El primer centenario del Templete: La erección del Templete

El primer centenario del Templete de Mario Lescano Abella
La erección del Templete
La obra del tiempo y la desidia.—El padrón de piedra se deteriora. —El general Vives ordena fabricar el Templete.—Su autor, el habanero don Antonio María de la Torre y Cárdenas.—Reparación de la pilastra de Cagigal, a la que abrumaron la indife­rencia y el desdén.—Una nueva Virgen de Nuestra Señora del Pilar reemplaza a la Virgencita gótica.



EL padrón de piedra y la estatuilla de la virgen asisten muy deteriorados, al despuntar del siglo XIX. Na­die parece que se hubiese preocupado de ellos. Ni las autoridades coloniales, ni los concejales, ni el clero, ni el pueblo. Ambos están a medio desaparecer bajo la escoria. Leed, si no, lo que refiere un autor anónimo contem­poráneo: (Relación de las obras y fiestas públicas que para los días diez y ocho, diez y nueve y veinte de marzo de mil ochocien­tos veinte y ocho se han dispuesto y ejecutado en la ciudad de la Habana en memoria de la primera misa y del primer cabildo ce­lebrados a la orilla de su puerto en 1519 y en justo y debido ob­sequio de los días de la Reina Nuestra Señora escrita e impresa de orden superior.—Habana.—Oficina de don José Severino Boloña— Impresor de la Real Marina por S. M.—Año de 1828):
"Sobre la pilastra se hallaba colocada una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, muy deteriorada como todo el mo­numento, que abandonado desde el tiempo del señor Cagigal de la Vega, y rodeado de casillas inmundas que lo ocultaban, llegó a nuestros días tan deslucido que era difícil leer las inscripcio­nes y apenas aparecían las molduras y relieves."

Pezuela, en su "Diccionario Geográfico, Estadístico, Históri­co de la Isla de Cuba", ya citado, corrobora tales afirmaciones: "... la pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar se dete­rioró con el tiempo, así como lo demás del pequeño monumento, muchos años oculto entre las irregulares casillas y puestos de vendedores que hubo en ese sitio."

En 1827 el capitán general Dionisio Vives resolvió restaurarlo. Don Antonio María de la Torre y Cárdenas, tío del feliz autor de la obra "Lo que fuimos y lo que somos", recibió el encargo de hacer los planos, de acuerdo con el Ayuntamiento. El señor de la Torre gozaba de justa y sólida reputación. Era coronel de ingenieros y sirvió la secretaría política y militar de la isla. Ha­banero amante de su ciudad, contribuyó a su progreso con obras tan plausibles como la edificación de la Casa de Dementes y el puente de Cristina. —Calcagno asegura en su "Diccionario Bio­gráfico Cubano" (Habana, 1878) que es suya la alineación de la vasta parte de extramuros y que fué el primero que ensayó en Cuba la aclimatación del gusano de seda. "Fué hombre —dice— de muchos y variados conocimientos". Ahí queda para juzgarle el Templete; siempre que se tengan en cuenta los muy pocos re­cursos que se pusieron a su disposición. —En diez mil pesos se presupuestó la obra. Costó diez y nueve mil más y un litigio en­tre el Ayuntamiento y la Contaduría General de Propios y Arbi­trios, presidida por el Regente de la Audiencia de Puerto Prín­cipe, resuelto al cabo a favor del Cabildo, por mediación de la primera autoridad de la colonia.

En estilo altisonante y retórico, muy propio de la época y del propósito que lo inspiraba, el autor anónimo del mencionado fo­lleto sobre las obras y fiestas del Templete, relata como se puso en práctica la disposición del general Vives de restaurar y am­pliar el monumento alzado en la plaza de Armas por el goberna­dor Cagigal. No resistimos a la tentación de transcribir esos pá­rrafos:
"Concebir este feliz pensamiento proponerle y egecutarle parecerá sin duda a nuestros descendientes la obra de un solo momento; tal fué el contento gene­ral con que se admitió la propuesta y la celeridad con que se llevó a cabo. Cuando un pueblo ama de corazón al gefe que le gobierna: cuando este amor se funda en servicios eminentes y en desvelos incesantes; cuando un pueblo une a los goces de la paz la posesión del gefe que la ha conservado, éste puede em­prenderlo todo, seguro de no ser desairado. Entonces el entusiasmo es uno, las satisfacciones se multiplican, la memoria enlaza a la gratitud del vecindario el cariño de la autoridad y ambos reunidos e impulsados por nobles y generosos motivos, aseguran con monumentos dignos de tan dichosa alianza, el recuerdo de los días felices, como ejemplo que, trasmitido a la posteridad, escitará a nues­tros descendientes a la práctica de las virtudes sociales que han cimentado nues­tra ventura!
Al examinar todas las circunstancias que mediaron desde que se acordó la obra hasta su conclusión, se descubre el empeño de las autoridades y del vecindario en prestar auxilios y recursos de todo género; así fué como a la primera indi­cación, un donativo espontáneo proporcionó la suma de doce mil pesos fuertes a parte de diversos auxilios de materiales cedidos a favor de la obra. El señor don Antonio María de la Torre y Cárdenas, secretario de este gobierno, se en­cargó voluntariamente del trazado de los planos para la obra que debía cons­truirse, y el público ha tenido la satisfacción de unir este nuevo servicio a la lar­ga lista de sus tareas en obsequio de un país que sabe apreciarle."

La edificación del Templete se llevó a cabo con gran rapidez, así como la restauración de la columna de Cagigal. Se empeza­ron el veinte y uno de Noviembre de 1827 y se logró tener fina­lizadas ambas el día 19 de marzo del siguiente año, día del santo de la reina Josefa Amalia de Sajonia, esposa del monarca espa­ñol. Dirigió los trabajos, comisionado por el Ayuntamiento, el regidor don José Francisco Rodríguez Cabrera, y mereció los plácemes del Virrey, quien hubo de dirigirle una misiva de feli­citación redactada así:
"Me he enterado con la mayor satisfacción del oficio de V. S. de ayer, en que se sirve participarme la conclusión de la obra puesta a su cargo, haciéndome una relación descriptiva de cuanto se ha ejecutado para restablecer el obelisco eri­gido en el lugar donde se dijo la primera misa a la orilla de este puerto, y el mo­numento levantado para perpetuar el primer acto religioso celebrado en esta parte de la isla; he sido testigo del zelo, actividad y eficacia con que V. S. ha procurado llenar los deseos de este vecindario, que con la mayor complacencia ha visto cumplidos sus votos de que la dedicación se hiciera el 19 del corriente en celebridad del día de nuestra Reyna Augusta; doy a V. S. las gracias por sus fatigas; y me complazco en verlas premiadas ofreciendo finalizada la obra en tan corto número de días. Dios guarde a V. S. muchos años. Habana, 15 de marzo de 1828.—Francisco Dionisio Vives."

El general Vives, a quienes alarmaban el gran movimiento li­bertario de la América del Sur, los acontecimientos de México por aquellos días y los primeros conatos de rebeldía de la co­lonia, puso singular empeño en que todos los actos que se relacio­naran con el Templete alcanzacen resonancia y brillantez. Pen­só que de este modo, hiriendo la sensibilidad del país con la evo­cación histórica de la fundación de su urbe principal, estrechaba los lazos de la isla y la metrópoli. De ahí que se cuidara hasta de la ceremonia de la primera piedra, sobre la cual echó la pri­mera paletada de cal y arena el conde de Santovenia ante nume­roso y selecto concurso, siguiéndole los regidores y el síndico. Luego, cuando la inauguración del monumento, la primera au­toridad de la colonia hizo cuanto pudo porque el suceso ejerciera sobre el pueblo la mayor impresión, relacionando el recuerdo del establecimiento de la Habana con el onomástico de la reina de España.

"Terminóse el Templete —dice Pezuela— el 18 de marzo de 1828 sobre un cuadrilongo regular de 32 varas de E. a O. y 22 de N. a S. cercado de una ele­gante enverjadura de hierro que termina en lanzas de bronce, apoyadas sobre globos del mismo metal. Entre este enverjado se hallan repartidos 18 pilares de piedra, de base y capitel toscano, siendo de cuatro varas de alto los dos de la portada de la verja abierta al O., y los cuatro de los ángulos y de tres los demás de los costados. La portada de hierro, que pesa dos mil libras exactas, rueda sobre ejes esféricos de bronce, de sólido y buen trabajo, coronando al aire su mainel un escudo de cinco pies de altura con las armas de la ciudad doradas a fuego, en cuya orla aparecen las siguientes palabras: "La siempre fidelísima ciudad de la Habana." (x)
Terminan los seis referidos pilares mayores de los ángulos y la portada con seis grandes jarrones, de los cuales se destacan piñas de piedra (xx) de un pie de alto. En las caras interiores de los dos pilares de la portada se leen estas dos inscripciones:

(x) El acceso al Templete es hoy por dos escalinatas de dos peldaños. Su puerta ornamental desapareció en 1851, para prolongar la calle de O'Reilly.
(xx) Pezuela dice de piedra, pero son de bronce.


"REINANDO EL SEÑOR DON FERNANDO VII DE BORBÓN Q. D. G., SIENDO PRESIDENTE, GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL, EL EXCMO. SEÑOR DON FRANCISCO DIONISIO VIVES Y PLANES OBISPO DIOCESANO EL EXCMO. E ILLMO. SEÑOR DOCTOR DON JUAN JOSE DIAZ DE ESPADA Y LANDA, SUPERINTENDENTE GENERAL DE REAL HACIENDA EL EXCMO. SEÑOR DON CLAU­DIO MARTÍNEZ DE PINILLOS Y CEBALLOS, Y COMANDANTE GENERAL DE ESTE APOSTADERO EL SEÑOR BRIGADIER DON ANGEL LABORDE Y NAVARRO, SE CONSTRUYÓ ESTE EDIFICIO PÚBLICO PARA PERPETUAR LA MEMORIA DEL PRINCIPIO DEL CRISTIANISMO EN ESTE PAÍS. A ESPENSAS DEL EXCMO. AYUN­TAMIENTO Y DE LOS FIDELÍSIMOS Y PIADOSOS HABITANTES DE ÉL, HABIENDO SIDO EL DIRECTOR DE LA OBRA EL CABALLERO REGIDOR DON JOSE FRANCISCO RODRIGUEZ CABRERA. —AÑO DE MDCCCXXVIII."
"EL EXCMO. SEÑOR DON FRANCISCO DIONISIO VIVES Y PLA­NES, CABALLERO GRAN CRUZ DE LA REAL Y DISTINGUIDA OR­DEN ESPAÑOLA DE CARLOOS III, CABALLERO GRAN CRUZ DE LA REAL ORDEN AMERICANA DE ISABEL LA CATOLICA Y DE LA MILITAR DE SAN HERMENEGILDO, CABALLERO DE TERCERA CLASE DE LA REAL DE SAN FERNANDO, DECLARADO VARIAS VECES BENEMÉRITO DE LA PATRIA CONDECORADO CON EL ESCUDO DE FIDELIDAD, LA ESTRELLA DEL NORTE Y POR OTRAS NUEVE ACCIONES DE GUERRA, TENIENTE GENERAL DE LOS REALES EJÉRCITOS, GOBERNADOR DE LA PLAZA DE LA HABA­NA, CAPITÁN GENERAL DE LA ISLA DE CUBA, PRESIDENTE DE LA REAL AUDIENCIA, ETC. ETC., PROTEGIÓ CON PARTICULAR EMPEÑO ESTA OBRA, CUYOS PLANOS PROYECTÓ Y LEVANTÓ EL SEÑOR DON ANTONIO MARÍA DE LA TORRE Y CARDENAS DEL CONSEJO DE S. M., SU SECRETARIO HONORARIO Y EFEC­TIVO DE ESTE GOBIERNO —AÑO DE MDCCCXXVIII.

El templete que es la obra principal de este monumento, está situado en el fondo del cuadrilátero y centro de su lado del E. Mide 12 varas de frente y 8 y media por los dos costados, componiéndose de un arquitrabe, de seis columnas con capiteles dóricos y zócalos áticos, siendo su elevación desde el pavimento hasta la clave del frontón de 11 varas exactas. En los costados aparecen otras cuatro columnas o pilastras de la misma estructura que las del arquitrabe, que cuenta 11 metopas labradas en la piedra y 12 triglifos sobre la del piso. Ador­nan la parte superior del centro un relieve con las iniciales D. F. VII., dos glo­bos que representan los dos mundos con una corona sobrepuesta y otros acce­sorios que figuran una aljaba, un arco y flechas. En el centro del triángulo del tímpano descúbrese una lápida imitando al granito gris con esta otra inscripción:

"REINANDO EL SEÑOR DON FERNANDO VII SIENDO PRESI­DENTE Y GOBERNADOR DON FRANCISCO DIONISIO VIVES, LA FIDELÍSIMA HABANA, RELIGIOSA Y PACIFICA, ERIGIO ESTE SEN­CILLO MONUMENTO, DECORANDO EL SITIO DONDE EL AÑO DE 1519 SE CELEBRO LA PRIMERA MISA Y CABILDO: EL OBISPO DON JUAN JOSE DIAZ DE ESPADA SOLEMNIZO EL MISMO AUGUSTO SACRIFICIO EL DIA DIEZ Y NUEVE DE MARZO DE MIL OCHOCIENTOS VEINTE Y OCHO.

El pavimento es de mármol y los frentes y costados exteriores reposan sobre tres gradas corridas con boceles de piedra de San Miguel. Entre los pilares del enverjado exterior median asientos de la misma piedra."

La columna que mandó alzar el gobernador Cagigal, por la que habían mostrado tanto desdén los habaneros, fué restaurada y colocada sobre cuatro gradas circulares de piedra, la primera de veinte y cuatro varas de circunsferencia con ocho marmolillos de una y media vara de alto, alrededor de los cuales pendía una cadena que regaló el vecino de Casa Blanca Juan Pérez, sujeta a esferas de bronce dorada a fuego con los nombres de: Religión, Fernando VII, Exmo Ayuntamiento, Habana, Vives, Espada, Pinillo y Laborde. La segunda es de 15 varas de circunferencia y sobre la cuarta se eleva el antiguo pilar, en cuya primera voluta al S. aparecen en relieve la llave de la ciudad y tres castillos; en la del Norte los collares del Toisón de Oro y el Espíritu Santo dorados al fuego.

La antigua virgencita del Pilar fué reemplazada por otra que fundió el fundidor del Arsenal don José Sirartegui y que mide una vara de alto. Sirartegui cobró por su trabajo trescientos no­venta y cinco pesos. Es de plomo, exceptuando la corona y el pedestal, que son de bronce. En el centro del pilar que descansa junto a la cruz de Aragón, se fijó esta leyenda: "Memoria in­mortal a Francisco Dionisio Vives y Planes, teniente general de los Reales Ejércitos, benemérito de la patria. —Año de mil ocho­cientos veinte y ocho."

Don Jacobo de la Pezuela, a fuer de sincero, declara que halla el monumento muy modesto para tan hiperbólica dedicatoria.