El profeta/El Bien y el Mal
El Bien y el Mal
Y uno de los ancianos de la ciudad dijo, «Háblanos del Bien y el Mal».
Y él contestó:
Del bien en ti puedo hablar, pero no del mal.
Porque, ¿qué es el mal sino el bien torturado por su propia hambre y sed?
Sí, cuando el bien tiene hambre, busca comida aun en cuevas oscuras, y cuando tiene sed, bebe aun de aguas muertas.
Eres bueno cuando estás unido a ti.
Pero cuando no lo estás no eres malo.
Porque una casa desavenida no es un antro de ladrones; sólo es una casa partida.
Y una nave sin timón puede vagar sin rumbo entre islas peligrosas mas sin hundirse en el fondo.
Eres bueno cuando te esfuerzas en dar de ti.
Pero no eres malo cuando buscas ganar algo para ti.
Porque cuando te esfuerzas por obtener no eres sino una raíz que se aferra a la tierra y mama de su pecho.
Claro que la fruta no puede decirle a la raíz, «Sé como yo, madura y completa y da siempre de tu abundancia».
Pues para la fruta dar es una necesidad, como recibir es una necesidad para la raíz.
Eres bueno cuando eres lúcido en tu hablar,
Pero no eres malo cuando duermes mientras tu lengua se tambalea sin propósito.
Y aun un habla tambaleante puede fortalecer una lengua débil.
Eres bueno cuando avanzas a tu meta, firme y con pasos valientes.
Pero no eres malo cuando te diriges cojeando hacia ella.
Aun los que cojean no retroceden.
Pero Uds. que son fuertes y rápidos, cuídense de no cojear ante los cojos, creyendo que eso es amabilidad.
Eres bueno de innumerables maneras, y no eres malo cuando no eres bueno,
Sólo andas holgazán y perezoso.
Qué lástima que los ciervos no puedan enseñarles rapidez a las tortugas.
En tu anhelo por tu yo más elevado se halla tu bien: y ese anhelo está dentro de todos Uds.
Sin embargo en algunos ese anhelo es un torrente que se precipita con fuerza hacia el mar llevando los secretos de las colinas y las canciones del bosque.
Y en otros es un arroyo tranquilo que se pierde y se detiene en ángulos y curvas antes de alcanzar la orilla.
Pero no vaya a decirle el que anhela mucho a quien anhela poco: «¿Por qué eres tan lento y vacilante?»
Pues el bueno de verdad no le pregunta a los desnudos, «¿Dónde están tus prendas?», ni a los sin techo, «Qué ha pasado con tu casa?»