El primer ferrocarril

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
El primer ferrocarril


Las vías férreas aproximan la
tierra y dan paso á las naciones.


I

No hay temor que engolfemos al lector en la enmarañada y eterna controversia de si fueron rubios hijos de Albión, ó los más coloradotes del extremo opuesto, que se clasifican modestamente ingleses refinados, los inventores del primer Ferrocarril, del primer vapor, del primer Telégrafo, y de muchos adelantos de que se jactan esos primerizos del Nuevo.

Menos dilucidaremos, si griegos ó romanos usaban en sus caminos algo á rieles parecido, ó si dos siglos antes del tren que cambió en 1825 su carga de carbón por carga humana, trasportábase ya la hulla de las minas al embarcadero sobre carriles de madera. Desde que el célebre Newton ensayara en 1680 la primera máquina á vapor, precursora de la locomotora, hasta que el americano Oliver Evans, declarado bienhechor de la patria, presentó el primer año del pasado siglo, carro anfibio, que tanto servía de locomotora, como de buque á vapor, exhibiéronse muchas locomotoras; pocas más perfecta que la primera argentina, construida hace treinta años en los talleres de Tolosa, por aquello de que siempre lo último resume los perfeccionamientos anteriores.

Recordamos simplemente la inauguración ferrocarril entre nosotros, como si dijéramos dentro de casa, para nuestro uso doméstico, aquí, en la plaza más central, aunque ya se ha alargado viniendo á ser de uso y provecho mundial.

Referir lo que antes de transcurrido medio siglo, parece ya olvidado hasta en su fecha y promotores, cae del modo más natural bajo nuestra pluma...


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— ¿Qué significa ese pequeño lingote de hierro, en que descansa la pluma? — preguntaba el niño terrible, encargado de hacer más ruido alrededor de nuestra mesa de trabajo.

— Doble significado tiene, que debes no olvidar, pues es fragmento del hierro que mayor riqueza aportó en nuestra campaña, llevando bienestar á todo el país. Pero como larga es su historia, extendiéndose en camino más largo que el de casa á la escuela, si vuelves con buenas notas, la oirás luego.

Y pues es el de hoy, día de San Justo, recordaremos haciendo obra de justicia, promotores olvidados del progreso actual.

No habían transcurrido tres meses del gobierno del doctor Obligado, año 1853, cuando llamaba éste á preferente despacho la solicitud del señor don Fabián Gómez, el primero en proponer una vía férrea. — Objetó el recto doctor Ferrera, el fiscal catoniano [1], que debía ésta sacarse á licitación, como dictaminó ya en las propuestas de aduana, muelles, puentes y caminos, gas, telégrafos y otros benéficos proyectos que no quedaron en proyecto durante aquella laboriosa administración; pero el 9 de Enero de 1854 ya aprobaban las Cámaras otra concesión.

Tuvo origen ésta en el Club de Pelucones de la calle de Corrientes, como denominaba Juan Carlos Gómez en El Nacional á los asiduos contertulianos de tantos años del señor don José Manuel Guerrico, por cuya sala ha desfilado, en dos generaciones, lo más notable que pasó por esta Capital.

Allí se discutía en asamblea de amigos cada idea útil, y apoyada con la influencia de tan respetable grupo de honrados y laboriosos ciudadanos de iniciativa, rara vez quedaba sin realizarse.

Verdadera antesala del progreso, pocas fueron las empresas que en los veinticinco años siguientes á la tiranía, no tuvieran su origen en ese inolvidable conclave de progresistas.


  1. Nota de WS: Véase la tradición Un fiscal Catoniano.