El rey Lear (fragmento)
DE LA TEMPESTAD.
Sopla, vendaval, sopla furioso hasta reventar los carrillos! Cataratas y huracanes, verted vuestros torrentes hasta sumergir los campanarios y tragar sus veletas! Sulfúreos relámpagos, activos como la idea, precursores del rayo atronador que hiende las encinas, abrasad mis blancos cabellos! Y tú, estridente chispa que todo lo estremeces, aplasta el macizo globo del mundo, haz trizas los moldes de la naturaleza y aniquila de un golpe cuantos gérmenes desarrolla la ingratitud humana!
(Truena.)
Retumba con toda tu pujanza! vomita rayos! ¡oh luz! Ni lluvia, ni vendaval, ni trueno, ni rayo, son mis hijas! — Y no os acuso de ingratitud! no os dí tronos ás, no he acariciado vuestro nombre, no me debeis obediencia! dad rienda libre á vuestro horrible placer; hé aquí á vuestro siervo, un pobre y débil anciano, sin salud ni favor.—Pero no; os declaro serviles ministros; pues que, secundando á dos hijas pérfidas, lanzais vuestras altas, etéreas legiones, contra una cabeza tan vieja y encanecida! Oh! oh! esto es inicuo! — Rey Lear: Acto 3.º, esc. 2.ª