SIMÓN | Es verdad. Sin permiso de usted, sin avisarle, sin haber un motivo urgente... Vamos, hizo muy |
DON DIEGO | ¡No, qué...! No señor. Una cosa es que le haya hecho volver... Ya ves en qué circunstancias nos |
SIMÓN | No sé... Gente que pasa por la calle. Serán labradores. |
DON DIEGO | Calla.
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SIMÓN | Vaya, música tenemos, según parece.
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DON DIEGO | Sí, como lo hagan bien.
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SIMÓN | Y ¿quién será el amante infeliz que se viene a gorjear a estas horas en ese callejón tan |
DON DIEGO | Puede ser.
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SIMÓN | Ya empiezan, oigamos... (Tocan una sonata desde adentro). |
DON DIEGO | No; no hay barbero que sepa hacer eso, por muy bien que afeite. |
SIMÓN | ¿Quiere usted que nos asomemos un poco, a ver...?
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DON DIEGO | No, dejarlos... ¡Pobre gente! ¡Quién sabe la importancia que darán ellos a la tal música!... |
(Salen de su cuarto DOÑA FRANCISCA y RITA, | |
encaminándose a la ventana. DON DIEGO | |
y SIMÓN se retiran a un lado, y observan.)
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SIMÓN | ¡Señor!... ¡Eh!... Presto, aquí a un ladito.
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DON DIEGO | ¿Qué quieres?
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SIMÓN | Que han abierto la puerta de esa alcoba, y huele a faldas que trasciende. |
DON DIEGO | ¿Sí?... Retirémonos.
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Escena segunda
DOÑA FRANCISCA, RITA, DON DIEGO, SIMÓN
RITA | Con tiento, señorita.
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DOÑA FRANCISCA | Siguiendo la pared, ¿no voy bien? |
(Vuelven a tocar el instrumento.)
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RITA | Sí, señora... Pero vuelven a tocar... Silencio...
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DOÑA FRANCISCA | No te muevas... Deja... Sepamos primero si es él.
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RITA | ¿Pues no ha de ser?... La seña no puede mentir.
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DOÑA FRANCISCA | Calla. Sí, él es... ¡Dios mío! (Acércase RITA ala ventana, abre la vidriera y da tres palmadas. |
SIMÓN | ¿Ha oído usted?
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DON DIEGO | Sí.
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SIMÓN | ¿Qué querrá decir esto?
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DON DIEGO | Calla. |
(DOÑA FRANCISCA se asoma a la ventana. | |
RITA se queda detrás de ella.)
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(Los puntos suspensivos indican las interrupciones | |
más o menos largas que deben hacerse.)
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DOÑA FRANCISCA | Yo soy... Y ¿qué había de pensar viendo lo que usted acaba de hacer?... ¿Qué fuga es ésta?... Rita |
(SIMÓN se adelanta un poco, tropieza en la jaula y la deja caer.)
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RITA | Señorita, vamos de aquí... Presto, que hay gente.
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DOÑA FRANCISCA | ¡Infeliz de mí!... Guíame.
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RITA | Vamos... (Al retirarse tropieza con SIMÓN. Las |
DOÑA FRANCISCA | ¡Muerta voy!
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Escena tercera
DON DIEGO, SIMÓN
DON DIEGO | ¿Qué grito fue ése?
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SIMÓN | Una de las fantasmas, que al retirarse tropezó conmigo. |
DON DIEGO | Acércate a esa ventana, y mira si hallas en el suelo un papel... ¡Buenos estamos! |
SIMÓN | (Tentando por el suelo, cerca de la ventana.) No encuentro nada, señor. |
DON DIEGO | Búscale bien, que por ahí ha de estar.
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SIMÓN | ¿Le tiraron desde la calle?
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DON DIEGO | Sí... ¿Qué amante es éste?... ¡Y dieciséis años y criada en un convento! Acabó ya toda mi ilusión. |
SIMÓN | Aquí está. |
(Halla la carta, y se la da a DON DIEGO.)
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DON DIEGO | Vete abajo, y enciende una luz... En la caballeriza o en la cocina... Por ahí habrá algún |
(Vase SIMÓN por la puerta del foro.)
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Escena cuarta
DON DIEGO | ¿Y a quién debo culpar? (Apoyándose en el respaldo de una silla.) |
Escena quinta
DON DIEGO, RITA, SIMÓN
RITA | Ya se han ido... (Observa, escucha, asómasedespués a la ventana |
SIMÓN | Ya tenemos luz. |
(Sale con luz. RITA se sorprende.)
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RITA | ¡Perdida soy!
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DON DIEGO | (Acercándose.) ¡Rita! ¿Pues tú aquí?
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RITA | Sí, señor, porque...
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DON DIEGO | ¿Qué buscas a estas horas?
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RITA | Buscaba... Yo le diré a usted... Porque oímos un ruido muy grande... |
SIMÓN | ¿Sí, eh?
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RITA | Cierto... Un ruido y... Y mire usted (Alza la jaula, que está en el suelo), |
SIMÓN | Si, algún gato.
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RITA | ¡Pobre animal! ¡Y qué asustadillo se conoce que está todavía! |
SIMÓN | Y con mucha razón... ¿No te parece, si le hubiera pillado el gato?... |
RITA | Se le hubiera comido. |
(Cuelga la jaula de un clavo que habrá en la pared.)
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SIMÓN | Y sin pebre... Ni plumas hubiera dejado.
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DON DIEGO | Tráeme esa luz.
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RITA | ¡Ah! Deje usted, encenderemos ésta (Enciende la vela que está sobre la mesa), |
DON DIEGO | Y doña Paquita, ¿duerme?
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RITA | Sí, señor.
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SIMÓN | Pues mucho es que con el ruido del tordo...
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DON DIEGO | Vamos. |
(Se entra en su cuarto. SIMÓN va con | |
él, llevándose una de las luces.)
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Escena sexta
DOÑA FRANCISCA, RITA
DOÑA FRANCISCA | (Saliendo de su cuarto.) ¿Ha parecido el papel? |
RITA | No, señora.
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DOÑA FRANCISCA | ¿Y estaban aquí los dos cuando tú saliste?
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RITA | Yo no lo sé. Lo cierto es que el criado sacó una luz, y me hallé de repente, como por máquina, |
(Coge la luz y vuelve a buscar la carta, cerca de la ventana.)
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DOÑA FRANCISCA | Ellos eran sin duda... Aquí estarían cuando yo hablé desde la ventana... ¿Y ese papel?... |
RITA | Yo no lo encuentro, señorita.
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DOÑA FRANCISCA | Le tendrán ellos, no te canses... Si es lo único que faltaba a mi desdicha... No le busques. Ellos le tienen. |
RITA | A lo menos por aquí...
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DOÑA FRANCISCA | ¡Yo estoy loca! (Siéntase.)
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RITA | Sin haberse explicado este hombre, ni decir siquiera... |
DOÑA FRANCISCA | Cuando iba a hacerlo, me avisaste, y fue preciso retirarnos... Pero ¿sabes tú con qué temor me |
RITA | ¡Ay, señorita! (Mirando hacia el cuarto de DON DIEGO.) |
DOÑA FRANCISCA | No importa, déjame.
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RITA | Pero si don Diego la ve a usted de esa manera...
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DOÑA FRANCISCA | Si todo se ha perdido ya, ¿qué puedo temer?... ¿Y piensas tú que tengo alientos para |
Escena séptima
DON DIEGO, DOÑA FRANCISCA, SIMÓN, RITA
SIMÓN | Voy enterado, no es menester más.
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DON DIEGO | Mira, y haz que ensillen inmediatamente al Moro, mientras tú vas allá. Si han salido, |
(Después de hablar los dos, junto al cuarto de DON DIEGO, | |
se va SIMÓN por la puerta del foro.)
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SIMÓN | Voy allá.
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DON DIEGO | Mucho se madruga, doña Paquita.
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DOÑA FRANCISCA | Sí, señor.
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DON DIEGO | ¿Ha llamado ya doña Irene?
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DOÑA FRANCISCA | No, señor... (A RITA.) Mejor es que vayas allá, por si ha despertado y se quiere vestir. |
(RITA se va al cuarto de DOÑA IRENE.)
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Escena octava 1
DON DIEGO, DOÑA FRANCISCA
DON DIEGO | ¿Usted no habrá dormido bien esta noche?
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DOÑA FRANCISCA | No, señor. ¿Y usted?
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DON DIEGO | Tampoco.
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DOÑA FRANCISCA | Ha hecho demasiado calor.
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DON DIEGO | ¿Está usted desazonada?
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DOÑA FRANCISCA | Alguna cosa.
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DON DIEGO | ¿Qué siente usted? |
(Siéntase junto a DOÑA FRANCISCA.)
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DOÑA FRANCISCA | No es nada... Así un poco de... Nada... no tengo nada. |
DON DIEGO | Algo será; porque la veo a usted muy abatida, llorosa, inquieta... ¿Qué tiene usted, Paquita? |
DOÑA FRANCISCA | Sí, señor.
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DON DIEGO | Pues ¿por qué no hace usted más confianza de mí? ¿Piensa usted que no tendré yo mucho gusto |
DOÑA FRANCISCA | Ya lo sé.
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DON DIEGO | ¿Pues cómo, sabiendo que tiene usted un amigo, no desahoga con él su corazón? |
DOÑA FRANCISCA | Porque eso mismo me obliga a callar.
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DON DIEGO | Eso quiere decir que tal vez soy yo la causa de su pesadumbre de usted. |
DOÑA FRANCISCA | No, señor; usted en nada me ha ofendido... No es de usted de quien yo me debo quejar. |
DON DIEGO | Pues ¿de quién, hija mía?... Venga usted acá... (Acércase más.) Hablemos siquiera una vez sin |
DOÑA FRANCISCA | Ni con otro.
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DON DIEGO | ¿Será posible que usted no conozca otro más amable que yo, que la quiera bien, y que la |
DOÑA FRANCISCA | No, señor; no, señor.
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DON DIEGO | Mírelo usted bien.
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DOÑA FRANCISCA | ¿No le digo a usted que no?
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DON DIEGO | ¿Y he de creer, por dicha, que conserve usted tal inclinación al retiro en que se ha criado, que |
DOÑA FRANCISCA | Tampoco; no, señor... Nunca he pensado así.
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Escena octava 2
DON DIEGO | No tengo empeño de saber más... Pero de todo lo que acabo de oír resulta una gravísima |
(Vase iluminando lentamente del teatro, | |
suponiendo que viene la luz del día.)
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DOÑA FRANCISCA | Y ¿qué motivos le he dado a usted para tales desconfianzas? |
DON DIEGO | Pues ¿qué? Si yo prescindo de estas consideraciones, si apresuro las diligencias de |
DOÑA FRANCISCA | Haré lo que mi madre me manda, y me casaré con usted. |
DON DIEGO | ¿Y después, Paquita?
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DOÑA FRANCISCA | Después..., y mientras me dure la vida, seré mujer de bien. |
DON DIEGO | Eso no lo puedo yo dudar... Pero si usted me considera como el que ha de ser hasta la muerte |
DOÑA FRANCISCA | ¡Dichas para mí!... Ya se acabaron.
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DON DIEGO | ¿Por qué?
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DOÑA FRANCISCA | Nunca diré por qué.
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DON DIEGO | Pero ¡qué obstinado, qué imprudente silencio!... Cuando usted misma debe presumir que no |
DOÑA FRANCISCA | Si usted lo ignora, señor don Diego, por Dios no finja que lo sabe; y si en efecto lo sabe usted, no |
DON DIEGO | Bien está. Una vez que no hay nada que decir, que esa aflicción y esas lágrimas son |
DOÑA FRANCISCA | Y daré gusto a mi madre.
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DON DIEGO | Y vivirá usted infeliz.
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DOÑA FRANCISCA | Ya lo sé.
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Escena octava 3
DON DIEGO | Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a |
DOÑA FRANCISCA | Es verdad... Todo eso es cierto... Eso exigen de nosotras, eso aprendemos en la escuela que se |
DON DIEGO | Sea cual fuere, hija mía, es menester que usted se anime... Si la ve a usted su madre de esa |
DOÑA FRANCISCA | ¡Dios mío!
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DON DIEGO | Si, Paquita; conviene mucho que usted vuelva un poco sobre sí... No abandonarse tanto... |
DOÑA FRANCISCA | Y usted, señor... Bien sabe usted el genio de mi madre. Si usted no me defiende, ¿a quién he de |
DON DIEGO | Su buen amigo de usted... Yo... ¿Cómo es posible que yo la abandonase.... ¡criatura!..., en |
(Asiéndola de las manos.)
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DOÑA FRANCISCA | ¿De veras?
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DON DIEGO | Mal conoce usted mi corazón.
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DOÑA FRANCISCA | Bien le conozco.
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(Quiere arrodillarse; DON DIEGO se lo estorba, | |
y ambos se levantan.)
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DON DIEGO | ¿Qué hace usted, niña?
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DOÑA FRANCISCA | Yo no sé... ¡Qué poco merece toda esa bondad una mujer tan ingrata para con usted!... No, |
DON DIEGO | Yo bien sé que usted agradece como puede el amor que la tengo... Lo demás todo ha sido..., |
DOÑA FRANCISCA | Vamos... ¿No viene usted?
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DON DIEGO | Ahora no, Paquita. Dentro de un rato iré por allá. |
DOÑA FRANCISCA | Vaya usted presto.
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(Encaminándose al cuarto de DOÑA IRENE, vuelve y se despide | |
de DON DIEGO besándole las manos.)
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DON DIEGO | Sí, presto iré.
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Escena nona
DON DIEGO, SIMÓN
SIMÓN | Ahí están, señor.
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DON DIEGO | ¿Qué dices?
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SIMÓN | Cuando yo salía de la Puerta, los vi a lo lejos, que iban ya de camino. Empecé a dar voces y |
DON DIEGO | Y ¿qué dijo cuando le diste el recado?
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SIMÓN | Ni una sola palabra... Muerto viene... ya digo, ni una sola palabra... A mí me ha dado compasión |
DON DIEGO | No me empieces ya a interceder por él.
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SIMÓN | ¿Yo, señor?
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DON DIEGO | Sí, que no te entiendo yo... ¡Compasión!... Es un pícaro... |
SIMÓN | Como yo no sé lo que ha hecho...
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DON DIEGO | Es un bribón, que me ha de quitar la vida... Ya te he dicho que no quiero intercesores. |
SIMÓN | Bien está, señor.
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(Vase por la puerta del foro. DON DIEGO se sienta, | |
manifestando inquietud y enojo.)
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DON DIEGO | Dile que suba.
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Escena décima 1
DON DIEGO, DON CARLOS
DON DIEGO | Venga usted acá, señorito, venga usted... ¿En dónde has estado desde que no nos vemos? |
DON CARLOS | En el mesón de afuera.
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DON DIEGO | Y no has salido de allí en toda la noche, ¿eh?
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DON CARLOS | Sí, señor, entré en la ciudad y...
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DON DIEGO | ¿A qué?... Siéntese usted.
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DON CARLOS | Tenía precisión de hablar con un sujeto... |
(Siéntase.)
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DON DIEGO | ¡Precisión!
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DON CARLOS | Sí, señor... le debo muchas atenciones, y no era posible volverme a Zaragoza sin estar primero |
DON DIEGO | Ya. En habiendo tantas obligaciones de por medio... Pero venirle a ver a las tres de la |
(Dándole el papel que tiraron a la ventana. DON CARLOS, luego | |
que le reconoce, se le vuelve y se levanta en ademán de irse.)
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DON CARLOS | Pues si todo lo sabe usted, ¿para qué me llama? ¿Por qué no me permite seguir mi camino, y se |
DON DIEGO | Quiere saber su tío de usted lo que hay en esto, y quiere que usted se lo diga. |
DON CARLOS | ¿Para qué saber más?
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DON DIEGO | Porque yo lo quiero y lo mando. ¡Oiga!
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DON CARLOS | Bien está.
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DON DIEGO | Siéntate ahí... (Siéntase DON CARLOS.) ¿En dónde has conocido a esta niña?... ¿Qué amor es |
DON CARLOS | Volviéndome a Zaragoza el año pasado, llegué a Guadalajara sin ánimo de detenerme; pero el |
Escena décima 2
DON DIEGO | Prosigue.
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DON CARLOS | Supe que era hija de una señora de Madrid, viuda y pobre, pero de gente muy honrada... Fue |
DON DIEGO | Vaya... Vamos, sigue adelante.
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DON CARLOS | Mi asistente (que como usted sabe, es hombre de travesura, y conoce el mundo), con mil |
DON DIEGO | ¿Y qué proyectos eran los tuyos en esta venida?
|
DON CARLOS | Consolarla, jurarla de nuevo un eterno amor, pasar a Madrid, verle a usted, echarme a sus |
Escena décima 3
DON DIEGO | Pues ya ves, Carlos, que es tiempo de pensar muy de otra manera. |
DON CARLOS | Sí, señor.
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DON DIEGO | Si tú la quieres, yo la quiero también. Su madre y toda su familia aplauden este casamiento. |
DON CARLOS | Pero no el corazón. (Levántase.)
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DON DIEGO | ¿Qué dices?
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DON CARLOS | No, eso no... Sería ofenderla... Usted celebrará sus bodas cuando guste; ella se portará siempre |
DON DIEGO | ¿Qué temeridad es ésta?
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(Se levanta con mucho enojo, encaminándose | |
hacia DON CARLOS, que se va retirando.)
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DON CARLOS | Ya se lo dije a usted... Era imposible que yo hablase una palabra sin ofenderle... Pero, |
DON DIEGO | ¿Con que, en efecto, te vas?
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DON CARLOS | Al instante, señor... Y esta ausencia será bien larga. |
DON DIEGO | ¿Por qué?
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DON CARLOS | Porque no me conviene verla en mi vida... Si las voces que corren de una próxima guerra se |
DON DIEGO | ¿Qué quieres decir? |
(Asiendo de un brazo a DON CARLOS | |
le hace venir más adelante.)
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DON CARLOS | Nada... Que apetezco la guerra, porque soy soldado. |
DON DIEGO | ¡Carlos!... ¡Qué horror!... ¿Y tienes corazón para decírmelo? |
DON CARLOS | Alguien viene...
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DON DIEGO | ¿Adónde vas?... No, señor, no has de irte.
|
DON CARLOS | Es preciso... Yo no he de verla... Una sola mirada nuestra pudiera causarle a usted |
DON DIEGO | Ya he dicho que no ha de ser... Entra en ese cuarto. |
DON CARLOS | Pero si...
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DON DIEGO | Haz lo que te mando. |
(Éntrase DON CARLOS en el cuarto de DON DIEGO.)
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Escena undécima 1
DOÑA IRENE, DON DIEGO
DOÑA IRENE | Conque, señor don Diego, ¿es ya la de vámonos?... Buenos días... (Apaga la luz que |
DON DIEGO | Sí, para rezar estoy ahora. |
(Paseándose con inquietud.)
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DOÑA IRENE | Si usted quiere, ya pueden ir disponiendo el chocolate y que avisen al mayoral para que |
DON DIEGO | Sí, no deja de haber novedades.
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DOÑA IRENE | Pues ¿qué?... Dígalo usted, por Dios... ¡Vaya, vaya!... No sabe usted lo asustada que estoy... |
DON DIEGO | Vamos, ahora no hablemos de malos partos ni de conservas... Hay otra cosa más importante de |
DOÑA IRENE | Están recogiendo la ropa y haciendo el cofre para que todo esté a la vela, y no haya |
DON DIEGO | Muy bien. Siéntese usted... Y no hay que asustarse ni alborotarse (Siéntanse los dos) por |
DOÑA IRENE | ¿Pues no lo he dicho ya mil veces? Sí señor que lo está; y bastaba que yo lo dijese para que... |
DON DIEGO | ¡Este vicio maldito de interrumpir a cada paso! Déjeme usted hablar. |
DOÑA IRENE | Bien, vamos, hable usted.
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DON DIEGO | Está enamorada; pero no está enamorada de mí.
|
DOÑA IRENE | ¿Qué dice usted?
|
DON DIEGO | Lo que usted oye.
|
DOÑA IRENE | Pero, ¿quién le ha contado a usted esos disparates? |
DON DIEGO | Nadie. Yo lo sé, yo lo he visto, nadie me lo ha contado, y cuando se lo digo a usted, bien |
DOÑA IRENE | (Llora.) ¡Pobre de mí!
|
DON DIEGO | ¿A qué viene eso?
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DOÑA IRENE | ¡Porque me ven sola y sin medios, y porque soy una pobre viuda, parece que todos me |
DON DIEGO | Señora doña Irene...
|
DOÑA IRENE | Al cabo de mis años y de mis achaques, verme tratada de esta manera, como un estropajo, |
Escena undécima 2
DON DIEGO | Mire usted, señora, que se me acaba ya la paciencia. |
DOÑA IRENE | Que lo mismo era replicarle que se ponía hecho una furia del infierno, y un día del Corpus, yo |
DON DIEGO | Pero ¿es posible que no ha de atender usted a lo que voy a decirla? |
DOÑA IRENE | ¡Ay! No señor, que bien lo sé, que no tengo pelo de tonta, no, señor... Usted ya no quiere a la |
DON DIEGO | Señora doña Irene, hágame usted el gusto de oírme, de no replicarme, de no decir |
DOÑA IRENE | Diga usted lo que le dé la gana.
|
DON DIEGO | Que no volvamos otra vez a llorar y a...
|
DOÑA IRENE | No, señor, ya no lloro. |
(Enjugándose las lágrimas con un pañuelo.)
| |
DON DIEGO | Pues hace ya cosa de un año, poco más o menos, que doña Paquita tiene otro amante. Se han |
DOÑA IRENE | Pero ¿no conoce usted, señor, que todo es un chisme inventado por alguna mala lengua que |
DON DIEGO | Volvemos otra vez a lo mismo... No, señora, no es chisme. Repito de nuevo que lo sé. |
DOÑA IRENE | ¿Qué ha de saber usted, señor, ni qué traza tiene eso de verdad? ¡Conque la hija de mis entrañas, |
DON DIEGO | Aquí no se trata de ningún desliz, señora doña Irene; se trata de una inclinación honesta, de la |
(Saca el papel de DON CARLOS y se le da a DOÑA | |
IRENE. Ella, sin leerle, se levanta muy agitada, | |
se acerca a la puerta de su cuarto y llama. | |
Levántase DON DIEGO y procura en vano contenerla.)
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DOÑA IRENE | ¡Yo he de volverme loca!... ¡Francisquita!... ¡Virgen del Tremedal!... ¡Rita! ¡Francisca! |
DON DIEGO | Pero, ¿a qué es llamarlas?
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DOÑA IRENE | Sí, señor; que quiero que venga y que se desengañe la pobrecita de quién es usted. |
DON DIEGO | Lo echó todo a rodar... Esto le sucede a quien se fía de la prudencia de una mujer. |
Escena duodécima
DOÑA FRANCISCA, DOÑA IRENE, DON DIEGO, RITA
(Salen DOÑA FRANCISCA y RITA de su cuarto.) | |
RITA | Señora.
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DOÑA FRANCISCA | ¿Me llamaba usted?
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DOÑA IRENE | Sí, hija, sí; porque el señor don Diego nos trata de un modo que ya no se puede aguantar. ¿Qué |
(Presentando el papel abierto a DOÑA FRANCISCA.)
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RITA | (Aparte a Doña Francisca) Su letra es.
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DOÑA FRANCISCA | ¡Qué maldad!... Señor don Diego, ¿así cumple usted su palabra? |
DON DIEGO | Bien sabe Dios que no tengo la culpa... Venga usted aquí... |
(Quitándola el papel de las manos a DOÑA IRENE.) | |
Paquita, ya se acuerda usted de las tres palmadas de esta | |
noche.
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DOÑA FRANCISCA | Mientras viva me acordaré.
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DON DIEGO | Pues éste es el papel que tiraron a la ventana... No hay que asustarse, ya lo he dicho. (Lee.) |
DOÑA IRENE | ¿Conque hay eso?
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DOÑA FRANCISCA | ¡Triste de mí!
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DOÑA IRENE | ¿Conque es verdad lo que decía el señor, grandísima picarona? Te has de acordar de mí. |
(Se encamina hacia DOÑA FRANCISCA, muy | |
colérica, y en ademán de querer maltratarla. | |
RITA y DON DIEGO lo estorban.)
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DOÑA FRANCISCA | ¡Madre!... ¡Perdón!
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DOÑA IRENE | No, señor, que la he de matar.
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DON DIEGO | ¿Qué locura es ésta?
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DOÑA IRENE | He de matarla.
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Escena treceava
DON CARLOS, DON DIEGO, DOÑA IRENE, DOÑA FRANCISCA, RITA